Daniel Muxica - El vientre convexo
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Ramón quedó al mando del timón y el Irlandés, convencido de que eran las five o'clock, le pegó unas cuantas secas a la petaca de grapa. A bordo no tenía trabajo y la inactividad lo ponía de mal humor; se acomodó la chaqueta raída y despidió dos o tres oraciones celtas que hablaban de las pasiones celestes y las estrellas de Orión.
El bote volvió lentamente; de nuevo en cubierta el cantonés tomó por los carrillos a Ramón y le estampó un beso en la frente. Miraba el horizonte zigzagueante del agua, parecía animado; se alisó el cabello, se secó un rocío sucio, pertinaz, que acentuó su divergencia interna. Ramón se limpió el beso con el revés de su mano y la frotó en el pantalón de sarga. El Irlandés se colocó la linterna en el cinturón, apretando con sus gruesos dedos el bajo vientre como si fuera una gaita. Ofreció una grapa que don Grimaldo rechazó. Adujo que su hígado no era bondadoso por la mañana.
– Creo que esta búsqueda durará para siempre -dijo el Irlandés con los ojos clavados en el cielo.
– Junten las cosas.
– ¿Regresamos? -preguntó Ramón.
– Creo que no damos con el lugar porque esas estrellas fueron manipuladas -dijo don Grimaldo pensando en voz alta y culpando del error vaya a saber a qué fuerzas celestiales.
– Este hombre está loco -le dijo Ramón por lo bajo al buzo.
– ¿Volvemos mañana…? -preguntó el Irlandés.
El retorno era lento, el buzo deformaba con silbos una cancioncilla presuntamente festiva. El marinero se preguntó en silencio para qué lado las corrientes arrastrarían el cofre; la esperanza era un umbral tan abierto a la luz como agonizante, pensó el capitán; todo dependía de con qué pie decidiera uno avanzar en lo inminente.
XVI
El sistema de dependencia oligárquico imperialista, con más de 150 años de experiencia en la explotación de la Argentina, ha logrado una vez más, junto con las corrientes burguesas, conciliadoras y burocráticas del partido, vencer las aspiraciones populares, deteniendo en Brasil la "Operación Regreso". El éxito de su operativo por sobre las aspiraciones populares nos compromete a no dar un solo paso atrás. Pese a todo el General emerge nítidamente de la corruptela vernácula, convirtiéndose, con su planeada posición de fondo, en el mayor enemigo del imperialismo en Hispanoamérica, y preparando su acceso al poder. Fallido el regreso, ahora sólo queda esperar el combate. ¡No habrá bandera blanca! ¡Es el momento de darle armas a nuestra bronca y estrategia a nuestro coraje! Uturuncos (¿?), agosto, 1962 (¿?).
En el camino Gauderio le explicó a Zarza cómo hacer el asado desde las entrañas: despanzurrado el animal, dijo, se sacan las tripas, se meten maderas, papeles, carbones, y una vez encendido se cose la panza y se procura el equilibrio del calor en todas las partes. Zarza tiró una certeza científica aclarando que no hay tales artimañas, y que el animal mantiene el fuego más que por la mano del asador, por sus propios gases; sólo las brujas creen en la hieromancia, aseveró, solventando su exposición con los avances de la ciencia moderna, que a su buen y leal entender, separa a las brujas de los alquimistas. La materia tiene su dialéctica, ya lo dijo Marx, además de un tratadista muy serio llamado Arquelao, que relató en su Libro Séptimo de los Preceptos cómo se trabajaba en la obtención de metales puros. Oro, por ejemplo.
El boticario se colocó el guardapolvo y juntó sobre la mesada una gran cantidad de frascos. "Mirá bien, vas a ver algo formidable: tomo una libra de azufre, la trituro sobre el mármol, la empapo en aceite de oliva muy puro del que utilizan los filósofos y la reduzco a una pasta, ahora la pongo en un vaso físico y la disuelvo mediante fuego; cuando sube la espuma roja, retiro la materia, la dejo asentar, removiendo sin cesar con una espátula de hierro, la coloco nuevamente sobre el fuego hasta que vuelve a subir la espuma y repito la operación hasta obtener la consistencia de la miel; ayudame -le pide mientras explica la receta-, poné la materia sobre el mármol, ahí se va a congelar al instante como la carne o el hígado cocido, la cortaré en trozos del tamaño y forma de una uña y con un peso igual a la quintaesencia de aceite de tártaro, ponela al fuego durante dos horas; después encerramos este pastiche en un ánfora sellada con el betún de la sabiduría y lo dejamos calentarse a fuego lento durante tres días y tres noches.
"Descansemos.
"Ahora cortamos de nuevo la obra en pedazos, la ponemos en esa curcúbita de cristal arriba del alambique; ¿ves?, se destila un agua blanca parecida a la leche, ni menos que la verdadera leche de la virgen; cuando esté destilada le aumentamos el fuego y la transvasamos a otra ánfora; ¿me seguís?, ahora tomamos aire del que se parece al aire más puro y más perfecto, porque éste es el que contiene el fuego, vamos a calcinar en el horno esta tierra negra que quedó en el fondo de la curcúbita, hasta que se vuelva blanca como la nieve; ponela en agua destilada siete veces, mientras logro que esta lámina de cobre rojo, apagada por tres veces, se vuelva perfectamente blanca; si hacemos esto mismo con el agua y el aire, a la tercera destilación encontramos el aceite y una tintura parecida al fuego en el fondo de la curcúbita; volvemos a empezar una segunda y una tercera vez, recogemos el aceite, después tomamos el fuego que está en el fondo de la curcúbita y que es parecido a sangre negra y blanca, y la destilamos para probarla con la lámina de cobre, como hicimos anteriormente con el agua. ¿Ves?, así se separan los cuatro elementos, pero la forma de unirlos es ignorada por todos…
"Ahora bien, tomo la tierra, la trituro sobre una tabla de vidrio o directamente sobre el mármol, la empapo con igual peso de agua hasta que forme una pasta, la coloco en un alambique y la destilo con su fuego; esta operación se repite hasta que lo que quede en el fondo de la curcúbita sea absorbido por completo; la empapo con igual cantidad de aire utilizando éste, como lo hice anteriormente con el agua, y obtengo una piedra cristalizada, que, proyectada en pequeña cantidad sobre gran cantidad de mercurio, la convierte en auténtica plata. Esta es la virtud del azufre blanco que no arde, formado por los tres elementos: agua, tierra y aire; pero si ahora mezclo una diecisieteava parte del fuego y la mezclo con los tres elementos mencionados, destilándolos y empapándolos, obtengo una piedra roja, que no se quema, de la que una pequeña parte, proyectada sobre mercurio, se convierte en oro refinado…"
Gauderio quedó impresionado. Zarza se quitó el delantal, los guantes, y lo invitó a tomar unos tragos en el bar de Eusebio. El frío no amainaba, en el camino Gauderio convocó la experiencia entrecerrando los ojos e intentó recordar la fórmula, era imposible. Avanzaban sin aliento, los árboles quedaron atrás; el aire, enrarecido, tenía un peso distinto; de algunos adoquines sobresalían pequeños yuyos polvorientos, pronosticando un día por demás seco.
El barrio no pudo explicarse por qué la botica permaneció trece días cerrada.
No nos impresiona ni nos asusta la palabra terrorista. Es un adjetivo imperialista que han prestigiado con su sangre y su heroísmo egipcios, argelinos y chipriotas. Beresford pensó lo mismo de los criollos que desde las terrazas arrojaban aceite hirviendo. Los pueblos no tienen barca de guerra, ni aviones ni armamentos. Y luchan como pueden.
Terrorismo es fusilar a los vencidos. O poner bombas en pacíficas concentraciones populares. O ametrallar y bombardear desde el aire a un pueblo indefenso. O secuestrar exiliados en países extranjeros. O asaltar, ametralladora en mano, una embajada, para secuestrar refugiados. Todo eso, sí, causa terror en la población y es, por tanto, terrorismo.
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