J. R. Ward
Amante Despierto
– ¡Maldita sea, Zsadist! No saltes…
La voz de Phury apenas se escuchó por encima del sonido del choque del coche delante de ellos. Y eso no detuvo a su gemelo que salto del Escalade mientras iba a cincuenta millas por hora.
– ¡V, está fuera! ¡Uno ochenta de nosotros!
El hombro de Phury golpeo ruidosamente contra la ventana cuando Vishous derrapó controladamente con el SUV. Los focos delanteros se balancearon y Z giró sobre el asfalto cubierto de nieve como una pelota. Una fracción de segundo más tarde, arrastró su trasero y se levantó sobre sus pies, yendo a la caza del sedán abollado que ahora tenía un pino como ornamento sobre la capota.
Phury vigiló a su gemelo y se quitó el cinturón de seguridad. Los lessers que habían estado persiguiendo por el linde rural de Caldwell podrían haber acabado su jodido paseo según las leyes de la física, pero eso no significaba que estuvieran fuera de servicio. Aquellos bastardos no muertos eran duraderos.
Cuando el Escalade paró, Phury abrió apresuradamente la puerta mientras iba por su Beretta. No sabía cuantos lessers había en el coche o qué tipo de municiones llevaban. Los enemigos de la raza de los vampiros viajaban en grupos y siempre iban armados -¡Santo infierno!- Tres de los asesinos de cabellos claros habían salido y solo se veía al tambaleante conductor.
Las jodidas probabilidades no detuvieron a Z. Era un maniaco suicida, que se dirigió directamente hacia el trío de no muertos con solo una daga negra en su mano.
Phury se movió rápidamente a través de la carretera, escuchando a Vishous correr pesadamente tras él. Pero no eran necesarios.
Mientras las silenciosas ráfagas de aire se arremolinaban y el dulce olor a pino se mezcló con el escape de gas del destrozado coche, Z derrumbó a los tres lessers solo con el cuchillo.
Les cortó los tendones posteriores de las rodillas para que no pudieran correr, les rompió los brazos para que no se pudieran sostener, y los arrastró por el suelo hasta que quedaron alineados como si fueran horribles muñecas.
Le llevó cuatro minutos y medio, incluyendo despojarlos de sus identificaciones. Entonces Zsadist hizo una pausa para tomar aliento. Cuando miró hacia abajo a la grasienta sangre negra derramada que manchaba la blanca nieve, el vapor se elevaba sobre sus hombros, una apacible niebla jugaba con el frío viento.
Phury colocó la Beretta en la pistolera de su cadera y se sintió mareado, como si hubiera comido seis paquetes de bacón grasiento. Frotándose el esternón, miró a su izquierda, la Ruta 22 estaba mortalmente tranquila esta noche y estar a las afueras de Caldwell era adecuado. Los testigos humanos serían improbables. Los ciervos no hablan.
Sabía lo que vendría después. Sabía que era mejor no intentar detenerlo.
Zsadist se arrodilló sobre uno de los lessers , su cara con cicatrices se deformaba por el odio, su destrozado labio superior se torció hacia atrás, sus colmillos largos como los de un tigre. Con el pelo rapado y los huecos bajo sus pómulos, parecía el Grim Reaper [1] ; y como la muerte, trabajaba cómodo con el frío. Llevaba solo un jersey de cuello alto y pantalones amplios negros, iba más armado que vestido: la negra pistolera firma de la Hermandad de la Daga Negra cruzada sobre su pecho y dos cuchillos más atados con una correa sobre sus muslos. También lucía un cinturón con dos SIG Sauers.
No es que nunca usara la nueve milímetros. Le gustaba hacerlo personalmente cuando mataba. En realidad, era el único momento en que se acercaba a alguien.
Z agarró al lesser por las solapas de su chaqueta de cuero y golpeo con fuerza el torso del asesino sobre el suelo, obteniendo un estrecho boca a boca.
– ¿Dónde está la mujer? -cuando no obtuvo más respuesta que una malvada sonrisa, Z levanto sin consideración al asesino. El chasquido hizo eco a través de los árboles, un sonido duro como el de una rama que se rompe por la mitad-. ¿Dónde está la mujer?
El asesino se burló sonriendo abiertamente, entonces la rabia de Z se elevó tanto que hizo su propio círculo ártico. El aire alrededor de su cuerpo se cargó magnéticamente y se volvió más frío que la noche. Los copos de nieve no caían a su alrededor, como si se desintegraran con la fuerza de su cólera.
Phury escuchó un sonido estridente y miró sobre su hombro. Vishous estaba encendiendo una bomba casera, los tatuajes en su sien izquierda y la perilla alrededor de su boca destacaban sobre el anaranjado brillo.
Ante el sonido de otra pequeña explosión, V hizo una profunda respiración e hizo rodar sus diamantinos ojos.
– ¿Estás bien, Phury?
No, no lo estaba. La naturaleza salvaje de Z siempre era materia de un cuento de horror, pero últimamente se había hecho tan violento que era duro mirarlo en acción. Un pozo sin fondo, sin alma después de que Bella había sido secuestrada por los lessers.
Y aún no la habían encontrado. Los Hermanos no tenían ni pistas, ni información, nada. Incluso con el duro interrogatorio de Z.
Phury estaba hecho un lío sobre el rapto. No conocía a Bella lo suficiente, pero había sido encantadora, una mujer que funcionaba al más alto nivel dentro de la aristocracia de su raza. Sin embargo para él había sido más que su linaje. Mucho más. Ella había ido más allá del hombre bajo la disciplina de su voto de celibato, removiendo algo profundo. Estaba tan desesperado como Z por encontrarla, pero después de seis semanas, había perdido la fe en que hubiera sobrevivido. Los lessers torturaban a los vampiros para obtener información sobre la Hermandad y como todos los civiles ella sabía poco sobre los Hermanos. Seguramente ahora estaría muerta. Su única esperanza es que no hubiera aguantado días y días infernales antes de ir al Fade.
– ¿Qué hicisteis con la mujer? -gruñó Zsadist al siguiente asesino. Cuando todo lo que le dijo fue un-. Jódete, -Z tomo la Tyson y golpeó al bastardo.
Por qué Zsadist se preocupaba por una mujer civil, nadie en la Hermandad lo podía entender. Lo conocían por su infernal… misoginia, le temían por ello. Por qué Bella le importaba era lo que todos se preguntaban. Sin embargo, nadie, ni Phury, como su gemelo, podía predecir las reacciones del hombre.
Mientras lo ecos del brutal trabajo de Z eran aislados por el bosque, Phury se sintió resquebrajarse por el interrogatorio mientras que el lesser se mantenía firme y no daba ninguna información.
– No se cuanto más podré aguantar esto -dijo en un susurro.
Zsadist era lo único que tenía en la vida, a parte de la misión de proteger a la Hermandad de la raza de los lessers. Cada día Phury se acostaba solo, no dormía en absoluto. La comida le daba poco placer. Las mujeres estaban descartadas debido a su celibato. Y cada segundo estaba preocupado por lo que haría Zsadist y quien sería herido en el proceso. Se sentía como si estuviera muriendo por mil cortes, desangrándose lentamente. Un blanco de todas las crueles intenciones de su gemelo.
V extendió la mano enguantada y apretó la garganta de Phury.
– Mírame, amigo.
Phury lo miró y se encogió. El ojo izquierdo del Hermano, el que tenía los tatuajes a su alrededor, se dilato hasta no verse más que un negro vacío.
– Vishous, no… yo no… -mierda. No tenía por qué enterarse de su futuro ahora mismo. No sabía como manejaría el hecho de que las cosas sólo fueran a empeorar.
– La nieve cae despacio esta noche -dijo V, frotando el pulgar hacia delante y hacia atrás sobre su gruesa vena yugular.
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