Diana conducía con los brazos estirados y la cabeza inclinada hacia atrás. Conducía sin pensar, como si la ruta estuviera marcada en un mapa imaginario o fuera un camino ineludible que debían recorrer si querían llegar a alguna parte. Y fue cuando el olor a sal le pegó de lleno en la cara que supo que el viaje había terminado.
– Aquí estamos.
– ¿Vos creés que las cenizas se llevarán todo? -preguntó Gabriela temblando.
– Menos la memoria.
– ¿Y para qué sirve recordar?
– No sé, supongo que para no seguir equivocándose.
– ¿Y el dolor, Diana? ¿Qué se hace con tanto dolor?
– También de eso se aprende.
Dejaron el auto en el promontorio frente al río, donde habían estado el día de la llegada, camino a la casa. El sol era ahora un sol de mediodía y calentaba el aire con una tibieza encantadora. Soplaba la brisa justa, que no era un viento destemplado ni la calma mansa que precede a la tormenta. Gabriela fue hasta el vértice de la loma y se detuvo unos centímetros antes de la pendiente. Llevaba la cajita como si fuera a ofrecerla en sacrificio. Apenas abrió la tapa, la inclinó un poco y el aire hizo todo lo demás. Cerró los ojos con la sensación de haber cumplido. Diana la miró emocionada. Se paró detrás y la abrazó con fuerza. Gabriela le apretó las manos y se quedaron mudas hasta que las cenizas queridas se desvanecieron.
– Ya está.
– No, Gaby, esto recién empieza. ¿Cómo te sentís?
Gabriela iba a decir “bien”, pero vio tanta seriedad en la expresión de su hermana que no tuvo dudas de que aquella pregunta contenía también un desafío. Estaba descolocada, un poco aturdida. Pensó unos segundos antes de responder.
– ¿Que cómo me siento? Libre. ¿Y vos?
– Con ganas de dejar huella -contestó Diana y arrastró a su hermana en una carrera desaforada hacia la orilla del río ancho como mar.
Claudia Amengual nació en Montevideo, Uruguay, en 1969. Es traductora pública, docente de la Universidad ORT e investigadora en el área de la lingüística desde el enfoque socio-cultural. Coordina talleres de narración y escribe cuentos, algunos de los cuales han sido publicados y otros premiados en concursos. Es autora de las novelas La rosa de Jericó (2000, Punto de Lectura, 2005), El vendedor de escobas (2002, Punto de Lectura, 2005) y Desde las cenizas (Alfaguara, 2005).
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