Almudena Grandes - EL CORAZÓN HELADO

Здесь есть возможность читать онлайн «Almudena Grandes - EL CORAZÓN HELADO» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

EL CORAZÓN HELADO: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «EL CORAZÓN HELADO»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

EL CORAZÓN HELADO — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «EL CORAZÓN HELADO», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—¿Pero qué me estás contando, Ra? —le dijo entonces—. No me lo puedo creer, en serio, es que no me lo creo. ¿Pero qué locura es ésta? ¿Cómo se te ha ocurrido meterte en una historia así?

—No me he metido, Berta —al principio intentó defenderse—. Yo no

me he metido, me ha pasado… Ha pasado, solamente, y no he podido… Ha sido una casualidad, todo, una casualidad, yo… Yo no sabía que me iba a pasar esto, ¿cómo iba a imaginarme que me iba a enamorar de él? No sé, la verdad es que no lo sé, es que todavía no lo entiendo, era todo tan fácil, ha sido todo tan fácil, que no me he dado ni cuenta…

No lo estaba haciendo bien. Se dio cuenta de que no lo estaba haciendo bien, de que así no lograría convencer a nadie, pero su amiga no le pidió más explicaciones. Se acercó a ella, la abrazó, y procuró parecer animada.

—Bueno, no pasa nada —pero Raquel se dio cuenta de que no se lo creía ni ella—. No creo que sea tan grave, porque… Tiene que haber alguna manera de arreglar esto, ¿no?

—Eso espero.

—Seguro que sí —su amiga volvió a abrazarla—. Y de momento, ¿qué vas a hacer? Seguir como si tal cosa, supongo…

—Claro —Raquel se sintió mejor—. Él está casado, tiene un hijo, no va a dejarlo todo por mí, ¿no?, los hombres casados nunca hacen eso. Y ahora nos vemos mucho, porque ya no da clase, está de vacaciones, pero luego… Pues, no sé, las cosas volverán a ser como antes y, mientras todo siga así… No voy a contarle nada, Berta, no puedo. No puedo contarle qué clase de hombre era su padre, qué clase de cosas hacía, podría odiarme sólo por eso. Y además, si se enterara, nunca más volvería a confiar en mí. Pensaría que soy una tramposa, una mentirosa, una estafadora… Yo no soy así, tú lo sabes, pero él… Si se enterara, no podría volver a mirarle a la cara, me moriría de vergüenza, ¿entiendes? Yo le quiero, Berta, le quiero tanto que no podría soportar que pensara eso de mí, ni siquiera podría vivir con él sabiendo que lo piensa, aunque no me lo diga. Yo le quiero, Berta, le quiero… Bueno, eso ya lo he dicho, ¿no? [895]

Acababa de darse cuenta de que si seguía por ese camino iba a ponerse a llorar, y no se lo podía permitir, porque eso sería aceptar que todo iba a acabar mal, que su historia con Álvaro se desmoronaría más tarde o más temprano, pero sin remedio, así que sacudió la cabeza y procuró ser optimista.

—Sin embargo, si sigue pasando el tiempo, si estamos liados una temporada larga, si me conoce más y se olvida de su padre, a lo mejor… A lo mejor puedo no contarle nunca nada, o… A lo mejor, llega un momento en el que ya no sea tan importante. Y si se tiene que acabar, que se acabe, pero que dure lo más posible, ¿o no? Yo ya no sé nada, Berta, no sé qué pensar, ni qué creer… Nada.

—Total —concluyó Berta con un acento casi filosófico—, que debes de ser la única mujer en la historia de la Humanidad que se lía con un hombre casado y está deseando que no se vaya de casa —y las dos se echaron a reír.

Pero aquella noche, cuando se quedó sola, Raquel pensó en ella, pensó en Álvaro, repasó sus cálculos y sintió que se vaciaba, que su cuerpo se convertía en un hueco, un espacio vacío, un hoyo hambriento, capaz de devorarlo todo. Porque ella amaba a aquel hombre, le amaba más que nadie, más que a nadie, pero su amor no iba a servir de nada. No existía una pobreza comparable a la suya, una amargura semejante a la que estaba probando, un destino tan cruel como el suyo. Porque tanto amor no iba a

servir de nada. Hacía tiempo que pensaba en sábados soleados, flores de colores, jarrones de cristal transparente, pero hasta aquella noche no comprendió que la escena en la que se acunaba a sí misma antes de dormir era mucho más que una fantasía, una elección trivial o un residuo de romanticismo adolescente. Las flores inexistentes que ponía en unos jarrones que tampoco existían eran su seguro de vida, una garantía de supervivencia.

Aquella noche, cuando su amiga Berta se marchó, Raquel Fernández Perea se murió un poco. Se murió de pena, se murió de rabia, se murió de miedo. De amor no, porque el amor la mantenía viva, su amor la preservó viva e intacta, alegre y confiada, entera, hasta el instante del golpe definitivo. Y cuando la vida que deseaba se extendió ante ella, cuando Álvaro Carrión la desplegó a sus pies como una alfombra mágica, y le ofreció todo lo que tenía, y ella lo rechazó, Raquel sintió que se moría del todo y no quiso morirse, aquella noche no, en aquel momento no, con él delante no.

Berta le había dicho que tenía que haber una manera de arreglarlo y ella quiso creerlo. Tengo que encontrar una manera de arreglarlo, le [896] dijo a Álvaro al día siguiente, mientras desayunaban juntos, y luego lo repitió para sí misma, una, diez, cien, mil, un millón de veces.

Tenía que encontrar una manera de arreglarlo, y una, diez, cien, mil, un millón de veces se tumbó en la cama, boca arriba, muy estirada, con las manos cruzadas y encima del pecho, igual que un cadáver. Era su postura de pensar, pero tampoco le sirvió de nada. El verbo desaparecer la acechaba desde todas las esquinas, la esperaba en todos los caminos, se asomaba detrás de cada una de las puertas por las que intentó escapar de su brutalidad, el despiadado designio que le imponía la renuncia de lo único que le importaba.

No puede ser, pensó, no puede ser. Una, diez, cien, mil, un millón de veces. Y se levantó de la cama, se fue al baño, se mojó la cara con agua fría, se miró en el espejo y volvió a tumbarse. Pero ya no volvió a tener una buena idea. [897]

Mi hermana Clara estaba sentada en las escaleras del porche, esperándome. No había quedado con ella, pero tampoco me sorprendió verla allí, en el mismo peldaño donde solía detenerse cuando era una niña que tenía problemas o pretendía evitarlos desde la frontera, ni dentro de casa ni fuera del todo.

—Hola —le dije, y subí tres escalones para sentarme a su lado igual que entonces, en la época en la que yo era el único de sus hermanos mayores que estaba lo bastante cerca de ella como para entender que estuviera preocupada por haber estropeado un libro de la biblioteca del colegio, o por haberle prestado el reloj a una amiga que lo había perdido.

—Hola —me contestó, y sonrió para fingir que no estaba viendo mi ojo morado antes de sujetar mi cabeza con las dos manos para besarme en las mejillas, y habían pasado más de veinte años desde la última vez que me besó en aquel lugar, de aquella manera—. ¿Por qué vas vestido así? Se te va a arrugar la chaqueta.

Llevaba el traje gris de las tesis y las oposiciones, una camisa de vestir y una corbata. En las contadas ocasiones en las que no había podido esquivarla, nunca había logrado sentirme tan cómodo dentro de aquella ropa como para olvidar que la llevaba puesta, pero eso fue lo que sucedió aquella mañana, y necesité más de un instante para comprender el comentario de mi hermana.

—He venido a hablar con mamá —dije después, como si eso fuera una razón suficiente.

—Ya… —asintió con la cabeza, me miró, y vi que tenía los ojos húmedos—. ¿Y yo, qué? ¿Es que a mí no pensabas llamarme?

La resaca había sido espantosa, pero no llegué a percibir su intensidad hasta que estuve solo del todo, dentro del coche, la maleta de los viajes largos guardada en el maletero, su tristeza conmigo, empañando los cristales con un vapor frío y sucio que olía mal, a casa cerrada. Mi imaginación estaba entumecida, acobardada por el horizonte de un [898] azul purísimo, los ojos de mi madre, su color más intenso, más bello aún, cuando nadaba en aguas turbias de emoción o de ira. No vayas, Álvaro, me había dicho Raquel, los suyos más extraños, verdosos pero oscuros, tan hondos de repente como si fueran negros, no vayas. Pero había venido, tenía que venir, y al cerrar la puerta del piso de Hortaleza, aquella casa que me gustaba tanto y a la que nunca iba a volver, pensé que tal vez fuera mejor así, mejor pasarlo todo a la vez, todo junto, como cuando éramos niños y alguno cogía la varicela, y mi madre metía a sus cinco hijos en una cama de matrimonio, para que nos contagiáramos y la pasáramos al mismo tiempo. Qué barbaridad, mamá, qué salvajada, solía decir Angélica cuando lo recordábamos, pero ella defendía su procedimiento, pues es lo mejor, ¿sabes?, lo que se ha hecho siempre…

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «EL CORAZÓN HELADO»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «EL CORAZÓN HELADO» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «EL CORAZÓN HELADO»

Обсуждение, отзывы о книге «EL CORAZÓN HELADO» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x