Péter Nádas - Libro del recuerdo

Здесь есть возможность читать онлайн «Péter Nádas - Libro del recuerdo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Libro del recuerdo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Libro del recuerdo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

“Una de las novelas más importantes de nuestro tiempo” – The Times Literary Supplement
“El libro que usted estaba esperando desde que leyó ‘En busca del tiempo perdido’ o ‘La montaña mágica’ – The New Republic

Libro del recuerdo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Libro del recuerdo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

El último día del año por la mañana fuimos convocados a la escuela. El padre de Livia nos acompañó a la sala de profesores. Éramos Seis, tres niñas mortalmente pálidas y tres chicos aplicados. No nos atrevíamos a decirnos ni palabra. El director nos recibió en compañía de un desconocido y nos hizo un discursito. Trataba de imprimir en su voz el tono solemne que exigía la ocasión. Se había otorgado a nuestra escuela una señalada distinción. Con motivo del Año Nuevo, en nombre de los Pioneros y de todos los escolares de Hungría, visitaríamos en su casa al gran Mátyas Rákosi, jefe y guía de nuestro pueblo. El desconocido nos dio detalles de la visita y nos explicó minuciosamente lo que teníamos que hacer, cómo teníamos que comportarnos y qué debíamos responder a las preguntas que nos hicieran. Lo más importante, nos exhortó el desconocido, era no decir nada que pudiera causar tristeza. Todos conocíamos sin duda la máxima de Zoltán Kodály: al cantar hay que sonreír. Que no se nos olvidara. Después del saludo, nos servirían cacao con nata y pasteles. Si la esposa del camarada Rákosi gentilmente nos preguntaba si queríamos más, debíamos responder: no, muchas gracias, porque la visita no debía durar más de veinte minutos. Maja Prihoda recitaría la felicitación de Año Nuevo en húngaro y yo, en ruso. Nos dio el texto que a la mañana siguiente debíamos poder decir de memoria y sin una sola equivocación. Nadie debía saber nuestra misión hasta después y nadie debía ver el texto del saludo. En la barrera de la calle Loránt nos entregarían los ramos de flores y demás instrucciones.

Cuando me despedí de los demás, esta última frase me llevó con la velocidad del rayo a casa de Prém. Ahora se levantaría ante mí la barrera. Él estaba en la cocina, jugando a cartas con su hermano. Apenas salimos de la casa, le dije que por fin íbamos a poder entrar. Y se lo expuse como si fuéramos a entrar los dos. Él tiritaba de frío y golpeaba el suelo con los pies haciendo crujir la nieve. Parpadeó con desconfianza, como si todo aquello le pareciera un chiste malo. Yo ya estaba sacando del bolsillo la cartulina con el texto. Quería enseñárselo como prueba. Pero él me interrumpió, dijo que quería acabar la partida y que me fuera a la mierda.

No se lo tomé a mal. En su lugar, yo hubiera dicho lo mismo. Prém era un mal estudiante que a duras penas conseguía pasar de clase. Y en su casa eran muy pobres. Nosotros tampoco éramos ricos, comíamos judías, garbanzos y patatas podridas, pero de vez en cuando mi madre conseguía vender una alfombra, una alhaja o un objeto de plata. Éramos buenos compañeros, sin olvidar esta insalvable desigualdad. En nuestros juegos de guerra, yo era el oficial y él, el soldado. Prém no quería ser cabo ni sargento, no le gustaban los términos medios. Aquel pequeño incidente no nos impidió, pues, restablecer el viejo orden al cabo de unos días. Y él no disimulaba su curiosidad. Me pedía que le contara la visita varias veces al día. Mi primera descripción ya fue bastante novelesca y, con el tiempo, fui añadiéndole adornos. Me era imposible reconocer que todo lo que hasta entonces habíamos considerado un misterio que debíamos descubrir era en realidad infinitamente aburrido y prosaico. Yo entonces ignoraba que no hay en el mundo secreto menos interesante que el del despotismo.

Todo había transcurrido tal como había previsto el desconocido. En este secreto no hay lugar para las sorpresas. Teníamos que estar, a las siete de la mañana, con uniforme de pioneros, sin gorra, pañuelo ni abrigo, en la barrera de la calle Loránt. Allí nos entregaron dos ramos de claveles, uno a Maja y el otro a mí. Era una esplendorosa mañana nevada, con una temperatura de diez bajo cero, por lo menos. Debíamos de tener un aspecto lastimoso, ya que nuestros padres, justificadamente preocupados, no nos habían dejado salir de casa con la fina camisa de pioneros, tal como se nos había exigido. Todos íbamos bien forrados y, naturalmente, a cada movimiento asomaba algo por debajo de nuestro traje de gala. Esto no se lo dije a Prém, por supuesto, sino que me inventé que al otro lado de la barrera había una unidad móvil bien camuflada en la que nos registraron y, para darle más emoción, puntualicé que las chicas habían tenido que desnudarse del todo. También me inventé que los ramos de flores nos los habían dado allí para que no pudiéramos esconder en ellos algún veneno o bomba. Uno de los guardias los había traído de su garita. A ver, chicos, quién tiene que pronunciar el saludo, preguntó. La rigurosa minuciosidad con que se habían hecho los planes de la visita no cuadraba con su burda ejecución, por lo que, inevitablemente, yo tenía que embellecer mi relato para que se amoldara a mis terroríficas expectativas. La pequeña comitiva avanzaba por la avenida que cruzaba la zona prohibida y que tenía tanta nieve como el resto de las calles. Mis ojos descubrieron con asombro que, contra toda expectativa, no había gran diferencia entre una y otras. En mi relato, la avenida tenía calefacción subterránea, lo que hacía que estuviera no sólo limpia de nieve sino siempre seca. A mano izquierda, un tanto alejadas entre sí, había dos casas bastante deterioradas. A mano derecha, sólo árboles. Un bosque nevado, nada más. Más allá, entre los árboles, una casa fea. Yo conté que nos habían llevado hasta el palacete blanco en una limusina negra. Que a cada lado de la puerta había un centinela armado. Y que habíamos sido conducidos a una sala de mármol granate.

A últimos de octubre de mil novecientos cincuenta y seis, miembros de la Guardia Nacional retiraron las barreras. Al día siguiente, los periódicos daban la noticia de la apertura de la zona prohibida. Pero Prém no me hizo ni el menor reproche por mis mentiras. Yo había mentido, pero tampoco él hubiera podido comprender la realidad de los hechos. Yo le conté lo que él quería oír. O lo que tenía que sugerirnos nuestra imaginación, para comprender lo inconcebible.

Por lo tanto, si a continuación hago prudentes puntualizaciones o pequeñas rectificaciones al relato de mi amigo muerto, no es por el ferviente deseo de servir a la verdad, sino por el de contemplar nuestras circunstancias vitales desde mi propio punto de vista, en mi propio interés. Porque lo que hayamos compartido no puede enfocarse únicamente desde la concordancia, sino también desde la discrepancia. Yo me situaré en el ángulo de un riguroso relativismo moral. Y no estableceré diferencias cualitativas entre mentira y verdad. Yo diría que nuestras mentiras poseen por lo menos tanta fuerza reveladora como nuestras verdades, y si a él le reconozco el derecho a describir su vida como mejor le pareciera, también yo he de poder mentir, fantasear, deformar, silenciar y hasta decir la verdad a mi manera.

En la página seiscientos cuarenta de su manuscrito leo que, tras muchos esfuerzos, conseguí ser admitido en la academia militar y que nos encontrábamos en Kalocsa, de maniobras de otoño, cuando se recibió la noticia del levantamiento y nos enviaron a casa. Y que, después de contarle mi accidentado regreso, me despedí de él, desaparecí en la oscuridad, y no habíamos vuelto a vernos.

Sin duda sería más generoso no contradecirle. Pero no puedo evitarlo. No puedo reconocer su versión como la única válida, porque también tengo la mía. La materia de nuestra historia era idéntica pero cada uno la elaboraba de modo distinto. Por ello, desde mi punto de vista, debo calificar la primera de sus tres inocentes afirmaciones de superficial, la segunda de errónea y la tercera de absolutamente falsa y contraria a los hechos.

Al padre de mi amigo, suponiendo que realmente fuera su padre, lo había visto yo muy pocas veces. En general, apenas se fijaba en mí, a lo sumo, se limitaba a contestar a mi saludo. De esto me acuerdo. Pero no me acuerdo de su cara ni de su figura. Aquel hombre me daba miedo, aunque no hubiera podido decir por qué. Y no era un miedo infundado, ya que era uno de los hombres más despiadados de aquella época; pero de eso no tuve información concreta hasta después de su suicidio. Y si aquel anochecer de últimos de otoño desaparecí en la oscuridad fue porque al ver escalar la cerca a aquel hombre respetado y temido, comprendí que no debía ser testigo de su extraña entrada en casa. Por otra parte, no quería violentar a mi amigo con mi presencia. Así pues, me despedí, pero al cabo de once años justos volvimos a vernos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Libro del recuerdo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Libro del recuerdo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Libro del recuerdo»

Обсуждение, отзывы о книге «Libro del recuerdo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x