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Xinran Xue: Nacer mujer en China

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Xinran Xue Nacer mujer en China

Nacer mujer en China: краткое содержание, описание и аннотация

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Las voces silenciadas. Xinran Xue era presentadora de un influyente programa radiofónico chino cuando en 1989 recibió una carta angustiosa: una niña había sido secuestrada y forzada a casarse con un anciano que desde entonces la mantenía encadenada. Los hierros estaban lacerándole la cintura y se temía por su vida. Xinran obtuvo la liberación de la víctima, pero se percató de que un silencio histórico imperaba sobre la situación de las mujeres en su nación. Decidió difundir las historias de oyentes que cada noche llamaban a su programa. Esta iniciativa inédita tuvo por respuesta miles de cartas con increíbles relatos personales y convirtió a Xinran en una celebridad. Entre los numerosos testimonios que escuchó y dio a conocer, seleccionó quince para que integraran este libro. Nacer mujer en China es un relato colectivo revelador acerca de los deseos, los sufrimientos y los sueños de muchas mujeres que hasta ahora no habían encontrado expresión pública.

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»-¿Qué ha pasado? Wei Hai me llamó para decirme que iba a venir a Ma’anshan y me pidió que me quedara en casa. ¿Qué os pasa?

»-No estoy segura -dije, confundida.

»Sin darle más vueltas, abandoné a mi madre y salí corriendo hacia la estación para encontrarme con Wei Hai en cuanto se bajara del autobús de Nanjing. Más de un año conviviendo con él no había marchitado el primer resplandor del amor. Apenas era capaz de estar lejos de él; me resultaba doloroso dejarlo para ir a trabajar, y cada día deseaba ansiosa volver a casa cuanto antes. Estaba enamorada, en trance.

»A las ocho y media, más o menos, de aquella tarde, Wei Hai todavía no había llegado a la estación de autobuses. Estaba desesperada. Pregunté al conductor de cada uno de los autobuses que llegaron si había habido algún accidente o avería en la carretera, y si todos los autobuses programados estaban funcionando. Sus respuestas fueron todas tranquilizadoras: no había pasado nada fuera de lo normal. Pasadas las nueve decidí que no podía esperar más y me subí a un autobús que me llevaría de vuelta a Nanjing para ver si Wei Hai estaba en casa, enfermo. No osaba siquiera pensar en lo que podía haberle pasado. Pensando que tal vez Wei Hai hubiera tomado un autobús a Ma’anshan mientras yo viajaba en dirección contraria, encendí una linterna que traía conmigo y la dirigí hacia los vehículos que pasaban en sentido contrario. La verdad es que no pude ver nada, pero me reconfortaba intentarlo. Al rato, la policía de tráfico nos obligó a detenernos en el arcén. El agente que subió a bordo del autobús dijo que parecía que algún pasajero había estado haciendo señales con una linterna, por lo que rogaban que todos nos apeáramos para ser registrados. Avancé hacia la parte delantera del autobús inmediatamente para explicar que había utilizado la linterna porque temía que mi marido hubiera tomado el autobús equivocado. El furioso agente de tráfico nos instó a proseguir el viaje y los demás pasajeros me maldijeron por causar retraso. No me importó. Simplemente me disculpé y seguí mirando por la ventanilla.

»Vivíamos cerca de la estación de autobuses. Cuando ya estaba cerca de nuestro piso vi que había luz y mi corazón se hinchó. Sin embargo, ambas puertas estaban cerradas, lo cual era extraño: las puertas interiores no solían estar cerradas con llave cuando había alguien en casa. Me atravesó una oleada de terror cuando descubrí que el piso estaba vacío. El instinto me hizo abrir el armario del dormitorio. Me quedé helada: faltaba la ropa de Wei Hai. Se había ido.

– ¿Que Wei Hai se había ido? ¿Había abandonado la casa y se había ido?

El labio inferior de Zhou Ting temblaba.

– Sí, se había ido. Se había llevado todas sus cosas. Justo cuando habíamos decidido casarnos, se fue.

Lo sentí profundamente por ella.

– ¿Te dejó una nota, una carta, una explicación, algo?

– Ni una sola palabra -dijo Zhou Ting, a la vez que levantaba la barbilla para evitar que una lágrima corriera por su mejilla.

– Oh, Zhou Ting -dije, falta de palabras.

La lágrima se escurrió por su mejilla.

– Me desmayé. No sé el tiempo que permanecí echada en el suelo, temblando. Cuando escuché pasos fuera, un último hilo de esperanza me hizo ponerme en pie. El primo de Wei Hai estaba delante de la puerta. Me dijo que Wei Hai le había pedido que me entregara las llaves. Con la puerta todavía cerrada le dije que era muy tarde y que no era un buen momento, que hablaríamos al día siguiente. No pudo hacer más que irse.

»Cerré todas las ventanas y las puertas, abrí el paso del gas, me senté y empecé a grabar una cinta. Quería pedir perdón a mi madre por no haber saldado la deuda que tenía con ella por haberme criado; quería pedirle perdón a mi hijo por no haber cumplido con mi obligación natural con él; no tenía corazón ni fuerzas para seguir viviendo. No tenía intención de dejarle nada dicho a Wei Hai, pues pensaba que mi alma expresaría mi amor y mi dolor en el inframundo. Tenía la cabeza y el cuerpo como si fueran a explotar y apenas podía sostenerme de pie cuando oí voces delante de la ventana:

»-¡Ting, abre la puerta, tu madre te está esperando fuera!

»-¡No hagas ninguna tontería, ya eres adulta! ¿Qué importa un hombre? ¡El mundo está lleno de hombres buenos!

»-¡Hagas lo que hagas, no se te ocurra encender una cerilla!

»-¡Rápido! Esta ventana es suficientemente grande… rómpela… date prisa…

»No sé qué pasó a continuación. Lo siguiente que recuerdo es a mi madre, que me daba la mano y lloraba. Cuando vio que abría los ojos, sollozó con tal fuerza que no fue capaz de hablar. Más tarde me contó que había permanecido inconsciente durante más de dos días.

»Tan sólo yo sabía que no había vuelto realmente a la vida: mi corazón seguía estando inconsciente. Permanecí ingresada en el hospital durante dieciocho días. Cuando lo abandoné, pesaba menos de treinta y ocho kilos.

– ¿Cuánto tiempo tuvo que pasar hasta que pudiste dejar este dolor atrás?

Me di cuenta inmediatamente de lo estúpida que era mi pregunta: para Zhou Ting era imposible olvidar el dolor. Se secó los ojos.

– Durante prácticamente dos años dormí mal. Desarrollé una extraña enfermedad: la sola visión de un hombre, de cualquier hombre, me ponía enferma. Si un hombre chocaba conmigo en el autobús, nada más llegar a casa tenía que lavarme todo el cuerpo con jabón. Esta situación se prolongó durante tres años. No pude soportar quedarme en mi antigua unidad de trabajo después de que se hubiera marchado Wei Hai y, por lo tanto, dimití. Entonces resultaba muy difícil abandonar un trabajo, pero yo no tenía obligaciones ni nada que temer. Acepté la oferta de trabajo de una compañía comercial. Gracias a mis conocimientos y a cierta habilidad para los negocios, pronto me convertí en una agente de ventas exitosa y popular de la industria alimenticia. Fui requerida por varias compañías importantes y pude acumular experiencia en diversos puestos y lugares.

»Llegados a este punto, el dinero ya no suponía un problema para mí. Incluso empecé a mostrarme extravagante. Sin embargo, todavía no había superado mi relación con Wei Hai.

Zhou Ting alzó la mirada al techo, como buscando algo. Al rato se volvió para mirarme.

– Debido al éxito que había cosechado en el mundo empresarial, la prensa volvió a prestarme atención. Empezaron a llamarme la «emperatriz de las ventas». Mis actividades empresariales eran investigadas y los periodistas buscaban cualquier excusa pare entrevistarme. Pero yo ya sabía cómo protegerme y repelerlos cuando era necesario. De este modo evité que mi vida privada apareciera en los medios de comunicación.

»Conocí al director de una gran compañía comercial de Shanghai que me persiguió por dos razones. En primer lugar, su compañía necesitaba mi ayuda para abrir mercado. En segundo lugar, nunca se había casado porque era impotente. Al saber que yo aborrecía el contacto físico con los hombres pensó que a lo mejor haríamos buena pareja. Se mostró muy tenaz y perseverante, y me ofreció una séptima parte de su cartera de acciones como regalo de compromiso. Yo estaba contenta con el arreglo: ya no tendría que trabajar para otros, y aunque tenía un novio no me veía obligada a soportar sus manoseos. Un periódico financiero luchó por conseguir una exclusiva que tenía como titular «Emperatriz comercial a punto de casarse con magnate de Shanghai. Se espera agitación en el mercado». Pronto la noticia se divulgó en otras publicaciones.

– ¿Y esta boda se celebrará pronto? -pregunté, esperando que Zhou Ting encontrara un lugar al que sentirse apegada.

– No, se anuló -dijo quedamente mientras se toqueteaba el anillo.

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