Joanne Harris - Chocolat
Здесь есть возможность читать онлайн «Joanne Harris - Chocolat» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Chocolat
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Chocolat: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Chocolat»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Chocolat — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Chocolat», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
«Pruébame. Saboréame. Cátame.»
Es una salmodia que suena con más fuerza que nunca, estoy en el cogollo mismo de la tentación. Podría tender una mano en cualquier dirección y coger uno de esos frutos prohibidos, paladear el secreto de su carne. Es una idea que me taladra por mil sitios distintos.
«Pruébame. Saboréame. Cátame.»
Nadie se daría cuenta.
«Pruébame. Saboréame. Cátame.»
¿Por qué no?
5.40 horas
Cogeré lo primero que caiga en mis manos. No debo extraviarme en devaneos. Sólo va a ser un bombón… no será un robo precisamente, sino una operación de salvamento, de entre todos sus hermanos será el único que sobrevivirá al naufragio. La mano vacila aún en contra de sí misma, titubeante libélula que planea sobre un montón de golosinas. Están en bandejas de plexiglás protegidas con una tapadera, sobre cada pieza figura su nombre en cuidada letra cursiva. los nombres son fascinantes: roscos de naranja amarga, bollos de mazapán de albaricoque, cerezas rusas, trufas blancas al ron, manón blanco, pezones de Venus. Siento que me ruborizo debajo de la máscara. ¿Cómo es posible que una persona compre una cosa que lleva ese nombre? Hay que reconocer, sin embargo, que tienen un aspecto maravilloso, tan blancos a la luz de la linterna, rematados con un topo de chocolate más oscuro. Cojo uno de lo alto de la bandeja. Me lo acerco a la nariz y lo retengo un momento: huele a crema y a vainilla. No va a saberlo nadie. Me hago la reflexión de que no he comido chocolate desde que era niño, tanto tiempo que ni la memoria lo alcanza, y aun entonces se trataba de un tipo barato de chocolat à croquer, con un quince por ciento de materias sólidas de cacao -un veinte por ciento en el caso del chocolate negro- que dejaban en la boca un regusto de grasa y azúcar. En una o dos ocasiones había comprado chocolate en el supermercado, pero se trataba de un lujo que raras veces podía permitirme. Pero esto no tiene nada que ver, esa efímera resistencia del caparazón de chocolate al tocar los labios y el encuentro de la suave trufa del interior… Son diferentes capas de gustos, el aroma del vino bueno, un ligero amargor, la riqueza del café molido, ese sabor a vida que me colma el olfato al revelarse con el calor, ese súcubo del paladar que me arranca un gemido.
5.45 horas
Después de aquel, pruebo otro porque me digo que no se notará. Vuelvo a titubear ante los nombres: crema de grosella, manojito de tres nueces. Elijo una pepita oscura de una bandeja rotulada con el nombre de «Viaje de Pascua». Es jengibre cristalizado y recubierto de un caparazón duro de azúcar que, al romperse, te llena la boca de licor que es como una concentración de especias, un hálito impregnado de aromas en que la madera de sándalo, el cinamomo y la lima contienden con el cedro y el tabasco pugnando por imponerse… Cojo otro de una bandeja que dice «Melocotón con miel de mil flores». Una tajada de melocotón empapada de miel y aguardiente, una pizca de melocotón cristalizado sobre la envoltura de chocolate. Miro el reloj. Todavía queda tiempo.
Sé que tengo que empezar a cumplir la misión que me ha llevado hasta aquí. Todo lo expuesto en la tienda, por mucho que me turbe, no basta para cubrir los centenares de pedidos que ha recibido. Tiene que haber otro lugar donde guarde las cajas para regalo, donde lo almacene todo, donde tenga el grueso del negocio. Aquí sólo hay las cosas que tiene expuestas. Cojo una amandine y me la meto en la boca para ayudarme a pensar. Después viene el fondant de caramelo. A continuación un Manon blanc, esponjado y con su crema fresca y sus almendras. Qué poco tiempo me queda y cuántas cosas todavía por probar… Seguramente no tardaré ni cinco minutos en hacer lo mío, bastante menos. Siempre que sepa dónde tengo que buscar, claro. Voy a tomar otro bombón antes de ponerme a buscar, aunque sólo sea para que me dé suerte. Uno más y basta.
5.55 horas
Como en uno de mis sueños, me revuelco en chocolate. Me imagino en un campo de bombones, en una playa de bombones, bronceándome-echando raíces-atiborrándome de comida. Ya no me doy tiempo a leer las etiquetas, me atraco de chocolates al azar. El cerdo se olvida de su inteligencia frente a tanto deleite, vuelve a convertirse en cerdo y, aunque algo en mí me grita que pare de una vez, no lo puedo remediar. Así que empiezo, no puedo terminar. Es algo que no tiene nada que ver con el hambre, una compulsión de tragar, tengo la boca a rebosar, las manos llenas. Durante un instante terrible me imagino que se me aparece Armande, que me maldice quizá con su debilidad peculiar, la muerte a causa del pecado de glotonería. Oigo los ruidos que emito mientras como, penetrantes exclamaciones de éxtasis y desesperación, como si el cerdo que llevo dentro hubiese acabado por encontrar voz.
6.00 horas
«¡Ya ha subido!» La voz de las campanas me arranca de ese hechizo que me posee. Me veo sentado en el suelo con todos los bombones desparramados a mi alrededor como si, en efecto, tal como vi en mi imaginación, me hubiera revolcado en ellos. El garrote ha quedado olvidado a mi lado. Me he quitado la molesta máscara. El escaparate, liberado de su envoltorio, muestra su desnudez bajo los primeros rayos de la mañana.
«¡Ya ha subido!» Embriagado, hago esfuerzos para ponerme de pie. Dentro de cinco minutos comenzarán a llegar los primeros feligreses para asistir a la misa. Seguro que ya me echan en falta. Con las manos embadurnadas de chocolate, cojo el garrote. He caído de pronto en la cuenta del lugar donde tiene guardadas sus provisiones de chocolate. Están en la vieja bodega, un lugar fresco y seco donde en otro tiempo se amontonaban los sacos de harina. Sé cómo se accede a la bodega. Lo sé.
«¡Ya ha subido!»
Me vuelvo y cojo el garrote, el tiempo se agota de forma desesperante, el tiempo…
Sin embargo, ella me espera, me está acechando desde el otro lado de la cortina de abalorios. No tengo forma de saber cuánto rato lleva espiándome. Sus labios dibujan una leve sonrisa. Con gran suavidad me quita el garrote de la mano. Sostiene entre los dedos algo que parece un trozo de cartulina chamuscada. Podría ser una carta.
… Así me han encontrado, père, agazapado junto a los destrozos del escaparate, la cara embadurnada de chocolate, ojeroso. No sé de dónde han salido tantas personas que acuden en su ayuda. Duplessis con la traílla del perro en una mano parece montar guardia en la puerta. La Rocher está junto a la puerta trasera de la casa con el garrote retorcido debajo del brazo. Arnauld viene del otro lado de la calle, se ha levantado temprano para cocer el pan y llama a los curiosos para que vean lo que ha pasado. Los Clairmont, como carpas fuera del agua, me observan con ojos desorbitados. Narcisse agita el puño. ¡Y las risas! ¡Oh, Dios! ¡Cómo se ríen! Y entretanto las campanas no han parado de tocar porque, en el otro lado de la plaza de Saint-Jérôme, «ya ha subido a los cielos».
¡Ya ha subido!
39
31 de marzo
Lunes de Pascua
Así que las campanas han parado de tocar he dicho a Reynaud que se fuera. Pero no ha dicho misa. En lugar de dirigirse a la iglesia se ha encaminado a Les Marauds sin pronunciar palabra. Casi nadie lo ha echado de menos. La fiesta empezó temprano. Lo primero que hemos hecho ha sido servir chocolate y pasteles en la calle, delante de La Praline, mientras yo me apresuraba a poner un poco de orden en todo aquel desbarajuste. Por fortuna los quebrantos no han sido tantos: sólo centenares de bombones desparramados por el suelo, pero las cajas de regalo estaban incólumes. Después de algunos toques, el escaparate ha vuelto a quedar como si no hubiera ocurrido nada.
Teníamos todas las esperanzas puestas en el festival. Tenderetes con objetos de artesanía, fanfarrias, la banda de Narcisse -nos ha dado la sorpresa de tocar el saxofón como un virtuoso-, malabaristas, tragafuegos. Ha vuelto la gente del río -sólo para la fiesta- y las calles se han llenado de vida con sus ropas de colores llamativos. Algunos han instalado también sus puestos, ensartan abalorios en los cabellos, venden mermelada y miel, hacen tatuajes con henna o dicen la buenaventura. Roux vende muñecas que ha tallado él mismo con trozos de madera encontrados en el agua. Los únicos que faltan son los Clairmont, pese a que mentalmente no dejo un momento de ver a Armande, como si me fuera imposible imaginarla ausente de una fiesta como ésta: es una mujer que lleva un pañuelo rojo, la curva redonda de la encorvada espalda cubierta por una bata gris sin mangas, un gorro de paja alegremente decorado con cerezas, se mueve entre la multitud. Parece estar en todas partes. Es extraño, pero no siento pena, sino la seguridad cada vez mayor de que aparecerá en el momento más impensado, que levantará entonces las tapaderas de las cajas para ver lo que hay dentro, se lamerá los dedos con glotonería o jaleará el alboroto con entusiasmo, se sumará a la alegría y al jolgorio de la fiesta. En determinado momento hasta me parece oír su voz -¡huyyyyy!- justo a mi lado al tender la mano para alcanzar un paquete de pasas de chocolate pero, cuando la busco, no veo más que aire. Mi madre lo habría entendido.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Chocolat»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Chocolat» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Chocolat» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.