– ¿Y las madres? ¿No hay un amor de madre?
– Las madres están demasiado ocupadas lavándoles el culo a sus crios para pensar en el amor.
– Odio sí que lo hay. ¿O lo vas a negar?
– No digo que no.
– Pues si hay odio hay amor. Por la ley natural de compensación.
– En todo caso odio y amor van a ser controlados pronto por electrodos. Los problemas emocionales tienen equivalentes electrónicos o bioquímicos.
Cuando habla así su voz vacila, y es que el mismo Samar está siempre enamorado de alguna hembra, como un becerro. Quizá por eso habla de un modo tan desgarrado, como un enfermo que desearía librarse de alguna pejiguera especial. Electrodos. Y bioquímica. ¡Bah! Pero Samar decía:
– El sexo está muy bien. Aunque igual que se puede excitar se puede compensar y hasta suprimir.
– ¿Cómo? -le dije yo.
Él no sabía que lo estaban escuchando otros, alrededor. Star parecía oír sin comprender. Lejos se oían las bombas y los rifles del combate, porque había, todavía, lucha en las calles. Las calles han sido siempre nuestras, es verdad, pero parece que las estamos perdiendo. Samar decía:
– Confieso que el sexo proporciona tanto gusto que hay personas que querrían dar de lado a todo lo demás, en la vida. Yo también lo he pensado, a veces. Pero con electrodos especiales se pueden conseguir placeres más refinados y duraderos. Orgasmos electromagnéticos que duren media hora o más, sin pérdida de fósforo ni de calcio. Antes del año 2000 habrá cinturones con pequeños resortes ligados a los centros cerebrales del placer que andan por el lado occipital, y entonces el amor se habrá acabado.
– Y la humanidad un poco más tarde.
– En ese caso -replicaba Samar- no se habrá perdido gran cosa. Los cinturones con los resortes numerados regularán las vías del placer. Entre el cinto y la sesera habrá alambritos casi invisibles y apretando un botón alfa y un número siete o cinco se tendrán placeres superiores a todo lo que conocemos hoy.
– ¿Qué placeres?
– Tendrán nombres nuevos. Por ejemplo: Sophrosine edénica, Euphoria omega o cosas como Deliquio trigeminal o Hedonismo glandulatorio. Nombres entre griegos y pitecántropos.
Se oían risas cerca. Era Star, que pedía más nombres.
– ¿Para qué los quieres?
– Me hacen cosquillas.
– ¿Dónde?
– Cochino.
Entonces se oyeron risas de hombre. Samar explicó:
– La cochina eres tú. Yo te preguntaba si eran en el sobaco izquierdo o en el derecho.
– Mientes, que te conozco bien.
Entonces Star habló en voz tan baja que no la entendió nadie. Debía estar diciendo una de esas picardías grandes que sólo dicen las adolescentes virginales. Pensó Samar: “Se atreve a tanto porque estamos a obscuras”. Y añadió más nombres de placeres nuevos:
– Uno de los mejores se logrará combinando botoncitos, por ejemplo el número tres con la inicial beta. Y se llamará Radiophotylene ondulante.
– Eso será vicioso.
– ¿No es vicioso también el coito sin amor? Y todo el mundo lo practica. Igual que hay ahora prostíbulos habrá lugares donde se podrá pedir un menú de placeres moleculares nuevos.
– ¿Moleculares también?
– A ver. Y habrá tabernas especiales para eso: Carbodixales intravenosos, se llamarán, o hipodermales, según, y allí la clientela pedirá un sulfaten deshidratado o una etericalciosa doble o simple. Y también se tumbarán en divanes heterorradiales o cosas parecidas.
– Eso, no lo creo.
– ¿Cómo que no? Lo mismo que el ambiente cambia al hombre, el hombre puede cambiar el ambiente. Y estamos más cerca de lo que tú crees. En definitiva todo nace y muere aquí.
Samar señalaba su propio cráneo y añadía:
– Lo que venga mañana no podéis concebirlo porque tenéis la imaginación presa.
– ¿La tuya no?
– No, la mía está liberada hace tiempo.
– ¿Liberada de qué?
– De todo.
– Decir de todo es decir de nada. ¿De qué?
– De todo, repito. Incluso de la necesidad de admiraros a los que os jugáis la vida a una carta, cuando la perdéis. Me parecéis discretamente ambulatorios y un poco idiotas en el buen sentido.
– ¿Cómo? -dijo alguien, indignado.
– Pero plausibles.
– Algo es algo.
– Samar estará más o menos liberado -dijo alguien-, pero es hombre con la imaginación esclava de la bulba de la hembra como cada quisque, o más que cada quisque.
Ahí Samar se calló pensando en la dulce Amparo y diciéndose: “Ese que ha hablado ha encontrado la palabra justa, maldita sea su estampa”. Añadió en alta voz:
– La mejor inyección que ofrecerán las tabernas se llamará eterinábula 14. Si viviera yo entonces, digo en el año 2000, sería la que tomaría más a menudo.
– ¿Los domingos?
– No habrá domingos, entonces.
Se presentaron dos enlaces con noticias. Al oír a Samar uno de ellos dijo:
– ¿Cómo podéis hablar de esas cosas en momentos como los que vivimos?
Samar respondió:
– No es broma ninguna la magia del futuro. Todo eso a va suceder en un tiempo que está llegando. Habrá también gorros o cascos estimulantes. La agresividad y el odio se suprimirán en el enemigo o en uno mismo apretando un botón, o levantando una palanquita. Ya se ensaya todo eso con los animales.
Un compañero que llegaba con la frente manchada de algo como sangre ennegrecida irrumpió:
– Nada de eso resolverá nuestros problemas.
– ¿Qué problemas?
– Los de la organización, digo, en el anarcosindicalismo.
Ese compañero sabía lo que estaba diciendo. Poco después, a la orilla del lago, nos agrupábamos más de dos docenas de anarcos y Samar se adelantaba a preguntar al recién llegado -creo que era Escartín, pero no lo juraría porque en las sombras era difícil identificarlo- cómo afrontaba él los problemas de organización.
El problema básico de la organización de mañana, quiero decir. De la sociedad de mañana, claro.
Entretanto se veía a Samar pensando en la inmortalidad del cangrejo.
El recién llegado era flaco y alto, como Escartín. Como él tenia perfiles afilados y agudos y ojos visionarios.
– Se habla, compañeros, de los males de la CNT y si pensamos despacio -dijo- veremos que esos males son precisamente las virtudes de la CNT y si la CNT no tuviera esas virtudes no las tendría, tal vez, nadie en España. Lo digo como lo siento. El primer mal es la falta de estructura funcional con vistas al futuro. Pero ¿qué estructura funcional puede tener el ejercicio de la libertad? El bien general, si nos detenemos a pensar, es una abstracción sin base en la realidad. Ciertamente que no existe el bien general, pero podemos idearlo fácilmente sobre el deseo y la necesidad de la libertad física. Velar por esa libertad de la cual se desprenden todas las otras es nuestra primera obligación. ¿Es poco programa ése? Preguntádselo a los veinte millones de obreros esclavos -minas, campos de concentración- que agonizan en Rusia. Veréis lo que os dicen. Y a los coolies de China y a los presos políticos de España. Se nos tacha de utopistas y sin embargo somos los más realistas y tal vez los únicos realistas, ya que partimos de esa necesidad y ese deseo (más consubstancial en el hombre que ningún otro). ¡Pues no es nada, la libertad física! Al mismo tiempo se habla de la democracia como una fórmula política con poder absoluto. Nosotros sabemos también que no existe tal cosa y que en su nombre se cometen los mayores atentados contra la libertad que recuerda la historia, incluida la experiencia rusa. Lo que podemos hacer es trabajar en la dirección de la democracia, es decir, bajo la ilusión de la democracia, del bien general y de la libertad. Y cada día nos acercaremos más a ellos si perseveramos en la línea justa.
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