José Gironella - Los Cipreses Creen En Dios

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La novela española más leída del siglo XX
Ésta crónica de la época de la Segunda República es la novela española más leída del siglo XX. José María Gironella relata la vida de una familia de clase media, los Alvear, y a partir de aquí va profundizando en todos los aspectos de la vida ciudadana y de las diversas capas sociales.

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Uno a uno los ojos fueron retrocediendo, estupefactos. Lo primero que se acordó fue mandar a Madrid un telegrama de adhesión: «A las órdenes, siempre. Arriba España»; telegrama que Matías Alvear transmitió lentamente, con aire pensativo. Luego todos los camaradas se volvieron hacia el retrato de José Antonio, y le miraron a la vez con el mayor respeto y la mayor impotencia. En realidad, a todos les había asaltado idéntico temor, aunque ninguno de ellos se atreviera a formularlo: la ola de atropellos crecía en todo el país en forma tan avasalladora, que se podía temer lo peor: que en cualquier momento José Antonio fuera asesinado. Mateo pensaba: «Tiene la edad de los predestinados: treinta y tres años». J. Campistol, de Barcelona, le había telefoneado a la Tabacalera manifestándole idéntica zozobra.

Mateo volvió la espalda al retrato, y en tono enérgico dijo a sus camaradas que ni siquiera aquella contrariedad situaba el triunfo más lejos. «Cuanto más nos persigan, más próximo el día en que nos veremos obligados a cerrar la inscripción.»

Dos días después se recibió una Circular escrita por el propio José Antonio, en los sótanos en que se hallaba detenido. El Jefe Nacional hacía en ella un resumen de la labor del Frente Popular en el mes escaso que llevaba de vida, denunciando una vez más que los Estatutos regionales traerían consigo la desintegración de la Patria, profetizaba el avance implacable del Partido Comunista, informaba que la mayoría de los centros falangistas habían sido clausurados y citaba a todos los camaradas para la peligrosa tarea de la reconquista de España. Esta Circular conmovió profundamente a todos, pues su tono respiraba a un tiempo una gran confianza y una gran amargura. A Mateo le orientó de una manera precisa: lo del avance implacable le recordó la posición crucial que ocupaba Cosme Vila; y lo de la desintegración de la Patria el espectáculo que volvía a ofrecer la Rambla, en la que docenas de fanáticos tornaban a arrodillarse al oír tocar las sardanas de ritual.

El muchacho recordó sus grandes conversaciones con Ignacio, el miedo que volvía a sentir Matías Alvear de que les trasladaran a otra población, a Cuenca o Guadalajara. Companys volvía a presidir la Generalidad, y todos los separatistas exiliados habían vuelto, presentando sus facturas. Por ahí penetraba el virus, a su entender. Y el regreso de otra ola de emigrados: Margarita Nelken, la Pasionaria, etc… lo acrecentaba más aún. Mateo creía saber que habían llegado a Barcelona, procedentes de Rusia, gran número de agitadores -Losovski, Neumman, Bazine- que se habían puesto a las órdenes de BelaKun.

Mateo medía la importancia de estos hechos. Y le parecía advertir una diferencia. Mientras los separatistas habían puesto manos a la obra inmediatamente, se hubiera dicho que Cosme Vila, a pesar de la prisa demostrada en el asunto del Hermano Alfredo y de mosén Alberto, esperaría aún unas semanas, aunque no muchas, a desencadenar la ofensiva general.

Yendo a buscar a Pilar, Mateo pensaba:

«Claro, Gerona ofrece muchas resistencias… Cosme Vila lo que hará será agotar los nervios… Provocar el desgaste, crear malestar. Y de repente, entrará en liza espectacularmente. Alguna decisión súbita, como todos los iluminados.»

Aquel día Pilar se alegró lo indecible al ver a Mateo. Pilar temía lo peor cuando estaban separados. Por fortuna, continuaba leyendo novelas rosas; pero todo el mundo le asustaba. El nerviosismo de la gente, un libro de profecías de la Madre Ráfols, que las monjas le habían prestado para que Carmen Elgazu las leyera; las zancadas, cada día más largas, de mosén Francisco, y, sobre todo, la seriedad de Marta.

– ¿Temes por tu padre? -le preguntaba Pilar a su amiga.

Marta contestaba que sí, a pesar de que, en su casa, el comandante Martínez de Soria, les decía a las mujeres: «No seáis tontas. Se llevarán una sorpresa. Se llevará una sorpresa incluso el general. No podrán nada contra mí, ni siquiera conseguir una orden de traslado».

A Mateo esto le daba ánimo. Esto y la decisión de sus camaradas, sin exceptuar el hijo de don Jorge. Mateo, a través de Marta, iba teniendo confianza en el comandante Martínez de Soria. «Tal vez sea menos superficial de lo que pensaba -se decía a sí mismo-. Sin olvidar que dio un hijo, que un hijo suyo monta guardia al otro lado.»

Ignacio vivía con idéntica tensión que sus amigos, acrecentada por el temperamento, ahora más pesimista que nunca, del subdirector del Banco. Éste le decía que el principal culpable de todo lo que pudiera ocurrir en Gerona sería el doctor Relken. «Es masón -explicaba-. Conducirá la ciudad a la catástrofe. No hay nada más terrible que los agentes extranjeros. ¿Qué les importa el país? En el hotel ha pedido ya la mejor habitación. Todo el mundo le obedece, sin darse cuenta. Antes de un año habrá conseguido todo lo que busca».

»Se llevará de aquí la cartera llena y un álbum fotográfico de todas las ruinas e incendios. -Luego añadió-: Y los que creéis que todo esto tardará en llegar, estáis equivocados.»

Ignacio sólo se sentía aliviado cuando conseguía hacer sonreír a Marta. Entonces los nubarrones desaparecían y volvía a sentirse un hombre; un hombre con vida personal. También para Marta el amor era el elemento estimulante. Continuaban subiendo a las murallas; los días se alargaban, el valle de San Daniel se ofrecía a su mirada con más nitidez que nunca. Muchas veces contemplaban desde el puente del tren el lugar exacto en que cayó al río el espejo, pequeño y redondo.

CAPÍTULO LXVII

El Responsable y Porvenir estaban convencidos de que si el Frente Popular había ganado, era gracias a los anarquistas. Si el millón y medio de afiliados se hubiesen abstenido, como en 1933, la derrota hubiera sido total.

Ello los hacía plenamente conscientes de sus derechos. Y su carácter violento les impedía aceptar una lenta evolución de las condiciones sociales. Por si esto fuera poco, recibieron la visita de los anarquistas de Barcelona, los cuales les dijeron: «Camaradas, tenéis que ayudarnos. Es preciso hacer un ensayo en Gerona». En consecuencia, presentaron a la Inspección de Trabajo, con carácter conminatorio, unas bases pidiendo el control obrero en las Empresas, reparto equitativo de beneficios, salario a los patronos, etc. En caso de no aceptar, se declararía la huelga general ilimitada.

Estas bases fueron hechas públicas y la ciudad entera se escandalizó. Los murcianos que trabajaban en S'Agaró abandonaron sus barracas al leerlas y se trasladaron a Gerona, por cuyas calles desfilaron con carteles que ponían: «¡Saludamos a las Bases CNT-FAI y a la emancipación del obrero!»

Casal, Cosme Vila, los Costa y las autoridades tomaron aquello a chacota. «Son unos imbéciles», dijo Casal. El Inspector de Trabajo -flamante Inspector llegado a Gerona, amigo personal de Largo Caballero- llamó al Responsable y en tono de indignación le dijo:

– Pero ¿qué se ha creído usted? ¿Cree usted que la gente regala así como así la caja de caudales, y que una fábrica se dirige como quien dirige un coche? A los dos meses de esta confiscación, no quedarían más que unas cuantas máquinas destartaladas y la gente pidiendo que comer. ¡Reparto de beneficios! ¿Por qué no repartir también las mujeres? Lo mejor que puede usted hacer es… ¡qué sé yo! Publicar otra nota en El Demócrata . Aplazar este asunto. Usted es inteligente y encontrará la fórmula.

El Responsable, que liaba un cigarrillo, no se inmutó.

– ¿Eso es todo? -preguntó.

– Eso es todo.

El Responsable salió y convocó Asamblea General.

– ¡Camaradas… desde 1933 un Gobierno cavernícola nos ha tenido así! -Hizo ademán de enroscar un tornillo-. ¡Ahora el pueblo gana las elecciones, la CNT presenta sus Bases y se nos contesta que los patronos no soltarán eso y que nosotros lo echaríamos todo a rodar! ¡Camaradas, en Gerona hay tres mil familias trabajando para una docena de propietarios! ¡La CNT se lanza al combate y declara la huelga general!

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