– Xinran, hola, llamo desde Ma’anshan. Gracias por tu programa. Da mucho que pensar y me ayuda a mí y a muchas otras mujeres. Hoy me gustaría preguntarte qué piensas de la homosexualidad. ¿Por qué hay tanta gente que dispensa un trato discriminatorio a los homosexuales? ¿Por qué es ilegal la homosexualidad en China? ¿Por qué la gente no entiende que los homosexuales tienen los mismos derechos y opciones en la vida que los demás?…
La oyente seguía dando rienda suelta a sus preguntas y el sudor frío empezó a brotar en mi frente. La homosexualidad era un tema prohibido según el reglamento que rige los medios de comunicación, y yo me pregunté desesperadamente por qué la controladora no había suprimido la llamada inmediatamente.
No había forma de evitar la cuestión: miles de personas esperaban mi respuesta y yo no podía permitir que supieran que se consideraba un tema prohibido. Tampoco podía decirle que el tiempo se había agotado, pues todavía quedaban quince minutos para el final del programa. Subí la música mientras repasaba desesperadamente todo lo que había leído alguna vez acerca de la homosexualidad e intenté idear una manera de tratar el tema diplomáticamente. La mujer acababa de hacer una pregunta perspicaz que debió de perdurar en la mente de los oyentes:
– La homosexualidad tiene su propia historia, desde la Roma antigua en Occidente y las dinastías Tang y Song en China, hasta hoy. Existen argumentos filosóficos que establecen que cualquier cosa existe por una razón concreta. Entonces ¿por qué en China se considera la homosexualidad exenta de razón?
En aquel momento vi a través del tabique de cristal que la controladora hablaba por el teléfono interno. Palideció e inmediatamente cortó la comunicación en medio de una frase de la oyente, sin reparar en la regla estricta que prohibía hacerlo. Segundos más tarde, el director en funciones irrumpió en la sala de control y me dijo a través del intercomunicador:
– ¡Ten cuidado, Xinran!
Dejé que la música sonara durante más de un minuto antes de conectar el micrófono.
– Buenas noches, amigos de la radio, están escuchando «Palabras en la brisa nocturna». Me llamo Xinran y quiero debatir en directo el mundo de las mujeres con ustedes. Entre las diez y las doce cada noche pueden sintonizar historias de mujeres, escuchar sus corazones y aprender de sus vidas. -Hice todo lo que pude por rellenar el tiempo en antena mientras ordenaba mis ideas.
»Acabamos de recibir una llamada de una oyente que sabe mucho de la sociedad y la historia, y que comprende las experiencias de un grupo de mujeres que tienen un estilo de vida poco convencional.
»Por lo que sé, la homosexualidad no es sólo, como bien dijo la oyente, fruto de una sociedad moderna: hay constancia de su existencia en la historia de Oriente y Occidente. Dicen que durante las guerras de conquista en la Roma antigua los gobernantes incluso animaban a sus soldados a practicar la homosexualidad. Sin embargo, por aquellas épocas tal vez fuera más una cuestión de utilidad de la homosexualidad que de una aprobación de ella. Las relaciones homosexuales ayudaban a los soldados a soportar la guerra y la añoranza de los familiares. En una contienda cruel, los lazos emocionales establecidos entre los soldados les daban ímpetu para vengar a amantes muertos o heridos.
»En China, la homosexualidad no se limitó a las dinastías Tang y Song; ya hay constancia de ella en la antigua dinastía Wei. Los testimonios provienen todos de la corte imperial. Sin embargo, la homosexualidad nunca ha dominado la sociedad, tal vez porque el género humano tiene una necesidad innata de que haya amor entre hombres y mujeres, y una necesidad de procreación. Como dijeron los hombres sabios de la China clásica: «Todo compite por encontrar su lugar y el cielo elige.»
»Estamos de acuerdo en que todo el mundo tiene derecho a elegir el estilo de vida que quiere seguir y a satisfacer sus necesidades sexuales. Sin embargo, la humanidad se encuentra en un estado constante de transición. Todos los países, regiones y grupos étnicos se mueven hacia el futuro de la humanidad lo mejor que pueden en busca del sistema perfecto. Ninguno de nosotros puede todavía llegar a una conclusión acerca de lo acertado y lo equivocado de este viaje, y hasta que alcancemos la perfección necesitamos gobiernos que puedan guiarnos. También necesitamos tolerancia y comprensión.
»No creo que la herencia sea el único factor que determina la homosexualidad, como tampoco creo que el entorno familiar pueda ser el único responsable. La curiosidad es aún menos creíble como única explicación de la homosexualidad. Creo que sus fuentes son muchas y variadas. Todos tenemos experiencias diferentes en la vida y tomamos decisiones similares, aunque diferentes. Reconocer las diferencias significa que no debemos esperar que los demás estén de acuerdo con nuestras opiniones relativas a la homosexualidad: tales suposiciones podrían llevarnos a prejuicios de otra índole.
»A nuestros amigos homosexuales que han experimentado los prejuicios de la sociedad quiero pedirles perdón en nombre de la gente inmisericorde con la que habéis tropezado. Todos tenemos necesidad de comprensión en este mundo.
Subí el volumen de la música, desconecté el micrófono y respiré hondo. De pronto descubrí que la sala de control al otro lado del tabique de cristal estaba atestada por los principales empleados de la emisora. El director y el director de programación entraron precipitadamente en el estudio, tomaron mis manos y las estrecharon vigorosamente.
– ¡Gracias, gracias, Xinran! ¡Contestaste muy pero muy bien! -dijo el director de la emisora, que tenía las palmas de las manos húmedas de sudor.
– ¡Nos has salvado el pellejo! -tartamudeó el director de programación con las manos temblorosas.
– ¡Ya basta de tanta charla, salgamos a tomar algo! Lo cargaremos a la cuenta de la oficina -dijo el viejo Wu, encargado de la administración.
Me sentía arrollada por la atención que me prestaban.
Más tarde descubrí lo que había pasado. La controladora de emisión me contó que había estado preocupada por los exámenes de ingreso en la universidad y que no había prestado atención a la llamada hasta que el director en funciones la había telefoneado presa del pánico. El viejo Wu había estado escuchando el programa en casa, como solía hacer cada día, y, al darse cuenta de que el programa había entrado en terreno minado, llamó inmediatamente al director de programación, que se apresuró a llamar al director de la emisora: estar al corriente de la situación y dejar de dar cuenta de ello hubiera supuesto un fallo aún más grave. Todos se dirigieron a toda prisa a la emisora, escuchando mi programa de camino. Cuando finalmente llegaron a la sala de control, la crisis se había solucionado por sí sola.
La primera vez que oí hablar de la homosexualidad fue en la universidad. Debido a que tenía un buen cutis, las estudiantes me pusieron el mote de Clara de Huevo o Bola de Nieve, y a menudo acariciaban mis mejillas y mis brazos con muestras de admiración. Al observar este comportamiento, un instructor me dijo en broma:
– ¡Cuidado con los ataques homosexuales!
Conocía la palabra «ataque» por lo que se refiere a agresión física, pero no tenía ni idea de lo que estaba hablando el instructor. Me explicó lo siguiente:
– La homosexualidad es una mujer que ama a otra mujer o un hombre que ama a otro hombre. Va en contra de la ley.
– ¿Pero qué dices? ¿Va en contra de la ley que una madre ame a su hija o que un padre ame a su hijo? -contesté.
El instructor sacudió la cabeza.
– Estas relaciones son de sangre, no de amor sexual. Oh, no vale la pena hablar contigo. Es como tirar perlas a un cerdo. Olvídalo, olvídalo.
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