José Mendiola - Muerte Por Fusilamiento

Здесь есть возможность читать онлайн «José Mendiola - Muerte Por Fusilamiento» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Muerte Por Fusilamiento: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Muerte Por Fusilamiento»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Premio Eugenio Nadal 1962

Muerte Por Fusilamiento — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Muerte Por Fusilamiento», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Vuelvan luego, por favor. Mi marido me reñirá. Yo no…

– ¿Reñirla? No comprendo…

– Él, a veces…-Julia vaciló. ¡Qué fastidioso era todo!-. Bueno, a veces piensa que hago mal las cosas. Los hombres creen que las mujeres…

– No creo que usted haga mal las cosas -dijo el policía. Julia desvió la mirada-. Usted no tiene que temer de nada de lo que está respondiendo. Lo está haciendo muy bien. Y no tiene nada que ocultar.

– Claro que no.

– Pero es extraño… ¿De verdad que no sabía que su marido había solicitado el cargo? No tiene por qué ponerse nerviosa.

Ella pensó: "¿Qué cargo?". Y, sin embargo, no parecía que le estuvieran tendiendo ninguna trampa. El policía que escribía dijo:

– Tal vez su marido no haya querido que usted se hiciera ilusiones. Es un cargo de mucha responsabilidad. Muchos lo apetecían…

– No es eso -dijo Julia. Había pensado algo para salir del paso-. Es que no nos hablamos, hace días…

Los policías la miraron.

– ¿Yeso?

– Supongo que no pretenderán que… Son cosas nuestras.

El estrábico cerró el bloc. Estaba aburrido. Tocó el codo del otro.

– Anda, vamos…

– Sí -dijo su compañero-. No hemos querido molestarle. Son cosas de simple trámite. Por último: ¿su marido tiene amistad con un belga llamado Antoine Ferrens?

– Jamás he oído ese nombre -dijo ella, con sinceridad.

– Lo suponía. De verdad que no hemos querido molestarla.

– No me han molestado.

Pero experimentó cierto alivio cuando un poco de aire de la escalera le dio en la cara al abrir la puerta. Se preguntaba qué significado podía tener aquello de la Subsecretaría General. No lo entendía.

CINCO

EL Ministro no murió -dijo Antoine. Sabatina estaba muy quieta, a su lado, dejándose asir por debajo de los brazos, y todavía no había dicho ni una palabra de aquel asunto. Él no sabía si estaba o no sorprendida. La cama era demasiado pequeña y constantemente chocaban con las rodillas y los codos-. Tú no sabes cómo late el corazón de un hombre que está poniendo una bomba. No lo sabes.

– Pero -dijo Sabatina-, a mí no me habías dicho nada de todo eso, cuando ocurrió. Una vez me prometiste contarme todas las cosas que te sucedieran.

– Ni tan siquiera tuvo un rasguño -prosiguió Antoine-. Pero oyó la explosión. Y cuando supo que iba destinada a él, se quedó blanco. Eso me dijeron: blanco, hasta tener que sentarse.

– ¿Por qué me lo cuentas ahora?

– No lo sé. Esta noche tenía ganas de decírtelo.

– El Ministro ¿tenía que morir?

– Ah, sí. Claro que tenía que morir.

– ¿Por qué? Todos "tienen" que morir, según vuestro Partido.

– Tú no podrías entenderlo. Retiró los créditos agrícolas, suspendió las ayudas…

Sabatina quedó en silencio. No entendía una palabra de créditos agrícolas.

– Hubieran podido cogerte -dijo, más tarde.

– Sí -asintió él-. Todavía pueden hacerlo.

Sabatina empezó a pensar en lo que haría ella, si se quedaba sola. No estaba muy segura de poder serle fiel durante mucho tiempo. Le asustaba quedarse sola.

– Si me arrestaran ¿qué harías tú?

– Te esperaría-contestó, sin vacilar.

– No lo harías -dijo Antoine. La miró, en la oscuridad. Todo lo que sabía de la muchacha, en aquellos momentos, era que tenía un cuerpo delgado y suave. Y que el cuerpo era moreno. Nada más. Era una de esas mujeres de las que uno está solamente seguro de lo que palpa o ve, pero nunca de lo que piensan-. No estás enamorada de mí.

– Vivo contigo.

– Sí -asintió él-. Vives conmigo.

A él ya no le quedaba deseo, se dijo. Pero sabía que necesitaba seguir viviendo con la muchacha. Lo más grave era que su deseo debía de estar definitivamente muerto. El asunto de la bomba le había destrozado los nervios. Al principio, ninguno de los dos vio con claridad lo que había sucedido. Antoine quiso cubrirla. La abrazó, varios días después de la explosión, y durante cinco o seis veces trató inútilmente de hacerlo…

– No sé lo que me pasa -había dicho. Sudaba.

– Estás demasiado nervioso. Otras veces ya te ha ocurrido igual…

– No sé lo que me pasa hoy -repitió.

– Te estás cansando. Más vale que…

– Pero yo quiero hacerlo.

– ¿No ves que no puedes?

– No sé lo que me está pasando esta noche…

Tuvo incluso dolores, y aquello le hizo desistir. Resultaba feo que ella le dijera que no lo podía hacer. Feo y penoso.

Días más tarde, el fracaso se había repetido. Y Antoine sentía dentro de sí que aquello era ya definitivo. Pero no deseaba dejar ver que eran el terror y los nervios destrozados la causa de todo. Siempre podía desviar la culpa hacia Sabatina, aunque no resultara convincente. Y decía:

– Debe ser por la enfermedad.

Sabatina suspiraba. Antoine hablaba demasiadas veces de aquella enfermedad.

– ¿Qué enfermedad? -preguntaba, aburridamente, deseando ya que no la tocara y pudiera dormir.

– Tú sabes muy bien a qué me refiero.

– No es la enfermedad -decía ella-. Es la bebida. Siempre que bebes tanto te pasa lo mismo.

Sin embargo, Sabatina sabía que lo de la enfermedad era cierto. Hacía ya casi un año que, al lavarse, Antoine se había descubierto una deformación pequeña. Era como una especie de bulbo blanco.

– Mira -dijo, llamándola. Nunca había pudor entre ellos. Al principio, Antoine trató de conservarlo, pero el desnudo deseo de Sabatina, al manifestarse, le excitaba infinitamente más. Y terminó por perder las más elementales formas-. ¿Qué me pasa aquí?

Ella no dijo nada, y Antoine se asustó. Sabía que la muchacha tenía cien veces más experiencia que él en todas las cosas de…

– ¿Tú sabes lo que puede ser? -preguntó.

– No lo sé-mintió ella.

– Iré a un médico. Podría ser algo…

No fue hasta que pasaron dos o tres meses. El bulbo creció, y salieron otros nuevos, más pequeños y duros. Comenzó a sentir pinchazos en aquella zona. Luego, todo fue confuso y desagradable. El médico no vaciló: era ya tarde para hacer nada. Solamente se podía tratar de frenar el proceso, de estancarlo, pero nunca de… Era demasiado tarde. Y evidentemente, había sido por contagio. Por otra parte, las curas habrían de ser diarias, y eran muy dolorosas…

Antoine habló con Sabatina, y ella dijo la verdad. Estaba enferma, casi desde pequeña. Era una sucia verdad, que empezaba en los tiempos en que ella tenía trece años y dormía en la misma cama de sus hermanos…

Desde entonces, Antoine empezó a golpearla. Sin motivo, sin justificación. Sabatina se defendía con fuerza. Los dos luchaban, y luego Antoine se quedaba más tranquilo. Era como si su deseo se fuera transformando.

Después de lo de la bomba, perdió las esperanzas de evitar la degradación. La degradación misma empezó a manifestarse como una fuente nueva de excitaciones. Agotaba su imaginación en…

A veces, a la noche, ocurrían cosas confusas. Otras, era ella misma quien trataba de frenarle. No por ningún escrúpulo, desde luego, sino por simple repugnancia. La imaginación de Antoine le llevaba demasiado lejos.

– No -decía ella.

– ¿Por qué no?

– Eso, no. No me gusta.

Antoine adquirió lentamente la convicción de que su propio fin había empezado. No quiso asistir a las curas. Eran demasiado dolorosas. El médico se encogió de hombros.

– Usted sabrá lo que hace -dijo-. Pero le advierto que todo va a ser ahora muy rápido, si desiste.

– Ya he desistido -contestó Antoine.

Por la noche, se lo contó a Sabatina.

– Me afectará a la cabeza -explicó, como si lo irremediable del caso restara importancia a éste.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Muerte Por Fusilamiento»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Muerte Por Fusilamiento» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Muerte Por Fusilamiento»

Обсуждение, отзывы о книге «Muerte Por Fusilamiento» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x