José Santos - La Amante Francesa

Здесь есть возможность читать онлайн «José Santos - La Amante Francesa» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Amante Francesa: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Amante Francesa»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Primera Guerra Mundial. El capitán del ejército portugués Afonso Brandão está al frente de la compañía de Brigada de Minho; lleva casi dos meses luchando en las trincheras, por lo que decide tomarse un descanso y alojarse en un castillo de Armentières, donde conoce a una baronesa. Entre ellos surge una atracción irresistible que pronto se verá puesta a prueba por el inexorable transcurrir de la guerra.

La Amante Francesa — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Amante Francesa», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– He venido a hablar con tu madre. ¿Está?

Carolina lo acompañó hasta el despacho, donde su madre se ocupaba de las cuentas. A doña Isilda ya la había informado su hermano de que Afonso había salido del seminario, pero no se sentía especialmente disgustada. Había tramado la ida del muchacho a Braga como mero subterfugio para alejarlo de su hija. Alcanzado el objetivo, sólo le quedaba ahora mantenerlo lejos de Carolina. Cuando Afonso preguntó si habría aún sitio para él en la tienda, doña Isilda adoptó una expresión apropiadamente triste y dijo que el negocio no iba muy bien y no podía admitir a ningún empleado más, por lo que lamentaba no poder ayudarlo esta vez.

– Un comerciante no tiene corazón -le explicó ella-. La prioridad es defender el negocio. Las cosas andan mal y, si te coloco aquí, sólo me aumentarán las dificultades. Lo lamento, muchacho, esta vez no te puedo ayudar.

Afonso se quedó contrariado, pero ocultó su desilusión. Resignado, agradeció de nuevo toda la ayuda que doña Isilda le había prestado y salió del despacho.

– ¿Ya te vas? -le soltó Carolina cuando lo vio dirigirse hacia la puerta.

Afonso la miró a los ojos y se dio cuenta de que en ella había una suerte de inquietud, sintió que aún no le resultaba indiferente.

– Voy a dar un paseo. ¿Quieres venir?

– ¿Adónde?

– Vamos al río, hace mucho tiempo que no voy por allí.

Carolina miró a su alrededor, indecisa. La dependienta que estaba en el mostrador parecía distraída, más preocupada por limarse las uñas, y su madre seguía en el despacho. Se dejó llevar por el primer impulso.

– Vámonos.

Caminaron serenamente por las calles hasta Rio da Ponte, se quedaron oyendo el agitado rumor de las aguas frías y cristalinas del río Maior y subieron, aquella mañana soleada, hasta el Moinho do Canto, el paseo se hizo agotador y el calor era intenso, pero Afonso se sentía feliz. A pesar de haber salido del seminario disgustado y de las incertidumbres acerca de su futuro, en el fondo no le desagradaba estar libre de los monótonos rituales que marcaron su vida durante tres años. Por otro lado, la presencia de una chica a su lado lo embriagaba. Las mujeres provocaban en él un bienestar inexplicable, disfrutaba de la charla sin rumbo y de los silencios embarazosos, vivía el intercambio de miradas como un juego, se ocupaba de adivinar intenciones en los menores gestos y en las palabras más simples y se descubría dando y disimulando señales.

Ninguno de los dos, sin embargo, era muy bueno en el arte de la disimulación, o tal vez ninguno verdaderamente desease serlo. Caminando por la carretera, Carolina acercó su hombro izquierdo a Afonso, como quien no quiere la cosa, y sus brazos se rozaron repetidas veces. Uno o dos toques pueden ser accidentales, pero el roce permanente hacía al gesto intencional. El chico perdió el control de sí mismo a partir de ese momento, entrando en un estado de excitación que, contenida al principio, no dejaba de aumentar. Comenzó sintiendo que le hervía la sangre, que el corazón se le aceleraba, que la erección se notaba en los pantalones. Ella caminaba pegada a él, sin decir palabra, y él no hacía nada por apartarse. Jadeando, se atrevió a buscar la mano de la chica con los dedos, sin mirarla. Le tocó la mano y aguardó un instante, esperando a ver si ella lo evitaba, pero no lo hizo. Las manos se enlazaron y así siguieron caminando, siempre en silencio, mientras un torbellino de sentimientos trastornaba sus cabezas, el deseo se acumulaba como una tormenta que avanza en el cielo, conteniéndose en un volumen intenso antes de desencadenarse con furia sobre la tierra. Recorrieron todo el paseo de regreso cogidos de la mano. Al acercarse a la Casa Pereira, Carolina finalmente se desprendió de él.

– Mañana, a las diez de la mañana, espérame aquí, en la esquina -dijo.

Le dio un beso furtivo y corrió hacia la tienda. Se había reanudado el flirteo, pero no en el punto en el que había quedado cuatro años antes. Es cierto que Afonso, a pesar de la llamada de la carne, tenía que vencer aún las inhibiciones heredadas de los años de seminario. Pasó esa noche rezando, implorándole a la Virgen que lo protegiese del deseo, de la lujuria y del pecado. Cuando se durmió, sin embargo, no fue en la Virgen en quien pensó, sino en la virgen que deseaba. Tenía el cuerpo maduro. Imaginó mil pecados entre los cálidos brazos de Carolina.

Se despertó ansioso. Temprano, mucho antes de la hora señalada, fue corriendo hacia la Casa Pereira. Aguardó hasta las diez con impaciencia, nervioso, lleno de dudas y vacilaciones, su alma le aconsejaba prudencia, le tentaba la carne, acicateándolo. Cuando finalmente apareció Carolina, los dos se fueron por la carretera, otra vez cogidos de la mano, ahora camino de las salinas. Junto al pinar, Afonso la llevó al otro lado de la carretera, con el corazón agitado, la excitación imperiosa, las manos trémulas. Se tumbaron detrás de un arbusto. Procuró con su mano debajo de la falda, le quitó precipitadamente las bragas, con tanta torpeza que llegó a rasgarlas. Se colocó entre las piernas de Carolina, se quitó deprisa los calzoncillos y la penetró con ardor, ambos jadeantes, temblando de deseo, de voluptuosidad, de gemidos y suspiros. El cuerpo la cubrió, como un animal incontrolable, y desencadenó movimientos rápidos y acompasados, y no se detuvo hasta que los ojos se llenaron de estrellas y la carne estalló de placer.

Fue doña Alzira, vecina de doña Isilda, quien le dio la noticia a la madre de la muchacha.

– ¿Así que su hija Carolina ha conseguido novio? -preguntó Alzira desde el balcón de su casa mientras tendía la ropa al sol-. ¿Para cuándo es el casorio?

Doña Isilda, pillada desprevenida, se asustó. Se puso pálida y volvió la cara para ocultar la sorpresa, pero no fue lo bastante rápida. Alzira se dio cuenta de que le había revelado algo nuevo a su vecina y sonrió, maliciosa.

Lo cierto es que, a partir de entonces, la propietaria de la Casa Pereira no le quitó el ojo de encima a su hija y bastaron sólo dos días para enterarse de quién era el pretendiente. Se quedó sorprendida, no por descubrir que se trataba de Afonso, sino por comprobar que había sido ingenua, por haber pensado que la cuestión estaba zanjada, que los cuatro años de separación habían sido más que suficientes para enterrar el asunto. ¡Qué tonta había sido! ¿No conocía acaso a su hija? ¿Qué nube habría pasado por su cabeza para ignorar la naturaleza obstinada de la moza? Una naturaleza que ella, en resumidas cuentas, conocía más que bien.

Pero doña Isilda era una mujer práctica y sabía que no valía la pena perder el tiempo recriminándose, no era eso lo que resolvería el problema, lo que necesitaba ahora era un buen plan. Se puso a meditar sobre el asunto y concluyó, después de una larga reflexión, que de nada serviría intentar impedir lo inevitable, ella misma había sufrido la oposición de sus padres cuando comenzó a salir con quien sería su marido: en efecto, no fue esa oposición la que impidió la boda. Si se querían, ¿cómo podría resolver el asunto? Claro que tenía la opción de mandar a su hija a la casa de los primos de Lisboa, pero eso sólo serviría para tener a esa muchacha alocada libre como un pájaro y sabe Dios qué haría, lejos de su vigilancia, en aquella tierra de donjuanes y perdularios. No, la solución debía ser otra. Pensó un poco más. Afonso era, sin duda, un buen muchacho, admitió, el problema residía en su pobreza. Pero la verdad, siguió analizando, es que ya había recibido alguna educación en Braga, incluso sabía latín y hablaba lenguas extranjeras, lo que hacía de él un candidato más interesante. Para poder casarse con Carolina, no obstante, hacía falta que completase su educación, necesitaba alcanzar un estatus de caballero y tener ingresos seguros. Llegada a este punto de su razonamiento, doña Isilda comenzó a elaborar un nuevo plan. Le vino a la mente el rostro de su primo Augusto, mayor de artillería en el Ejército. Decidió escribirle, para preguntarle cómo podría convertirse en oficial un mozo de diecisiete años. La respuesta llegó a vuelta de correo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Amante Francesa»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Amante Francesa» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Jose dos Santos - La Formule de Dieu
Jose dos Santos
Barbara Dunlop - La amante del francés
Barbara Dunlop
Susana Fortes - El amante albanés
Susana Fortes
José Santos - El séptimo sello
José Santos
José Santos - El códice 632
José Santos
Álvaro Santos Iglesias - Momentos twitter
Álvaro Santos Iglesias
Francisco Javier de la Torre Díaz - Los santos y la enfermedad
Francisco Javier de la Torre Díaz
Alberto S. Santos - Amantes de Buenos Aires
Alberto S. Santos
libcat.ru: книга без обложки
José Rivera Ramírez
Отзывы о книге «La Amante Francesa»

Обсуждение, отзывы о книге «La Amante Francesa» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x