Daniel Muxica - El vientre convexo

Здесь есть возможность читать онлайн «Daniel Muxica - El vientre convexo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El vientre convexo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El vientre convexo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un pequeño grupo peronista – los uturuncos – es el punto de partida real de la novela de Daniel Muxica, narrador y poeta argentino. El punto de partida y también el núcleo de la acción. Al funcionar como un ensayo de montoneros en una época de tolerancia cero, este "experimento nacional" proporciona ya algunas de las claves de lo que será el esplendor montonero de los tempranos setenta.

El vientre convexo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El vientre convexo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Espérelo afuera, en un rato se lo suelto.

Gauderio se quedó esperando que llenaran los papeles de salida. El Sherí Campillo mandó la venia al consigna y acompañó a Zarza hasta la puerta de la oficina, pintada en rosa patriótico. Ya casi en la salida retuvo al boticario por el brazo derecho…

– ¿Es cierto que Gauderio saca de la nada unas cenas impresionantes?

– Pantagruélicas.

El Sherí Campillo se quedó pensando, era la primera vez en su vida que escuchaba esa palabra y como todo lo desconocido, en el fondo de su corazón le sonó a pecado infernal.

– ¿Hace crecer las cosas?

– Así dicen…

– Me parece que vamos a tener que hablar con él antes de la próxima visita al keko…

X

El doctor Germano exhibía el cadáver de la Rita sobre la camilla del consultorio. Dos horas antes se lo trajeron Salmuera y dos de sus discípulas, le dejaron "el paquete" para que lo revisara y diera su opinión profesional sobre la causa de la defunción, no vaya a ser que se trate de alguna peste sagrada, una de esas tantas venganzas con que la divinidad castiga de tanto en tanto a las chicas y que sea más de una la que está contagiada. Se retiraron apesadumbrados; el dueño de la boite le dejó un dinero sobre el escritorio y le recordó que era necesaria la visita mensual, ahora más que nunca.

– ¡Cielos! -dijo el profesor Serrao al entrar enfrentándose con el cadáver.

– Poco tiene que ver el frío carnal de la Rita con los cadáveres exquisitos surrealistas, pero en su boca no quedaría mal algún poema de Baudelaire o Lautréamont, de esos que cada tanto lee -dijo Germano.

– Créame, doctor, no estoy para poesías.

– La lectura y la música son lo mejor para distenderse después de una autopsia -dijo, dentro del consultorio, buscando escandalizar a Serrao, mientras le pedía que se quitara el saco, la corbata y la camisa.

Serrao trató de no mirar hacia la camilla.

– Si le molesta la tapo -continuó, levantando el párpado derecho de la Rita.

– Por favor…

– No se preocupe. Es una puta muerta -explayó, con la crudeza que le proporcionaba su profesión-. ¿Dónde le duele?

– Acá -dijo el profesor, señalándose el hígado.

– Esto es un atracón.

La auscultación fue minuciosa. El doctor Germano apoyó una mano sobre el vientre del profesor mientras que con dos dedos de la otra golpeaba escuchando atentamente la solidez o lo hueco debajo de los tejidos.

– Está inflamado, profesor, está cargado de gases. ¿Cree que los juicios morales continúan después de la muerte? -preguntó más allá del interlocutor, cabeceando hacia donde estaba el cadáver de la Rita.

Serrao sentía aversión de mirarla.

– Su hígado no cree en la historia como usted, profesor -dijo el doctor, ampliando sus opiniones profesionales sobre las aptitudes medicamentosas de tal o cual droga-. La biología no se presta a interpretaciones demagógicas; a la Rita no la mató la culpa, sino una enfermedad; somos un corruptible y hemos de llevar con dificultad esa carga: gallo flaco, faisán, jamón crudo, mortadela, todo es lo mismo, cuando se trata de atragantarse de comida…

La impronta profesional del médico agregó a la Rita a la lista de descomposiciones para dentro de un rato.

– ¿Qué hace aquí?

– Ella, nada -acotó riendo-, el que hace soy yo. Tengo que abrirla.

– Una profanación siempre es de lamentar.

– Las enfermedades no deben escapar al examen de los ojos -agregó Germano-; hágase un buen té de limón y pídale a Zarza que le dé estas pastillas, va a andar bien…

– Mejor que ella.

– Mire, profesor, mire bien -dijo el doctor Germano, plegando la sábana sobre el cadáver-. El cuerpo no tiene sólo una cavidad, sino varias más. Hay, por una parte, las que reciben el alimento y lo expulsan, y luego, otras más, distintas de éstas, de las que conocemos sólo lo que nos interesa. Hay aquí muchos intersticios, muchos huecos. Cuando uno está sano, esas cavidades están llenas de aire; cuando uno está enfermo, se llenan de un líquido turbio, pus, a excepción del Checho que se queja de todo un aire, porque cuando todo es aire, todo es ausencia.

– ¿Cuándo murió?

– ¡¿Muerta…?!, profesor, eso no es más que un pronóstico…

Farnesio arregló personalmente el salón. Una habitación con paredes en blanco tiza, un crucifijo de pie, un portacoronas de aluminio, dos enormes candelabros con cirios de dos lámparas opacas que hacían de llama y dos soportes para el cajón eran el escenario del vacío para la muerta, que debía estar rodeada de la sobriedad y la pulcritud que correspondían al acto.

Contiguo al local, anexó un pequeño servicio de café y licores que ayudaban a sobornar el doble invierno que en alma y materia padecen los deudos. También abrió una florería. Las calas rodeaban a los claveles en las ruedas de coronas hechas de paja atadas con alambre, enfundadas en un papel crepé verde oscuro, que disimulaba la precariedad de las flores un tanto marchitas, devueltas del cementerio para su reventa.

Él en persona se encargaba de recibir siempre a los familiares, nadie mejor para demostrar la sensibilidad de la empresa. Llegado el momento, se ponía un poco de agua oleaginosa o vaselina disuelta a modo de lágrima; con estudiado pesar apretaba fuerte la diestra y el hombro al pariente, ejerciendo un tirón seco y único hacia abajo, sosteniendo la mano sin que el deudo pudiera soltarse, expresándole que "a partir de hoy es usted un amigo de esta casa". Completaba el gesto con una palmada definitoria sobre la misma mano que oprimía y, como si fuera una transmisión de mando, colocaba el paño de duelo en el saco o el crespón que, desde luego, estaba incluido en los gastos del sepelio.

También ofrecía servicios de maquillaje y fotografía, para lo cual contrató a la Rupe, hacía poco menos de seis semanas. La gama del maquillaje, en armonía y personalizado, se ampliaba a "artístico" o "de gala" según las pretensiones. Ella pincelaba al muerto sin perder la tonalidad ocre o mate que rodeaba al ambiente, el marrón claro del pino lustrado o el petiribí que imitaba la caoba, amén de los herrajes que iban de la falsa plata al falso oro viejo; las puntillas de la mortaja resaltaban su satinado dejando la sensación de un placentero sueño y una vestimenta elegante para enfrentar el juicio del cielo. En cuanto a la foto recordatoria, él mismo obturaba la pequeña caja cuadrada y negra, manteniendo la sobriedad del ceremonial.

Hablaba de todos los beneficios que ofrecía e insistía en denominar esta casa, dedicada a tan delicados menesteres, como un consulado del más allá.

– Brilla en la muerte con toda su magnificencia -le comentó a una perpleja amiga de la Rita, para descerrajar luego-: mis muertos, después del maquillaje, renacen en salud.

A eso de las diez y media de la noche, bastante alcoholizados, entramos al velatorio el Vasco, la Tetona y yo, saludando indiscriminadamente y lamentándonos ante cualquiera de los presentes, para dirigirnos al bar. El Vasco con el pico caliente hizo el convite, ya que en un velorio que se preciara, el anís para las damas no podía faltar. Habíamos empezado la reunión en lo de Eusebio, pero el Sherí Campillo, asesorado por oficiales de la Capital, instruyó a los Sosa para cerrar, excepto la boite, cualquier boliche antes de las once.

Temeroso de nuestro estado, Farnesio mandó a uno de los empleados a retirarnos. Nos negamos rotundamente. Alterado, aduje mi amistad con uno de los amantes de la fallecida y mi disposición para dejar una flor sobre el cuerpo inerme en representación de quien, por ser casado, no podía estar presente. Ante la triste circunstancia y la posibilidad de un escándalo, Farnesio, nervioso, se acercó pidiéndonos discreción.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El vientre convexo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El vientre convexo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El vientre convexo»

Обсуждение, отзывы о книге «El vientre convexo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x