José Mendiola - Muerte Por Fusilamiento
Здесь есть возможность читать онлайн «José Mendiola - Muerte Por Fusilamiento» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Muerte Por Fusilamiento
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Muerte Por Fusilamiento: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Muerte Por Fusilamiento»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Muerte Por Fusilamiento — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Muerte Por Fusilamiento», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– ¿Dónde dice usted? -quiso saber el indio.
– Se lo pregunto a "él" -puntualizó el ciego-. Seguro que ya sabe a dónde me refiero.
– No, no sé nada -dijo Antoine.
El ciego se encogió de hombros.
– También eso es posible -dijo, con indiferencia-. A todos no les llevan allí.
– Pero tiene una señal roja en el cuello -dijo la mujer-. Una señal muy reciente, recientísima.
– ¿Dónde es "abajo"? -volvió a preguntar el indio. Parecía sumamente intrigado.
– Los sótanos -aclaró el ciego. Y luego explicó, escuetamente-: Allí me quitaron los ojos.
– Por favor -suplicó el indio-. La niña. Tenga consideración. No digan cosas que…
– ¿Es que hay una niña? -preguntó el ciego. Se encogió de hombros, otra vez-. Nunca lo hubiera imaginado.
– Viene conmigo -explicó el indio, animadamente-. Y no tenemos el menor parentesco. Pero me sigue.
– ¿Por qué le sigue?
– Ah, no sé. Como un perrito.
La niña tenía los ojos muy abiertos.
– Algo se traerá usted entre manos -murmuró el ciego, desconfiado-. Me molestan los viejos que se hacen acompañar de…
– Se lo suplico -y el indio levantó una mano enfáticamente-. No vaya usted a…
– ¿Con qué le hicieron esa señal? -preguntó la prostituta.
– Con nada. -Antoine estaba fastidiado-. Me la hice yo solo.
– Seguro -dijo ella-. Al afeitarse, ¿verdad? Ah, Europa, Europa…
Antoine pidió una copa y la vació de un trago. Parecía, ahora, sentirse mejor. Pero resultaba extraño que Sabatina no quisiera que… Fue en busca de otra copa.
– ¿Tiene dinero?-preguntó el dueño.
– Sí -dijo él.
La atención que había acaparado al entrar empezaba a dispersarse. Sólo la mujer, refiriéndose a la marca en el cuello, murmuró: "Seguro que con un hierro al rojo vivo…", y volvió a sentarse en su sitio.
Antoine siguió bebiendo. Las copas le fueron ayudando a recordar lo que le había ocurrido antes de entrar en "La Papaya". Tan pronto como abandonó la Prisión, fue a su piso. Sabatina se había quedado muda, al verle.
– ¿Qué te ha pasado? -preguntó-. Has adelgazado.
– Ahora recuperaré -prometió Antoine-. Me han soltado.
– ¿Te han hecho algo? -quiso saber ella. Estaba un poco desagradada, un poco demasiado sorprendida-. No, no entres ahora. Ya te explicaré.
– ¿Por qué no iba a entrar?
– Luego… No, no entres. Hazme caso. Vete a "La Papaya" y yo iré en seguida a buscarte. Los dos necesitamos un trago.
– Sí. -A él le gustó la idea-. Hace tres días que no…
– Claro. Vete, ahora. Yo iré en seguida.
Mientras bebía, Antoine recordaba que ella había cerrado la puerta demasiado pronto, con demasiada prisa. ¿Qué demonios…?
El ciego dijo a la prostituta:
– Ya no se emplean esas cosas por allí abajo.
– ¿Qué cosas?
– Hierros al rojo vivo.
– ¿Por qué no?
– Oh -y el ciego hizo un movimiento ampuloso-. Se ha demostrado que no son eficaces.
– Usted está loco -dijo ella.
Sí, había sido extraño. Antoine estaba perplejo. En realidad, no le habían dejado entrar en su propia casa, en su propio piso.
– Ahí viene -dijo el dueño, de pronto.
Se refería a Sabatina. Antoine no lo comprendió hasta que ella abrió la puerta y entró en el bar. El ciego levantó la cabeza y dijo:
– Conozco ese perfume.
Sabatina se sentó, mirando a Antoine a los ojos. Sonrió de una manera muy afectuosa.
– Hola -dijo.
– ¿Perfumes? -preguntó la prostituta-. ¡No me haga reír!
– Has tardado mucho -murmuró Antoine. Tenía miedo, no sabía por qué. Escondía constantemente sus dedos sin uñas-. Y no has querido que yo entrara en casa. No me lo explico…
Ella preguntó:
– ¿Me convidas a una copa?
Pero era como si deseara ganar tiempo para pensar en cosas. Cuando tuvo la copa delante, preguntó de nuevo:
– ¿Piensas marcharte a Bruselas?
– No, no me voy a ir. Me revienta, pero me tengo que quedar en este país. Me han invalidado el certificado médico…
– Entonces ¿ya no te sirve?
– No, no me sirve. Y van a armar un buen jaleo al médico que… ¿Por qué me preguntas esas cosas?
Ella murmuró, cuidadosamente, mientras examinaba las infinitas rayas que cruzaban la mesa de madera, mientras dibujaba círculos húmedos con la base de su copa:
– Hay un hombre ahora en el piso.
Antoine tragó saliva.
– ¿En qué piso?
– En el tuyo, Antoine. En el nuestro.
– Te estás burlando… ¿Un hombre, has dicho?
– Sí… Tenía mucho miedo, era muy malo estar sola. Le dije que viniera.
– ¿Todavía está ahí esa niña? -preguntó el ciego.
El indio se volvió, dignamente.
– Sí que está -contestó-. ¿Es que le molesta?
– Usted no es un hombre de bien -sentenció el ciego-. No se puede andar por las calles con una niña ajena, y traerla a los bares…
Antoine fue a levantar una mano, y el dueño del bar le miró.
– Aquí no podrías hacerlo -dijo Sabatina-. Trata de comprender.
– Eres una perdida -dijo Antoine. Había palidecido un poco-. No lo puedo creer. Pensabas que ya no volvería nunca, ¿verdad? Y te alegrabas de…
– Sí, eso pensaba. Pero no me alegraba, estaba muy triste. Desesperada. Todos me decían que jamás te volvería a ver. Tenía mucho miedo, estando sola.
– No puedo perdonarte lo que has hecho -dijo Antoine. Se dijo que las cosas que había a su alrededor empezaban a adquirir fisonomías muy tristes-. No te lo perdonaré jamás. Y esta noche, esta noche te acordarás de mí. ¿Quién es ése?
– Nunca me ha pegado. Le conocí en el Hospital.
– Pero a ti te gustaba que yo te pegara de vez en cuando…
– No, no me gustaba. Ahora sé muy bien que no. Este hombre no me pega y así me gusta más, así me gusta mucho más.
– ¿Duermes con él?
Era una pregunta idiota
– Sí, sí.
– Eres una zorra. ¿Está en el piso, ahora?
– Sí. También estaba cuando tú has…
– Vete y dile que se vaya.
– Pero no puedo. Tienes que comprenderlo. Ahora vive con…
– Esta noche te acordarás. Te vas a acordar.
Sabatina bajó la cabeza. Antoine no comprendía.
– ¿Esta noche? -preguntó ella.
– Te romperé los huesos, tenlo por seguro. Descubrirás que…
– Pero no, Antoine, pero no me entiendes. Ya no volveré contigo.
La frase flotó en el aire. Y se había producido un silencio en el bar, precisamente cuando Sabatina hablaba, y la niña había levantado la cabeza y les miraba con los ojos muy abiertos. Las fisonomías que rodeaban a Antoine ya no eran tristes, como antes, sino incoloras, grises.
– "¡Hombre de bien!" -murmuró el indio-. ¡Simplezas! Usted no sabe lo que dice.
– Te suplico que lo entiendas.
– No hablas en serio -.Antoine vació una copa más. El alcohol le hizo sentir fuego dentro de sí-. Tú y yo hemos vivido siempre juntos. Ahora te estás burlando un poco, te estás riendo de mí… Dentro de un minuto me vas a decir: "Todo era broma, todo era para saber si yo te importaba un poco o no…".
– No, no. Te juro…
– Claro que sí. -Antoine miró a su alrededor con el gesto de quien posee una verdad indiscutible, algo que está más allá de toda polémica. La niña le contempló mansamente, con ojos muy grandes, muy serios-. Eres incapaz de hacer una cosa así a Antoine.
El indio levantó un poco más la voz.
– Le salva a usted -dijo, magnánimo-, el hecho de ser ciego. Agradezca a sus verdugos…
– Yo no tengo nada que agradecer a nadie -dijo el ciego, aburridamente.
– Porque tú y yo -siguió Antoine muy de prisa, muy de prisa, porque la cabeza de ella se movía diciendo que no, una y otra vez-, nos hemos entendido siempre. Ahora que lo pienso, cada vez te pegaba menos. Antes yo era un cochino que me pasaba el día entero hablando de cómo me iba a ir a Bruselas, de cómo te ibas a quedar sola. Pero ahora me quedo en este país, me quedo con Sabatina… Este país no está mal. Tiene fuerza, es un país del porvenir. Yo me voy a acostumbrar muy pronto.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Muerte Por Fusilamiento»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Muerte Por Fusilamiento» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Muerte Por Fusilamiento» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.