Xinran Xue - Nacer mujer en China

Здесь есть возможность читать онлайн «Xinran Xue - Nacer mujer en China» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Nacer mujer en China: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Nacer mujer en China»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Las voces silenciadas. Xinran Xue era presentadora de un influyente programa radiofónico chino cuando en 1989 recibió una carta angustiosa: una niña había sido secuestrada y forzada a casarse con un anciano que desde entonces la mantenía encadenada. Los hierros estaban lacerándole la cintura y se temía por su vida. Xinran obtuvo la liberación de la víctima, pero se percató de que un silencio histórico imperaba sobre la situación de las mujeres en su nación. Decidió difundir las historias de oyentes que cada noche llamaban a su programa. Esta iniciativa inédita tuvo por respuesta miles de cartas con increíbles relatos personales y convirtió a Xinran en una celebridad. Entre los numerosos testimonios que escuchó y dio a conocer, seleccionó quince para que integraran este libro. Nacer mujer en China es un relato colectivo revelador acerca de los deseos, los sufrimientos y los sueños de muchas mujeres que hasta ahora no habían encontrado expresión pública.

Nacer mujer en China — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Nacer mujer en China», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

»Había mucha gente durmiendo en la tienda en la que yo dormía. No se hacía distinción de sexos, ni tampoco entre pobres y ricos. La gente se dejaba caer allí donde hubiera un hueco, exhaustos tras la búsqueda desesperada que habían realizado, sin comer ni beber, movidos por la esperanza de encontrar a sus seres queridos.

»Cuando estaba a punto de dormirme, las voces de dos hombres me llegaron desde muy cerca:

»-¿Qué haces? ¿Todavía no duermes?

»-Estoy pensando en la chica…

»-¿Todavía?

»-No estoy pensando en eso. Tan sólo me preguntaba si habrá muerto después de que la arrojáramos a aquel lugar.

»-¡Maldita sea! ¡No lo había pensado!

»-Lo que hicimos ya estuvo mal, ¿qué pasa si se muere?

»-¿Qué quieres decir con eso? ¿Quieres ir a averiguarlo? Si es así, mejor que lo hagamos cuanto antes. Porque así todavía habrá sitio para nosotros cuando volvamos, si no, durmiendo a la intemperie, la lluvia nos calará hasta los huesos.

»Miré a mi alrededor para ver quién hablaba y me sobresalté al ver un pedazo de cuerda multicolor que pendía de los shorts de uno de los hombres. Parecía la cuerda con la que mi hija solía recogerse el pelo. No quería creer que estuvieran hablando de mi hija pero ¿y si así era? Me precipité hacia los dos hombres y les pregunté de donde habían sacado la cuerda multicolor. No supieron darme una respuesta convincente, y aquello me hizo sospechar aún más. Les grité ferozmente, preguntándoles dónde estaba la muchacha de la que los había oído hablar. Asustados, murmuraron algo acerca de una zanja en una lejana pista de aterrizaje, y huyeron. Ya no pude preguntarles más detalles, y aún menos alcanzarlos. Todo lo que quería saber era si la muchacha era mi hija.

»Salí corriendo en la dirección que los hombres me habían indicado. Cuando hube alcanzado el borde de una zanja oí unos gemidos desmayados, pero no pude ver quién era en medio de la oscuridad. En ese preciso momento se acercaron a mí dos soldados que estaban de patrulla. Llevaban linternas y vigilaban a los heridos que yacían en las pistas de aterrizaje. Les pedí que iluminaran la zanja. A la débil luz de las linternas vimos a una muchacha desnuda. En aquel momento, mis sentimientos estaban totalmente confundidos: una parte de mí deseaba que fuera mi hija; la otra que no. Cuando los dos soldados me ayudaron a trasladarla a la pista de aterrizaje descubrí que realmente era mi hija.

»¡Xiao Ying, Xiao Ying!» grité, pero ella me miró completamente aturdida, sin mostrar la más mínima reacción. «¡Xiao Ying, soy mamá!» De pronto descubrí que la parte inferior de su cuerpo estaba pegajosa y mojada, pero no hubo tiempo para darle más vueltas y la vestí rápidamente con la ropa que nos prestaron los dos soldados. Por extraño que parezca, Xiao Ying volvió a bajarse los pantalones.

»Cuando le pregunté por qué lo había hecho, ella se limitó a cerrar los ojos y empezó a canturrear. Estaba muy cansada y pronto se quedó dormida. Yo estuve cabeceando largo tiempo hasta que finalmente me dormí también.

»Al amanecer me despertó el rugido de un avión. Al ver a Xiao Ying echada a mi lado me quedé muda de asombro: estaba quitándose los pantalones con una extraña sonrisa en los labios, y sus piernas e ingles estaban llenas de sangre. Sólo entonces recordé las palabras de los dos hombres. ¿Se habían aprovechado del desastre para violarla? No osaba creerlo. Y mi hija, una muchacha radiante y vivaz, había perdido la cabeza.

»El doctor dijo que Xiao Ying había sufrido un shock demasiado grande y nos contó a mi marido y a mí que sin duda había sido víctima de una violación múltiple. Eso fue todo lo que oí antes de desmayarme. Cuando volví en mí mi marido tenía tomada mi mano y las lágrimas corrían por su rostro. Nos miramos sin decir nada y lloramos: nuestra hija había sido agredida de la peor manera y había enloquecido, las piernas de nuestro hijo habían sido amputadas… La rectora Ding se quedó callada.

– ¿Puedo preguntarte si pusisteis a tu hija en tratamiento? -pregunté en voz queda.

– Sí, lo hicimos, pero no comprendimos que siguiera sintiendo terror aun después de recuperarse. Dos años y medio más tarde, precisamente cuando su memoria empezaba a volver a la normalidad, el día antes de su vuelta a casa, donde emprendería una nueva vida, se ahorcó en la habitación del hospital. En la carta que nos dejó decía:

Queridos mamá y papá:

Lo siento, no puedo seguir viviendo. No deberíais haberme salvado. No hay nada en mis recuerdos aparte del mundo hundiéndose y la crueldad y violencia de aquellos hombres. Es todo lo que me queda en este mundo, y no puedo vivir con esos recuerdos cada día. Recordar resulta demasiado doloroso. Me voy.

Vuestra hija,

Xiao Ying

– ¿Cuántos años tenía Xiao Ying entonces? -pregunté.

– Dieciséis, y su hermano once -dijo la rectora Ding, e hizo una pausa-. Mi marido se tiraba de los pelos a la vez que decía que él era quien había hecho daño a la niña, pero naturalmente la culpa no era suya. Aquella noche no vino a la cama hasta muy tarde. Yo estaba agotada y me fui a dormir, pero cuando desperté su cuerpo estaba frío y su rostro congelado en una mueca de tristeza. El certificado de defunción expedido por el doctor establece que murió de un ataque al corazón causado por agotamiento extremo.

De pronto me costó respirar y dije entre gemidos:

– Rectora Ding, resulta muy duro imaginarse cómo pudiste soportarlo.

Ella asintió resignada con la cabeza.

– ¿Y no quiso que su hijo lo supiera?

– Él ya había tenido que soportar el dolor físico. ¿Cómo iba a soportar el mismo daño en su mente y en sus sentimientos?

– Sin embargo, usted siguió adelante valientemente.

– Seguí adelante, pero no fui realmente valiente. Yo soy de las que se muestran fuertes delante de la gente, lo que se dice un pilar para las demás mujeres, pero cuando me quedo a solas me paso la noche llorando: por mi hija, por mi marido, por mi hijo y por mí. A veces los echo tanto de menos que apenas soy capaz de seguir respirando. Hay quien dice que el tiempo cura todas las heridas, pero a mí no me las ha curado.

En el tren de vuelta a casa no paré de llorar. Volví a llorar cuando saqué la pluma para poner por escrito las experiencias de aquellas madres. Me resulta muy difícil comprender su coraje. Todavía están vivas. El tiempo las ha llevado al presente, pero cada minuto, cada segundo que han vivido, han luchado con imágenes que les ha dejado la muerte; y cada día y cada noche han soportado el doloroso recuerdo de haber perdido a sus hijos. No es un dolor que pueda borrar la voluntad de un ser humano: cualquier objeto doméstico, por insignificante que sea, una aguja y un hilo, un palillo y un bol, puede retrotraerlas a los rostros sonrientes y a las voces de las almas muertas. Sin embargo, deben permanecer vivas; tienen que abandonar sus recuerdos y volver a la realidad. Sólo ahora comprendo por qué había una fotografía de un ojo en cada habitación del orfanato -aquel ojo enorme, desbordado de lágrimas, el ojo con «el futuro» escrito en la pupila. No guardaron bajo llave la bondad maternal junto con el recuerdo de sus hijos; no se sumieron en un mar de lágrimas esperando compasión. Con la grandeza propia de las madres crearon nuevas familias para niños que habían perdido a sus padres. Para mí, estas mujeres son la prueba de la fuerza inimaginable de las mujeres chinas. Como madre puedo imaginarme la pérdida que debieron sufrir, pero no sé si yo hubiera sido capaz de mostrarme tan generosa en medio de su dolor.

Cuando presenté un programa de radio basado en estas entrevistas recibí más de setecientas cartas en tan sólo cinco días. Algunos oyentes me pidieron que presentara sus respetos a las madres del orfanato y les diera las gracias. Otros enviaron dinero rogándome que comprara regalos para los niños. Compartieron los sentimientos que el programa había despertado en ellos: una mujer me dijo que se sentía agradecida por sus hijos; una chica me dijo que quería abrazar a su madre por primera vez en la vida; un chico que había abandonado su casa meses atrás me contó que había decidido volver con sus padres y pedirles perdón. Todos y cada uno de los escritorios de la oficina estaban cubiertos de estas cartas, y una enorme caja de cartón que había al lado de la puerta rebosaba de regalos para los niños y las madres. En la caja había cosas del viejo Chen, del Gran Li, de Mengxing, de Xiao Pao, del viejo Zhang… y de muchos otros colegas.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Nacer mujer en China»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Nacer mujer en China» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Nacer mujer en China»

Обсуждение, отзывы о книге «Nacer mujer en China» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x