Lo que no cuenta Jinghua es cómo han tenido que apretarse el cinturón y gastar hasta el último centavo, para que recupere su puesto de trabajo en Pekín, para el traslado de Liu Quan. Están realmente al borde de la quiebra, mientras que esto puede parecer ridículo para quien no le falte nada.
No piensa contárselo a Mengmeng. Aunque en la vida hay también cosas malas, es mejor mantener a los niños al margen para que no sufran. ¿Qué ganaría enseñándole la parte negativa de la vida?
– Los libros, los cuadernos, la ropa, la bicicleta, son cosas que te compra tu mamá porque te quiere y no porque lo decidiese al divorciarse. Aunque tiene poco dinero intenta ahorrar para que no te falte de nada. Te digo esto para que veas que tu madre también tiene problemas. Como ya eres mayor puedes entender…
Los ojos de Mengmeng han comenzado por expresar la sorpresa, para terminar en el enfado y la incredibilidad. Se ve que no está acostumbrado a que se le hable de esa forma.
– ¡No sabía! Cuando mi ropa está usada o debo comprar cuadernos, mi padre me dice: «Pídele a tu madre». Si insisto me pega y luego me duele el cuello durante varios días. Estos últimos años he sufrido mucho. Nunca he hablado de ello. Si es así, ¿por qué quiso guardarme? ¿Por qué se negó a divorciarse si no me entregabais a él? ¿No se puede cambiar la cláusula del divorcio para quedarme con mi madre?
Mengmeng llora. Nadie le puede explicar por qué su padre quiso la custodia de su hijo. Jinghua no tolera que su padre quiera hacer de él un mutilado en el plano espiritual, sentimental e intelectual. De tal palo tal astilla. Eso es un crimen. Un crimen hacia el alma cándida, débil, sin defensa, incapaz de distinguir el bien del mal. ¿No se da cuenta de que está cometiendo un crimen? ¿A eso se le llama ser padre?
– ¡Mengmeng deja de llorar! Le voy ayudar a tu madre para comprarte esa bicicleta.
– ¡No, ya no la quiero!
Si se le dan explicaciones, Mengmeng es un niño razonable. ¡El mundo es cruel! Liu Quan cree que no se tendría que haber casado, ni concebir un hijo, ya que no había preparado nada para su llegada.
¡Ahí viene Liang Qian!
– ¡Qué ocurre?! ¡Vaya cara ponéis! Compañeros, alegrar esa cara, ¿de acuerdo? Mengmeng, ya eres un hombre y los hombres no lloran. Corre, corre, a ver quien me ayuda.
Lleva en los brazos varios paquetes de distintas dimensiones y en la espalda, un saco de tela gruesa como el de los geólogos.
– ¿Por qué has comprado tantas cosas? Puede que se pierdan si no se comen enseguida -le dice Jinghua regañándole.
– ¡Pues a comer! ¡Estamos todas delgadas como pequeños demonios!
– ¿Qué pasa con tu película? -le pregunta Jinghua.
Liang Qian las mira preguntándose si contarles o no la mala noticia.
– Bien. No hablemos más de ello. -Busca algo en su bolso.
¡Pum! La primera botella aterriza en la mesa, dos, tres, en total cuatro botellas de cerveza.
– Ponerlas a refrescar en agua fría. ¡Con lo que trabajamos y todavía no hemos podido comprar un frigorífico!
Mira todos los paquetes y empieza a comer un trozo de pollo.
Jinghua se da cuenta de que las cosas le han salido mal y le pregunta:
– ¿Qué ha ocurrido?
– ¡Fatal! -Empieza a comer otro trozo de pollo.
– No comas más. Cenaremos dentro de poco. Si sigues comiendo, luego no cenarás nada. Además no te has lavado las manos -le dice Liu Quan quitándole el pollo de las manos.
– ¿Por qué dices que te fue fatal?
– ¡Sólo Dios lo sabe. -Liang Qian da una patada al taburete-. El jefe que se llama Wu me ha dicho: «Ese obrero que ronca, ¿por qué le has hecho roncar tan fuerte? ¿Eso no es ridiculizar a nuestra clase obrera?» y Xiao Nie, el del laboratorio ha respondido: «¡Yo ronco aún más fuerte!». -¡Vaya idiota!
El jefe me ha preguntado también a ver por qué motivo la heroína tenía el busto tan alto, y si sus pechos eran verdaderos o falsos. Si eran falsos, es que tenía un verdadero problema de conciencia ideológica. Me preguntó a ver si no era erotismo y si no incitaba a los jóvenes a cometer crímenes. «No quiero películas pornográficas, me dijo. ¡Que esto quede muy claro, camarada Liang Qian!».
Yo le contesté: «Lo del pecho se puede investigar. Basta con manosear. Si una tiene los senos altos, no hay nada malo en ello. Si una los tiene así ¿se los tendrá que cortar? No sé de qué virtud me está hablando. Como dice Luxun en su novela El jabón, basta con ver la parte de los brazos que salen de la manga, para imaginarse todo lo demás. ¡Ja, ja!».
Al verme hablar de esa forma me dijo: «¡Camarada Liang Qian, sea un poco más seria!
«¿Que no soy seria? Ya lo creo que lo soy. Es un problema que concierne a los derechos de las mujeres. He tenido que abandonar y sacrificar muchas cosas para conseguirlos. Muchas mujeres siguen luchando para conseguirlos. La liberación de la mujer no debe hacerse sólo en el campo político y económico, sino que debe incluir además el reconocimiento por ellas y por la sociedad del sentido y del valor de sus existencias. Las mujeres no son meros objetos sexuales, son también seres humanos. Sin embargo, todavía hay hombres e incluso mujeres que no están convencidos de ello y éstas consideran que su existencia no está asegurada si no recurren a sus encantos sobre el sexo masculino. Es una actitud de esclavo, una forma de humillarse, un vestigio de la antigua mentalidad. Cuando usted habla, inconscientemente considera a las mujeres como calamidades. Si las mujeres son calamidades, los hombres por su parte tendrían que ser incorruptos como Liu Xiaohui. ¿Por qué tenéis que insultar a las mujeres cada vez que surge un problema?».
Sabía que al hablar así echaba a perder toda la película, cuando todavía había esperanzas. Pero no sé por qué, no me pude controlar. Luego Bai Fushan dijo que algunos dirigentes no estaban conformes con la película. Hay gente que es así, en cuanto ve que se avecina una tempestad, no toma las medidas oportunas y se fía de las habladurías de los demás y da órdenes sin adoptar una actitud responsable con los camaradas o con su trabajo. No les importa que las artes no florezcan y que el socialismo no progrese. ¡Hacen cualquier cosa para que sus puestos no sean revocados!
¡Genial! Jinghua admira cada frase que pronuncia Liang Qian aunque el final no sea feliz. Pero por otra parte quiere reñirle por haberse dejado llevar por sus impulsos y poner en peligro la proyección de la película. Pero ya no puede echarse atrás, tiene que asumir los hechos y esperar a un futuro mejor.
– Tal vez no esté todo perdido ya que falta por ver la postura de los altos cargos.
– Ves, otra cosa que debemos cambiar; ¿por qué siempre hay que recurrir a ellos? Eso demuestra que los de abajo no saben tomar responsabilidades y asumirlas. Hasta para conseguir un alojamiento hay que vérselas con los mandatarios. ¡Vaya vida se pegan los de abajo! Cuando surge un problema lo tiene que solucionar el de arriba y para un trabajo concreto tienen a los subordinados que trabajan para ellos.
De repente, Liu Quan se encuentra sin fuerzas, se quita el delantal y se deja caer sobre el sofá, encima de la gata que ronronea como un monje orando sus plegarias. La gata se escapa gritando enfurecida.
– Si hablas con ellos, ¿no te apoyarán? -le pregunta Liu Quan.
– No soy tan optimista. Sabes que en China es así. Mientras no tienen todas las bazas, no sabes qué puede pasar. Hasta que la película salga en pantalla, habrá que esperar. No hablemos más de ello. ¿Ya te dieron el traslado?
– Sí.
Para anunciar lo contrario no hubiera adoptado un tono tan siniestro.
– ¿Dónde está? Enséñanosla, y no te hagas rogar como si fueses el Emperador de Jade. -La orden de traslado viene escrita en un papel con el formato 20 por 27 centímetros que está sobre la cómoda. Vaya, se ha mojado con el agua que no sabe de dónde procede. Liu Quan lo seca con su blusa y pregunta con enfado:
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