El primero es una biografía breve, Vida, muerte y misterio del Profesor Isaías , del periodista Pedro Chocón, editado por Suramericana en su colección Vidas Políticas . Son apenas 160 páginas que incluyen una cronología bastante detallada, biobibliografía completa y numerosos documentos fotográficos. El trabajo de Chocón (que sin duda ha investigado) resulta más entusiasta que agudo, ya que -menos por prudencia que por falta de perspicacia- no saca todas las conclusiones que se desprenderían de los datos y testimonios que reúne. Por eso, más allá de aciertos parciales, el autor no hace sino repetir los lugares -y los errores- comunes más frecuentes respecto del personaje, y contribuye a trivializar un mito que no consigue definir. Es decir: Chocón adjetiva sin sustantivar.
El otro libro, más ambicioso -pero también más frío, si cabe-, es fruto del trabajo de dos investigadores, el historiador Hugo Chimbote y la socióloga Odisea Varón, encargados de la selección y el prólogo de los materiales reunidos en Isaías O. Fijman. Epistolario y mensajes (1946-1975) . Editado por Emefé en la colección Lo pisado argentino , el volumen de 378 páginas va acompañado por un CD que incluye veinte de sus famosos mensajes de los años sesenta. La audición de estas piezas históricas, recuperadas y digitalizadas a partir de las viejas cintas que utilizaban los grabadores de la época, justifica por sí sola la existencia del libro. Se trata, sin duda, de un aporte fundamental, porque la compilación de Chimbote y Varón, pese a caer en algunos gruesos errores de apreciación y de criterio en la identificación de personajes y el fechado de los documentos, pone en manos de futuros interesados en la enigmática figura de Isaías un conjunto de materiales hasta ahora dispersos y a menudo inhallables.
Lo primero que cabe puntualizar es que en ambos textos se dan por ciertos, con ligereza, algunos datos erróneos. Uno es, en el caso de Chocón -y de salida no más- considerar el apelativo profe como apócope de profesor, atribuyéndole una trayectoria en el campo universitario que el hombre no tuvo ni por asomo: Isaías fue, a fines de los años veinte, de los primeros egresados de las Escuelas Raggio en algo parecido a lo que sería hoy diseño industrial, y ése fue su aporte en la empresa familiar, la fábrica de escaleras de Floresta. Nunca fue a la Universidad. Así que de profesor, nada.
Profe -debería resultar obvio- es apócope de profeta. Y el calificativo se lo puso, según la tradición, alguien que frecuentó largamente a Perón en la época de las peregrinaciones a Puerta de Hierro de mediados de los sesenta, durante esos años oscuros de proscripción, cuando proliferaban los mensajes grabados de El General desde Madrid para sus consecuentes y sufridos seguidores. Dicen que fue el cuasi místico dirigente gráfico Raimundo Ongaro, secretario general de la llamada CGT de los Argentinos, quien ante una pregunta puntual sobre el papel del escurridizo Isaías en aquel movido contexto político, aventuró la entusiasta paráfrasis de un apotegma del Islam: "El General es Dios e Isaías su Profeta". Y un poco en broma y un poco en serio, el apodo le quedó.
Ahora bien, ¿en qué medida los textos de Isaías son proféticos? Sólo algunos cabalmente lo son o pretenden serlo. Incluso él mismo los discrimina en una carta-respuesta a J.J.H.A. (Juan José Hernández Arregui) de agosto de 1956 -que figura en el libro de Chimbote y Varón como documento 238-a-, al separar los textos estrictamente oraculares o profecías , de los que llama con un ingenioso neologismo, profesías , meros productos del profesar, no del profetizar. Así, no pueden confundirse los fragmentos visionarios, sobre todo los claramente mesiánicos, con las admoniciones puntuales; y tampoco los mensajes casi mediúmnicos del ciclo "de El General", que le dieron equívoca fama, con las simples cartas privadas. Es decir, y en su lenguaje, durante sus veinticinco años largos de vida pública Isaías profesó siempre pero profetizó sólo a veces.
Por otra parte, está el problema de los apócrifos. La minuciosa compilación de Chimbote y Varón recorta con propiedad las piezas que -hay consenso al respecto- corresponden a su innegable autoría. Pero además, se incluye un índice especial de los textos que por su estilo, por su data posterior o por su referencia a hechos que Isaías no pudo vivir, parecen ser obra de continuadores más o menos espontáneos o intencionados, incluidos sus pintorescos hijos mellizos, Jeremías y Ezequiel. No hay nada más tentador que incluirse como receptor de un destino de gloria a través de la palabra de un profeta reconocido. Los múltiples apócrifos de Isaías, en ese sentido, son tan reveladores como sus auténticos mensajes: hay tantos falsos profetas como falsos mesías.
Con buen criterio, los autores han distribuido los treinta y nueve textos genuinos recopilados, en cinco partes: "Cartas cerradas" (1930-1948); "Cartas abiertas" (1951-1956); «Mensajes" (1956-1972) y «Testamento y profecías finales" (1972-1975). Cada una de ellas está, a su vez, dividida en secciones. El resto son notas y el cúmulo riquísimo de apócrifos debidamente comentados. Y es relevante el bache de dos años en que no se reconocen escritos (1949-1950) porque es ése precisamente el momento clave (oscuro y controversial) en la biografía de Isaías, que coincide con el arranque de sus cuarenta años y las vísperas de un ostensible viraje existencial. La gruesa periodización de Chocón en tres momentos -"Vida privada" (1908-1948); «La crisis" (1949-1951) y «El testimonio público" (1952-1975)- pone el eje articular, la bisagra de su vida en ese interregno de dos años. Lo notable es la disparidad de criterios de los autores -y de sus fuentes- en el análisis y la selección de los datos que permiten “llenar" ese vacío y dar sentido a lo que viene. Así, cada uno encuentra -como veremos al analizar lo sucedido en 1948, año clave- lo que ha ido a buscar.
El otro dato incorrecto de aceptación generalizada tiene que ver con los lazos familiares de Isaías, las filiaciones apresuradas. Al respecto, es frecuente -y aquí sucede una vez más- dar por hecho que el apellido lo vincula con Raúl Scalabrini Ortiz, del que Isaías sería primo hermano. No hay nada de eso. Estos Ortiz -como se aclara más adelante- eran inmigrantes españoles de primera generación, sin tradición argentina. Por lo tanto, Isaías tampoco era pariente ni siquiera lejano, como han supuesto algunos, del presidente Carlos M. Ortiz, que lo tuvo -eso sí- entre sus colaboradores cuando fue ministro de Economía durante la presidencia de Justo, a mediados de los treinta.
En el caso de Scalabrini, fue probablemente la amistad cierta y la cercanía ideológica con el autor de El hombre que está solo y espera lo que hizo suponer a algunos que eran parientes. Pero no. Fueron, sí, aunque Isaías era diez años menor, compañeros de inquietudes y de reflexión: primero en la periferia del grupo literario de Florida y en la revista Martín Fierro , y después, sobre todo a partir de los años cuarenta, en el terreno de las afinidades espirituales y políticas. Textos tan hermosos y apasionados como los de Tierra sin nada, tierra de profetas , que sin duda Isaías leyó en su momento, pueden haber contribuido a despertar su vocación oracular. Pero no más que eso.
Si suponerlo pariente del doctor Carlos M. Ortiz ha hecho que se lo imagine insólitamente afín -al menos en el plano ideológico y por simple extracción de clase- con una cierta oligarquía terrateniente devenida financiera, lo que le habría permitido un acceso fluido a las altas esferas del poder, el dato erróneo respecto del parentesco de Isaías con Scalabrini, mentor y motor de FORJA, también es el origen de otra confusión clave, la que sitúa la llamada Visión Inaugural de Isaías , el mismísimo 17 de Octubre de 1945.
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