Claudia Amengual - Desde las cenizas

Здесь есть возможность читать онлайн «Claudia Amengual - Desde las cenizas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Desde las cenizas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Desde las cenizas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un día Diana ingresa, accidentalmente, en el correo electrónico de un hombre al que no conoce pero con el que inicia un juego mediático, anónimo y audaz, que les concede a ambos la cuota de seducción que les estaba faltando. Y así, lo que empieza como una travesura deviene una necesidad: los mensajes son un remedio para Diana, una ilusión que le cubre los días vacíos, y la llena de expectativas.
Desde las cenizas se desarrolla en un universo pequeño, engañosamente simple, de personajes identificables y comunes. Sin embargo, Claudia Amengual los vuelve únicos.

Desde las cenizas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Desde las cenizas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Ni se nota -dijo Gabriela.

– Sí, se nota. Esta marca es para siempre.

– Se puede zurcir.

– ¿Para qué? Dejala, así me acuerdo. Además, voy a tirar el costurero, sobre todo el dedal. Basta de dedales.

Bruno percibió que sobraba en aquella atmósfera construida sobre la base de relaciones antiguas. Se levantó y anunció que se marchaba. Gabriela ni se molestó en incorporarse. Le hizo un gesto que él correspondió con la mano. Diana lo acompañó hasta la puerta.

– Lamento este desastre.

– No te preocupes -le dijo él-. Tengo entrenamiento en discusiones. Mi divorcio está siendo un horror. Yo tampoco estoy en mi mejor momento. Ando desconfiado, paranoico, nunca sé de dónde viene el puñal. Estoy viviendo un infierno. Saliendo, bah…

– Mercedes me contó -se mordió el labio con una cierta coquetería-. No sé si tendría que decírtelo, pero supongo que ya sabrás por qué viniste.

– Desde que vi a tu hermana.

– ¿No te molestó?

– Algo. -Y añadió:- No se parecen en nada. No me gustan las mujeres así -le dedicó la mejor sonrisa de la noche-. Me refiero a que tu hermana es un poco…

– ¡Terremótica! -completó Diana con la definición más exacta que tenía para Gabriela.

– Eso sí, y después de vivir en el caos, lo que uno quiere es un poco de paz.

– A mí me pasa lo contrario, siento que he tenido demasiada paz. -Pensó antes de seguir.- Estuve mal, hace un rato, con Nando. No tendría que haber dicho lo que dije. Los hice sentir mal a todos.

– Por favor, fue una noche muy tensa. Además, no dijiste nada del otro mundo -se detuvo de golpe, como si hubiera recordado algo importante-. Una pregunta antes de irme: ¿por qué el dedal?

– ¿?

– Ibas a tirar el costurero…

– ¡Ah! Es que mi hermana siempre me dice que vivo en un dedal. Y tiene razón.

– O sea que viene un tiempo de cambios.

– Si me alcanza el valor.

– ¿Y por qué no?

– Porque a veces tira más la comodidad, el miedo…

– También hay un límite para la hipocresía. Uno no puede mentirse todo el tiempo, ¿no?

– ¿Y de dónde salen las fuerzas?

– Del propio cansancio.

– ¿Pero cómo se sabe cuándo es el momento?

– Cuando ya no das más, Diana. Al final, después de aguantar, después de engañarse mil veces y esperar el milagro del cambio, uno termina por aceptar que está siendo un hipócrita, que se miente desde que abre los ojos y sigue mintiéndose hasta que los vuelve a cerrar. Eso no es vida. Uno no puede engañarse para siempre. Y es ahí, Diana -le tomó las manos con suma delicadeza-, es ahí cuando hay que decidir si convertirse en buen vino o ser una simple uva desprendida del racimo, una uvita sin importancia que nadie echa de menos…, ¿me entendés? Pura granuja.

XXII

Diana no se acostó en su cama. Entró en el dormitorio y oyó la respiración de Nando perdido en un sueño que le era indiferente. Se sentó frente a la pantalla y esperó. Pasadas las tres llegó el mensaje. Lo leyó con un temblor de alegría y respondió buscando la elocuencia total en la brevedad de las únicas palabras que le salieron sin esfuerzo. Apagó la computadora y se sintió tranquila. Después de un tiempo insondable en el que había vivido haciendo equilibrio sobre la cuerda imaginaria del autoengaño, después de tanto tiempo se sentía tranquila. Paseó la mirada por la habitación y le pareció un lugar tan ajeno como cualquier cuarto de hotel, con una tuna triste queriendo ser flor y no. “Quizá mañana abra”, pensó, “quién sabe”. Volvió a la sala. La casa parecía una playa desangelada al amanecer. Gabriela dormía en el sillón. Acomodó los almohadones, se tapó con una manta vieja y se acurrucó vestida, a los pies de su hermana.

Al rato apareció Mercedes. Le tocó el hombro, le dijo que se iba y que más tarde la llamaba. Diana no estaba dormida, pero no tuvo ganas de levantarse. ¿Qué importaba? Que cada cual se hiciera cargo de su vida. Bastante tenía ella con aquel tropel de pensamientos empujándose en su mente como una manifestación enloquecida.

Nando se levantó cerca de las ocho. Pasó a su lado en puntas de pie y Diana pudo ver, a través de la línea fina que dejaban sus ojos entrecerrados, que ya se había vestido para ir a correr. También sabía que Nando corría para alejarse de aquella casa en la que ya no quería estar. Esa noche, pensó Diana, todo iba a cambiar. Nando no encontraría la comida esperando y a ella como una estúpida detrás del pasaplatos o mirando la tele. Cenaría con Gabriela, afuera o en cualquier otra casa.

Esperó que saliera, se levantó con dificultad y estiró la pierna izquierda con fuerza para evitar un calambre que empezaba a endurecerle la pantorrilla. Se mantuvo como una garza absurda, en el medio de la sala, rodeada por un barullo de platos sucios y servilletas de papel. Alguien había quemado el respaldo del sillón con un cigarrillo. Iba a murmurar una mala palabra, pero le salió una carcajada explosiva que sacó a Gabriela del sueño.

– ¿Qué hora es?

– Temprano. Dormí.

Gabriela se dio media vuelta y quedó de cara a la pared. Diana la tapó con la manta y fue a darse el baño que estaba necesitando desde hacía horas. Fue una ducha memorable. Ni siquiera se enjabonó; solamente se dejó estar bajo el agua caliente hasta que no hubo más. Y mientras lo hacía, pensaba que aquella era la primera ducha de su vida.

Cuando Gabriela se despertó, ya era casi mediodía. Afuera hacía frío y los vidrios de las ventanas estaban empañados, pero había un sol tibio que invitaba. Diana estaba sentada frente a ella y le sonreía. No había juntado ni un plato de la mesa. Parecía una reina boba sobre su trono de desperdicios.

– ¿Qué hacés? -dijo Gabriela, pero bien podría haber preguntado: “¿Cómo es que no ordenaste este relajo?”.

– Te miro.

– ¿Y por qué me miras? ¿Qué pasa?

– Nada. ¿Por qué tiene que pasar algo?

– No sé. Estás rara. ¿Se fueron los demás?

– Hace horas.

– ¿Y vos?

– Yo, ¿qué?

– ¿Qué haces sentada ahí, mirándome?

– Estaba esperando que te despertaras.

– Me levanto y te ayudo con todo esto.

– Ni te muevas -dijo Diana-. No pienso mojarme las manos.

– ¿Querés que limpie yo? Estás rarísima.

Diana volvió a sonreír y estiró los brazos hacia atrás.

– Por mí, si querés limpiar…

Gabriela se incorporó de un salto y se sacudió la manta. El sol le daba justo sobre la cabeza y el pelo rojo lanzaba unos destellos de cobre que la hacían más bella aún. Diana se vio linda en el reflejo de su hermana.

– Gaby, estuve pensando. ¿Por qué hay que esperar tanto?

– ¿De qué hablas?

– De tu hija. No es necesario pasar por eso.

Gabriela la miraba y no alcanzaba a comprender qué embrujo había poseído a su hermana mientras ella dormía. Aquello era una mala caricatura de la bella durmiente que despertaba luego de un sueño de cien años.

– Diana, ¿qué decís? Tuvimos una noche espantosa. Acabo de abrir los ojos y me salís con esto.

– Escuchame.

* * *

Salieron al jardín cuando el sol ya había evaporado la escarcha y el césped relucía como la cara fresca de un hombre recién afeitado. Diana iba delante. Gabriela volvía a ser la pequeña; se dejaba guiar con un desconsuelo de cachorro perdido. Sentía que había llegado al límite de las fuerzas y que no volvería a recuperar la calma hasta que todo aquello hubiera terminado. Subieron al auto en silencio y así transitaron por las calles vacías. Gabriela apretaba la cajita contra el pecho y su mente se diluía en un mar blanco, una lechosidad parecida a la nada de donde vienen los vivos y adonde van los muertos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Desde las cenizas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Desde las cenizas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Desde las cenizas»

Обсуждение, отзывы о книге «Desde las cenizas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x