José Mendiola - Muerte Por Fusilamiento
Здесь есть возможность читать онлайн «José Mendiola - Muerte Por Fusilamiento» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Muerte Por Fusilamiento
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Muerte Por Fusilamiento: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Muerte Por Fusilamiento»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Muerte Por Fusilamiento — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Muerte Por Fusilamiento», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– ¿Es que no te gusta?
– Claro -respondió ella. Y aquél era, tal vez, el peor inconveniente: que era demasiado lógica-. Claro que me gusta.
– ¿Más que ayer?
Julia meditó. En su rostro debió advertirse algo fatal: que no consideraba aquélla como una cuestión fundamental. Había leído la desilusión en el rostro de su marido.
– Igual que ayer, me parece. ¿No ha sido lo mismo?
La voz de Avelino había sido persuasiva. Dijo:
– ¡Naturalmente que no! -Y habló de prisa, con la voz que se emplea para convencer a un niño de algo evidente-. Nunca es igual, Julia. Tienes que fijarte. Cada vez es más bonito. Hoy ha sido mucho más bonito que ayer. ¿Es que no te has dado cuenta?
Sí, entonces hacía muy poco tiempo que se habían casado. Ella le miró como si no entendiera de qué estaban hablando, y como si no comprender aquellos matices la asustara un poco.
– No, no me he dado cuenta.
Era difícil entenderle, a veces. Le miró: debía estar profundamente dormido. Siempre gruñía un poco, entre sueños, cuando la rotativa de "La Nación" se detenía. Parecía como si su sueño se alimentara de aquel profundo zumbido al que estaban ya tan acostumbrados. Tampoco le había entendido aquella otra vez, cuando regresaron del viaje de novios a la habitación donde pasaran la primera noche. Tampoco entonces se habían entendido. Y ella recordaba muy bien el lento, obsesionante diálogo.
– Pero tienes que acordarte, Julia.
– No lo recuerdo, ya te lo he dicho. ¿Qué importancia tiene?
– Por favor, haz memoria. Tienes que acordarte.
– No es más que una mancha en la pared…
– Pero la hicimos juntos. Prometimos acordarnos. Era de madrugada, y tú tenías algo de frío. Yo te busqué una…
– ¿Con un cuchillo?
– Bueno, con un lápiz.
– No recuerdo.
– Por favor.
– Pero yo… No te entiendo. ¿Qué puede importarte?
Él se había quedado meditando]a respuesta.
– A veces -dijo-, hay que luchar para que las cosas no cambien.
– ¿Luchar?
– Para que todo siga igual. Yo lo hago.
– Pero tú has cambiado.
– ¿Piensas realmente eso? Sabes que soy el mismo.
– Es que somos los dos los que hemos cambiado. ¿A qué conduce no ver las cosas? No veo la necesidad de luchar. Todos los matrimonios cambian…
Ella siempre había creído que todos los matrimonios cambiaban, pero ignoraba que fuera tan pronto. Apenas había transcurrido un mes… Era extraño. Desde aquella conversación, no sabía por qué, supo que en él había trozos de vida que no lograría comprender jamás. Aquel convencimiento no le provocó sufrimiento alguno, sin embargo. Se acostumbró muy pronto a que las cosas fueran así y no de otra manera.
Volvió a contemplarle. Ahora, habían transcurrido cuatro años. No tenían hijos y habían dejado ya de preguntarse si aquello les apenaba o no. Hablaban poco. Se veían a la hora del almuerzo, pero aquéllos eran instantes llenos de prisa. Era al anochecer cuando a veces conversaban un poco, con una calma demasiado larga para llenarla con palabras. Y necesitaban, para dormir, que las rotativas de "La Nación" se pusieran en movimiento. Aquello era todo.
Julia cerró los ojos y trató de dormir un poco más.
CUATRO
No se preocupe -dijo uno de los dos hombres-. Tendremos que hacerle algunas preguntas.
Julia pensó que aquello era una fatalidad, sin que supiera muy bien por qué. Había tenido un movimiento infantil, instintivo: el de cerrar la puerta. Pero se había contenido a tiempo, y ahora contemplaba a los policías, reparando que uno de ellos tenía los ojos estrábicos. Avelino se acababa de marchar, con aire ausente, como si aquella mañana no supiera con certeza qué clase de mundo estaba habitando.
– ¿Qué ocurre? -preguntó Julia.
– Somos del Bureau Administrativo de Seguridad. Ya se lo habrá imaginado. No puede tenernos en la puerta, por favor.
– No sé qué… ¿Qué ha pasado?
– Puro trámite. -Y entraron. El vestíbulo estaba revuelto, pero ella pensó que ante la policía era tonto decir excusas-. Se trata de su marido. Cuestión del Registro de Extranjeros.
– Pero él no es extranjero.
– Tiene amigos extranjeros.
– Todo el mundo los tiene… En este país hay muchos extranjeros.
– Demasiados. No traiga sillas… Mi compañero escribe muy bien de pie. Solamente son cuatro preguntas, eso es todo. ¿Desde cuándo están casados?
– Desde hace cuatro años.
– ¿Los dos son del país?
– Sí, los dos.
– Pero la madre de usted…
– Era sueca. Vino siendo muy joven… Quince o dieciséis años, creo que tenía. ¿Por qué todo esto?
– Simple trámite, cuestión de unos minutos. No tiene por qué alarmarse. ¿Actividades políticas?
– ¿De quién?
– De cualquiera de los dos.
– Bueno, he preguntado una tontería. Ninguno hemos tenido…
– ¿Afiliaciones a un determinado Partido? ¿Cristiano Social? ¿Social Demócrata? ¿Comunista, tal vez?
– No, no.
– ¿Alguna detención?
Ella vaciló.
– Si han estado detenidos, alguna vez, por cualquier causa, quiero decir.
El policía que escribía, sin respuesta que copiar, levantó la cabeza y la miró. Tenía un ojo completamente torcido.
– Mi marido, hace muchos años…
– ¿Cuántos?
– Seis o siete.
– ¿Se conocían?
– Éramos novios.
– ¿Qué le ocurrió?
– Una falsa denuncia. Se demostró que era falsa.
– ¿De qué le acusaron?
– De repartir octavillas. Pero se demostró que no era cierto.
– ¿Qué clase de octavillas, exactamente?
– Ya les digo que él nada tuvo que ver… Pedían la destitución del Presidente.
– ¿Del Presidente actual?
– Hace seis años -respondió ella, con sequedad-, no estaba en el Poder el Presidente actual.
– Cierto, cierto. Tal vez se tratara del cerdo de Salvano…
– No lo sé. No lo recuerdo.
– ¿No recuerda a Salvano? No se iba a comprometer, si decía que era un cerdo. Los niños sí que lo recuerdan. Los niños, entonces, tenían hambre.
Ella calló.
– Ahora, en cambio, el nuevo gobierno cuida de ellos. Se acabaron las granjas y los barracones. Cuida de la Agricultura.
– Sí -dijo Julia.
Se sentía mal. Aquellos hombres la miraban demasiado. Cada vez que dejaba de escribir, el estrábico la miraba al mismo sitio. No se atrevía a ponerse la bata. Eran mala gente, lo sabía. Gente sucia.
– Es eso lo que ustedes piensan ¿verdad?
– Desde luego.
– "Desde luego" -anotó el que escribía-. ¿Nos vamos ya?
– Aguarda un poco. ¿Ocupación de su marido?
– Él vendrá luego a comer. ¿No sería mejor…?
– Por favor, no queremos molestarle. Será, sin duda, un hombre muy ocupado.
– Es profesor.
– ¿Doctor, entonces?
– Sí, doctor.
– ¿En qué?
– Doctor en Lengua Latina.
– "…tina" -apuntó el estrábico-. Me parece que ya está todo.
– ¿Da clases en el Liceo? -preguntó aún el otro.
– Sí, clases particulares. Puedo darle los nombres y direcciones de sus alumnos, si quiere.
– No es preciso. ¿Y la Subsecretaría?
– ¿Cómo?
– La Subsecretaría. La solicitud de su marido ha sido aprobada recientemente.
– No sé de qué… ¿Qué solicitud?
Los dos hombres levantaron la cabeza.
– Su marido ha sido admitido en la Subsecretaría General, como Oficial.
– Ustedes bromean.
– No pensará, seriamente, que bromeamos.
Julia se puso nerviosa. No, ellos no bromeaban. Hablaban con la mayor seriedad de algo que ella no entendía. Empezó a sentirse mal.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Muerte Por Fusilamiento»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Muerte Por Fusilamiento» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Muerte Por Fusilamiento» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.