Javier Moro - El sari rojo

Здесь есть возможность читать онлайн «Javier Moro - El sari rojo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El sari rojo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El sari rojo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una gran novela de amor, traición y familia en el corazón de la India protagonizada por Sonia Gandi. Una italiana de familia humilde que, a raíz de su matrimonio con Rajiv Gandhi, vivió un cuento de hadas al pasar a formar parte de la emblemática saga de los Nehru-Gandhi.

El sari rojo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El sari rojo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Quedaba el pequeño, Sanjay, su favorito. Lo veía lleno de energía, fuerte, fiel. Arrogante, cierto, capaz de meter la pata como nadie, pero un hijo en el que podía confiar, que estaba junto a ella y que asumía sus problemas. y que, pensaba ella, siempre podría controlar. Además, había otra razón, que nada tenía que ver con el sentimentalismo de una madre. Sanjay era ferozmente anticomunista y defendía una política liberal, que fomentase la iniciativa privada y el espíritu emprendedor de los indios. Su experiencia con el Maruti le había convencido aún más de la necesidad de librar al país de tanta cortapisa burocrática. Indira pensó que podía utilizar a su hijo para abrir la economía y dar un giro a la derecha. Y no sólo por pura convicción, sino por necesidad política. En efecto, se habían infiltrado radicales comunistas en su partido que abogaban por «eliminar la propiedad privada como derecho fundamental» en la Constitución, entre otras medidas de corte estalinista que querían imponer. Indira les había parado los pies alegando que cualquier atajo que no respetase el procedimiento democrático era peligroso. Pero constituían una amenaza susceptible de provocar una escisión en el Congress. Apoyándose en su darling boy Sanjay, pensó que podría contrarrestarles.

Indira tenía tanto miedo de que le ocurriese algo a su hijo que le pidió cambiarse de cuarto. «No quiero que sigáis aquí, tan cerca de la entrada principal y de la calle, no es un lugar seguro», le dijo. «Mejor os mudáis al cuarto del fondo del pasillo, a la habitación contigua a la mía.» A una amiga que le preguntó la razón de ese cambio, le respondió: «No me encuentro muy bien, duermo en mi habitación y Sanjay en la de al lado. Si me ocurre algo de noche, puedo avisarle en seguida.» La realidad era que Indira se envolvía con Sanjay como con uno de esos chales de pashmina de Cachemira que tanto le gustaban y lo hada para protegerse del frío que sentía en el alma, sin darse cuenta de que ese hijo era su mayor problema y, en cierto sentido, su mayor amenaza.

Sanjay se había quedado sin dinero y, convencido de que ya no saldría ningún vehículo Maruti de la fábrica, estaba vendiendo la estructura como chatarra. Había dejado en la estacada a los concesionarios que se habían endeudado con los bancos para construir llamativas tiendas y que ahora se veían forzados a vender sus propiedades para pagar esos préstamos. Por si fuera poco, Sanjay mandó arrestar a los dos únicos concesionarios que tuvieron la osadía de reclamar el adelanto que habían pagado.

Con el desastre del Maruti, los coches habían dejado de interesarle. Ahora le daba por volar, como su hermano. Antes de la Emergency, se había sacado el título de piloto privado y como le gustaba la velocidad, en seguida se aficionó al vuelo acrobático. Su debilidad por aparatos cada vez más rápidos y el exceso de confianza que tenía en sus propias habilidades asustaban a la mayoría de sus conocidos y amigos, que tenían miedo de volar con él. Maneka acabó siendo su única pasajera.

Sanjay necesitaba una excusa para operar de manera paralela a su madre. Para justificar su poder extra-constitucional, Indira decidió ponerle al frente de una organización moribunda, el Youth Congress (el ala juvenil del Partido del Congreso) y en una ceremonia en Chandigarh, la ultramoderna capital de Punjab diseñada por Le Corbusier, fue nombrado miembro del Comité Ejecutivo. Pero todos interpretaron el mensaje subliminal: Sanjay era oficialmente el heredero de Indira. La primera ministra, que había sido despiadada con los príncipes porque anteponían el nacimiento al talento, sucumbía ahora a la misma tentación e instauraba la dinastía.

Rajiv y Sonia asistían asombrados y disgustados al auge de Sanjay, confundidos y muchas veces con vergüenza ajena. La prensa le tildaba de «Mesías», «el Sol» o «la voz de los jóvenes y de la razón». Le veían siempre rodeado de aduladores que llamaban chamchas, lo que en hindi significa cuchara, aludiendo al movimiento curvo que exige la manipulación de ese cubierto. Eran individuos correosos bajo un aspecto dócil, hábiles en la manipulación, sin conocimiento real de los desafíos del gobierno, con escasa educación y formación, al igual que Sanjay. Una mezcla de políticos, amiguetes y matones. Lo único que les interesaba era sacar partido a su relación con el poder. Empezaron encargándose de revitalizar las arcas del Youth Congress organizándose en brigadas que exigían donaciones, casi siempre de manera intimidatoria. Los comerciantes de Delhi se quejaban a Rajiv o a Sonia de que los chicos del Youth Congress les extorsionaban. Pero las protestas de Rajiv caían en saco roto.

– No te creas las mentiras que dice la gente -le respondía invariablemente su hermano.

El caso es que nadie parecía responsabilizarse de lo malo, sólo de lo bueno.

Porque también había algo bueno en las intenciones de Sanjay, que, inmediatamente después de ser nombrado en ese cargo, añadió cuatro puntos más al programa de su madre, que él mismo se encargó de llevar a cabo. Los cuatro puntos eran: luchar contra el chabolismo ilegal en una campaña para embellecer las ciudades; erradicar el analfabetismo y el sistema de la dote y fomentar la planificación familiar.

En teoría, nadie estaba en desacuerdo con esas medidas, sobre todo la lucha contra la superpoblación, causada en parte por el éxito de los programas de salud que habían logrado reducir mucho la mortalidad infantil y que había hecho aumentar la esperanza de vida de veintisiete a cuarenta y cinco años en un par de décadas. En suma, había más gente viviendo más años reproductivos. Los progresos en la agricultura, la industria y la educación no podían seguir el ritmo de la demografía. Había más riqueza, pero también más pobreza. Más educación, pero también más analfabetos. «Hoy, si se crea un millón de puestos de trabajo, ya tenemos a diez millones buscando esos puestos -había dicho Sanjay-. De nada sirven el desarrollo industrial y el aumento de la producción agrícola si la población continúa creciendo al ritmo actual.» Tenía razón, así no había manera de salir de la pobreza. No fue en la idea, que era obvia, sino en su puesta en práctica donde Sanjay fue por mal camino, consiguiendo desacreditar completamente el estado de excepción, y de paso a su madre.

Al final fueron los pobres, a los que se suponía que el estado de excepción debía ayudar, los que más sufrieron. Los hombres de Sanjay eligieron la esterilización como método más apropiado para reducir la población de la India. Los demás métodos de planificación familiar habían dado pobres resultados. La píldora no estaba disponible todavía y el diafragma era imposible de usar para campesinas que vivían sin privacidad alguna. Durante una temporada los condones cristalizaron la esperanza de controlar la natalidad. A las aldeas llegaban elefantes con cargamentos de condones que debían ser distribuidos gratuitamente a la gente, pero los niños descubrieron que era muy divertido inflarlos y atarlos a unos palitos para jugar, de modo que los interceptaban ellos. A nadie se le escapaba la ironía del eslogan del gobierno que decía que la planificación familiar producía niños felices… La esterilización masculina resultaba el método más barato, eficaz y seguro. Además, había dinero de Occidente para llevar a cabo esos programas.

Sanjay empezó a recorrer el país, animando a los jefes de gobierno locales a ir más allá de lo que hacían los demás. «El jefe de Haryana ha conseguido sesenta mil operaciones en tres semanas, ¡a ver cuántas conseguís vosotros!», les decía. Los objetivos a alcanzar se anunciaban a los distintos jefes de distrito, que eran recompensados si los sobrepasaban, o al revés, eran trasladados o degradados si no los conseguían. Un sistema así fomentaba el abuso de poder. Modestos funcionarios del gobierno tuvieron que someterse al bisturí del cirujano para cobrar pagos atrasados. A los camioneros y a los conductores de rickshaws no se les renovaba el permiso de circulación a menos de que mostrasen un certificado de esterilización. La misma condición era aplicable a los chabolistas que solicitaban una escritura de propiedad de sus chozas para regularizar su situación. Un antropólogo llamado Lee Schlesinger fue testigo de cómo, después de una visita relámpago de Sanjay Gandhi a la aldea donde realizaba sus investigaciones, empezó la campaña. Funcionarios locales prepararon listas de «candidatos», es decir los que tenían ya tres o cuatro hijos, y unos días más tarde aparecieron camionetas de la policía para llevárselos al centro de salud más próximo donde, a cambio de 120 rupias, una lata de aceite de cocina o un transistor, salían esterilizados. Más tarde, algunos hombres, cuando se enteraban de que la camioneta estaba en camino, corrían huyendo a las montañas. Otros sin embargo se hacían operar dos veces para conseguir más de un premio.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El sari rojo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El sari rojo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El sari rojo»

Обсуждение, отзывы о книге «El sari rojo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x