Lan Chang - Herencia

Здесь есть возможность читать онлайн «Lan Chang - Herencia» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Herencia: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Herencia»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Herencia narra el rastro de una traición a lo largo de generaciones. Sólo una mirada mestiza como la de la escritora norteamericana de origen chino Lang Samantha Chang podía percibir así los matices universales de la pasión, sólo una pluma prodigiosa puede trasladarnos la huidiza naturaleza de la confianza.

Herencia — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Herencia», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Así que le decía a mi madre que me iba a jugar al baloncesto, y cuando ese tiempo no era suficiente, le decía que iba a ver a Pu Li. Yo nombraba a Pu Li y me iba a pasear por los jardines de la ciudad. No era mentira. Pu Li y yo salíamos efectivamente a pasear. Ya me encargaba yo de eso, como también me encargaba de contárselo a Hu Ran. Le explicaba que era necesario ir al cine con Pu Li y su madre de vez en cuando. Le explicaba que era necesario que me vieran de la mano de Pu Li. Pero a Pu Li no le contaba que me veía con Hu Ran. Me aferraba a unas cuantas salidas apacibles con Pu Li para resistir la impetuosa pasión de la otra relación. Era una forma de recordarme que mi vida anterior, mi verdadero yo, seguía estando a mi alcance.

En el estrecho jergón de su cuartito, hablábamos más de lo que nunca había hablado con nadie, a excepción de mi hermana. Hu Ran era lo bastante mayor como para acordarse de detalles que Hwa había olvidado. Se acordaba de Hangzhou, mientras que Hwa apenas tenía tres años cuando nos marchamos de la ciudad. Recordaba la época en que mis padres se ponían de punta en blanco para ir a cenar a Lou Wai Lou. Se acordaba de Charlie Kong; me contó que había muerto de una apoplejía sufrida tras celebrar la rendición japonesa. Hu Ran tenía más noticias. Su madre trabajaba en casa de un hombre rico convertido al metodismo. Yinan hablaba inglés con soltura y colaboraba con la iglesia como traductora. La vieja residencia de la familia la habían ocupado los soldados.

Yo le contaba cómo se vivía en la gélida casa de mi madre. Le hablé del dinero que había amasado a base de acaparar las provisiones que mi padre se agenciaba y de venderlas de estraperlo. Ahora estaba acumulando los muebles viejos y demás cachivaches que había ganado jugando al mahjong. Y el dinero lo guardaba en lingotes de oro ocultos en un escondrijo tan recóndito que ni siquiera Hwa, con lo observadora que era, lograba dar con él.

– Una vez nos dijo a Hwa y a mí -le conté a Hu Ran- que, en el mundo moderno, tres eran las cosas que daban poder a una mujer. Las casas, el dinero y las joyas.

Hu Ran torció la boca para componer una mueca sardónica.

– ¿Y a ti qué te parece? -me preguntó.

Miré hacia otro lado.

– Yo creo que lo que importa es el amor.

Al cabo de un momento respondió:

– Sí. Pero pongamos que el amor ya lo tienes. Pongamos que el amor es algo que nos merecemos como derecho fundamental. ¿No te gustaría alguna otra cosa? ¿No hay nada que te gustaría hacer?

Las palabras me vinieron rápido a la boca.

– Siempre he pensado… -¿Qué había empezado a decir?-. Siempre he querido ser una especie de escritora, una poetisa, o incluso una periodista.

– Suena sensato.

Qué charla tan osada.

– Esto es lo que quiero -dije, y le pasé la mano por la clavícula. Entonces me miró y yo me abandoné a las nacientes e inéditas potencias de la libertad y la pasión.

Pese a compartir tantas cosas, había ciertos temas que Hu Ran y no comentábamos. No hablábamos de la guerra civil, de aquella lucha por el destino y el corazón de China. Ni nos atrevíamos a abordar la cuestión de nuestro futuro.

Siempre que yo mencionaba la guerra civil, Hu Ran cambiaba de tema. Decía que no quería preocuparme. Poco a poco fui percatándome de que, en su geografía particular, los nacionalistas, los afines a mi padre, ocupaban un lugar tan definido como el de un amigo íntimo; igual que un peón negro, como me dio por pensar una vez al observar despreocupadamente una partida de ajedrez en el café, es consciente de todas las piezas blancas que hay en el tablero. Me volví más cuidadosa, compitiendo con él en astucia y recurriendo a cuantos trucos lograba idear a fin de sonsacarle datos. Hu Ran formaba parte de la clandestinidad comunista, un movimiento tan vasto e influyente que se había convertido en un secreto a voces.

Desde niña había dado por sentado que terminaríamos encontrándonos. Incluso cuando estábamos separados, había dado por sentado que teníamos una vida en común, tal vez imaginaria, pero siempre existente, siempre constante. Pero ahora que nuestras citas dependían del deseo, veía con más claridad todo lo que no compartíamos. Yo iba a un colegio caro y vivía en una hermosa mansión. Un collar de mi madre valía más que todo lo que Hu Ran había ganado en su vida. Yo a veces la odiaba por poseer algo así, odiaba su riqueza. Pero ni siquiera cuando el cuerpo de Hu Ran se fundía con el mío, ni siquiera cuando procuraba herirla con todos y cada uno de mis actos, dejaba de oír el eco de su voz diciéndome que lo que Hu Ran y yo compartíamos no era nada.

Un sábado, durante las vacaciones de Año Nuevo, recibí un mensaje que decía: «Hong, acude lo antes posible al lugar de siempre. Es importante».

Fui a buscar a Hwa.

– Tengo que salir -le dije-. ¿Le dices a mamá que te parece que he salido con Pu Li?

Jiejie -dijo-, ¿no crees que estás siendo desleal con Pu Li?

– ¿Y qué pasa?

– Que le gustas de verdad.

– Mira, Hwa -dije-, Pu Li es buena persona, pero no me cabe en la cabeza que ninguna chica pueda interesarse por él desde un punto de vista romántico.

Hwa lo entendería: estaba locamente enamorada del carismático Willy Chang. Pero, para sorpresa mía, no respondió. Por un instante no movió ni un dedo. Me di media vuelta, cogí la chaqueta y salí por la puerta.

El cielo estaba bajo; no tardaría en llover. Al llegar corriendo al café, vi a Hu Ran junto a la ventana. Lo saludé con la mano. Me vio pero no me devolvió el saludo. En lugar de eso, se levantó inmediatamente de la silla.

– Ran -dije. Me senté en la silla de enfrente y me puse a tamborilear con los dedos en la mesa-. ¿Ran? ¿Qué pasa?

– Tienes que venir conmigo -dijo.

– Acabo de llegar. Me gustaría tomarme un té.

– Han detenido a tu padre. Aquí, en Shanghai.

Me puse en pie. Casi se me paraliza la mente. Traté de dar con una pregunta, la adecuada, pero se me ocurrían demasiadas. ¿Estaba bien? ¿Cómo lo habían cogido? ¿Por qué estaba en Shanghai y no en Taiwán? Pero antes de que lograse hablar, Hu Ran intervino.

– Vamos.

Echamos a andar por la calle a toda prisa, buscando un ciclotaxi libre. Hu Ran me contó que el rumor de la detención de mi padre había llegado a Hangzhou la noche anterior.

– ¿Y ahora qué hacemos?

– Se lo he preguntado a mi madre. Me ha dicho que viniese a Shanghai y que buscase a Li Bing, el hermano de tu padre. Ahora es coronel y mi madre dice que es el único capaz de poner en libertad a tu padre. Si vienes conmigo, tu tío verá que no miento.

Hu Ran se detuvo y miró a la calzada; alzó el brazo rápidamente y un ciclotaxi vacío vino hacia nosotros. Los asientos estaban salpicados de gotas de lluvia. Hu Ran dio una dirección y el taxista contestó con un gruñido como si estuviesen conchabados. Recorrimos un buen trecho sin mediar palabra. La lluvia se hizo más intensa. En las aceras, los hombres vestidos con camisa y chaleco empezaron a enrollar la ropa que tenían expuesta y a recoger, haciendo un burujo, las medias de nailon, las medicinas y los artilugios. Un hombre ajustaba la tasa de cambio en un letrero colgado en la puerta de una cabina: ese mismo día el yuan ya se había devaluado doce veces. Una casa tenía las ventanas entabladas y las puertas cerradas con candados. Uno de mis compañeros de clase había vivido allí; su padre era funcionario y la familia se había marchado a Taiwán a finales de enero.

Pensé en las frecuentes palabras de mi madre: cuando volvamos, cuando volvamos. Me parecían un refrán enquistado sin que hubiese nadie encargado de decidir cuándo nos iríamos. Cuando volvamos, voy a plantar un melocotonero. Cuando volvamos, voy a mandar cercar la casa con una verja de hierro. ¿Cuándo había empezado mi madre a planear nuestra fuga? No era de extrañar que no se hubiesen dado cuenta de mis escapadas. Cada día que pasaba mandaba guardar más cosas. Hacía poco me había encontrado a Weiwei completamente inmóvil, escoba en ristre, y tuve la sensación de que ni me veía. Le había dicho a mi madre que prefería quedarse en el continente. Ciertos libros y periódicos habían desaparecido de las repisas sin dejar rastro, pero el olor a quemado me hizo sospechar adónde habían ido a parar. Vi cómo las palabras esfumadas de esos libros y revistas que ya no era prudente conservar salían de nuestra chimenea y se elevaban en una delgada columna de humo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Herencia»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Herencia» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Herencia»

Обсуждение, отзывы о книге «Herencia» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x