Inma Chacón - La Princesa India
Здесь есть возможность читать онлайн «Inma Chacón - La Princesa India» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:La Princesa India
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
La Princesa India: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Princesa India»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
La Princesa India — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Princesa India», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
El niño la miraba fijamente intentando que sus párpados no se cerraran. La Quinta Época se llama Sol en Movimiento. En ella habrá movimientos de tierra y hambre, y perecerá el mundo. Para la creación de los seres humanos se aprovecharon los despojos de los hombres de épocas anteriores. Así se lo encargaron al príncipe Quetzalcoatl, la Serpiente Emplumada, símbolo de sabiduría, que bajó a la casa de los sueños para buscar los huesos de los antepasados de los hombres.
El sueño venció al pequeño Miguel antes de que su madre terminara de recitar sus estrofas. Y el dador de la vida bajó a los infiernos para hablar con el dios supremo del Mictlan.
– Vengo en busca de los huesos preciosos que tú guardas.
– ¿Y qué harás con ellos, Quetzalcoatl?
La princesa acostó al niño en la estera y se tendió junto a él. Si los mexicas conseguían entrar en el palacio, probablemente los sacrificarían a todos. Don Lorenzo nunca sabría que sus propios compañeros de viaje habían provocado la muerte de su hijo. Quizá fuera la diosa de las aguas la que había permitido que el capitán no tomara parte en el asalto al Templo Mayor. Doña Aurora acarició su amuleto de los besos y se lo acercó a la mejilla. Don Lorenzo no había participado en la muerte de los notables, pero su viaje a Veracruz terminaría sin duda en otra matanza.
Desde que llegaron a Tenochtitlan la miraba de una forma extraña, a veces le recordaba a la mirada de don Gonzalo de Maimona, cuando llegaba a la choza después de las comidas y forzaba sus besos; otras veces, era la mirada de Serpiente de Obsidiana que abrazaba su cuerpo en el azul marino de la noche. La princesa se acercó a la cara su diosa de ónice. Su madre la habría protegido del amor y del miedo. Don Lorenzo había intentado acercarse más a ella en los últimos siete meses. Su voz era dulce cuando utilizaba el nahuatl, pero se transformaba cuando hablaba en su propia lengua, cualquier palabra sonaba a sus oídos como las que le oyó pronunciar en Cholula. «¡Mátalos! ¡Mátalos!»
4
El regreso de Veracruz a Tenochtitlan les llevó casi dos semanas. Cuando llegaron a la calzada, comprobaron que algunos puentes habían desaparecido. Entraron en el palacio sin grandes dificultades, los pífanos y los tambores ensordecieron sus alrededores acompañados por el sonido de la artillería, que disparaba sin tregua los arcabuces y los treinta cañones que traían de Veracruz.
Desde el interior del palacio, los soldados recibían con gritos de entusiasmo al batallón de refuerzo. El capitán De la Barreda y Juan de los Santos se dirigieron directamente a la habitación de doña Aurora y de Valvanera. La puerta estaba cerrada, atrancada desde dentro, pero antes de que tuvieran tiempo de llamar, don Lorenzo escuchó la voz de la princesa que repetía su nombre desde el otro lado; al mismo tiempo, percibió un ruido de sillas y mesas empujadas por el suelo.
Valvanera se abalanzó sobre Juan de los Santos, que continuaba llevando la venda, manchada de sangre y de polvo.
– Pensé que nunca volvería a verte.
El criado la abrazó mientras varias mujeres se precipitaban hacia la puerta empujándose unas a otras.
– Ya estoy aquí, no dejaré que te ocurra nada. No volveré a dejarte sola, te lo prometo.
Valvanera seguía abrazándole mientras le señalaba la frente.
– ¿Qué te ha pasado? ¿Qué tienes ahí?
– No es nada, no te preocupes, son heridas de guerra.
Doña Aurora permanecía de pie, observando el abrazo. Miró al capitán con un gesto de sorpresa y le entregó al pequeño Miguel envuelto en la manta de peces de colores. Don Lorenzo no se atrevió a decirle que también él cuidaría de ella y que se encargaría de que nunca le pasara nada. Se acercó a la pareja recién descubierta y le susurró al oído a su mozo.
– ¡Bribón! Nunca me dijiste una palabra.
Los días siguientes transcurrieron entre la confusión y los preparativos de huida. El palacio seguía rodeado por los guerreros que abanderaba el sobrino de Moctezuma, los cañones escupían bolas de fuego que impedían el asalto, pero los indios no se rendían. Moctezuma salió al balcón para mediar por la paz, pero su intento acabó por costarle la vida. Don Lorenzo nunca supo la causa real de su muerte, unos decían que una piedra lanzada desde el exterior le rompió el cráneo, otros, que la espada de un soldado atravesando sus riñones fue mucho más efectiva que la piedra.
Unos días después, el capitán caminaba con doña Aurora por la galería del palacio cuando vieron a Moctezuma tendido en el suelo, sus ayudantes preparaban su mortaja. A partir de ese momento, huir era la única salida. Sin rehén con el que amenazar a los indios y con un enemigo que les multiplicaba por cien, no había cañones, ni caballos, ni apariencia de dioses que pudieran salvarles. Don Lorenzo cogió a la princesa por el brazo y la introdujo en su habitación. Por primera vez no rechazaba su roce.
– No os mováis de aquí por ningún motivo.
Capítulo X
1
A Juan de los Santos no le gustaban los barcos, durante casi todo el trayecto permaneció acostado en su camarote, intentando evitar los mareos que sufría siempre que sus pies no tocaban tierra firme. Sin embargo, a raíz del episodio de las batayolas, se mantuvo vigilante en cubierta identificando a las personas que pudieran ocasionar problemas a doña Aurora y a Valvanera. En aquella ocasión, cuando el calafate se dirigía al palo mayor para cumplir su castigo, reparó en un comerciante de paños que se dirigía al carpintero tapándose la boca. No llegó a saber las palabras que pronunció entonces, pero poco más tarde, cuando el marinero bajó del mástil, observó cómo se le acercaba y le pedía con un gesto que le siguiera. Juan de los Santos se escondió detrás de unos cabos para escuchar la conversación.
El comerciante hablaba mirando a un lado y a otro, procurando que nadie pudiera escucharle.
– ¡Ten cuidado con ella! Es una bruja. Me han dicho que en su tierra mató a varias personas con sólo tocarlas. Una de ellas era una niña, a otra le contagió la viruela para robarle a su hija.
El calafate se llevó las manos a la cabeza, sus ojos parecían salirse de las órbitas.
– ¡Santo Dios!
La voz del comerciante se alzó levemente mientras recorría la superficie del galeón con la mirada.
– Estas brujas no deberían haber subido al barco. Después de lo que costó librarnos de los moros y expulsar a los judíos, ahora nosotros llevamos a estas malditas indias con sus mestizos a cuestas. Si estuviera en mis manos, ni uno solo entraría en Sevilla.
El contramaestre llamó a la tripulación para la oración vespertina y la conversación quedó interrumpida. El resto de la travesía, Juan de los Santos no perdió de vista la silueta negra del comerciante. Cuando el carpintero cayó envenenado por la mordedura de la araña, sus ojos pequeños y redondos escudriñaban el rostro de doña Aurora, al mismo tiempo que acercaba su boca al oído de otro marinero.
Al día siguiente, Juan de los Santos buscó al capitán y le contó lo sucedido. Sus manos sudaban, apretaba los puños y se estiraba los dedos produciendo unos chasquidos que parecían romper sus tendones.
– ¡Capitán! No sé si ha sido una buena idea volver, quizás en las Indias se viviera mejor. Podríamos instalarnos en Cuba, allí ya no hay guerras y con el oro que llevamos nos sobraría para establecernos.
Don Lorenzo le puso las manos en los hombros y le apretó suavemente.
– No podemos consentir que otros condicionen nuestras vidas. No te preocupes y procura que ellas no se enteren de nada de esto.
Juan de los Santos continuó en alerta, sin dejar de vigilar la silueta negra que rondaba por todos los rincones de la embarcación. No se calmó hasta que doña Aurora subió a cubierta con el espejo tras la muerte del calafate, y demostró a los marineros que sus palabras no podían causar el menor daño. Las carcajadas y los cantos de la tripulación relajaron sus nervios hasta que, al día siguiente, el comerciante se le acercó por la espalda y escuchó su voz por encima de su hombro.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «La Princesa India»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Princesa India» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «La Princesa India» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.