José Gironella - Los Cipreses Creen En Dios

Здесь есть возможность читать онлайн «José Gironella - Los Cipreses Creen En Dios» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los Cipreses Creen En Dios: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los Cipreses Creen En Dios»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La novela española más leída del siglo XX
Ésta crónica de la época de la Segunda República es la novela española más leída del siglo XX. José María Gironella relata la vida de una familia de clase media, los Alvear, y a partir de aquí va profundizando en todos los aspectos de la vida ciudadana y de las diversas capas sociales.

Los Cipreses Creen En Dios — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los Cipreses Creen En Dios», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Mosén Alberto presentaba a Gerona como ejemplo vivo de lo que decía.

– En Gerona ya se imprimían incunables -imprentas Oliva, Baró-. En la Edad Media, cada casa era un taller de artesanos de gran calidad: orfebrería, repujado de hierro, etcétera… No hay más que ver la colección de grabados al boj del Museo. Ríase usted, Matías, de los dibujantes que pueda haber en Jaén y Málaga.

Matías no contestaba, pero lo hacía Ignacio.

– Mosén, en Andalucía todo el arte árabe, sabe usted… Y si nos ponemos a hablar de Séneca y de San Isidoro…

En Gerona había una editorial importante pero dedicada exclusivamente a libros de texto. Pero Barcelona inundaba el mercado de literatura catalana. El número de autores crecía a diario. David y Olga aseguraban que el movimiento poético y teatral en toda la región alcanzaba una altura extraordinaria. Matías tampoco conocía de ello más que los sonetos de Jaime, y estrofas sueltas de su poema «Amor». Por lo demás, Matías leía poco. En Madrid se había leído todo Dumas. Ahora, algún libro de Blasco Ibáñez. Los periódicos le absorbían. Y en cuanto a la poesía moderna, opinaba de ella lo mismo que del jazz . No llegaba a comprender el entusiasmo de Julio por García Lorca. «Para oír esto -sentenció un día-, prefiero escuchar directamente la guitarra.»

A Pilar, lo de los Juegos Florales le encantó, porque supo que se elegiría Reina de la Fiesta y que ésta presidiría en el escenario rodeada de seis Damas de Honor. Las niñas en el colegio hacían cabalas sobre quién sería la Reina de la Fiesta. Se hablaba de una hermana del arquitecto Ribas, de una sobrina del notario Noguer.

Nuri comentaba: «Sor Beethoven quedaría muy bien de Reina, con un vestido blanco y la trompetilla en la oreja».

A Ignacio los Juegos Florales le divertían. El muchacho continuaba sintiéndose estimulado por las carcajadas que provocaban en los demás… Su alegría llevaba trazas de convertirse en hábito. Todavía no se había ido a confesar. El remordimiento le iba quedando sepultado bajo aquella suerte de traje nuevo que su espíritu había estrenado. Carmen Elgazu estaba encantada con su hijo, que en la mesa y alrededor de la entrañable estufa no hacía más que contar chistes. Casi llegó a pensar que verdaderamente había exagerado al suponer que David y Olga le envenenarían.

A Carmen Elgazu lo que le interesaba eran los preparativos de Semana Santa, de la que «Rey de Reyes», que la hizo llorar, había sido un anticipo. Lerroux había vuelto a permitir las procesiones. Se celebraría la gran Procesión del Viernes Santo por la Gerona antigua. Mosén Alberto sería -¡el nombramiento había llegado por fin, prestigio del viaje a Roma!- maestro de ceremonias, y las dos sirvientas del Museo cosían filigranas en los ornamentos sagrados que el sacerdote debería llevar, y discutían qué par de zapatos le correspondían.

– Mi tío me ha dado un recado para ti. Que si mañana, a las ocho de la noche, quieres ir a una reunión en su casa.

¡Válgame Dios! Ignacio, al oír la propuesta del Cojo, quedó patidifuso. ¿Qué diablos querría el Responsable? Ignacio sabía que continuaban identificándole con José, que los habían visto siempre juntos, primero en el mitin de la CEDA y luego en la huelga. Y también Blasco le veía siempre en el Cataluña jugando al billar o hablando con los parados; pero de eso a invitarle a una reunión…

El Cojo le dijo:

– ¡Yo qué sé! Me parece que querría hacer algo con los estudiantes.

Ignacio estuvo a punto de exclamar:

– Pero… ¿es que suponéis en serio que soy de la FAI? -Pero le venció la curiosidad. Ya que la vida se mostraba generosa con él, ¿a qué despreciarla? Por lo demás, tal vez se sintiera más incómodo alrededor de una mesa con el notario Noguer, don Santiago Estrada y las señoras de la CEDA que con el Cojo y el Rubio y el Responsable. Lo mismo que en José, había en aquéllos algo de sinceridad. Ignacio recordó que la Torre de Babel le había dicho en el manicomio: «Uno de esos platos de crema debe de ser del Responsable. Siempre trae uno para su mujer».

Rutila, 80… Todavía recordaba la dirección de cuando José sacó el papel y le preguntó por dónde había de ir a Rutila, 80.

Advirtió a David y Olga que al día siguiente faltaría a clase. Llegada la hora, subió sonriendo la escalera de ladrillo rojo, sorprendentemente limpia. Llamó y le abrió la puerta una de las hijas del Responsable, la menor, que llevaba unos pendientes parecidos a los de doña Amparo Campo.

– Entra. -En el perchero colgaban varias gabardinas y él dejó su abrigo.

Entró en una habitación mal alumbrada, situada a la derecha del pasillo. En un rincón, una radio; en otro, una estufa al rojo vivo. Alrededor de la mesa, el Responsable y seis o siete personas más. Vio las costras del Cojo, la boina de Blasco, las pecas del Rubio. Dos o tres hombres serios, conocidos dirigentes de la CNT.

Sólo un par de ellos le miraron con curiosidad. Los demás parecían acostumbrados a ver gente nueva.

El Responsable le dijo:

– Siéntate. Todavía no sé cómo te llamas.

– Alvear.

Y se sentó.

Uno de los camaradas le preguntó:

– ¿En qué trabajas?

– En un Banco.

Se hizo un silencio, durante el cual la hija les sirvió ron y dirigió una larga mirada a Ignacio.

El Responsable parecía dispuesto a no perder tiempo y comenzó a explicarse, demostrando con ello que trataba a Ignacio de igual a igual. Tenía enfrente un ejemplar de El Tradicionalista . Lo extendió sobre la mesa y señaló una columna como un general señala un punto en el mapa.

– Supongo que estaréis de acuerdo en que hay que contestar a eso.

Leyó en voz alta. Era un artículo corto. Leía con gran seguridad; siseando en las pausas y marcando con la cabeza un ritmo imaginario.

El artículo empezaba con una sátira desmedida contra los que creían que en un país individualista y violento como España podía tener éxito un régimen parlamentario, que ha de basarse en la comprensión y la tolerancia.

– De acuerdo -comentó un muchacho despeinado, el Grandullón-. El Parlamento es la reoca de los camelos.

A renglón seguido se decía que era indispensable una investigación a fondo para saber de dónde procedía el dinero que derrochaban ciertas personas de la localidad, cuyos ingresos conocidos no sobrepasaban los de la humilde clase media.

– Comunistas -sugirió Blasco, que se había colocado de espaldas para oír.

Luego el cronista añadía que debía precederse sin piedad contra los destructores de trombones, que no podían ser ajenos al corte de la vía férrea descubierto el día anterior entre Gerona y Figueras, que precipitó al abismo tres coches que transportaban vigas de hierro, una de las cuales aplastó el cráneo a un empleado del tren. Daba una lista de nombre sospechosos, escritos con ortografía voluntariamente alterada. En vez de Responsable decía: «Incansable».

– ¡Cabrones! -juró el Cojo.

El Responsable tomó aliento y soltó el periódico.

– El Comité, decidido a que esa gente no se crea Dios porque ha ganado las elecciones, quiere contestar a esto. -Luego añadió, echándose para atrás-: Exponed un plan.

Hubo un momento de silencio.

– ¿Conoce alguien al que ha escrito eso? -preguntó el Rubio.

El Responsable volvió a desplegar el periódico.

– Firma «La Voz de Alerta».

Todos le conocían y dijeron:

– El dentista tenía que ser.

El Cojo propuso, simplemente:

– Hay que ir por él.

– ¿Ir a qué? -inquirió el Responsable.

El Cojo levantó los hombros. Su tío le hipnotizaba.

– No sé -dijo-. A dibujarle otra cara, ¿no?

Blasco negó con la cabeza.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los Cipreses Creen En Dios»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los Cipreses Creen En Dios» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Joseph Kanon - Los Alamos
Joseph Kanon
Joseph Wambaugh - Los nuevos centuriones
Joseph Wambaugh
José Gironella - Los hombres lloran solos
José Gironella
José Gironella - Ha estallado la paz
José Gironella
Marta Cecilia Vélez Saldarriaga - Los hijos de la Gran Diosa
Marta Cecilia Vélez Saldarriaga
José María Pumarino - El error de Dios
José María Pumarino
José Luis Valencia Valencia - Los tiempos de Dios
José Luis Valencia Valencia
José Arenas - Los rotos
José Arenas
Отзывы о книге «Los Cipreses Creen En Dios»

Обсуждение, отзывы о книге «Los Cipreses Creen En Dios» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x