La novia del pibe de Policiales le pregunta otra vez por qué no puede ir con ellos. Él no le contesta y marca el número de Jaime Brena. Sabe que no pasaron ni diez minutos, pero no está dispuesto a esperar tanto. Suena el teléfono de Brena, sin embargo no es el pibe de Policiales, sino el comisario Venturini que le gana de mano. ¿Y, querido, cómo vas? Bien pero pobre, contesta Brena. ¿Cuándo me invitás con ese asado que me debés?, le pregunta el comisario. Hoy estoy yendo a La Maravillosa, El Tribuno le alquiló una casa ahí a Nurit Iscar y vamos a verla con un compañero. Ah, mirá qué justo, también voy a andar por la zona, si me queda tiempo me doy una vuelta y charlamos. Cómo no, llámeme, comisario y me acerco a donde esté, confirma Brena y corta. Otra vez suena el teléfono de Jaime Brena: ¿Y?, paso en diez minutos, ¿te parece?, le pregunta el pibe de Policiales. En quince, le contesta Brena. Quiero ir con ustedes, dice la novia y el pibe de Policiales, por no oírla más, le contesta, ma sí, vení. ¿Llevo traje de baño?, pregunta la chica.
Nurit Iscar se acerca a la entrada de La Maravillosa. Unos metros antes de llegar a la barrera ya puede ver a las mujeres que esperan. Apenas sale del barrio se le acerca una, más rápida que las otras. La necesidad tiene cara de hereje, tituló hace unos días su editorial Lorenzo Rinaldi, en el que les reprochaba a ciertos gobernadores de la oposición con problemas de caja alianzas con el Presidente. ¿Necesita empleada por hora?, le pregunta la mujer que se le acerca. Nurit Iscar no lo sabe pero esa mujer rubia que le habla es aquella que gritaba en la cola el día en que Gladys Varela esperaba para entrar en La Maravillosa, ese último día que vino a trabajar, cuando un rato después encontró a Pedro Chazarreta degollado. Sí, necesito empleada por hora, le contesta Nurit, ¿podés trabajar hoy hasta media tarde y mañana el mismo horario? Lo que necesite usted, yo puedo, dice la mujer. Okey, vamos, le dice Nurit y se dirige a la entrada otra vez. Cuando van a cruzar la barrera, caminando, las detiene el guardia. ¿La señora tiene permiso de trabajo o tarjeta?, le pregunta el hombre a Nurit pero refiriéndose a la empleada. Nurit Iscar a su vez la mira como repitiendo la pregunta. No, responde la mujer incómoda. Entonces que pase a la oficina para completar los datos de ingreso y usted le firma la autorización. Cómo no, dice Nurit, y acompaña a la mujer a hacer los trámites. La mujer da su nombre, su número de documento, lo muestra, muestra su cartera -el contenido de su cartera-, le preguntan si tiene que declarar algo de lo que ingresa, ella dice que no, pero en seguida se retracta, sí, dice, el celular, y lo entrega al guardia para que él anote la marca y el modelo. El guardia carga los datos de la mujer en la computadora, algo de lo que ve en la pantalla le llama la atención, imprime el permiso, pero antes de dárselo a Nurit Iscar para que lo firme le pide a la mujer que gritaba en la cola de entrada, el mismo día en que mataron a Pedro Chazarreta, que espere afuera. La mujer lo hace. Se para del otro lado de la puerta con desconfianza. Mira hacia adentro por la ventana. Espera. El guardia la mira a Nurit Iscar y le dice: Le pedí hablar a solas, porque me aparece en la pantalla un alerta. ¿Y eso qué quiere decir?, pregunta Nurit. Que el sistema me pide que le avise que Anabella López, dice el guardia y señala con la cabeza a la mujer que está detrás de la puerta, trabajó en la casa de una vecina y socia de La Maravillosa, la señora Campolongo, ¿la conoce? No, yo no conozco a nadie acá. Bueno, la señora Campolongo pidió que se le prohíba el ingreso en el barrio, ¿me entiende? No. Que la señora Campolongo pidió que Anabella López no ingrese en La Maravillosa. ¿Y por qué? Porque la señora Campolongo tuvo un problema con López. ¿Pero eso es legal? ¿Legal qué? Le pregunto si la señora Campolongo tiene hecha alguna denuncia, si hay alguna orden judicial para impedirle el ingreso. No, es algo de cortesía, entre los socios. De cortesía. Sí, nos manejamos así, nos manejamos con el alerta en la computadora, la señora Campolongo no puede hacer la denuncia “legal”, como dice usted, porque no tiene pruebas y estas chicas en seguida se consiguen un abogado que hace un juicio interminable y, lo que es peor, impagable. Hubo una hace años que le hizo a una socia un juicio federal por impedirle el derecho constitucional al trabajo y a la libre circulación. Todavía nos acordamos todos, casi nos cuesta el puesto, nos preguntaron si la mujer había trabajado para esa socia y dijimos que sí, porque estaba en los registros, en fin, un lío. Por eso la señora Campolongo no hizo la denuncia en la policía, pero sí la hizo acá, en la guardia y control de ingreso, para que nosotros previniéramos a posibles nuevos damnificados de esta situación. Ajá, dice Nurit, ¿y cuál es “esta situación”? Que la señora Campolongo no quiere que esta mujer ingrese. Pero cuál es el motivo, aunque no esté probado. Que aparentemente Anabella López le robó. Le robó. Sí, un queso. ¿Un qué? Una horma de queso. Una horma de queso. El hombre se la queda mirando, ella también a él. Si quiere la llamamos a la señora Campolongo y ella le cuenta mejor. ¿Me cuenta cómo le robaron el queso? Le cuenta lo que usted necesite saber. Y dígame, si yo a pesar del riesgo de que esta mujer me robe un queso la quiero tomar igual, ¿ustedes me van a dejar pasar con ella o me lo van a impedir a punta de rifle? Son escopetas. Ah, a punta de escopeta, entonces. No, nosotros no le podemos impedir que usted lleve a trabajar a su casa a quien quiera, por eso que le dije de la libre circulación y el derecho al trabajo, es sólo un consejo que la señora Campolongo les da a sus vecinos. Cortesía. Sí, cortesía. Qué amable. Sí. ¿Dónde tengo que firmar? ¿Firmar qué? La autorización de trabajo. Entonces le autoriza el ingreso. Sí, total, yo queso no como. Entiendo, dice el hombre de seguridad y ya no dice más.
Nurit sale con el permiso firmado y se lo entrega a la mujer. Tomá, dice y camina unos metros. Luego se detiene, la mira y le dice: Te voy a hacer una pregunta y de lo que me respondas depende que trabajes en mi casa o no, pensá muy bien lo que vas a contestar. ¿Vos te robaste una horma de queso de la casa de la señora Campolongo? La mujer la mira. Pensá lo que me vas a contestar, le advierte una vez más Nurit mirándola fijo. La mujer le sostiene la mirada sin todavía decir nada. Ella la espera. ¿Y?, dice Nurit y mueve la cabeza invitándola a hablar. La mujer, por fin, habla: Sí, yo me llevé el queso. Nurit se queda en silencio un instante y luego dice, okey. ¿Okey? Sí, okey, estás contratada, dice y empieza a caminar. Si necesitás llevarte algo de mi casa, me avisás y yo decido si lo podés llevar o no, ¿de acuerdo? De acuerdo, dice la mujer. Y nunca toques ni mis papeles ni mis libros, ni siquiera los muevas de lugar, ¿de acuerdo? De acuerdo. La mujer queda algo rezagada, como si esta conversación la hubiera distraído del acto natural de caminar. Dale, apurate que está por llegar gente a mi casa y todavía ni ordené la cocina. La mujer avanza más ligero hasta alcanzarla. Caminan en silencio unos metros más y luego Anabella López le dice: Y no era un queso, era medio. Medio queso, nomás, la otra mitad se la comió la gorda. ¿Qué gorda?, pregunta Nurit. La gorda Campolongo, dice la mujer.
El resto del camino lo hacen en silencio.
Las primeras en llegar a la barrera de entrada a La Maravillosa son Carmen Terrada y Paula Sibona. Alguien llama desde la guardia para que Nurit les autorice el ingreso. Diez minutos después las mujeres estacionan el Ford K de Paula frente a la entrada de la casa donde Nurit Iscar se instaló porque se lo pidió Lorenzo Rinaldi. Falta que te hagan un Papanicolaou y la revisión de la entrada es más completa que el chequeo médico anual, dice Paula. No les des ideas, pide Nurit. Y luego les cuenta: Viene también el periodista que trabaja en Policiales en el diario El Tribuno, ¿no les molesta, no? Para nada, me encanta tener la oportunidad de conocer a Jaime Brena, dice Carmen. No, no es Jaime Brena, es un chico joven, yo no lo conocía, Brena pasó a otra sección, aclara Nurit. ¿A qué sección?, pregunta Carmen, si Jaime Brena es el mejor periodista de Policiales que nos queda. A mí me gusta más Zippo, interviene Paula. A vos te gusta más Zippo porque es morocho y bigotudo, pero el que escribe mejor es Brena, dice Carmen. Sí, coincide Nurit, leés sus notas y es como si estuvieras leyendo un cuento. Qué extraño que lo cambiaran de sección, ¿y ahora en qué sección escribe?, le pregunta Carmen. Ni idea, voy a averiguar, contesta Nurit y luego cambia de tema: No me animé a hacer un asado, así que compré empanadas y le pedí a Anabella que haga unas ensaladas. ¿Quién es Anabella? La señora que me está ayudando con la casa. Pileta y servicio doméstico un fin de semana, esto es un lujo, dice Paula. ¿Dónde me puedo cambiar así me pongo la malla?
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