Péter Nádas - Libro del recuerdo
Здесь есть возможность читать онлайн «Péter Nádas - Libro del recuerdo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Libro del recuerdo
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Libro del recuerdo: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Libro del recuerdo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
“El libro que usted estaba esperando desde que leyó ‘En busca del tiempo perdido’ o ‘La montaña mágica’ – The New Republic
Libro del recuerdo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Libro del recuerdo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Dice mi amigo muerto, en la página trescientas setenta y siete de su manuscrito, que a veces yo exigía a Prém que se desnudara. No lo recuerdo. Pero no quiero poner en duda su afirmación. Es posible, pero seguramente no por la razón que él supone.
Es indiscutible que los chicos se interesan vivamente por el tamaño de sus órganos sexuales y el de sus camaradas. Las comparaciones, de palabra o de obra, figuran entre sus juegos preferidos. La mayoría de los hombres son incapaces de sustraerse a las consecuencias de esta comparación aun de mayores. Sus características físicas inmutables les recuerdan constantemente los agravios y humillaciones sufridos en la niñez. Las consecuencias serán de dos tipos, según su miembro sea grande o pequeño. Si es grande, podrán considerarse como algo especial, aunque después, para el amor, el tamaño no garantice ventajas demostrables. Si es pequeño, tendrán que superar una sensación de inferioridad, aunque en el aspecto funcional tampoco la talla corta suponga inconvenientes. Porque tanto la experiencia cotidiana como la investigación científica desmienten categóricamente la tradición cultural. No sé cómo solventan otras culturas la diferencia entre la experiencia emocional y la racional, pero nuestra bárbara civilización, orientada hacia la veneración del acto de la creación, no tiene ni el menor respeto por la creación en sí. Estoy convencido de ello. Una herida no degenera en deformación psíquica por causas puramente fisiológicas, sino por la contradicción existente entre la percepción individual y la cultural: un individuo orientado hacia la procreación considerará sus atributos como algo natural y único, pero su cultura, que no siente respeto por la creación, se rige por otros criterios para valorar las dotes individuales, prescindiendo de los límites marcados por la naturaleza. Y el individuo quiere extraer más de lo que ya es mucho, y sufre porque lo que tiene, que no es poco, no puede ser más.
Como todo el mundo sabe, la calidad de la vida amorosa depende de la frágil sensación de felicidad. Si bien la felicidad en el amor va necesariamente ligada a los órganos sexuales, sería grotesco asociarla al tamaño de estos órganos. Si más no, porque una de las particularidades de la vagina es la de dilatarse en la medida en que lo exige el pene. Esta dilatación está determinada de un modo exclusivamente emocional, lo mismo que el endurecimiento del pene. Ello no obstante, la tradición cultural, orientada hacia el alto rendimiento y obsesionada por la acumulación, disfrute y justa distribución de los bienes materiales, menosprecia estas experiencias sensuales de carácter general, aunque sean centíficamente demostrables. Hace creer tanto a las mujeres como a los hombres que en la cantidad está la calidad. Si tienes menos que el otro, te falta algo. Pero algo falla también cuando de lo que tienes en abundancia no puedes extraer más placer. Y cuando algo falla, o te resignas o cambias de vida. Sembrarás envidia y recogerás compasión. Así es como la cultura orientada a la autodefinición y autopropagación tiene que reconocer los límites fijados por la creación. En la práctica, el agudo revolucionario que pugna por cambiar la vida demuestra ser tan necio como sabio es el obtuso conformista que acepta la vida tal como es. En esta delicada cuestión que afecta a la vida diaria de todos nosotros no nos comportamos de forma diferente a los pueblos primitivos, que no establecían relación alguna entre la función de los órganos sexuales, el orgasmo y la concepción. Nuestra progresista civilización, empero, presupone una relación directa entre los órganos sexuales y el placer amoroso que la naturaleza no puede confirmar. Porque, si bien para la procreación es indispensable el normal funcionamiento de los órganos sexuales, que puede dar lugar a la concepción, la satisfacción sexual no es más que una eventualidad. Por ello es tan frágil la felicidad.
Después de exponer estos pensamientos, sería sin duda aventurado afirmar que en este aspecto no tengo deficiencia ni deformidad alguna. Desde la niñez, las circunstancias me han obligado a satisfacer mis inclinaciones naturales y no mis deseos culturales. Por consiguiente, el imperativo cultural nunca me inducirá ni a una resignación masoquista ni a una imposición sádica. A diferencia de mi pobre amigo que, vagando por el reino del deseo, hizo de su cuerpo objeto de sus experimentos sexuales, yo he hecho del mío instrumento de mis sentimientos, por lo que mis deseos no son sino los severos vigilantes de mis inclinaciones naturales. Por ser ya mis orígenes causa de tantos problemas, me irritaba sobremanera que alguien tratara de convencerme tanto de que me faltaba algo como de que era un superdotado. Yo no podía aceptar estos juicios. No quería resignarme ni quería cambiar, sino encontrar en ésta mi única vida las posibilidades acordes con mi carácter. Y en la búsqueda de estas posibilidades he sido, si no apasionado, por lo menos, obsesivo.
En estas horas nocturnas de soledad, violento mi natural inclinación, poco propensa a reflexiones y confesiones. Pero el deseo hace aflorar facultades ocultas y me obliga a desarrollar una actividad para la que no creía tener aptitudes. De todos modos, es sabido que dos facultades que se complementan generan necesariamente una tercera.
No tengo ideales definidos, me limito a pensar y recordar. Me exijo no ceder a los prejuicios y ser imparcial. Yo no recuerdo a Prém tal como lo pinta mi amigo, pero guardo de él una imagen mucho mas vívida.
Una imagen inocente, me parece. No sé cuántas veces se me ha representado. Ocasionalmente. Y no me produce un efecto más fuerte que un alfilerazo. Luce el sol. La hierba está muy verde. Prém, agachado a aquella luz cegadora. El pene le cuelga entre los muslos cerrados. Del culo le sale la mierda en una salchicha gruesa, larga y dura. Veo otras imágenes parecidas, pero no son tan claras como ésta.
Las ganas de hacer nuestras necesidades nos sorprendían a veces en plena labor de reconocimiento. No nos violentaba la presencia del Otro. Unas veces era yo, otras era él, y otras, los dos al mismo tiempo. En las situaciones más inverosímiles. A veces no nos daba tiempo ni de limpiarnos, porque tanto si temíamos ser sorprendidos como si no, siempre debíamos escapar de una vergüenza mucho mayor. Creo que la transgresión más grave quitaba importancia a la otra.
Nuestro forzoso impudor se había creado su propia escala de importancia. Lo que para otros era una imagen atrevida que estimulaba la sensualiad y satisfacía la curiosidad, para nosotros era algo secundario. Por lo tanto, si alguna vez pedí a Prém que se desnudara y enseñara su órgano sexual no fue porque me acometiera una irresistible curiosidad por contemplar su atributo masculino, sino al contrario, porque sabía que los otros chicos sentían esta viva curiosidad, que nuestro impudor ya había extinguido en mí. Yo quería librarme de esta sensación o recuperar mi sentimiento de unidad con los demás. Que lo consiguiera o no es otra cuestión. Quizá por eso no me gusta que me besen.
A mí me educaron el intestino con todo rigor. Se me enseñó que ciertas funciones básicas de mi vida, como las necesidades fisiológicas, debía hacerlas siempre solo. Nadie podía transgredir esta estricta pohibición sin ser castigado. En comparación, las reglas que rigen la conducta sexual resultan benévolas. El que yo quebrantara esta prohibición da idea de lo profundo y firme que debía de ser mi compromiso. La quebrantábamos los dos. En estado de guerra. Durante la guerra, estaba permitido. No debíamos tener remordimientos, ya que no era nuestra intención faltar a las reglas de la decencia, como tampoco las naciones se hacen la guerra para destruir los templos de su moralidad. Vivíamos en una paz aparente y, simplemente, queríamos estar preparados para, un buen día, disponer de la experiencia, el arrojo y la decisión necesarios para la gran labor de reconocimiento. La prueba más convincente de esta decisión sería el hecho en sí. Es decir, una incursión en la zona prohibida vigilada por perros policía, barreras, alambradas y guardias armados. Callada e impunemente, sin esfuerzo, como los grandes espías. Nosotros no buscábamos espías como hacían mi amigo y Maja Prihoda, nosotros queríamos ser espías. Queríamos penetrar en aquel territorio enemigo cuya sola existencia e impenetrable carácter cuestionaba el sentido de nuestra propia existencia. Pero, para esta operación de guerra fría, no teníamos, no podíamos tener, valor suficiente. Como tampoco lo tuvieron los otros dos para denunciar a sus sospechosos padres. Nosotros hubiéramos tenido que romper los siete sellos del secreto. Hacer aquello que no había sido capaz de hacer todo un país, amodorrado en una paz estéril. Y ésta era nuestra gran vergüenza común.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Libro del recuerdo»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Libro del recuerdo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Libro del recuerdo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.