La historia de Caterina Cornaro, veneciana convertida en reina de Chipre a raíz de sus nupcias con un Lusignan, es auténtica.
A causa de la leyenda que circula en torno a la familia de su esposo, parece natural que ella adivine al primer golpe de vista la naturaleza singular de Laüme, cuando ve al hada en la explanada de la basílica de Letrán, durante la ceremonia de las bodas de Dragoncino Galjero con su sobrina Alessia Cornaro (personaje evidentemente ficticio).
Como Caterina Cornaro, el legado Nicola da Modrussa es un personaje histórico. Amigo del papa Pío II, fue enviado, en efecto, como embajador ante el príncipe Vlad Tepes, que combatía a los turcos que asolaban los Cárpatos en la época. Igual que su señor, Modrussa fue una de las grandes figuras de la Italia renacentista. Letrado y humanista, pertenecía a aquella generación auténticamente erudita que, con el impulso de Cosme de Médicis y gracias a la influencia de algunos bizantinos, redescubrió la herencia filosófica, religiosa y artística grecolatina. El episodio del concilio celebrado en Florencia en 1493, casi olvidado en nuestros días, es emblemático de este movimiento. Elegido por Cosme para poner fin a las querellas intestinas del cristianismo de su tiempo demostrando la superioridad del pensamiento antiguo, fracasó, evidentemente, en los ámbitos político y religioso, pero constituyó el verdadero punto de partida del movimiento renacentista en las letras, las artes y la filosofía. La estatura intelectual y física del anciano Gemistos Plethon, neoplatónico y pagano convencido, domina este período; se ganó la amistad de Cosme y le inspiró la idea de crear la nueva academia platónica de Florencia, donde estudiaron Pico della Mirandola y Marsilio Ficino, a quien debemos las traducciones de la obra de Platón y también las de Porfirio, Jámblico, Plotino, Hermes Trismegisto…
El príncipe valaco Vlad IV Tepes, amigo y protector del primer Galjero, es el modelo histórico de Drácula. Famoso a través de la obra epónima de Bram Stoker con sus múltiples derivados cinematográficos, el pretendido vampiro ha invadido todas las expresiones de la cultura popular occidental. Si lo despojamos de esta panoplia mítica, la figura de Vlad Tepes sigue fascinando por más de una razón. Héroe de una guerra trágica contra los otomanos, fue víctima de las intrigas de conspiradores recelosos de sus talentos como jefe militar y exquisito diplomático. Debemos a los alemanes de Rutenia las célebres xilografías que muestran a Tepes dándose un banquete en el centro de un bosque de estacas sobre las que expiran sus enemigos. Su reputación de hombre cruel procede, pues, de una propaganda sabiamente orquestada por sus enemigos en la sombra. Para los rumanos de hoy en día, es un héroe nacional y un símbolo de su larga lucha por la independencia.
El joven Dalibor Galjero, conducido a París por Laüme, simpatiza con los románticos. Fruto de su misma generación, Alexandre Dumas, Gérard de Nerval, Théophile Gautier, Victor Hugo y Eugène Delacroix parecían candidatos perfectos a conformar su entorno de amistades. Creadores, seductores, sensibles a los problemas políticos de su tiempo, los románticos constituyeron algo más que un simple movimiento artístico. El escritor Charles Nodier, un poco mayor que ellos, aportó a sus obras la influencia inglesa de Walter Scott o de Byron. En su calidad de conservador jefe de la biblioteca del Arsenal, Nodier aportó a la institución algunos de los manuscritos más interesantes relativos a la historia del esoterismo en Occidente. El Arsenal alberga el más amplio abanico de textos sobre el tema en Francia (exceptuando las colecciones privadas), aún en la actualidad muy por delante de las bibliotecas municipales de Dijon y de Orléans.
El personaje de Wolf Messing es auténtico. Los elementos biográficos que incluyo son igualmente verídicos. La anécdota del desafío de Stalin y del robo de cien mil rublos, bajo la atenta vigilancia de los servicios secretos, queda claramente atestiguada en numerosos documentos que se hicieron públicos hace mucho tiempo. Desde su llegada al poder tras la Revolución de Octubre, las autoridades soviéticas consagraron parte de sus esfuerzos a la parapsicología, tanto en lo que concierne a investigaciones de base como a informes secretos. Messing participó activamente durante mucho tiempo en estudios sobre la hipnosis y los mecanismos de sugestión aplicados al campo de la manipulación mental. El personaje de la oficial superior Grusha Alantova es totalmente ficticio, aunque no así el amante que le adjudico, Nikolái Yezhov, uno de los jefes probados del NKVD, y que en efecto fue víctima de las purgas estalinistas a mediados de la década de 1930.
En lo que concierne al asesinato de Rasputín, la presencia en el entorno próximo al príncipe Yusúpov de un agente inglés llamado Oswald Rayner es un hecho conocido en la actualidad. La reciente apertura de los archivos del MI6 relacionados con ese período ha contribuido a arrojar nueva luz sobre este famoso episodio. Si Rasputín no hubiera sido asesinado, es muy probable que, bajo la creciente influencia de su partido eslavófilo, Rusia hubiera negociado una paz por separado con Alemania. En tal caso, la victoria aliada habría quedado fuertemente comprometida, y tal vez se habría favorecido una reforma profunda del sistema imperial y evitado así la revolución bolchevique de finales de 1917. En la Alemania del Kaiser Guillermo II, la ausencia de una amenaza soviética en el Este, unida a una paz «blanca» o incluso a una victoria sobre la alianza francobritánica, pronto habría dado al traste con las pretensiones y la política futuras de los nazis.
Algunos autores de los siglos XIX y XX, etnógrafos, historiadores de las religiones o esoteristas, se han aplicado al estudio de las poblaciones yazidis de los desiertos de Turquía, Siria e Iraq. El carácter peculiar de estas tribus aisladas, poco numerosas y de difícil acceso, ha tejido en torno a ellas una suerte de leyenda negra. Ciertos comentaristas, poco deseosos de verificar sus fuentes o de emprender una investigación seria, han calificado a los yazidis de «adoradores del diablo». Evidentemente, no hay nada de eso. Aunque el dios Paon Taus existe en su panteón, de ningún modo se le identifica como el ídolo de un pueblo sanguinario adepto de una elevación espiritual por la crueldad. Este aspecto sólo tiene validez en la dimensión ficticia de El siglo de las quimeras , y no refleja en absoluto la verdad sociológica, histórica, cultural y religiosa de los yazidis reales. En estos comienzos del siglo XXI, una yazidi emigrada de Turquía a Alemania es diputada europea.
El libro de Dalibor Galjero acaba de cerrarse, al igual que se cerraron los de David Tewp, Thörun Gärensen y Lewis Monti. Sin embargo, no puedo volver la última página de sus aventuras antes de expresar de nuevo mi gratitud a Anne, Stephen y Alain Carrière, cuya amistad, apoyo y -sobre todo- paciencia arcangélica jamás me han fallado en el curso de los largos meses de escritura consagrados al Siglo. Aunque, por desgracia, no puedo citar a todos los que han contribuido a la elaboración de los textos y a su difusión entre el público, deseo de todos modos manifestar mi profundo agradecimiento a Sophie Bagur, Anne-Sophie Naudin, Yasmina Urien, Julia Gallet, Alain Ledru, todos ellos colaboradores de la editorial Anne Carrière. Pienso también en Elisabeth Bouton, correctora despiadada pero de humor condescendiente, en Marc Taraskoff, ilustrador, en Bénédicte, Karyne y Thomas, libreros de París, en Albéric, librero de Burdeos, en Virginie y Muriel, libreras de Bruselas, Anne, librera de Lyon, Véronique y Fanny, libreras de Grand-Plaisir, en Raphaële Hoffmann, Bernadette Gyldemin, Pierre-André François, Philippe Lamotte, Jean-Louis Besse y en los equipos de representantes del grupo Hachette. Reciban todos ellos un muy caluroso saludo por su labor esencial y difícil, y por la benévola acogida que depararon a este proyecto desde su origen. Mi agradecimiento también a Susanna Lea, así como a su equipo de asistentes.
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