Si habitualmente las Cartas , como sucede con un texto como La Razón de mi Vida , sólo han merecido el silencio o la crítica condescendiente de los historiadores políticos de la época -a excepción de los textos de Ferla y algún otro-, el tema de las cintas, de los mensajes grabados, que son la forma que tomó la profecía de Isaías durante los dieciocho años de Exilio y Proscripción, fue y sigue siendo hoy un tema recurrente. Aunque sea por los aspectos más aparatosos, ésos que han hecho de Isaías Ortiz Fijman un personaje extravagante, atractivo para ciertos medios.
En este sentido, el hecho de que ahora con el libro de Chimbote y Varón tengamos la posibilidad de escuchar las veinte cintas originales es una circunstancia excepcional que despeja definitivamente algunas dudas, si las había.
Hay dos cuestiones que siguen siendo polémicas y que han despertado sobre todo el interés sensacionalista de seudo investigadores: el auténtico grado de relación que existió entre Isaías y Perón, y el análisis técnico de las cintas grabadas, esos notables mensajes de los sesenta. Sobre el primer tema, Chocón no se expide. Desliza la posibilidad de que Isaías haya integrado uno de los tantos contingentes partidarios que pasaron en esos años por Puerta de Hierro, pero reconoce que no hay ni evidencias ni testimonios que lo avalen; sí le atribuye una "probable visita a Gaspar Campos", con lo que se suma a la idea de un contacto mínimo y tardío.
Es sabido que hay quienes -a la inversa- pretenden que hubo entre El General y "su Profeta" -al decir de Ongaro- una relación personal fluida, constante, prolongada (y secreta) que arrancaría ya desde Santo Domingo, escala previa del "mandatario depuesto" antes de su anclaje definitivo en Madrid. Y lo hacen aplicando una lógica tan elemental como errada: suponen que las cintas son grabaciones directas de El General . Así, colocan a Isaías en el papel de mero aunque privilegiado portador de un tipo de mensajes más o menos herméticos que él deseaba particularmente difundir de un modo diferente del habitual.
La idea no tiene asidero. Lo que oímos no son grabaciones de estudio ni muy elaboradas -incluso se conserva el aparato utilizado, un grabador Geloso- sino sesiones recogidas con un micrófono manual. Incluso hay evidencias de que son registros improvisados: se oye algún ladrido cercano, un bocinazo y ciertas puertas que se cierran e incluso, claramente, un estribillo futbolero coreado a lo lejos - ¡Chicaaago… Chicaaago… !- que evidencian las circunstancias barriales. Todo muy casero. Lo que les da, dentro de su clima sentencioso, a veces solemne -por contraste- una increíble veracidad.
Es sabido que hay registradas más de 250 instrucciones de Perón a sus seguidores que llegaron a la Argentina en manos de decenas de delegados oficiales, representantes o meros engrupidos portadores. Basta comparar cualquiera de esas cintas de mensajes partidarios con éstas que rescatan Chimbote y Varón para notar la diferencia. Está antes que nada la cuestión de la voz y su identificación; pero eso, teniendo en cuenta las condiciones de la época y las técnicas de la grabación, no parece definitorio. En las cintas comunes, habitualmente, tras una breve introducción -"Gracias a la gentileza del compañero…" y nombra al portador- Perón se dirige amistosa y directamente a un auditorio preciso y acotado: "Compañeros de la conducción de la CGT…", "Compañeros del sindicato de la Carne…", "Queridas compañeras de la Rama Femenina…" y así. Luego sigue la descripción del cuadro de situación, después las instrucciones precisas y finalmente las palabras de aliento y el saludo. Todo en el tono coloquial didáctico, entre cómplice y paternal, del Perón de esos años.
Muy por el contrario, las cintas de Isaías pertenecen a otro orden de cosas. Arrancan con una voz grave -que llamaremos primera voz - que dice: "Este es el mensaje de El General del día (…) al Pueblo Elegido". A continuación, una pausa y la segunda voz arranca, en primera persona y sin ninguna introducción, con el mensaje en sí: "Sepa mi Pueblo que no lo abandonaré en la adversidad, aunque…", "Esté mi Pueblo atento a identificar a sus enemigos porque vendrán…", "Soporte mi Pueblo la ignominia con la frente alta porque…" y así hasta el final. Una pausa y el regreso de la primera voz: "Así habló El General al Pueblo Elegido el (…)" y repite la fecha. Nada más.
Cabe aclarar que las diferencias considerables entre la primera y la segunda voz -sometidas al análisis de fonoaudiólogos y especialistas en detección e identificación de voces- son sólo de inflexión, de volumen y de tono: es la misma garganta la que emite los sonidos. Y obviamente no es la de Perón. Además, si bien hay un mayor engrosamiento y un "cascado" general del registro, no hay una puntual "imitación de Perón" en la segunda voz. Así, pese a que no tenemos muchos testimonios grabados de la voz de Isaías más allá de alguna vieja intervención radiofónica o de una visita accidentada a un programa de tevé, no cabe ninguna duda, ahora, de que es él quien habla. Y no intenta disimularlo. Pero tampoco cabe duda (a él no le cabe) de que es El General el que habla por su voz…
Por eso Chimbote y Varón, siguiendo en la línea interpretativa de Isaías como alienado que arranca en el supuesto brote psicótico y la internación del '48, y sin atender a los contenidos discursivos de los diferentes mensajes , sostienen que las grabaciones son un caso típico de delirio mediúmnico y de ese modo cierran la cuestión. Por eso también -a diferencia de otras lecturas amarillas- para ellos no hay impostura sino simple y llana enfermedad. Isaías, caso clínico.
Lo menos que se puede decir de esta lectura cientificista es que es pobre, tan pobre como la otra, extrema, que hacía de Isaías un simple correo del Pensamiento Esotérico de El General, un rol que -bien sabemos y lo padeció este país- ocupó otro siniestro personaje de terrible incidencia en esta historia. En ninguno de los dos casos, cientificistas y esotéricos, ponen a Isaías en el lugar que le corresponde: el de transcriptor, intérprete visionario de un mensaje encarnado . Y lo que se soslaya, increíblemente, es el contenido revulsivo -por decido livianamente- de ese mensaje.
Es que la temática de estas veinte cintas (1957 a 1972) es tan rica como diversa. El General se dirige al Pueblo en su doble condición de Padre (ausente en el Exilio) y Mesías (futuro). Para que vuelva, el Pueblo ha de mantenerse unido y fiel a la Doctrina, a través de la cual él se ha expresado de una vez y para siempre. Si el Pueblo lo hace, nadie podrá prevalecer sobre él. A veces El General se expresa directamente -cuando llama a la abstención y al "aluvión blanco" (mensaje 6, 1963)-; a veces a través de parábolas -la del Avión Negro al que todos esperaban pero nadie le daba pista es la más recordada (mensaje 7, 1964)-; otras veces mediante fábulas -es memorable la transparente del Lobo, la Foca y la Tortuga (mensaje 11, de 1966) o descerrajando tremendas advertencias proféticas: "Lloverán piedras, se encenderán las calles" (mensaje 14, 1968), que anuncia el Cordobazo, o "el Verdugo del Basural tropezará con su propia sangre" (mensaje 17, 1970), que se anticipa al ajusticiamiento de Aramburu.
En líneas generales, los primeros mensajes (1-5), que corresponden al período de la Resistencia y la salida electoral de la Libertadora, alientan a la defensa justa ante la violencia del opresor y advierten al Pueblo sobre los peligros de las Alianzas puramente coyunturales (Frigerio-Frondizi para las elecciones del '58). El segundo tramo (6-16) pone el énfasis en los tiempos difíciles para el Pueblo (1962 a 1968) por los peligros de la disgregación (Vandor, el neoperonismo), el apartamiento de la Doctrina y los falsos Profetas. Finalmente, el último segmento de cuatro cintas, que culmina con el maravilloso Saludo del Regreso (mensaje 20, 1972) corresponde a la etapa de retroceso del Gobierno Militar, la radicalización de las respuestas del Pueblo y la irrupción de la violencia revolucionaria con las organizaciones armadas.
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