José Gironella - Los Cipreses Creen En Dios
Здесь есть возможность читать онлайн «José Gironella - Los Cipreses Creen En Dios» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Los Cipreses Creen En Dios
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Los Cipreses Creen En Dios: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los Cipreses Creen En Dios»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Ésta crónica de la época de la Segunda República es la novela española más leída del siglo XX. José María Gironella relata la vida de una familia de clase media, los Alvear, y a partir de aquí va profundizando en todos los aspectos de la vida ciudadana y de las diversas capas sociales.
Los Cipreses Creen En Dios — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los Cipreses Creen En Dios», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
El día 17, la señal de alarma resonó en la ciudad: algunas guarniciones de África se habían sublevado. El comandante Martínez de Soria no acertaba a explicárselo, pues la consigna era para el día 19. Supuso que el temor de que el Gobierno tomara medidas en aquella zona, considerada vital, había forzado a sus jefes a adelantarse a la Península en cuarenta y ocho horas.
Sin embargo, no se sabía nada. Sonaba el nombre del general Franco. Este nombre inspiraba gran confianza al comandante, porque conocía el prestigio del general entre las fuerzas de Marruecos. De todos modos, se hablaba más que nada de la Legión. «Entonces, es el teniente coronel Yagüe», informaba el comandante.
Imposible saber nada en claro. El coronel Muñoz había objetado: «¿Cómo puede ser Franco, si está en Canarias?» El coronel pretendía conocer a los jefes y estaba seguro de que Sanjurjo se hallaba en España desde muchos días antes y de que la cabeza directora de todo era el general Mola.
Hasta el día siguiente, 18, las radios no empezaron a dar noticias algo precisas. Lo de África era un hecho y no se trataba solamente de la Legión. Todas las fuerzas marroquíes y todas las guarniciones: Melilla, Ceuta, Tetuán, Larache… En el Banco hacían semana inglesa y el subdirector se pasaba las horas oyendo emisoras de onda corta. El Hermano de la Doctrina Cristiana estaba a su lado. El aparato lanzaba gritos de «¡Viva España!» En los llanos de Axdir, el Caíd había convocado a los guerreros de Beni Urriaguel y les había dicho: «¡Por la gloria de Dios, por la fuerza y el poderío que residen en Él. Al glorioso héroe, tan afortunado de mano, alma y corazón: al general Franco. ¡Que las bendiciones divinas sean sobre ti y los que contigo combaten en la buena senda! Nosotros no regresaremos de España hasta que los mayores y los menores gocen de vuestra paz. Porque Dios ayuda al siervo tanto como dure la ayuda del siervo a su hermano. ¡Y veréis como a nuestros heroicos hombres no les importa la muerte!»
Julio estaba al corriente de aquello y le pareció comprender que el proyecto de los que empezaban a ser llamados «rebeldes» sería utilizar tropas marroquíes. «¡Bendiciones divinas! -ironizó-. Siempre lo mismo. Musulmanes defendiendo el catolicismo.»
Lo que no comprendía era cómo lograrían transportar las tropas a la Península, pues Julio estaba convencido de que la Marina se pon iría de parte del Gobierno y bloquearía el Estrecho de Gibraltar.
– Las transportarán por el aire -sugirió el agente Sánchez.
– No sé de dónde sacarán los aparatos.
A última hora se decía que el Gobierno era dueño de la situación.
Aquello desencadenó una crisis de alegría entre todas las personas opuestas a la sublevación. Casal, David y Olga no salían de la UGT, pendientes de la radio. Los Costa habían recibido una llamada telefónica de sus mujeres, desde País. «¿Qué pasa, qué pasa? Venid aquí con nosotras. Estamos asustadas.» Los Costa les prometieron ir, pero su intención era muy otra. La sublevación les había devuelto todo su entusiasmo democrático. Olvidaron la huelga, el cierre ilegal de los locales de derechas. Y pensaron con renovada seriedad en el problema de Cataluña. El arquitecto Ribas tenía razón. Aquello significaría el fin de Cataluña. Era la voz que se iba extendiendo por toda la ciudad. «¡Veríamos a los moros invadiendo Cataluña!» Alguien creía saber que el proyecto era trasplantar en masa la población catalana. Por fortuna, las noticias de África eran optimistas. «¡Y si fracasan en África ni siquiera se atreverán a continuar!»
Cuando uno de los guardianes de la cárcel anunció con indignación el levantamiento contra la República, «La Voz de Alerta» sonrió: «¿A eso le llaman República? Son una pandilla de bandoleros».
El comandante Martínez de Soria no se dejaba impresionar y comprendía que en África el movimiento había triunfado. Lo mismo que en Canarias. Era la primera etapa. Al día siguiente, 19, se decidiría la suerte de la Península…
El comandante temía que durante la noche el general y Julio mandaran ocupar la ciudad, tomando como fuerza básica los Guardias de Asalto. No suponía que se atrevieran a armar al pueblo.
Se acostó sin quitarse el uniforme, dispuesto a dormir intermitentemente. De vez en cuando se levantaba y, acercándose a la ventana miraba afuera. Al ver que todo estaba tranquilo y que las calles continuaban libres le decía a su mujer: «¡Cuidado que son ingenuos! No comprendo que no vean que eso tiene que ser hoy».
Empezó a clarear. El comandante Martínez de Soria saltó de la cama. ¡Era el momento! Su mujer se levantó a su vez y, aprovechando que el comandante había salido del cuarto, se arrodilló ante el crucifijo. El comandante, al regresar, la sorprendió en esta actitud. No dijo nada. Se le acercó y le dio un beso en los cabellos. Marta se estaba vistiendo en su cuarto. Tenía un botiquín sobre la mesilla de noche con las iniciales: CAFE.
Marta había advertido a su padre que los anarquistas vigilaban desde uno de los balcones de enfrente, por lo que el comandante había ordenado al teniente Delgado que fuera a buscarle en coche. De este modo a Porvenir o a quienes fueran, no les daría tiempo de actuar.
A las seis y cuarto llegó el Rubio. A las seis y diecisiete minutos, tres soldados de confianza. Los cuatro permanecerían en el piso custodiando a la esposa del comandante.
A las seis y veinte minutos un coche se detuvo ante la puerta, en silencio. «¡Ahí están!» El comandante y Marta bajaron saltando los peldaños. La portezuela del coche se abrió. Penetraron en él. «¡Viva España!» El teniente Delgado ocupaba el volante. Pisó el acelerador. El comandante le preguntó:
– ¿Todo el mundo en su puesto?
– Todo el mundo, mi comandante.
Camino del cuartel se veían hombres que andaban pegados a los muros o por el centro de las calles, disimulando. Eran los voluntarios, los que habían prestado juramento.
Una hora después, la ciudad quedó ocupada. Todo funcionó con precisión matemática. Tropa, guardia civil y paisanos. El general, en pijama, daba vueltas en su cuarto, horrorizado. Sentados en tres sillas le contemplaban, arma al brazo, el alférez Roma, Benito Civil y un muchacho de la CEDA. Este último había pedido a una de las hijas del general una taza de café. El coronel Muñoz se encontraba encerrado en su despacho, en compañía del comandante Campos, bajo la vigilancia de un capitán, de Padilla y del hijo de don Jorge. El Comisario quedó detenido en su domicilio, lo mismo que Cosme Vila, el Responsable y Casal. Los únicos que no se habían dejado sorprender habían sido Julio y el doctor Relken. El doctor Relken salió la víspera para Barcelona, en coche. Julio no se hallaba en casa. Cuando el guardia Rodríguez, a las órdenes de un teniente, llamó a la puerta, salió con los ojos desorbitados doña Amparo y dijo: «¿Qué quieren ustedes? No está, no está». Registraron el piso y no estaba. Doña Amparo se negó a dar noticias sobre su paradero. «Le esperaremos», dijo el teniente. Y puso en marcha la gramola.
A medida que la ciudad despertaba, se iba dando cuenta de lo que ocurría. Era domingo. Muchas personas, al salir de casa con el misal en la mano, retrocedían un momento. ¡Hombres armados! Al reconocer a las personas que llevaban fusil, sentían que el corazón les latía con sentimientos indefinibles. ¡Dios mío, la suerte estaba echada! Algunos se alegraban francamente, otros lo consideraban una canallada. Más de una docena miraban a los paisanos voluntarios y se decían: «Yo debí hacer otro tanto».
En el campo contrario la reacción fue sórdida, de una violencia interior indescriptible. Los huelguistas salieron a la calle y sus miradas expresaban odio de siglos. Pero las consignas eran severas. ¡Dispersarse! Prohibidos los grupos de más de cuatro personas. El día se presentaba radiante. En cuanto alguien se resistía, las culatas de los fusiles se prestaban a actuar. En la actitud de algunos soldados se advertía cierta reticencia, pero los oficiales vigilaban de cerca. Los paisanos voluntarios cumplían su misión con una conciencia que llenaba de gozo al comandante.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Los Cipreses Creen En Dios»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los Cipreses Creen En Dios» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Los Cipreses Creen En Dios» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.