José Santos - La Amante Francesa

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Primera Guerra Mundial. El capitán del ejército portugués Afonso Brandão está al frente de la compañía de Brigada de Minho; lleva casi dos meses luchando en las trincheras, por lo que decide tomarse un descanso y alojarse en un castillo de Armentières, donde conoce a una baronesa. Entre ellos surge una atracción irresistible que pronto se verá puesta a prueba por el inexorable transcurrir de la guerra.

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– What ho, Afonso, old bean -saludó.

El capitán se incorporó, se frotó las palmas de las manos en los muslos para quitarse las migas de las tostadas y la grasa de la mantequilla y le dio la mano al oficial inglés de enlace.

– Old bean? -preguntó conteniendo un eructo-. ¿Por qué me estás llamando viejo frijol, tunante?

Tim se rio.

– No me hagas caso, en realidad, se trata de un apelativo cariñoso.

El inglés saludó a Pinto con un gesto.

– Breakfast? -preguntó Afonso, señalando lo que quedaba del desayuno.

– No, gracias, ya he comido -respondió Tim-. Bacon con scrambled eggs and baked beans -explicó satisfecho-. Capital breakfast. Capital.

– Si es así, pues, vamos a hacer la ronda.

El capitán y los tenientes, con el ordenanza detrás, bajaron por la Picantin Road hasta la Rué Tilleloy, giraron a la derecha para tomar por Picantin Avenue, avanzaron chapoteando en el barro hasta llegar a la línea B, entraron allí junto al puesto avanzado Flank Post y siguieron hacia el sur en dirección a Rifleman's Avenue, donde rodearon su sector en Fauquissart. Se detuvieron y alzaron los ojos. Del lado enemigo venía lo que parecía ser, a lo lejos, una mosca molesta, zumbaba como un moscardón, era un avión alemán, con las cruces negras visibles en el fuselaje a pesar de la distancia.

– Un Tauber -dijo Pinto.

– Qué manía tienen ustedes de llamar Tauber a todos los aeroplanos jerries -acotó Tim-. Ese es un Fokker.

– ¿Cómo lo sabe?

– I know, lad. I know.

– Tim sabe distinguirlos -explicó Afonso-. Estuvo en el Royal Flying Corps y conoce todos los aeroplanos. Si Tim dice que ése es un Fokker, amigo Zanahoria, es porque se trata, efectivamente, de un Fokker.

El monoplano volaba alto, como si quisiese pasar inadvertido. De repente, y de forma inesperada, alteró su comportamiento. El avión avanzó en picado hacia las líneas portuguesas, sobre Fauquissart, dando la impresión de que iba a abrir fuego.

– Va a lanzar una calabaza -exclamó Pinto.

Sin embargo, no lanzaron ninguna bomba. Ya cerca del suelo, se enderezó y sobrevoló las posiciones del CEP en el sentido norte-sur a baja altura. Las Vickers y las Lewis comenzaron a matraquear, intentando alcanzar al aparato, pero el Fokker ganó altura en cuanto cruzó Ferme du Bois, más al fondo. Subió, hizo una pirueta y volvió a descender sobre las posiciones portuguesas, esta vez en el sentido inverso, de sur a norte, aunque no disparase un solo tiro: se encontraba evidentemente en misión de observación. Un segundo aparato irrumpió en ese momento sobre las líneas, ahora proveniente del lado aliado.

– Uno de los nuestros -comentó Pinto con satisfacción.

– ¿Qué aeroplano es? -quiso saber Afonso, mirando al teniente británico.

– Un Sopwith Camel -identificó Tim, con los ojos fijos en el cielo.

– ¿Un camello?

– Right ho -sonrió el inglés-. ¿ Ve el formato de la carlinga del aeroplano? Para algunos se parece a una joroba, aunque yo no llego a verla. De cualquier modo, por eso lo llaman camel.

Los tres oficiales y el ordenanza se quedaron pegados al suelo, expectantes acerca de lo que podría pasar. Los combates aéreos eran altamente apreciados en las trincheras y los consideraban el espectáculo más emocionante de la guerra. En vez de la muerte impersonal e industrial en medio del barro, con masas de soldados cayendo acribillados o destrozados por granadas y bombas que lanzaban enemigos invisibles y distantes, los enfrentamientos en el aire estaban rodeados de un aura romántica, los pilotos eran los modernos caballeros del cielo, duchos en galanteos caballerescos y elegantes actos de nobleza, sus embates aéreos se transformaban en emocionantes duelos entre las nubes, uno contra el otro, arrojo contra arrojo, pericia contra pericia, un vencedor y un vencido.

Las trincheras se agitaron por anticipado, se veían índices apuntados hacia arriba, soldados y oficiales se llamaron unos a otros, más hombres abandonaron los refugios y se reunieron con los que continuaban inmóviles esperando el duelo. Pero un «¡ oooh!» decepcionado recorrió las líneas cuando el avión alemán dio media vuelta y huyó hacia sus posiciones, eludiendo el combate. El Sopwith Camel lo siguió persiguiendo durante unos minutos, pero volvió atrás y se quedó patrullando los cielos sobre Ferme du Bois, Neuve Chapelle y Fauquissart.

– Los jerries les tienen miedo a los Sopwith Camel -comentó Tim con una sonrisa orgullosa.

– ¿Por qué?

– El Sopwith Camel es un aeroplano muy bueno -dijo-. Pero atención: no es para cualquiera. Es difícil de pilotar, suele… ¿cómo se dice?… Spin out of control…

– ¿Quedar fuera de control?

– Yes, se queda out of control en los… tight turns?

– Curvas cerradas.

– Right ho -confirmó el inglés-. Muchos aviadores poco experimentados han muerto en estos aeroplanos. Pero los buenos pilotos opinan que el Sopwith Camel es el mejor aeroplano que existe. Es muy ágil y sube a gran velocidad. Por eso los pilotan los grandes ases del Royal Flying Corps. Los jerries lo saben. De ahí que les dé miedo y huyan.

Cuando ya nadie esperaba más novedades, apareció en el sector de Bois du Biez, en las líneas alemanas, un segundo avión. Los hombres del CEP, muchos de los cuales ya se habían desmovilizado, retomaron su actitud de observadores del gran espectáculo, seguros ahora de que el combate era inevitable.

– Oh, blast it! Este es un Albatros D-type -exclamó Tim, refiriéndose al nuevo aparato alemán.

– ¿Y?

– Es el mejor aeroplano jerry. Vuela a ciento setenta kilómetros por hora, tiene una excelente velocidad de ascenso y está equipado con dos ametralladoras sincronizadas.

– ¿Qué es eso?

– ¿Ametralladoras sincronizadas? Well, el sincronismo es un mecanismo que permite a los pilotos disparar las ametralladoras mediante el… ¿ propeller?

– Hélice.

– Right ho. Dispara mediante el… hélice, sin afectar a las aspas del hélice.

– De la hélice.

– Sorry. De la hélice. La hélice está conectada al gatillo de la ametralladora de una forma que le impide disparar siempre que un aspa queda frente al cañón de la ametralladora, con lo que evita que los tiros destruyan el aspa. En el caso de este aeroplano, no tiene sólo una, sino dos ametralladoras sincronizadas con los movimientos de la hélice.

– ¿El aeroplano inglés no tiene esas ametralladoras?

– Claro que las tiene.

– Entonces, ¿cuál es el problema?

– None what soever -dijo Tim-. Esos son los mejores aeroplanos de los dos lados. Va a ser a jolly good fight.

El Albatros alemán viró en dirección al Sopwith Camel. La confrontación parecía inminente, pero el avión británico dio repentinamente media vuelta y, en clara actitud de fuga, comenzó a ganar altitud. Los oficiales y los soldados volvieron a suspirar de disgusto: en definitiva, se los privaría de aquel gran espectáculo.

– El gringo está escaqueándose -protestó Pinto.

– No entiendo -se sorprendió Afonso.

– El tipo se ha amilanado, ¿qué quieres?

El teniente inglés se quedó callado y su rostro se ruborizó de vergüenza al ver al Sopwith Camel en fuga. El aparato británico se escondió en una nube, pero el alemán no desistió y, siempre tras él, fue en su busca más arriba. Cuando el Albatros pasó por la nube, el Sopwith Camel salió disparado en su dirección, como si fuese a estrellarse contra el enemigo, se enderezó en el último instante, por encima del alemán, y lanzó una bomba. El Albatros estalló en pleno vuelo, acabó envuelto por las llamas y comenzó a caer. Un nuevo «¡oooh!», ahora emocionado, se elevó desde las trincheras. El avión atacado descendía velozmente en dirección al suelo, soltando una estela de humo negro, pero, cuando todos esperaban el impacto, el piloto alemán logró controlar el aparato y, a pesar de estar envuelto en lenguas de fuego, se curvó hacia el este e intentó llevarlo de nuevo hacia las líneas alemanas. Los hombres en las trincheras contuvieron la respiración, absortos en el esfuerzo titánico del piloto enemigo. Ya cerca del suelo, aún sobre las líneas aliadas, los soldados vieron que caía una figura del aparato humeante, como una bala disparada hacia abajo, cuyo trayecto se interrumpió abruptamente cuando se estrelló en el suelo. Enseguida el avión, ya sin piloto, inclinó la nariz, descendió con rapidez y embistió violentamente contra la tierra, dando vueltas y vueltas, era ahora una bola de fuego que se descoyuntaba, una masa ardiente que se despedazaba, un bloque de lava desparramándose por el suelo, incandescente. El silencio se abatió momentáneamente sobre las trincheras, los hombres estaban petrificados ante la escena. Cuando los restos en llamas del Albatros se inmovilizaron junto a las paredes de unas ruinas, se oyó una salva de aplausos desde las líneas portuguesas, eran los lanudos, no festejando la muerte del enemigo, sino homenajeándolo en su último vuelo de valiente.

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