Almudena Grandes - EL CORAZÓN HELADO

Здесь есть возможность читать онлайн «Almudena Grandes - EL CORAZÓN HELADO» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

EL CORAZÓN HELADO: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «EL CORAZÓN HELADO»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

EL CORAZÓN HELADO — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «EL CORAZÓN HELADO», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cuando cerré la puerta del piso de Hortaleza, me acordé de Miguelito con varicela, Mai y yo turnándonos en las caricias, en las canciones y en los cuentos, para que estuviera entretenido y se rascara lo menos posible, y aquella fiebre altísima, el cuerpo de mi hijo sudoroso y blando, y después, tan deprisa que casi no pudimos darnos cuenta, la espléndida, agotadora pesadez de sus tres años de niño sano e incansable. Mejor así, pensé, mejor todo a la vez, mejor acabar ya, juntarlo todo, todas las lágrimas, todas las culpas, todas las preguntas, todos los secretos. Estoy hasta los huevos de conversaciones transcendentales, le había dicho a Raquel la noche anterior, y era verdad. No puedo más, y no podía, y sin embargo, mientras conducía por la carretera de Burgos y mi memoria, equitativamente leal y traidora, me bombardeaba con las mejores imágenes de la vida a la que acababa de renunciar, el cuerpo desnudo de mi mujer, la risa desbocada de mi hijo, la cómplice blandura de los dedos de mi madre cuando me llevaba de la mano por la calle y los tres tan guapos, tan adorables, tan luminosos como quizás no habían sido nunca, como no volverían a ser jamás, pensé que era mejor así, pasarlo todo junto, acabar de una vez.

—Claro que iba a llamarte —por eso no me importó encontrarme con Clara, aunque no la hubiera llamado, aunque ni siquiera hubiera decidido aún el momento de hacerlo—, pero tú eres más pequeña que yo, ¿no? Si yo no sabía nada, tú sabrías todavía menos.

—Yo no voy a saber nada, Álvaro —lo dijo sin mirarme, los ojos fijos en el horizonte—. Nunca.

—Porque no quieres saberlo…

—Por supuesto que no, ya me conoces —entonces me miró, me sonrió—. Soy muy cobarde, ¿no?, eso era lo que me decías tú siempre, de pequeños. Entra, Clara, habla con papá, con mamá, díselo, atrévete a [899] decírselo, no puedes seguir escondiéndote, tendrás que cenar, no vas a quedarte a dormir en las escaleras… Cuando rompí la famosa bailarina de porcelana, aquel año que suspendí cinco, el día que me cargué el cristal de la ventana de la cocina de un balonazo y aquella noche que salieron todos, y nos quedamos tú y yo solos con Fuensanta, y me puse un vestido de Angélica para jugar y se manchó de tinta y ya no hubo manera de limpiarlo… Eso fue lo peor, creo que nunca he pasado más miedo en mi vida, ¿te acuerdas?

—Sí —me acordaba de todo y sonreí a su sonrisa—. No he sido yo, no he sido yo, yo no sé nada… Cuando alguien echaba algo de menos, ya no estaba en ninguna parte. Tú lo habías tirado a la basura, muy bien envuelto en una bolsa de plástico, y luego decías siempre lo mismo, no he sido yo, yo no sé nada, pero daba igual. Al final, te pillaban. Y esto es distinto, Clara.

—No —y negó varias veces con la cabeza antes de repetirlo—. No. Anoche, mientras hablaba con Angélica, oía la voz de papá, ¿sabes?, ratita, ratita, todo el tiempo. Y luego llamé a Rafa, para preguntarle cómo estaba, y seguía oyendo lo mismo, ratita, ratita…, ¿te quieres casar conmigo? Con Julio no hablé, no hacía falta. Sé que él estará de tu parte, aunque no tengas razón, que no la tienes, porque no podéis tenerla ni Rafa ni tú, ninguno de los dos.

Ratita, ratita… , ¿te quieres casar conmigo? Cuando Clara tenía tres o cuatro años, aquél era su cuento favorito, pero sólo consentía que se lo

leyera papá. Todas las noches aparecía por el salón de la casa de Argensola arrastrando el libro por una esquina, y al llegar hasta mi padre decía, ratita, ratita… Él le respondía con las mismas palabras, ratita, ratita, y la cogía en brazos, y leía el texto, que estaba escrito en verso y era muy corto, tanto que los dos se lo aprendieron de memoria y empezaron a recitarlo a todas horas, en todas partes, cuando estaban solos y cuando los acompañábamos los demás. Ella siempre hacía de ratita presumida, él iba cambiando de tono para representar todos los demás papeles, y al llegar al ratoncito del final, sacaba de alguna parte una vocecita delgada y tierna, muy cómica, con la que mi hermana se partía de risa. Así, Clara se convirtió en la ratita, ratita, y mi padre dejó de llamarla por su nombre hasta en las ocasiones más solemnes, y el día que salió de casa con ella vestida de novia, antes de atravesar la puerta, la cogió por los hombros, la miró y se lo dijo otra vez, ratita, ratita… , ¿por qué vas a casarte con otro?, y los dos se echaron a reír.

—¿Cómo está Rafa?

—Bueno… —arrugó los labios en la mueca con la que solía afrontar los asuntos desagradables—. Muy cabreado contigo, desde luego. Y con [900] la cara hecha un mapa, creo. Han tenido que darle puntos y le han puesto un cacharro en la nariz, como una prótesis rígida, para que el tabique se quede en su sitio. Se lo habías desviado de un puñetazo, por lo visto. Me dijo que le dolía mucho.

—Lo siento —ella no quiso reaccionar todavía, yo insistí—. Te juro que lo siento, lo siento mucho, pero empezó él.

—Ya, eso me contó Angélica, y no hay más que ver cómo tienes el ojo. Pero, lo que no entiendo… —volvió a negar con la cabeza antes de mirarme—. ¿Cómo pudiste pegarte con Rafa, Álvaro? De él no me extraña tanto, porque con el carácter que tiene, pero tú… Y todo por una tontería, porque se metió con tu museo, ¿no?

—No, Clara, no fue por eso. Es verdad que se burló del museo, de mí, de mi trabajo, pero lo que pasó fue peor, mucho más grave… —hice una pausa para preguntarme si sería capaz de explicárselo, y concluí que, incluso en ese caso, lo más probable era que no me entendiera—. No se metió conmigo, sino con lo que yo pienso, con lo que creo que está bien, que es justo. Yo soy una pieza insignificante en un proceso y no me dolió lo que dijo de mí, pero me sacó de quicio que se riera de la ciencia, de los científicos en general, de los programas que hacemos con los colegios… —mi hermana frunció las cejas en un gesto de escepticismo casi cómico y calculé lo ridículas que habrían sonado estas palabras, las únicas que yo podía decir, al penetrar en sus oídos—. Ya sé que parece una tontería, lo sé, pero no lo es, Clara, te aseguro que no lo es. No hay nada que odie más en este mundo que a la gente que alardea de no saber nada, a las personas que presumen de ser como animales, no las puedo soportar, no las soporto. Eso fue lo que hizo Rafa, y sabía por qué lo hacía, sabía lo que decía. Yo no soy religioso, ya lo sabes, pero no me dedico a blasfemar para insultar a quienes sí lo son.

—¡No compares, Álvaro! —había conseguido escandalizarla sin pretenderlo.

—Pues no comparo —la miré, sonreí, intenté tranquilizarla—. Si tú no quieres, no comparo, pero eso fue lo que pasó. Rafa vino derecho a por mí. Me buscó, y me encontró.

—Cuando me lo contaron, no me lo creí, no me lo podía creer, en serio, de ti no, Álvaro. Él… Es más violento, ¿no? Bueno, violento no es la palabra, pero tiene más carácter, es el mayor, el más autoritario, no sabe discutir sin que se le hinchen las venas y hay que dejarle, todos lo sabemos, y que luego se le pasa, pero tú no eres así, tú…

—Yo llevo toda la vida tragando, Clara —la interrumpí—. No es una cuestión de caracteres, ni de argumentos, nada de eso. Rafa chilla y yo [901] me callo para que tengamos la fiesta en paz, pero eso no significa que yo sea pacífico, ni que él tenga derecho a decir siempre la última palabra aunque no lleve razón. Es sólo una costumbre, la costumbre de nuestra casa, la costumbre de este país.

Me había esforzado por controlar mis gestos, el volumen de mi voz, mientras percibía un velo oscuro sobre los ojos, un sabor grueso en el paladar, la compañía de las llamas anaranjadas y calientes a las que me había abandonado la tarde anterior, y el color, la temperatura de una tentación que no estaba dispuesto a probar nunca más. Pero alguna chispa había debido de saltar pese a mis esfuerzos, porque mi hermana me miraba ahora casi con miedo, los labios fruncidos en una expresión de extrañeza profunda, cargada de sospechas, de temores que ni siquiera ella era capaz de interpretar y que yo nunca había visto en su rostro.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «EL CORAZÓN HELADO»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «EL CORAZÓN HELADO» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «EL CORAZÓN HELADO»

Обсуждение, отзывы о книге «EL CORAZÓN HELADO» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x