Philippe Cavalier - La Dama de la Toscana

Здесь есть возможность читать онлайн «Philippe Cavalier - La Dama de la Toscana» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Dama de la Toscana: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Dama de la Toscana»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Moscú, 1947. En un despacho de los servicios de inteligencia soviética, Dalibor Galjero se confiesa. Es el último de su linaje, y unido desde hace siglos al hada Laüme, ha pagado un alto precio por ser tan poderoso como su pareja. Por otra parte, sus habilidades podrían ser de gran ayuda para los rusos en la guerra fría que acaba de empezar. Pero tres hombres han jurado acabar con Dalibor y Laüme: Tewp, Monti y Gärensen, junto a la anciana e intrépida Garance de Réault, están decididos a jugar las últimas bazas de una partida en la que parecen llevar las peores cartas…
La tetralogía El siglo de las quimeras culmina en La dama de la Toscana, un relato de terror e intriga, acción y aventura, que nos conduce de los desiertos de Asia Central a los palacios de Venecia, de la corte de los Borgia al París de Alexandre Dumas, de los bosques de Transilvania a las planicies del Transvaal… Un bello, terrible, misterioso tapiz, tejido con los hilos de lo humano y lo numinoso, de la historia y la magia negra.

La Dama de la Toscana — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Dama de la Toscana», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Rompí el gollete de una botella de vino contra el tronco de un árbol y bebí el alcohol a grandes tragos para calentarme; después seguí mi camino al trote corto. París se encontraba todavía a cincuenta leguas y mi montura estaba agotada. El animal se derrumbó en medio de una landa de brezos que no ofrecía ningún abrigo. Refunfuñando, me ocupaba en soltar mis alforjas para echármelas al hombro cuando una patrulla de tres ulanos apareció en la linde de un bosque cercano. Enseguida apuntaron sus largas lanzas hacia mí y cargaron al galope para ensartarme. Con calma, saqué mi viejo Scofield de su funda, me arrodillé pausadamente y, apoyándome en el vientre de mi caballo muerto, los liquidé uno tras otro en pocos segundos. Temí por un instante que las detonaciones dieran la alerta, pero sólo la danza de los cuervos por encima de los cadáveres animaba el paisaje. Aquel incidente fue una suerte. Pude recoger las tres monturas y continuar mi camino en mejores condiciones. Vadeé el Loira junto a Saint-Benoit y atravesé la Beauce empleando mi varita de ámbar para levantar a mi alrededor una niebla que me ocultaba a los ojos de las numerosas compañías prusianas que habían instalado sus campamentos en la región. Por fin, llegué hasta las murallas de París. Los alemanes habían bloqueado todas las puertas y lanzaban asaltos regulares a los barrios periféricos. Columnas de humo ennegrecían el cielo, y el rugido de sordas andanadas de cañón completaba el ambiente apocalíptico de la escena. Había guardado un uniforme de lancero de mi encuentro con los ulanos. Disfrazado con él, atravesé sin impedimento alguno el cerco de los atacantes y me deslicé entre las sombras hasta la línea del frente. La única dificultad fue encontrar el lugar y el momento propicios para cambiar de apariencia. En un patio desierto, me deshice de mi uniforme y me deslicé en dirección a las barricadas francesas. Me pidieron la contraseña, pero yo me inventé una historia que los centinelas se creyeron fácilmente: mi acento era perfecto y los guardias juzgaron inconcebible que un alemán pudiera hablar su lengua sin delatarse. Enseguida corrí hacia la île Saint-Louis. No había vuelto a ver París desde hacía treinta años, y no reconocía nada. Cierto que el caos causado por la guerra había transformado la ciudad, pero no eran solamente las carretas volcadas en las calles, los rostros atormentados de los escasos transeúntes o las bandadas de ratas que corrían por las calzadas los que causaron mi sorpresa. Había sido testigo del incendio de Atlanta, del saqueo de Richmond, sabía lo que era una ciudad asediada. No, París había cambiado de otra manera, de arriba abajo. Allá donde en otro tiempo se desplegaban callejuelas sombrías bullentes de plebe, se elevaban ahora elegantes edificios. Por todas partes se habían trazado avenidas largas y rectas. La ciudad poseía una belleza que cortaba el aliento.

Cuando llegué detrás de Notre-Dame, constaté que la morgue había desaparecido; sin embargo, en el quai d'Orléans nada había cambiado. Detrás de los postigos cerrados del palacete de Laüme brillaban luces. Dudé en subir. Opté por batirme en retirada, porque no quería presentarme ante el hada en un estado de indecisión. Agotado, sin saber adonde ir, concluí dirigirme al Palacio Real, donde en otros tiempos había pasados momentos tan felices en compañía de mis amigos Nerval y Dumas y sufrido tantas amarguras con la pequeña Sandrine. Entre las galerías, el parque había sido transformado en acantonamiento para los defensores. Desde la cantinera hasta el recluta de quince años, toda una población se mezclaba allí. Con mis botas, mi abrigo de viaje, mis cartucheras y mi carabina al hombro, nadie osó preguntarme nada. Me hicieron sitio alrededor de una hoguera, me dieron una sopa clara y un mendrugo de pan sin ni siquiera pedirlos.

– Mastica despacio, camarada, aprovéchalo -me recomendó la muchacha que me había entregado la comida-. Dentro de dos días nuestras provisiones se habrán terminado. Entonces empezará el hambre de verdad…

Al día siguiente, me dejé conducir a las barricadas de los gobelinos. Disparé toda la jornada, emboscado en los tejados. El alcance y la precisión de mi arma me valieron la consideración de los defensores.

– ¿Quién eres? -me preguntó un tipo joven mientras regresábamos por la noche a calentarnos bajo la galería de Valois-. Nunca te había visto antes.

– Vengo de las Américas. Salí de Francia hace unos años…

– Entonces eres un auténtico patriota -resopló el tipo con admiración-. Eres un republicano exiliado después del golpe de Estado de Bonaparte, ¿no es cierto?

– Sí -contesté, para liberarme del importuno.

– Nos ayudarás a tomar el poder cuando nos hayamos librado de los prusianos, ¿verdad?

– Haré lo que pueda -contesté, envolviéndome en mi manta.

– Mi nombre es Galland -prosiguió el chico sin desanimarse-. Jerome Galland, ebanista del barrio de Saint-Antoine.

– Me alegro de conocerte, Galland -mascullé-. Pero descansa. Esta noche puede ser la última que pases en la tierra.

Galland no se separó de mí durante los días que siguieron. No sé exactamente por qué se pegó a mis talones, pero se afanó en servirme como lo haría un ordenanza con un oficial. Por la mañana, buscaba entre las bodegas un poco de alimento para sustentarnos; después agarraba mis cartuchos, contaba los prusianos que yo lograba abatir y engrasaba mi arma al caer la noche. Era un charlatán, pero su conversación, siempre alegre y rebosante de optimismo hasta en los peores momentos, no era desagradable. Cuando los combates nos lo permitían, me hablaba de la República y la igualdad entre los hombres. Su entusiasmo era pueril y delataba un desconocimiento tan profundo del espíritu humano que resultaba casi enternecedor.

– Tu candor es grande, Galland -terminé por decirle-. La igualdad entre los hombres es una engañifa, algo que no existirá jamás; y que va contra todos los principios de la naturaleza. Los hombres son tan diferentes como numerosos. Esto es verdad entre la gente de la misma especie, y créeme si te digo que es aún más cierto entre las razas extranjeras.

– Pues entonces la naturaleza es muy bellaca por habernos hecho desiguales. La razón triunfará sobre esta injusticia. Pronto todos los hombres seremos hermanos. Los negros, los blancos y los amarillos se mezclarán, y las guerras ya no existirán.

– En espera de ese gran día, cuyo advenimiento yo no deseo toma tu arma, amigo mío, que aún tenemos que rechazar a un ejército.

Pese a la resistencia encarnizada de los parisinos, los prusianos no se decidían a levantar el sitio. La situación empeoraba día a día. Centenares de millares de personas no tenían ya qué comer. El tifus hizo su aparición y los cadáveres se amontonaban en las calles. Como último recurso, mataron a los animales del jardín botánico y se cortó su carne para distribuirla entre los habitantes del barrio. Galland comía jirafa, yo devoraba una cebra… Y después, una noche, regresé solo al Palacio Real. Una bala alemana había alcanzado en plena frente al pequeño francés, cuando se deslizaba hacia mí para pasarme un puñado de cartuchos. Lamenté profundamente su ausencia. Echaba de menos su vivacidad y, con su muerte, desaparecía mi coartada para evitar la île Saint-Louis. Al día siguiente del triste suceso, regresé al lugar donde lo habían abatido. Su cuerpo seguía allí, cubierto de rocío. Los alemanes habían abandonado por el momento sus posiciones de ataque y pude recuperar su cadáver sin peligro. Avivado por el deseo de darle una sepultura decente, conseguí transportarlo en un carretón hasta el cementerio Père Lachaise, donde cada hora se cavaban nuevas tumbas. Lo sepulté apenas a cien metros del lugar donde en otro tiempo había llorado a Sandrine y a mi hijo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Dama de la Toscana»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Dama de la Toscana» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La Dama de la Toscana»

Обсуждение, отзывы о книге «La Dama de la Toscana» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x