Javier Moro - El sari rojo

Здесь есть возможность читать онлайн «Javier Moro - El sari rojo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El sari rojo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El sari rojo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una gran novela de amor, traición y familia en el corazón de la India protagonizada por Sonia Gandi. Una italiana de familia humilde que, a raíz de su matrimonio con Rajiv Gandhi, vivió un cuento de hadas al pasar a formar parte de la emblemática saga de los Nehru-Gandhi.

El sari rojo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El sari rojo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

18

En los días siguientes, Sanjay y su compinche el secretario Dhawan organizaron manifestaciones y marchas de apoyo a Indira. No tuvieron reparo en requisar los autobuses de la empresa municipal de transportes de Delhi para transportar a miles de manifestantes. Todo el aparato del partido se movilizó para que se oyese alto y fuerte la voz a favor de Indira. Llegaron a la capital trenes fletados especialmente para los mítines llenos de simpatizantes.

Ahora Sonia y Maneka no podían entrar y salir tan fácilmente de casa porque permanentemente había una multitud a las puertas reclamando la presencia de Indira, que salía una vez al día a saludarlos. Ni a Sonia ni a Rajiv les gustaba el cariz que tomaban los acontecimientos. Ella estaba asustada porque el coche que la llevó una mañana a Khan Market había recibido una pedrada. Sólo había causado un rasguño en la carrocería, pero había bastado para meterle el miedo en el cuerpo. Además, la convivencia con Maneka se le hada muy difícil. Y Sanjay parecía otro. Apenas le veía, pero cuando lo hacía ya no era tan cariñoso como antes. Se daba cuenta de que la presencia de Maneka estaba envenenando las relaciones entre los hermanos, y entre ella y Sanjay también.

– ¿Por qué no nos vamos a Italia una temporada -le pidió a su marido- hasta que las aguas vuelvan a su cauce?

A Rajiv le apetecía la idea, y reconocía que sería bueno para los niños. Pero se mostraba preocupado.

– ¿Cómo se lo decimos a mi madre? ¿Podemos abandonarla en un momento así?

Sonia se quedó ensimismada, sin respuesta. Por primera vez tenía miedo, por ella y por los niños. Nunca había estado el ambiente tan caldeado.

El 20 de junio de 1975, Sanjay tuvo la idea de que la familia entera asistiese a un mitin de solidaridad que había organizado en el Boat Club de Nueva Delhi.

– Es bueno que nos vean a todos juntos -había dicho.

– Prefiero que no decidas por nosotros -le espetó Rajiv.

– Es por mamá -le contestó su hermano.

Puestos en un compromiso, Rajiv y Sonia accedieron a regañadientes. Fue quizás el primer acto político de Sonia. Le impresionó encontrarse frente a una multitud de más de cien mil personas. Vestida con un sari color caqui, estaba junto a Rajiv, Maneka y Sanjay detrás de Indira. Desde allí, daba vértigo imaginar la desmesura de su país de adopción. Tanta gente, tantas creencias, tantas religiones… Cuando su suegra se giró hacia ellos, Sonia le sonrió. De pronto la veía en contacto con el pueblo del que siempre hablaba, ese contacto privilegiado que justificaba todos sus sinsabores y que ahora no era algo abstracto, sino bien real. Estaba allí, rendido a sus pies. Sonia pudo comprobar el enorme apoyo popular del que todavía disfrutaba Indira, que excedía en mucho la mera presencia de los simpatizantes pagados por Sanjay. Se le puso la piel de gallina cuando escuchó a su suegra decir a la muchedumbre que servir al país era la tradición de la familia Nehru-Gandhi, y que se comprometía a seguir sirviéndole hasta su último suspiro. Era la primera vez que Indira se mostraba flanqueada por su familia y el mitin fue un gran éxito. Sonia se dio cuenta de lo mucho que Indira necesitaba tener a la familia a su lado. No, no era momento de abandonarla.

Los seguidores de J. P. organizaron contramanifestaciones frente al palacio del presidente de la República y en varias ciudades del inmenso país. La periodista Oriana Fallaci fue la primera en enterarse de boca de un líder de la oposición que planeaban bloquear la entrada del número 1 de Safdarjung Road con hordas de gente para convertir a Indira en prisionera en su propia casa. «Acamparemos allí día y noche -dijo el líder-. La forzaremos a dimitir. Para siempre. La señora no sobrevivirá a nuestro movimiento.»

En la mañana del 25 de junio, Indira convocó a su despacho de casa a Siddarta Shankar Ray, el jefe de gobierno de Bengala, que se encontraba casualmente en Nueva Delhi, y que al hacerse pública la sentencia le había aconsejado no dimitir. La encontró muy tensa. Su mesa estaba cubierta de informes del Servicio de Inteligencia.

– No podemos permitirlo -le dijo Indira-. Tengo información de que J. P. Narayan, en un mitin esta misma noche, va a pedir a la policía y al ejército que se amotinen. Es posible que la CIA esté implicada. Sabes que estoy en los primeros puestos en la lista de personas odiadas por Richard Nixon… ¿Qué podemos hacer?

Ray era un experto en asuntos legales, con fama de honesto y de duro. Seguía pensando que Indira debía mantenerse en su puesto. Ella continuó describiendo cómo el país estaba sumido en el caos.

– Hay que poder detener esta locura. Siento que la democracia india es como un niño y, de la misma manera que a veces hay que sacudir a un niño, pienso que hay que sacudir al país para despertarlo.

– ¿Estás pensando en el estado de excepción?

Indira asintió con la cabeza. En realidad, no buscaba consejo sobre qué decisión tomar, porque ya la había tomado el día anterior. Su hijo Sanjay se lo había mencionado, pero la idea no venía de él sino de su protector Bansi Lal, el regordete jefe de gobierno de Haryana que le había proporcionado los terrenos para erigir la fábrica. Según Bansi Lal y Sanjay, había por lo menos cincuenta políticos en el país que era necesario eliminar de la vida pública. El primero, por supuesto, era J. P. Narayan.

Declarar el estado de excepción era una huida hacia adelante…

Pero ¿qué opción le quedaba a Indira? Entre una salida deshonrosa y el estado de excepción, prefirió lo último.

– Quiero hacerlo todo de una manera impecable desde el punto de vista legal-precisó la primera ministra.

– Déjame estudiar el aspecto constitucional. Dame unas horas y te diré algo.

– Por favor, que sea rápido -le rogó ella.

Ray se fue y regresó a las tres de la tarde. Había pasado varias horas revisando el texto de la Constitución india, y de la norteamericana también.

– Bajo el artículo 352 de la Constitución -le dijo a Indira-, el gobierno puede imponer el estado de excepción si hay riesgo de agresión externa o de disturbios internos.

– ¿La llamada de J. P. Narayan a que el ejército y la policía se amotinen no es una amenaza interna suficientemente grave?

– Sí, lo es.

– Entonces, al hacerlo, han caído en su propia trampa.

– En efecto. Te han entregado en bandeja de plata la justificación que necesitas para suspender la actividad parlamentaria e imponer el estado de excepción.

Hubo un silencio. Los ojos de Indira brillaban en la oscuridad.

Faltaba un requisito, la firma del presidente de la República, pero éste era un aliado e Indira no dudaba de su lealtad.

– ¿Me acompañas al palacio del presidente? -le pidió a Ray.

– Vamos.

Con el documento de cuatro líneas que el presidente firmó esa misma noche en el espléndido salón Ashoka en el antiguo palacio del virrey, y que ratificaba la proclamación del estado de excepción, la mayor democracia del mundo se convertía en una dictadura virtual. El gobierno de la India estaba ahora autorizado a arrestar a gente sin orden previa, a suspender los derechos civiles y las libertades, a limitar el derecho de interferencia de los tribunales ya imponer la censura.

Rajiv llevaba dos días fuera de casa, volando, y en una de las escalas de su ruta, se llevó una gran sorpresa al enterarse por la prensa de que la víspera su madre había declarado el estado de excepción. Nadie le había dicho nada. La medida chocaba con su carácter pacífico y, aunque no era un hombre político, le parecía que iba contra los principios democráticos de la tradición familiar. Sobre todo, lo que le preocupaba era que su madre había claudicado ante su hermano. Conocía el ascendente que Sanjay tenía sobre su madre. Por alguna oscura razón, su madre era incapaz de resistir el chantaje emocional al que su hermano la tenía sometida. Y nadie mejor que él conocía a Sanjay, sus puntos fuertes, sus limitaciones y el peligro que podía representar. Por eso estaba entre turbado y alarmado, y la idea de Sonia de ir a Italia una temporada volvió a rondarle por la cabeza.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El sari rojo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El sari rojo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El sari rojo»

Обсуждение, отзывы о книге «El sari rojo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x