Daniel Muxica - El vientre convexo
Здесь есть возможность читать онлайн «Daniel Muxica - El vientre convexo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El vientre convexo
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El vientre convexo: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El vientre convexo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El vientre convexo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El vientre convexo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– Persignate otra vez y hacé tres cortes, ¿estás seguro de que no querés preguntar nada?
Sobre la mesa se deslizaron un dos de copas y un caballo de bastos haciendo una cruz. La Madame del Kimono dijo cosas sobre un desencuentro.
– ¿Ves la espada? Esa carta es una cama donde no se puede descansar. Estás en la dificultad inicial. En los períodos de formación las dificultades suelen ser mayores. Algo de parto primerizo.
Permanecí callado.
– Vas a necesitar escribir -me dijo-, venís acá para aprender otra gramática. A una ficción se la especula, pero una preocupación de amor se lleva en todo el cuerpo. ¿Un poco más de tereré? Te veo, querés contar algo; la oscuridad no juega a favor de nadie, tenés suerte; no, dejá, no preguntes; colocaste tu escritorio contra el ventanuco -continuó la voz, mientras cerraba los ojos intentando ver más-, hay una mezcla azul siempre arriba, un amansamiento de las fuerzas, estás delante de un libro que consultás distraído en las primeras páginas, pero tu deseo no es llegar más allá del crujido que producen algunas palabras. Necesitás perseverar. ¿Ves esas bocas aspiradoras que rematan el dibujo?, allí está la expansión de la fuerza anímica.
¿Era la Madame del Kimono quien hablaba? ¿De dónde salía esa voz que perfeccionaba su castellano y dirimía opinadamente sobre la escritura? La mano tullida acarició un anillo de oro macizo en la mano sana, el reflejo jugaba a favor de esas manos; miré con indolencia esperando descubrir el truco, cada carta que caía era un golpe sorpresivo sobre el tapete, presentí que los signos cambiaban de ubicación; busqué su mirada, la habitación se asemejaba al paraíso, soñaba entre los cortinados y la chapa, la mano tullida marcaba en los cartones a las fuerzas cuaternarias y miró el cuerpo que, dijo, deseaba curar.
– ¿Que llame a la niña…?
– Sí.
– Ella no está para vos.
Incómodo, busqué calmar mi insatisfacción debajo del ventanuco en la lectura de mis anotaciones, esparcí sobre la mesa toda la papelería de la experiencia de mi viaje. La anécdota me había atrapado, pero el motivo que me trajo hasta aquí permanecía aún en la oscuridad. Los datos recabados eran nulos, nadie sabía nada y tenía la impresión de que, de saberlo, tampoco me dirían mucho.
Quería mantenerme frío, había elegido esa forma para pagar mi propio rescate, el azar en el desorden había marcado parte de mis días y los recuerdos proponían una coreografía, una trama de efectos instantáneos. Pensé en la abuela cargándome en brazos, había siglos entre cada respiración; los viajes corrían por mi cuenta y cargo; los hacía con ella, en el tranvía, y constataba emplear siempre la misma cantidad de tiempo.
¿A quién buscaba verdaderamente? Era posible que la mujer real nada tuviera que ver con la que estaba buscando. Traté de reunir los escritos prolijamente mientras me sobreponía a la desazón; me rondaba la idea de que el verbo era una obviedad de la acción, el atajo formal.
Me detuve en esta página:
Qué terror acude sacude la infancia cuando madre
salida de cuerpo
entregada a mujer es ausencia es lejos
no todas son vírgenes pariendo
escapar a las vidrieras de agua más no sea por cesárea
romper el escaparate
salir por la cruz la luz del amanecer
la vida continúa
la muerte continúa
me ha entrado usted a la historia sin más símbolo
que un ovario
dicen que la virgen estaba allí
arte es la virgen
pariendo riendo otro hijo jo jo jo sobre la tierra.
Cuando uno está desesperado acude al pensamiento mágico, permanece en la debilidad de lo incompleto. Cuando uno está sobrepasado por el dolor no desespera. La muerte separa nuestros pensamientos pesados de nuestros pensamientos ligeros, el dolor los separa un poco más.
Estaban todos alrededor de la primera página del diario Mayoría mirando las fotografías de un camión abandonado en medio del bosque, con el que se había llevado a cabo el sorpresivo ataque a la comisaría de Frías, y otra donde tres efectivos llevaban detenido a un guerrillero capturado. El epígrafe resaltaba con cierto tono alarmista que no era el Uturunco, que nadie sabía quién era o, mejor dicho, que nadie sabía a ciencia cierta cuántos eran éstos. Otra foto mostraba al grupo policial recorriendo la zona de El Calao buscando al misterioso jefe guerrillero, mientras caminaban con el agua hasta la cintura contra la corriente del río Cochuna.
Las reflexiones no se hicieron esperar. Zarza opinó sobre la desmoralización de las tropas cuando les toca reprimir conflictos de trabajo. Eusebio se preguntó si valía la pena que el gobierno enfrentara ese riesgo, si no era hora de terminar con las exclusiones políticas, en tanto que Serrao mascullaba si la actitud de los alzados en realidad no era de una desesperada decisión de rebeldía.
Se daba cuenta de que sólo en la Capital Federal se habían producido más de mil seiscientos allanamientos y detenciones a conocidos militantes de la izquierda y del nacionalismo. En esos días el gobernador de Tucumán, Celestino Gelsi, hizo publicar que los guerrilleros se enfrentaban con la policía cerca del ingenio Concepción y los padres de los adolescentes enrolados en la guerrilla concurrían en masa a pedir información sobre sus hijos, y así era como se iban enterando de los nombres de muchos de los alzados. Las fuerzas policiales concentradas alrededor del Cochuna eran recibidas a balazos, el ejército llevaba a las madres de los guerrilleros en vehículos con altoparlantes desde donde les pedían a sus hijos que se entregaran, que regresaran: "¡Pocho, volvé!", transcribía melodramático el periodista, la voz de una mujer acongojada, "¡Santi, volvé, hijo!". Los mensajes se repetían, lacrimosos, cambiando el nombre del destinatario; desde la radio LV12 se empleaba el mismo sistema. Pese a la razzia hecha en el cerro Cochuna, se podía afirmar que el comandante Uturunco se había esfumado, burlando las fuerzas gubernamentales. El mismo diario soslayaba el tema mágico sobre las apariciones y desapariciones del buscado.
Leían y discutían acalorados, los rodeaba cierto nerviosismo e insatisfacción. Nada había cambiado su apariencia. Gauderio no estaba entre ellos.
No eran los únicos insatisfechos. El Checho se tragó un diente y se le agrandó la oscuridad cavernosa del pozo bucal; primero se lo aflojó la Tetona cuando en un arrebato intentó tocarla sin su consentimiento; el diente anduvo de allí en más medio flojo, pero el mordisco en la fruta del ciruelo octogenario que principiaba en la entrada del Irupé terminó por demoler la resistencia de la encía y, junto con el carozo, el diente descendió por la tráquea hasta alojarse en el estómago hasta mejor suerte.
La caída del diente coincidió con la caída de las últimas ciruelas. El Checho volvió a lo del doctor Germano buscando una solución.
Todas las enfermedades pueden sobrevenir en cada una de las estaciones, explicó Germano, pero algunas de ellas se originan o se exasperan más frecuentemente en unas que en otras. Haciendo gala de su conocimiento, dijo que eran propias de la primavera las manías, las epilepsias, los flujos de sangre, las esquinancias, las corizas, los resfríos, la tos, la lepra, los líquenes, la farinosis del darto, los extatemas ulcerosos múltiples, los abscesos, la artritis y también las melancolías.
Nombrada la melancolía se hizo inevitable la imagen de Anahí en las retinas del Checho. La veía allí. La imagen se reprodujo en forma perpendicular a la nariz, por sobre su frente. Se puso bizco. Le bastó apenas arrugar un poco el entrecejo para que la niña se volviera más nítida; estaba arriba, desparramando una alegría indefinible, era la evolución universal de la vida, diminuta e inmensa, en el transcurso de un parpadeo; súbitamente esa hermosura podía reducirse a segundos o miríadas, según se acomodaran las arrugas de su entrecejo; forcejeaba con los pliegues restregándose los ojos hasta que una luz concéntrica en el iris le dejó ver la virgen de Lujan, vestida de azul y blanco, con los pies desnudos, ejecutando con su cabeza un sí tan cálido como distante… el movimiento desesperado de sus manos no alcanzó a rozarla…
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El vientre convexo»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El vientre convexo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El vientre convexo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.