Xinran Xue - Nacer mujer en China

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Nacer mujer en China: краткое содержание, описание и аннотация

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Las voces silenciadas. Xinran Xue era presentadora de un influyente programa radiofónico chino cuando en 1989 recibió una carta angustiosa: una niña había sido secuestrada y forzada a casarse con un anciano que desde entonces la mantenía encadenada. Los hierros estaban lacerándole la cintura y se temía por su vida. Xinran obtuvo la liberación de la víctima, pero se percató de que un silencio histórico imperaba sobre la situación de las mujeres en su nación. Decidió difundir las historias de oyentes que cada noche llamaban a su programa. Esta iniciativa inédita tuvo por respuesta miles de cartas con increíbles relatos personales y convirtió a Xinran en una celebridad. Entre los numerosos testimonios que escuchó y dio a conocer, seleccionó quince para que integraran este libro. Nacer mujer en China es un relato colectivo revelador acerca de los deseos, los sufrimientos y los sueños de muchas mujeres que hasta ahora no habían encontrado expresión pública.

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»-Estos perros amarillos (los agentes de policía) son realmente unos entrometidos. ¡Mira que meter las narices en los asuntos privados de la gente!

»En el hospital, el doctor me extrajo del cuerpo veintidós astillas de bambú. La enfermera estaba tan escandalizada por lo que me había pasado que escribió una carta al periódico local. Dos días más tarde apareció una fotografía de mí envuelta en vendajes y acompañada de un artículo que decía que había que tratar a las mujeres con respeto. Mucha gente, sobre todo mujeres, por supuesto, vino a verme al hospital y me trajeron regalos y comida. Tardé un par de semanas más en ver el artículo del periódico. Me habían descrito, erróneamente, como una esposa que había sido maltratada durante largo tiempo. No sabía si habían exagerado mi situación porque alguien había sentido pena por mí o porque habían querido devolver el golpe en nombre de todas las mujeres maltratadas sacando a mi marido a la palestra.

– ¿Intentaste corregir la versión errónea?

– No, estaba hecha un lío, no sabía qué hacer. Era la primera vez que salía en un periódico. Además, en el fondo de mi corazón estaba agradecida por el artículo. Si simplemente hubieran considerado que mi marido estaba «poniendo las cosas de casa en su sitio», ¿cómo podría mejorar alguna vez la situación de las mujeres?

Muchos chinos piensan que lo único que hace un hombre que maltrata a su mujer o pega a sus hijos es «poner las cosas de casa en su sitio». Las campesinas de cierta edad, sobre todo, aceptan estas prácticas. Al haber vivido bajo el dictado de que «una mujer amargada aguanta hasta que se convierte en suegra», creen que todas las mujeres deberían correr su mismo destino. De ahí que la gente que fue testigo de la paliza que recibió Zhou Ting no interviniera para ayudarla.

Zhou Ting suspiró.

– A veces pienso que no me han ido tan mal las cosas. Hubiera sido peor de haber nacido mujer en otros tiempos. Da igual haber ido al colegio. Entonces sólo hubiera tenido los restos de arroz de mi marido para comer.

– Eres buena consolándote a ti misma -dije, mientras pensaba para mis adentros que muchas mujeres chinas se consuelan con este tipo de ideas.

– Mi marido me dijo que tantos estudios me habían echado a perder.

– No llegó a esta conclusión por sí solo. Fue Confucio quien dijo que la falta de talento en una mujer es una virtud. Hice una pausa y entonces le pregunté:

– ¿No apareciste más tarde en la prensa con relación a un caso de asesinato frustrado?

– Sí, supongo que sí. Los periódicos me convirtieron en la mala de la película y me enseñaron el poder de los medios de comunicación. Hasta este día, nadie me ha creído cuando les he contado lo que realmente ocurrió. Todo el mundo parece creer que lo que se publica en un diario va a misa.

– O sea que crees que lo que salió en aquel reportaje era inexacto -apunté suavemente.

Zhou Ting pareció inquietarse.

– Creo en el castigo divino. ¡Que me parta un rayo si miento!

– Por favor, no te sientas obligada a jurar -dije para tranquilizarla-. Yo no estaría aquí si no quisiera escuchar tu versión de la historia.

Apaciguada, Zhou Ting prosiguió su relato.

– Pedí el divorcio, pero mi marido se arrastró ante mí pidiendo una última oportunidad y diciendo que debido a su minusvalía no podría sobrevivir sin mí. Estaba desgarrada por las emociones: después de que me hubiera dado aquella terrible paliza, ya no creía que pudiera cambiar, pero temía que realmente no fuera capaz de vivir sin mí. Sus historias amorosas andaban muy bien, pero ¿iban sus amantes a aguantar a su lado en lo bueno y en lo malo?

»Pero un buen día volví a casa temprano y encontré a mi marido con una mujer, ambos medio desnudos. Toda la sangre me subió a la cabeza y grité a la mujer:

»-¿Cómo puedes pretender ser una mujer si te comportas como una puta en mi casa? ¡Fuera de aquí!

»Grité y maldije fuera de mí. La mujer se fue trastabillando a mi dormitorio y recogió su ropa de mi cama. Agarré un cuchillo de carnicero de la cocina y dije a mi marido:

»-Dime, ¿qué clase de hombre eres?

»Mi marido me dio una patada en la ingle a modo de respuesta. Totalmente encendida le arrojé el cuchillo, pero él se agachó y se quedó mirándome fijamente, perturbado porque había osado atacarlo. Yo estaba temblando de furia, apenas podía hablar:

»-Vosotros… vosotros dos, ¿qué se supone que estáis haciendo? Si no desembucháis ahora mismo… ¡uno de nosotros morirá aquí y ahora! -les dije.

»Había agarrado un cinturón de cuero que colgaba de la puerta. Mientras hablaba iba dando latigazos con él como una loca, pero ellos se apartaban. Cuando me volví hacia mi marido para darle, la mujer escapó. Me volví y la perseguí hasta llegar a la comisaría, azotándola con el cinturón mientras ella gritaba que nunca más volvería a acostarse con mi marido. En cuanto hubo atravesado la reja de la comisaría, corrió a la sala de guardia gritando:

»-¡Socorro, me han atacado!

»Yo no sabía que la mujer estaba emparentada con uno de los agentes de la comisaría, ni que uno de sus amantes también trabajaba allí. Cuando al instante siguiente un agente me retorció el brazo por la espalda grité:

»-¡Se equivoca totalmente!

»-¡Cierre la boca! -me dijo con brusquedad.

»-Realmente está equivocado. Esta mujer ha cometido adulterio con mi marido y en mi casa, ¿me escucha? -le dije, mientras me retorcía para liberarme de su brazo.

»-¿Qué? -exclamó.

»Los demás agentes que se habían congregado a nuestro alrededor estaban consternados. Como bien sabrás, por entonces, cualquier relación sexual fuera del matrimonio constituía una grave ofensa. Podía significar una condena de más de tres años de prisión.

»El agente me soltó.

»-¿Qué pruebas tienes? -me espetó.

»-Si aporto pruebas, ¿qué haréis con ella? -pregunté, convencida de que podría probarlo.

»No contestó a mi pregunta directamente.

»-Si no consigues aportar pruebas, te detendremos por hacer falsas acusaciones y por agresión -me dijo.

»Entonces no había un procedimiento judicial propiamente dicho. Echando ahora la vista atrás, me pregunto si aquellos agentes realmente conocían la ley.

»-Concédame tres horas -le dije-. Si no consigo pruebas, podrá encerrarme.

»Uno de los agentes de mayor edad, tal vez el comisario, respondió:

»-De acuerdo, un agente la acompañará para recoger las pruebas.

»Mi marido estaba sentado en el sofá fumando un cigarrillo cuando volví a casa acompañada por un agente. Parecía sorprendido, pero lo ignoré y me dirigí directamente al dormitorio, luego al baño, pero no encontré nada sospechoso. Finalmente, abrí el cubo de la basura de la cocina y encontré unas braguitas cuya entrepierna estaba manchada de semen.

»El policía me miró y asintió. Mi marido, que hasta entonces me había observado con inquietud mientras buscaba, palideció y dijo entre tartamudeos:

»-T-t-t-ú… ¿Qué estás haciendo?

»-Voy a entregaros a los dos a la policía -dije con firmeza.

»-¡Pero vas a arruinarme la vida! -dijo él.

»-¡Tú eres quien ya ha hecho mucho para arruinármela a mí! -le respondí. Luego recogí la prueba del cubo de la basura y lo dejé con el agente de policía.

»Cuando llegué a la comisaría, un agente me llevó aparte y me dijo que quería discutir algo conmigo.

»Me quedé sorprendida.

»-¿Discutir? ¿Qué quiere discutir? -pregunté.

»-Bueno, la mujer que usted ha acusado de adulterio es la cuñada del comisario. Si esto sale a la luz, él tendría problemas. El marido de la mujer también nos ha suplicado que lleguemos a un acuerdo con usted. Dice que su mujer es ninfómana y que su hija acaba de cumplir catorce años. Si encarcelamos a la mujer, su familia se encontrará en una situación difícil.

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