Péter Nádas - Libro del recuerdo

Здесь есть возможность читать онлайн «Péter Nádas - Libro del recuerdo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Libro del recuerdo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Libro del recuerdo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

“Una de las novelas más importantes de nuestro tiempo” – The Times Literary Supplement
“El libro que usted estaba esperando desde que leyó ‘En busca del tiempo perdido’ o ‘La montaña mágica’ – The New Republic

Libro del recuerdo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Libro del recuerdo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Yo sabía también que ni el agua ni la piel, ni la piedra ni el cuerpo eran lo primero que había sentido a mi vuelta: lo primero era el sonido.

Aquel sonido especial.

Pero, todavía tendido entre las rocas y recuperada la molesta facultad de pensar y el hábito de hacer deducciones, no buscaba la manera de salir de aquella peligrosa situación, no contemplaba posibilidades de evasión, lo cual hubiera sido lo más lógico, puesto que ya percibía claramente la acometida de las olas y un agua helada me cubría por completo a intervalos regulares; ni por un momento pensé que podía ahogarme, sólo deseaba volver a percibir aquel sonido especial, intenso pero lejano, mecerme en este umbral crepuscular del puro sentimiento, donde, al otro lado de una frontera no sabía si muy lejana, aquel sonido, insistente y penetrante como una señal perentoria, me decía que existo.

Ni hoy puedo explicar todavía cómo fueron las cosas, después me sorprendió ver mi cara magullada y ensangrentada en el espejo de la habitación del hotel, ni sé siquiera cuánto tiempo estuve allí tendido, porque, a pesar de mis esfuerzos, no podía recordar lo ocurrido inmediatamente antes de que me desmayara, y el que fueran ya las dos y media cuando regresé, dice poco; una hora de la madrugada como otra cualquiera, nada más, el adormilado conserje del hotel abre la vidriera sin reparar en mi estado, en el vestíbulo sólo está encendida una lámpara pequeña, en el reloj de pared veo la hora, son las dos y media, sí, pero soy incapaz de relacionar esta circunstancia con cualquier otra cosa, no me acuerdo de nada, sin duda, una gran ola, probablemente, de varios metros de alto, me levantó -imaginar cómo e llevaba sobre su lomo era ya un placer, quizá yo había perdido ya conocimiento-, y me arrojó a las rocas como un objeto inanimado, aunque dónde quedaba ya la tarde, la llegada que, a pesar de la extraña tensión que la había acompañado, era lo último que yo podía situar en el tiempo con exactitud.

Pero aquel sonido no he podido recuperarlo.

De cómo volví al hotel no puedo dar más razón que de cómo caí en las rocas, ya que una y otra cosa ocurrieron prácticamente sin mi intervención, por más que en ambos casos yo fuera sujeto activo y víctima, sólo que en el primero estuve a merced de la fuerza del agua y de un afortunado azar que hizo que, en lugar de abrirme la cabeza o romperme brazos y piernas, me librara con unas cuantas desolladuras, arañazos y cardenales, mientras que, en el segundo, probablemente, esa fuerza que llamamos instinto de conservación me hizo funcionar de modo mecánico y primitivo, porque si, con ayuda de las matemáticas, fuéramos a averiguar qué queda de nosotros, de eso que con cierto orgullo llamamos el Yo, después de separar las dos grandes fuerzas, ajenas a nuestra voluntad, que son la naturaleza interna y la naturaleza externa, el resultado sería bien triste y hasta ridículo y reflejaría la arbitrariedad de tal distinción; quizá se demostrara también que, en estado de inconsciencia, somos análogos a los árboles o a las piedras, también las hojas del árbol se mueven en la dirección en que las empuja el viento, nosotros somos diferentes, sí, ¡pero no, mejores!, y mientras mis manos y pies buscaban puntos de apoyo en las escurridizas piedras -mis manos y pies, ¡no yo!- y mi cerebro registraba automáticamente el intervalo entre las olas, mi cuerpo, que intuía por sí mismo que, para su seguridad, tenía que deslizarse por el talud y no levantarse hasta llegar abajo, dirigía todos sus movimientos al objetivo de la salvación; ¿qué quedaba ahora de la superioridad, de la ridicula arrogancia con que por la tarde había empezado el paseo?, ¿qué, de los dolores y goces del conocimiento que se recrea en sus recuerdos y se entrega a sus fantasías?

Nada, me decía, sobre todo porque, al iniciar el paseo, consideraba mi vida destrozada irremisiblemente, acabada y, antes de tomar las tabletas para ponerle fin, sólo me apetecía dar un último paseo, y la historia que me contaba mientras caminaba resultaba tan convincente porque yo tenía la convicción de haber llegado al final, a un final irrevocable; pero ahora, las manos, los pies, el cerebro, todo el cuerpo actuaba con destreza y sensatez, y hasta con exceso de celo, en favor de mi salvación, mientras que el llamado conocimiento era incapaz de todo lo que no fuera un pueril: «¡quiero ir a casa, a casa, quiero ir a casa!», que parecía que alguien gimoteaba dentro de mí, alguien que no podía ser más que yo mismo, y quizá gritaba realmente, quizá lloraba, quizá era yo, sí, y ese terror desesperado era tan humillante que se me quedó grabado más profunda y dolorosamente que cualquier otro recuerdo; con tanta facilidad como poco antes había jugado conmigo aquella tormenta, que yo consideraba música de acompañamiento idónea para mis sentimientos, así también, con la misma humillante facilidad, mi propia naturaleza me arrebató mi hipotético derecho de autodeterminación; a fin de cuentas, no había sucedido nada grave: me había mojado un poco, bien, reconozcámoslo, me había mojado mucho, lo cual me costaría, todo lo más, un resfriado, tenía un corte en la frente, que se cerraría, había empezado a sangrarme la nariz y había dejado de sangrar, había perdido el conocimiento durante un buen rato y lo había recobrado; no obstante, mi cuerpo había movilizado con la mayor diligencia todos los instintos y reflejos animales necesarios para mi salvación, como si, en lugar de haber sufrido sólo lesiones leves, me hallara en peligro de muerte, lo mismo, en suma, que hace el lagarto, que en cualquier sombra que se mueve adivina a un enemigo mortal; más aún, el cuerpo había actuado como si la mente, alimentada por sus intensas emociones, no hubiera ansiado la muerte; pero el conocimiento de la nada no sólo había ridiculizado y empequeñecido todas las experiencias pasadas, que yo consideraba trascendentales y sublimes, sino que, además, me advertía de que todo lo que viniera a continuación tampoco podía tener gran importancia, yo había quedado desenmascarado, era una caja de trivialidades y, aunque hubiera sabido lo que me pasaba o pudiera pasarme, de nada me hubiera servido el conocimiento de mí mismo.

Poco a poco, clareaba, el viento aullaba.

Había puesto a secar la ropa en los radiadores y estaba desnudo, de pie delante del espejo de mi habitación del hotel, cuando llamaron a la puerta.

Sabía que era la policía y me sobresalté, pero no de miedo sino porque estaba desnudo, aunque tampoco esto me importaba mucho, me había abstraído en la contemplación de mi cuerpo y me pareció que mi sobresalto no había sido provocado por los golpes que habían sonado en la puerta, ni por un pudor innato, sino por la revelación de aquella íntima debilidad que en aquel momento me preocupaba más que todo lo que cupiera esperar.

Porque, ante todo, ¿cómo podía haber surgido en mí, no del todo inesperadamente pero sí con una fuerza sorprendente, aquel deseo de volver a casa, que aludía a hechos ya muy lejanos, y por qué el cuerpo, atento sólo a la propia seguridad, había sugerido a la mente este deseo y no otro, y por qué este deseo me parecía infantil y estúpido, cuando esta palabra, «casa», tenía un gran peso y un profundo significado, y me parecía la palabra suprema, aunque fríamente no hubiera podido explicar qué había querido decir con ella, porque, qué podía significar?

Poco antes de que llamaran a la puerta me había palpado la herida de la frente, para sentir lo que veía en el espejo, el ligero dolor que produce una herida superficial, unir la percepción táctil a la visual; luego, pasé el dedo a lo largo de la nariz, por la boca y la barbilla, consciente de que el espejo montado en la puerta del armario reflejaba todo el cuerpo -porque, en cualquier contacto físico, todo el cuerpo es a la vez actor y escenario-, y, por más que yo trataba de mover la mano de forma regular, pareció que ésta se demoraba en la boca, porque quizá aquí era más intensa la sensación que producía el contacto, vino después la garganta -la luz amarillenta de la lamparita con pantalla de papel que estaba a mi espalda, en la mesita de noche, hacía que el espejo reflejara, más que una imagen clara, una silueta-, y, después de recorrer el arco de la clavícula, el dedo fue hacia el hombro y la suave depresión que forman los tendones del cuello al encontrar el hueso y desde aquí hubiera pasado rápidamente sobre el vello del pecho en dirección al ombligo para, dejando atrás la suave curva del vientre, llegar al sexo -sin duda, el lugar en el que más convincente resulta la percepción del yo- y llenarse la mano con él, de no haberse sobresaltado todo el cuerpo al sonar los golpes en la puerta.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Libro del recuerdo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Libro del recuerdo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Libro del recuerdo»

Обсуждение, отзывы о книге «Libro del recuerdo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x