Luis Gasulla - Conquista salvaje

Здесь есть возможность читать онлайн «Luis Gasulla - Conquista salvaje» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Conquista salvaje: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Conquista salvaje»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El único indicio del vasto incendio que asolaba los bosques milenarios lo ofrecía el sangriento resplandor que flotaba detrás de las montañas, coronándolas con una singular claridad. El reflejo, vivo y radiante sobre el cielo inmediato, se amortiguaba luego diluyéndose de nube en nube. Sobre las pampas centrales semejaba todavía un prolongado crepúsculo bermejo. Más allá el fuego se denunciaba apenas en un leve centelleo, igual al indeciso crecer del día. Desde las costas del golfo Grande, podía vislumbrarse el horizonte cortado por los cerros desiguales, en el que resplandecía un aura pálidamente rosada diluida por el gris violento del humo que ascendía pesadamente al cielo. Pero pasando las mesetas del Senguerr las señales del desastre se multiplicaban; lenguas de fuego sobrepasaban las alturas que guardaban el gran lago Escondido y el humo formaba un techo sombrío sobre la región de las pampas, donde el sol, perdido en un cielo de cenizas, fatigaba su curso. Grandes bandadas de avutardas huían al sur y al este, aumentando con sus gritos discordantes el desconcierto del éxodo. Gallardas bandurrias volando sumamente bajo, casi rozando las anchas hojas de la nalca1, las seguían, y en un plano más elevado los solitarios cisnes se unían en el vuelo. Garzas rosadas en inseparables parejas batían con ritmo sus alas incansables. Igual a un guerrero altivo y desdeñoso que desafiara la hecatombe, un águila blanca, deidad sagrada de los indios, planeaba en ceñidos círculos sobre el dilatado incendio, manteniéndose a una gran altura como una atalaya del cielo.

Conquista salvaje — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Conquista salvaje», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Su adversario maldecía su falta de tino al no descolgar la carabina de la montura, pero era tarde para remediar su imprudencia, pues el caballo había disparado lejos al primer tiro… Se arrimó al de Llanlil procurando hacerse de la carabina que el otro llevaba trabada en el recado. Resbaló y ahogando una sorda exclamación de rabia y temor disparó de nuevo a aquellos ojos obscuramente azules que le hipnotizaban. Era lo que estaba aguar dando el reche que se enderezó avanzando a su encuentro.

– ¡Ahora! -gritó triunfalmente-. ¡Pelea si sos hombre! A cuchillo, cristiano, o te degüello…

Trastabillando Sandoval le tiró el inútil revólver a la cara y sacó del cinto el cuchillo, pero toda su prepotencia había dejado lugar al instinto primario de defender su vida en peligro.

Llanlil quería acabar pronto, pues sentía una gradual insensibilidad en su brazo que le aflojaba los músculos. Una y otra vez se acometieron en silencio como si presintieran que aun las palabras y los dicterios sobraban en aquel duelo a muerte. Toda la perversidad y la astucia adquirida en largos años de cazador, ponía Llanlil en juego; juego desprovisto en la ocasión de todo vestigio de humanidad, en el que solamente asomaba el primitivo salvajismo que animó a los machos disputándose el dominio de la especie. Como él, con el mismo odio, habían peleado en obscuras cavernas antepasados perdidos con el tiempo. Como él, otros, en remotas edades, disputaron a la mujer más hermosa para crear la raza de los fuertes, los jefes, los nacidos para mandar, los amos en la conquista salvaje de la tierra.

En cambio Sandoval contaba a su favor con el cálculo y la astucia que mide el relámpago de un segundo para lanzarse sobre el contrario; pero en ambos el mismo odio antiguo de los hombres que disputaban su primacía por la fuerza. Y aquel odio los impulsaba lúcidamente, con los ojos bien abiertos hacia la punta de los cuchillos, con el ánimo templado y viril, sobre aquella tierra vieja, pero que renacida del mar, necesitaba todavía el baño de sangre para fertilizarse. En aquel escenario solitario, sin testigos, sobre el que nacía la luz de un día nuevo, al que el viento castigaba con la misma inclemencia con que luchaban los hombres, flotaba un soplo de la tragedia eterna; y la tierra, entretanto, paciente y muda, seguía esperando la hora del amor.

Llanlil perdía terreno; una intensa debilidad lo entorpecía. El agudo dolor de su cabeza se convertía en un zumbido enloquecedor que lo obligaba a cerrar los ojos; el brazo derecho prácticamente estaba endurecido. Resistía aún porque si no daba cuartel tampoco podía esperarlo. Sandoval lo había herido ya varias veces en los brazos y sonreía, con una helada sonrisa mostrando los dientes blancos, como un lobo joven que se apresta a dar el último salto sobre su víctima.

CAPÍTULO XIX

1

El capitán Antonio Díaz Moreno era el perfecto caballero que los salones porteños acogían con la simpatía que la posición, el dinero, la juventud, y el don de gentes sabían conquistar en aquella sociedad un poco ingenua de fin du siécle; un sociedad en resumidas cuentas muy cosmopolita, muy gentil, muy superficial y con un santo horror a todo lo que se refiriera a la tierra propia. Todo lo patrio que estuviera más allá de Palermo o de las quintas de San Isidro, era netamente sauvage e indigno de ser considerado y menos discutido.

En esa aristocracia de próceres, ganaderos y comerciantes enriquecidos, un oficial de sólido patrimonio, joven y soltero, tenía por fuerza que conciliar la atención general, y el capitán Díaz Moreno reunía sobre su persona los mejores requisitos para ser un dilecto de su tiempo: sobrino de un ministro, algo pariente de la familia Mansilla, militar por inclinación, rico, veintiséis años y una esmerada tradición de parisiense, todo lo poseía; basta una novia dulce y enamorada que palidecía ante sus entorchados. Y coronando y aun abarcando todas estas galas propias o heredadas, poseía, cosa ya más notable, un espíritu críticamente alerta y un corazón ávido de novedades y de lejanías. Por eso, con gran escándalo de su círculo, cuando se dispuso su traslado al sur, a la Patagonia misteriosa, se murmuró con despectivo tono que no sólo no había rehusado ni menos interpuesto efectivas influencias para una decorosa retirada, sino que él mismo había solicitado en secreto aquel traslado.

Sea lo que fuere, en el año 1908 el excepcional y pundonoroso oficial se encontraba en Comodoro Rivadavia, cuna rispida e incipiente del petróleo, soportando uno de esos cíclicos inviernos especialmente rigurosos en que el anatema de Darwin parece flamear como una bandera. Los salones que ahora frecuentaba el capitán eran mucho más humildes, aunque las rubias hijas de los boers cuyas modestas casitas formaban el corazón del pueblo, podían rivalizar en frescos y saludables colores, amén de otros encantos más recoletos, con las bellezas de cualquier latitud. Forzosamente y a hurtadillas, aquellas muchachas suspiraban por el capitán que, con romántico estoicismo, continuaba siendo fiel a su dama.

2

Don Manuel entró una mañana en el despacho del capitán, dando vueltas entre las manos al ajado sobre que un mes antes recibiera de las del padre Bernardo en la población de Lunder.

– Con su permiso, señor -dijo todo confuso al comprobar que, hiciera lo que hiciera, sus botas enlodadas de greda mojada encharcarían el piso pulcramente alfombrado.

– ¡Adelante, amigo! -lo miró el militar, viendo su honrada indecisión-. ¡Entre no más, que ya sabemos cómo está eso afuera! -eso, era la calle única de Comodoro, convertida en un lecho fangoso de nieve y greda desde la Loma hasta el muelle.

Durante la pausa siguiente el capitán observó que evidentemente la visita llegaba de un largo viaje.

– Pues verá, señor… -empezó el comerciante más animado-; traigo estos papeles del Ensanche para entregárselos en sus propias manos- y extendió el grueso sobre.

El capitán contempló la cubierta, diciendo:

– Sí. En efecto… A mí está dirigido. Vamos a ver…

Leyó largo rato con preocupada atención el extenso pliego y al fin levantando los ojos del papel, exclamó acentuando la intención.

– ¡Uff! Entre la lectura y la puerta abierta, usted me ha metido toda la Patagonia adentro.

Don Manuel se apresuró a cerrar.

– Perdone, señor capitán; pero, usted sabe… nosotros sentimos el viento todo el año y no nos damos cuenta -el capitán Díaz Moreno hizo un gesto indefinido.

– ¿Así que todavía ocurren estas cosas en el sur? -preguntó más para sí mismo que para el otro.

– ¡Bah! Y algunas peores.

– Con lo que comprendo, desafortunadamente, lo poco que conozco la zona… en fin… -y volvió a ojear los papeles-. ¡Estas Compañías!… ¿Cuándo lo dejó usted al señor?… a ver… Lunder… así es, Lunder.

– Cosa de un mes, señor -afirmó don Manuel. -Y creo que necesitan ayuda. En el Paso hay tipos capaces de cualquier herejía.

El capitán se acarició la sedosa barba castaña, y empezó a buscar algo entre los legajos.

– Sí. Tenemos algunas referencias del lugar y se gestiona la instalación de una comisaría… ¡Aquí está!… Bueno, estimado vecino -dijo levantándose y tendiendo su mano a don Manuel-. Le agradezco este servicio y vaya tranquilo, que haré todo lo que esté a mi alcance… Gracias de nuevo.

Don Manuel estrechó la mano del capitán, en cuyos dedos, hasta los nudillos de la primer falange, florecía un vello apenas más claro que el castaño de la barba.

– A sus órdenes, señor capitán… Debo agregarle que el padre Bernardo confía ciegamente en usted y así lo dijo varias veces… y adiós, señor.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Conquista salvaje»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Conquista salvaje» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Conquista salvaje»

Обсуждение, отзывы о книге «Conquista salvaje» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x