»Unas cuantas mujeres y luego algunos hombres se unieron a mis llamadas para ayudarme. Pronto todos empezaron a gritar: ¡Xiao Ping! ¡Xiao Ping!
»Por fin nos oyó. Levantó la cabeza y utilizó la mano que tenía libre, la izquierda, para retirarse el pelo del rostro. Sabía que me estaba buscando. Parecía confusa, no lograba encontrarme en medio de la multitud de gente desnuda o medio desnuda. Un hombre que tenía al lado empezó a empujar a un lado a la gente que me rodeaba. Nadie entendió al principio lo que pretendía, pero pronto se hizo evidente que intentaba crear un gran espacio a mi alrededor para que Xiao Ping pudiera verme. Funcionó. Xiao Ping gritó «¡Mamá!» y agitó la mano que había quedado libre.
»Le devolví el saludo, pero mi voz estaba ronca y débil. Alcé los brazos y los agité. No sé cuánto tiempo pasamos llamándonos y saludándonos. Finalmente alguien me obligó a sentarme. Todavía había un gran espacio libre a mi alrededor para que Xiao Ping me pudiera ver. Ella también estaba cansada, cabeceaba y le faltaba el aliento. Visto en retrospectiva, me pregunto por qué nunca me pidió que la salvara. Jamás dijo nada parecido a «Mamá, sálvame». Jamás.
– ¿Cuándo empezaste a contar las dos semanas y dos horas de las que me hablaste?
– Alguien gritó a Xiao Ping: «Son las 5.30 de la mañana, ¡pronto vendrá alguien a rescatarte!» Pretendía consolarla, animarla para que aguantase. Pero pasaron los segundos, los minutos y las horas y nadie venía a rescatarla.
– Fue porque la gente tardó en darse cuenta de lo que había pasado -dije yo, recordando el tiempo que tardó en llegarnos la noticia.
La señora Yang asintió con la cabeza.
– ¿Qué clase de país era éste en 1976? Una ciudad había quedado en ruinas y habían muerto trescientas mil personas, pero nadie lo sabía. ¡Qué país tan atrasado era China entonces! Creo que si hubiéramos sido un país más avanzado se hubiera podido evitar la muerte de muchas personas. Tal vez Xiao Ping hubiera sobrevivido.
– ¿Cuándo llegó el equipo de rescate?
– No puedo decirlo con seguridad. Sólo recuerdo que el ejército llegó primero. Los soldados estaban sudorosos de tanto correr, pero nadie se detuvo a recuperar el aliento antes de dispersarse y emprender el rescate. Dos soldados, equipados con cuerdas y mosquetones, empezaron a escalar la pared bajo la cual estaba atrapada Xiao Ping. Parecía que fuera a derrumbarse en cualquier momento aplastándolos a todos. Apenas era capaz de respirar, pues los veía acercarse cada vez más a ella…
La señora Yang se tomó un respiro de unos minutos y prosiguió:
– Cuando Xiao Ping vio que alguien se disponía a rescatarla, echó a llorar. El primer soldado que la alcanzó se quitó la cazadora del uniforme y la cubrió. Ella tan sólo tenía un brazo libre, por lo que el soldado tuvo que envolverla a medias con la cazadora como si fuera una túnica tibetana. El otro soldado le acercó una botella de agua a la boca. Los dos empezaron a retirar los ladrillos y las piedras alrededor de Xiao Ping y pronto descubrieron su brazo derecho, que estaba cubierto de morados y sangre. Por alguna extraña razón, de pronto dejaron de cavar. Me dirigí a ellos a gritos, preguntándoles qué pasaba, pero no me oyeron. Un rato más tarde bajaron y se vinieron hacia mí. Gesticulando con sus brazos ensangrentados me contaron que la parte inferior del cuerpo de Xiao Ping estaba atrapada entre las planchas de hormigón reforzado del muro, y que no podían retirarlas a mano. Les pregunté por qué sus manos estaban cubiertas de sangre. Se llevaron las manos a la espalda y dijeron que no se les permitía utilizar herramientas para sacar a la gente por miedo a hacerles daño.
»Después de que todo aquello hubiera acabado descubrí que las uñas y las puntas de los dedos de muchos soldados estaban destrozadas de tanto cavar, pero que se habían envuelto las manos con trapos y habían proseguido el trabajo. Algunos soldados gritaban como locos mientras cavaban, porque oían gemidos y gritos de ayuda entre los escombros. ¿Cuánto podían hacer sólo con sus manos? Los equipos de rescate pesados no podían llegar a la ciudad porque las carreteras estaban destrozadas. ¿Cuánta gente murió esperando que la rescatasen?
La señora Yang suspiró y se secó las lágrimas.
– Xiao Ping debió de ser una chica muy fuerte.
– Sí. Solía aullar por un arañazo en el brazo y palidecer al ver sangre. Pero durante aquellas últimas dos semanas se mostró tan fuerte… Incluso llegó a consolarme diciendo: «¡Mamá, no siento nada, o sea que no me duele!» Cuando finalmente liberaron su cuerpo vi que sus piernas estaban aplastadas. La persona que la amortajó para el funeral dijo que su pelvis se había roto bajo la presión. Espero que realmente hubiera perdido la sensibilidad de la parte inferior de su cuerpo durante aquellas dos últimas semanas, cuando estuvo expuesta a los elementos. Conté cada minuto. Durante todo aquel tiempo, la gente probó todo tipo de métodos para rescatarla, a todas horas, sin descansar un instante, pero ninguno funcionó.
»Finalmente, los soldados me ayudaron a escalar el muro para llegar a Xiao Ping, y construyeron un asiento improvisado para que pudiera sentarme allí y tenerla entre mis brazos durante largos períodos de tiempo. Su pequeño y débil cuerpo estaba frío como el hielo a pesar de que era verano.
»Durante los primeros días, Xiao Ping todavía pudo hablarme, moviendo las manos mientras me contaba historias. Pasado el cuarto día fue debilitándose lentamente, hasta que apenas pudo levantar la cabeza. Aunque le traían comida y medicina cada día, y a pesar de que alguien iba a cuidarla, la parte inferior de su cuerpo debió de sangrar todo el tiempo y la gangrena debió de empezar a actuar. Cada vez había más gente preocupada por ella, pero nadie pudo hacer nada por salvarla. La ciudad entera de Tangshan estaba en ruinas: simplemente no había suficientes operarios ni equipamiento para dar abasto, y las carreteras que conducían a la ciudad estaban intransitables. Mi pobre hija…
– Tía Yang -murmuré. Ambas llorábamos.
– Estoy convencida de que durante los últimos días Xiao Ping ya sabía que no había esperanza, aunque la gente se inventaba todo tipo de excusas para animarla. Yacía indefensa entre mis brazos, incapaz de moverse. En la mañana del decimocuarto día logró incorporarse a medias y me dijo: «Mamá, siento que la medicina que me has dado está surtiendo efecto. Todavía me quedan fuerzas, ¿lo ves?»
»Cuando la vieron incorporarse, la gente que la había estado observando atentamente durante los últimos catorce días empezó a aplaudir y a ovacionarla. Yo también creí que había tenido lugar un milagro. Al ver lo excitada que estaba la gente a su alrededor, Xiao Ping pareció recuperar las fuerzas. Su rostro, hasta entonces cadavéricamente pálido, recuperó el rubor y la muchacha habló a sus admiradores en voz alta y clara, dándoles las gracias y respondiendo a preguntas. Alguien sugirió que cantara una canción y la gente allí congregada aplaudió con aprobación. Al principio, Xiao Ping se mostró tímida, pero la gente la animó: «¡Canta una canción, Xiao Ping! ¡Xiao Ping, cántanos!» Al final asintió débilmente con la cabeza y empezó a cantar: «La estrella roja brilla con una luz maravillosa, la estrella roja brilla en mi corazón…»
»Entonces todo el mundo conocía aquella canción y hubo muchos que la acompañaron en su canto. Entre tanta desolación fue como el florecimiento de la esperanza. Por primera vez en muchos días, la gente sonrió. Tras unos pocos versos, la voz de Xiao Ping se quebró y se hundió lentamente entre mis brazos.
La señora Yang se quedó en silencio un largo rato. Finalmente se sobrepuso y continuó:
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