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Federico Moccia: Perdona Pero Quiero Casarme Contigo

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Federico Moccia Perdona Pero Quiero Casarme Contigo

Perdona Pero Quiero Casarme Contigo: краткое содержание, описание и аннотация

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Segunda parte de Perdona si te llamo amor. La historia de amor continúa… Alex y Niki están más enamorados que nunca, acaban de volver del faro en la isla de Blu donde han vivido días inolvidables. Niki se reencuentra con sus amigas, pero el grupo de las Ondas deberá afrontar grandes cambios que pondrán a prueba su amistad. Alex retoma su vida de siempre, sus viejos amigos. Ellos, Flavio, Enrico y Pietro han pasado de ser maridos serenos y seguros a tener que afrontar muchas difi cultades que han puesto en peligro sus matrimonios. Y ahora todas esta personas, hombres y mujeres de diferentes edades, cada uno a su manera se encuentran para refl exionar sobre el amor. Pues, ¿existe el amor? ¿Es cierta la crisis del séptimo año? ¿Tienen razón los que dicen que un amor no puede durar más de tres años? Y después, la pregunta más difícil: ¿un amor puede durar para siempre?

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– ¡Erica! -Diletta baja la ventanilla y la llama otra vez-. ¡Erica!

Su amiga no se da cuenta. El semáforo se pone en verde y arranca. Diletta sacude la cabeza. Está completamente ciega. ¡Y, además, circula por el carril equivocado! Será gamberra. Diletta se coloca detrás de ella y la sigue. A fin de cuentas, se dirigen al mismo sitio. Empieza a hacer destellos con los faros y a tocar la bocina, riéndose.

– Oh, pero ¿quién es el que está dando el coñazo? ¿Se puede saber qué quiere? -A Erica poco le falta para hacer un gesto obsceno, pero antes mira por el espejo retrovisor y reconoce la masa de rizos claros.

Pero bueno, ¿es ella? ¡Está loca! La saluda con la mano y le saca la lengua. Se persiguen un poco hasta llegar al lugar donde han quedado. Aparcan de milagro. Se apean del coche y se precipitan la una en brazos de la otra saltando como unas chifladas.

– ¡Caramba, da la impresión de que no nos hemos visto en años!

– ¡Y eso qué tiene que ver! ¡Te quiero mucho! -Y siguen saltando pegadas la una a la otra como dos futbolistas después de haber marcado un gol importante. Pasados unos instantes llegan también Niki y Olly.

– ¿Se puede saber qué estáis haciendo? ¿Qué pasa, ahora salís juntas? -y sin pensarlo dos veces se unen a ese abrazo loco, intenso, alegre, allí, en medio del aparcamiento y de la gente que pasa por su lado sin entender lo que les ocurre a esas cuatro chicas que giran en corro gritando.

– Venga, ya está bien… ¡Tenemos que ir a hacer la compra!

– Pero mira que eres aburrida…

– Sí, sí… Os advierto que yo no cocino, ¿eh?

– Bueno, en ese caso compremos unas pizzas.

– He traído un helado nuevo y delicioso, lo he comprado en San Crispino, ¿os parece bien?

– Esperad… Esperad… Niki, ¿a qué se debe que ahora quieras salvarnos la vida? ¿Nos concedes la gracia?

– ¿Qué quieres decir?

– ¡Que, dado que no cocinas, no puedes envenenarnos!

– ¡Imbéciles!

Y siguen bromeando en medio de la calle, empujándose y riéndose, sin edad, dueñas del mundo como sólo se puede ser en ciertos, momentos de felicidad.

Diez

Por la noche. Alex regresa a casa. Entra de prisa y empieza a preparar la bolsa. Abre el armario.

– Joder, vete tú a saber dónde me habrá puesto los pantalones cortos la asistenta… -Cierra de golpe dos o tres cajones-. Ah, aquí está la camiseta…

En ese preciso momento suena su móvil. Mira la pantalla. Es Pietro. ¿Qué querrá? No me digas que también esta vez tengo que pasar a recogerlo. Responde.

– Ya lo sé…

– ¿A qué te refieres? ¿Cómo has podido saberlo? No puedo creer que lo sepas ya, ¿cómo lo has hecho?

Alex resopla.

– Porque la historia se repite una y otra vez. Siempre me pides que pase a recogerte.

– No, esta vez es peor: no jugamos.

– ¿Qué? ¿Quieres decir que he vuelto a casa a toda velocidad para ir a jugar a futbito y ahora resulta que no vamos? No, eso me lo explicas ahora mismo, debe de haber ocurrido algo grave para que se haya suspendido el partido.

– Así es… Camilla ha dejado a Enrico.

– Paso en seguida a recogerte.

Un poco más tarde. Alex y Pietro están en el coche.

– Pero ¿cómo ha ocurrido?

– Nada, no sé nada; me colgaba el teléfono, no lograba hablar. Creo que en ciertos momentos sollozaba.

– ¡Sí, claro! Anda que no exageras ni nada.

– Te lo juro, ¿por qué debería decirte una estupidez como ésa de no ser verdad?

Ring. El móvil de Alex vuelve a sonar.

– Es Niki.

– No le digas nada. Dile que vamos a jugar de todas formas…

– Pero deberíamos estar ya en el campo, son las ocho y diez.

– En ese caso dile que esta noche jugaremos más tarde.

– Pero ¿por qué?

– Luego te lo explico. Alex sacude la cabeza y a continuación abre el móvil. -Cariño… -¡Eh, hola! Imaginaba que estarías ya en el campo…

Alex mira enojado a Pietro, que, curioso, cabecea en su dirección como si quisiera enterarse.

– Esto…, no…, hoy jugaremos un poco más tarde porque, como de costumbre, Pietro se equivocó cuando reservó el campo…

– ¿De verdad? ¿No me estás mintiendo?

– ¿Yo? ¿Por qué debería hacerlo, cariño? ¿Qué razón podría tener para contarte una mentira?

Alex vuelve a mirar cabreado a Pietro y sacude la cabeza.

– Bah, no lo sé…, lo siento… En cualquier caso, quería decirte que voy a casa de Olly. Nos vamos a reunir todas allí. Pero tengo el teléfono sin batería; te llamaré más tarde, cuando vuelva a casa.

– ¿No puedes cargarlo ahora? ¿O llevarte el cargador?

– No… Ya estoy fuera y acaba de sonar el bip que indica que la batería está descargada…

– Ah… Bueno, en ese caso puedes cargarlo en casa de Olly…

– Ninguna de mis amigas tiene el mismo cargador que yo… Pero bueno, cariño, ¿se puede saber por qué te preocupas tanto? Tú estarás jugando a la pelota…

– Ah, sí… Qué tonto…, hasta ruego.

– ¡Claro! Si marcas un gol dedícamelo como hacen los grandes campeones, ¿eh?

– ¡Faltaría más!

– ¡En lugar de como el Pibe de Oro como el pibe de plata!

Alex cuelga el teléfono y sonríe falsamente a Pietro.

– Felicidades. Siempre consigues meterme en líos, incluso cuando no hace ninguna falta.

– ¿Qué quieres decir?

– Que ahora cree que vamos a jugar a futbito y no es verdad.

– ¿Y qué problema hay?

– Que le he mentido.

– ¿Quieres decir que es la primera vez que lo haces?

– Sí.

Pietro lo mira poco convencido. Arquea las cejas, incrédulo. Alex se siente observado, echa un vistazo a la calle y a continuación mira a Pietro, después de nuevo la calle, luego a Pietro otra vez. Al final da su brazo a torcer.

– Está bien…, excepto la vez en que no le dije que Elena había vuelto a casa…

– ¡Y te parece poco! Tampoco le dijiste que os habíais reconciliado…

– Sí, sí, ¡vale! Pero eso fue hace un año.

– ¿Y bien?

– No, «y bien» me corresponde decirlo a mí. ¿Me estás interrogando? El caso es que esta noche, un año después, le estoy mintiendo otra vez y, por si fuera poco, sin una razón de peso.

– Te equivocas, la razón existe.

– ¿Y cuál es?

– Imagínate que Niki se encuentra mañana con Susanna y que ésta le cuenta que no hemos jugado.

– Eh… ¿Y qué tiene eso de malo?

– Pues que esta noche yo llegaré muy tarde a casa porque le he dicho a Susanna que empezábamos a jugar a las once…

– ¿A las once?

– Sí, le he dicho que tú te habías olvidado de reservar el campo y que por eso nos habían dado la última hora disponible para jugar… -¡Lo que me faltaba!

Alex sacude la cabeza mientras sigue conduciendo. Pietro lo abraza. -Gracias…, estoy orgulloso de tener un amigo como tú… Alex sonríe.

– Me gustaría poder decir lo mismo. -Ah… -Pietro se aparta de él y se sobrepone-. ¿En serio? -No… Y Alex, naturalmente, se echa a reír y sacude de nuevo la cabeza.

Once

Enrico está sentado en la butaca del salón. La pequeña Ingrid duerme entre sus brazos.

– A ver si lo entendéis, me llamó… Me llamó al despacho y se limitó a decirme: «Dora se queda hasta las siete y después se marcha. Procura volver a esa hora porque, de lo contrario, Ingrid se quedará sola…»

Enrico mira a Ingrid, que duerme. La mece un poco, después le toca con un dedo el babero que tiene debajo de la barbilla y se lo coloca mejor.

– ¿Me habéis entendido?

Alex, Pietro y Flavio están sentados frente a él en el sofá. Los tres están boquiabiertos. Enrico los mira y sacude la cabeza. Alex parece el más intrigado.

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