Aunque no lo incluyó en su informe, Vanel me confesó a título personal que abandonó el Palacio apresuradamente, desasosegada por la imagen del Doctor ** hundido en silencio en el sofá del gran salón del Palacio donde, apenas se quedase solo, sus remordimientos volverían para atormentarle… Vanel adjuntó al informe una serie de portadas y reportajes del año 1971 entresacadas de las revistas del corazón: fotografías del esplendor juvenil de la Condesa ** y también de su lujoso entierro, con el ataúd custodiado por el viudo cabizbajo al que ni los compungidos pésames de los representantes de las casas reales europeas parecían poder consolar. Me estremecí al recordar que una vez, mucho tiempo atrás, la Condesa ** y yo fuimos presentados durante una recepción con motivo del 14 de Julio. Aquel día mantuvimos una frivola conversación sobre ópera -lo recuerdo con precisión porque logró irritarme a causa de su insistencia en opiniones extravagantes-, sin imaginar que el espíritu de Víctor Lars, que tan fatalmente decisivo había sido en la vida de los dos, era el nexo que nos unía por encima de las inocuas discrepancias musicales. Y ahora, la Condesa ** me había legado, además del odio todavía insatisfecho que en su día legó también al Doctor **, una pista a utilizar: llegado el caso, podría exhumarse el cadáver de Tuccio. Lars no había sido responsable directo de su muerte, pero sí causa primera de ella, y como en el caso de Crandell, así lo confesaba en su carta. Tal vez los hechos podrían impresionar con efectividad a un juez… Dos circunstancias incriminatorias ciertamente endebles, pero las únicas que, por el lado de París, había conseguido sumar Vanel al osario del jardín de Loissy. La pista americana de Lars fue, afortunadamente, mucho más fructífera.
2.- VÍCTOR LARS EN AMÉRICA (DESDE SU HUIDA DE FRANCIA HASTA HOY).
La narración de VL es meticulosa al ocultar la fecha de su viaje a América, y por tanto no tuvimos otra opción que la de movemos a ciegas: aventuramos que dicha huida habría tenido lugar entre 1944 (liberación de París) y, calculando por lo alto, 1955 (los nazis que para entonces no habían abandonado Europa habían muerto o se encontraban eficazmente ocultos y no necesitaban por tanto huir), y partimos de esta conjetura para el siguiente razonamiento escalonado:
A.- Por la referencia de VL a cienos sucesos que tuvieron lugar en la embajada española del país americano al que arribó, sabemos que dicho país mantenía, a la fecha de los hechos, relaciones diplomáticas plenas con España; la Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores español nos facilitó los datos que nos permitieron establecer una primera lista de países a los que pudo viajar VL: Argentina (cuyas relaciones diplomáticas con España fueron establecidas el 26/2/39), Bolivia (relaciones desde el 2/2/50), Brasil (23/3/50), Colombia (6/5/50), Costa Rica (26/4/51), Cuba (17/7/52), Chile (14/7/51), Ecuador (4/8/50), El Salvador (5/10/50), Guatemala (15/11/54), Haití (6/10/49), Honduras (21/11/50), Uonito (1/3/47), Nicaragua (11/46), Panamá (27/10/51), Paraguay (9/9/48), Perú (12/1/50), República Dominicana (14/4/50), Uruguay (22/1/53) y Venezuela (4/49). En total, veinte países.
B.- Al narrar los anteriormente referidos sucesos de la embajada española del país que lo acogió, VL dice en un momento concreto: «… el exclusivo círculo de los militares dueños del poder…». Estedato redujo la primera lista a trece nombres: Argentina (Juan Domingo Perón llegó al poder a través de las urnas en 1948 y gobernó hasta 1955, en que fue derrocado por el general Onganía; se trata pues de siete años de proceso teóricamente democrático, pero determinadas crisis internas y el hecho de que Perón gobernase de hecho como un dictador nos aconsejaron no descartar inicialmente que éste hubiera sido el destino de VL), Bolivia (Junta militar del general Ballivián Rojas en 1951-52), Brasil (general Eurico Gaspar Dutra, 1946-51), Colombia (entre 1950 y 1953, dictadura de Laureano Gómez y guerra civil, y entre 1953-57, dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla), Cuba (1952-59, dictadura de Fulgencio Batista; la llegada de Fidel Castro hace virtualmente imposible que un fugado nazi permaneciera en la isla, pero pudo saltar desde allí a otro país. Por el momento, no desechamos la pista cubana), Haití (dictadura de Paul Magloire entre 1950-56), Honduras (dictadura de Tiburcio Carias entre 1933-1949), Leonito (triunvirato de los coroneles Larriguera, Canchancha y Menéndez durante todo el período que nos interesa), Nicaragua (dictadura de Anastasio «Tacho» Somoza durante todo el período que nos interesa, aunque en 1947 se suceden dos presidentes-títere del dictador: L. Arguello y B. Lacayo), Paraguay (dictadura de Higinio Moríñigo entre 1940-1948 y desde 1954, dictadura del general Alfredo Stroéssner), Perú (dictadura de Manuel Odría entre 1948-1956), República Dominicana (dictadura familiar de Trujillo durante todo el período que nos interesa) y Venezuela (dictadura del coronel Carlos Delgado Chalbaud entre 1948-1950). Trece países y una extensión territorial equivalente, de puro inmensa, a no tener nada. Aunque:
C- El concepto geográfico nos permite eliminar de la lista a Paraguay: a pesar de las condiciones óptimas que la dictadura de Stroéssner ofrecía a los nazis huidos, el país carece de mar (y VL dice: «… apenas desembarqué, fui atracado y apaleado por un grupo de maleantes, probablemente compinchados con algún miembro de la organización que me llevó a América.-»).
D.- Y es precisamente el mar el que nos lleva al punto crucial.
«… existe frente a la entrada de la bahía próxima a mi propiedad un faro cuyo haz, con los colores de la bandera nacional por quién sabe qué delirio de supuesta actividad lúdico-turística, completa su giro, día y noche, exactamente cada sesenta segundos (…) Acaba de hacerlo en este instante: luz azul mientras escribía los puntos suspensivos, rojo ahora, mientras acabo esta frase: otro giro y otro minuto menos, decididamente no tengo tiempo que perder».
VL escribe estas palabras en un momento psicológicamente bajo en el que se detectan tendencias melancólicas por el paso del tiempo e incluso depresión por la proximidad de la muerte. Durante ese leve ataque de desaliento baja la guardia y nos da -o se le escapa- un concepto clave: los colores rojo y azul que, solos o en compañía de otros colores, forman parte de la bandera del país donde se oculta. De un golpe, este dato reduce drásticamente nuestra lista a seis países: Colombia, Cuba, Haití, Leonito, República Dominicana y Venezuela.Pero además, la existencia de «un faro de actividad lúdico-turística» nos permite descartar a Haití, paupérrimo territorio despreciado por las rutas turísticas, mientras que la referencia a una «bahía próxima a mi propiedad» no parece conciliable con el régimen cubano, especialmente si, como ya anotábamos más arriba, ese hacendado fuese a la vez un improbable nazi oculto en la Cuba castrista.
Éste fue el punto que marcó el tránsito a la investigación sobre el terreno. Nos dispusimos a viajar a los cuatro países -Colombia, Leonito, República Dominicana y Venezuela- que podían albergar un faro de haz azul y rojo, pero no fue necesario: una rutinaria visita a las oficinas de turismo correspondientes nos permitió averiguar que al principio del verano de 1970 seis faros «con los colores de la bandera nacional en su haz luminoso» fueron encendidos por primera vez en otras tantas entradas marítimas a sendos complejos turísticos inaugurados en esa época en la costa caribeña de Leonito. En estos momentos, sólo esperamos autorización de usted para trasladar hasta allí a un equipo que localice el faro que se divisa desde la propiedad de VL (adjunto copia de presupuesto suplementario con los gastos de desplazamiento).
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