Alberto Vázquez-Figueroa - El señor de las tinieblas

Здесь есть возможность читать онлайн «Alberto Vázquez-Figueroa - El señor de las tinieblas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. ISBN: , Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El señor de las tinieblas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El señor de las tinieblas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

¿Qué harías si el diablo te ofreciera un pacto: tu alma a cambio de la terapia milagrosa que curase definitivamente el cáncer?… En el laboratorio de un médido e investigador se presenta un periodista que consigue eliminar las células cancerígenas en un santiamén y curar a un paciente moribundo en un momento. A continuación añade que le entregará el secreto a cambio de su alma, pero no se lo pondrá nada fácil… Un novela tan sorprendente como divertida.

El señor de las tinieblas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El señor de las tinieblas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

— Por eso mismo me interesa… — se apresuró a responder su interlocutor con absoluto desparpajo—. Al ser un lugar inhóspito e inexplorado, confío en encontrar especies totalmente desconocidas.

— ¿Como cuáles?

— Si lo supiera ya no serían desconocidas.

— Eso es muy cierto, pero quiero suponer que al menos tendrá una ligera idea de qué es lo que anda buscando.

— Ni la más remota…

Doña Cecilia Prados de Villanueva, que pese a su volumen y tamaño tenía unos delicados rasgos que evidenciaban que veinte años atrás debió ser una mujer sumamente atractiva, parpadeó varias veces, alzó el dedo índice como si pidiera un «tiempo muerto» y sin mediar palabra se encaminó, balanceando su inmenso corpachón, hacia el cercano «vestuario de señoras».

Su acompañante no pudo por menos que agradecer el corto interludio, puesto que le concedía un tiempo que le estaba haciendo cada vez más falta para adaptarse a las nuevas circunstancias.

Empezaba a deducir que al parecer la supuesta solución al problema del cáncer que preconizaba el Maligno tenía su raíz en algún perdido rincón de los Andes ecuatorianos, aunque tenía razones más que suficientes para sospechar que la información le sería proporcionada con cuentagotas y por los muy enrevesados senderos por los que evidentemente le gustaba transitar a su mentor.

Debido a ello se encontraba ahora allí, sobre la misma raya que dividía en dos la Tierra, a las faldas de un impresionante volcán que lanzaba columnas de humo amenazando con provocar una catástrofe, y consciente de que cuanto más avanzase por tan agrestes senderos, más se aproximaría a su definitiva perdición.

Y era aquel un juego demoníaco del que acabaría por convertirse en el único perdedor.

Un juego al que en buena lógica debería renunciar en aquel mismo momento.

Pero decidió esperar.

Cuando a los pocos minutos la elefantiásica mujer tomó de nuevo asiento, sonrió de oreja a oreja al comentar sin el menor sonrojo:

— Perdóneme, pero es que me veo obligada a tomar diuréticos para intentar perder peso, y cuando me hacen efecto tengo que echar a correr o convierto el lugar en una sucursal del Niágara… — Sorbió con la pajita los últimos restos del batido de guaraná que había pedido, e inquirió sin perder su agradable sonrisa —: ¿De modo que admite que no tiene ni la más remota idea de qué es lo que anda buscando?

— ¡Exactamente!

— Pero aun así ¿tiene intención de ir a buscarlo?

— Desde luego.

— ¿Por qué?

— Razones personales…

— Las respeto, pero le advierto que la región amazónica andina tiene fama de ser un lugar realmente peligroso.

— Lo imagino…

La algo más que exuberante señora agitó repetidamente la pajita que tenía en la mano con el fin de que se desprendieran las últimas gotas que conservaba en su interior, y cuando lo hubo conseguido apuntó con ella hacia el busto de bronce que se alzaba en el extremo más alejado de los jardines, cuyas barandillas se abrían hacia un ancho y verde valle que se perdía de vista en la distancia.

— Aquél es el monumento a Francisco de Orellana que en compañía de cinco mil hombres, cuatro mil llamas, novecientos perros y doscientos cincuenta caballos, partió en busca del mítico El Dorado y el fabuloso País de la Canela — dijo—. No encontró ni lo uno ni lo otro pero descubrió el mayor río del mundo, uno de cuyos afluentes cruza por allá abajo, a unos doscientos kilómetros de distancia.

— Sí… — admitió su interlocutor—. Eso ya lo sabía Las guías turísticas aseguran que esa epopeya constituya una parte muy importante en la historia del Ecuador.

— Pero lo que tal vez no sepa, es que la expedición estuvo vagando por esa maldita región más de un año cuatro mil de sus cinco mil componentes y todas las bestias murieron, los supervivientes se vieron obligados a regresar en las peores condiciones imaginables, y tan sólo cincuenta y siete locos al mando del tuerto Orellana fueron capaces de cruzar al otro lado.

— ¡Caray! — No pudo por menos que exclamar el sinceramente impresionado Cantaclaro—. ¿Está intentando decirme que ésa es la famosa Alta Amazonía ecuatoriana que me he propuesto explorar?

— Ni más ni menos… — fue la sincera respuesta—. Y le garantizo que nadie ha sido capaz de seguir las huellas de Orellana a pesar de los siglos transcurridos. El tramo que se extiende desde donde alcanza la vista, hasta las orillas del Napo es lo que suelen llamar «la Caída al Infierno».

— ¡Pues qué bien…!

— ¿Tiene costumbre de andar por la selva?

— No la he visto más que en películas.

— ¿Alguna noción de alpinismo?

— Odio las alturas.

— ¿Le gusta caminar?

— De mi casa al hospital… Y no siempre.

— ¿Ha hecho algún curso de supervivencia?

— ¿De superqué…?

— ¡Olvídelo…! — Doña Cecilia Prados de Villanue-va lanzó un hondo suspiro antes de puntualizar —: Creo que lo mejor será que le organice una visita a las Galápagos…

— Me encanta la idea, pero no se me ha perdido nada en las Galápagos… — le hizo notar su interlocutor.

— Menos aún se le ha perdido ahí abajo, créame… — puntualizó la gorda segura de sí misma—. En conciencia me veo obligada a evitar que cometa una locura. La institución a la que pertenezco no aceptaría la responsabilidad que significa enviar a la muerte a uno de sus ilustres invitados.

— Pero yo ya no soy su invitado… — le hizo notar con toda la razón del mundo Bruno Guinea—. Y mucho menos, «ilustre». El congreso se ha suspendido, ahora actúo por mi cuenta, y le quedaría sumamente agradecido si me recomendase a alguien que pudiera servirme de guía y consejero en tan inhóspita región.

— No creo que pueda hacerlo.

— ¿Por qué?

— Porque la mayor parte de cuantos se han adentrado en esa tenebrosa región, han desaparecido — aclaró la gorda a la que se advertía cada vez más incómoda—. La última gran expedición que se organizó, la de Pazmiño, y el inglés Snow, permaneció perdida durante meses, la mayor parte de sus hombres murieron, y si ellos dos se salvaron fue únicamente gracias a que el piloto de un helicóptero de los campos petroleros del Napo se jugó la vida al acudir a rescatarlos, aunque mejor hubiera sido que los dejara morir allí porque a mi modo de ver eran un par de hijos de puta que merecían estar muertos. — De improviso la expresión de la buena mujer cambió, e inclinó la cabeza para observar burlona a su compañero de mesa al tiempo que inquiría —: Seguro que se está preguntando cómo es posible que toda una señora, porque sin lugar a dudas lo soy, puede hablar y comportarse de esta manera… ¿Me equivoco?

— No mucho.

— ¿Le gustaría conocer mis razones?

— Podría ser interesante…

— Lo es, se lo aseguro. — Doña Cecilia Prados de Villanueva hizo un gesto al camarero, que se mantenía siempre a más que prudente distancia, para que les sirviera una nueva ronda, y tras tomarse unos segundos para medir bien sus palabras, añadió —: Yo era, no hace aún demasiados años, la mujer más hermosa y deseada de Ecuador. Alta, esbelta, inteligente, hija única del hombre más rico del país, y con una brillante carrera por delante. — Agitó la cabeza como si le costara trabajo aceptar sus propias palabras para exclamar casi irónicamente —: ¡La perfección entre las perfecciones…! Supongo que cuesta trabajo admitir que exista alguien así, pero existía, y ésa era yo, se lo aseguro.

— Le creo.

— Era perfecta, repito, y lo increíble es que para colmo de dichas encontré el marido perfecto, con el cual viví los tres años más maravillosos que ser humano pueda soñar. — Aguardó a que colocaran ante ella lo que había pedido, bebió despacio, y cuando el camarero se hubo alejado, continuó —: Por si todo ello no bastara, al cabo de ese tiempo di a luz a una niña preciosa, y lo único que le pedí a la Virgen fue que mi hija creciera sana y yo recuperara lo antes posible mi figura de antaño.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El señor de las tinieblas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El señor de las tinieblas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Alberto Vázquez-Figueroa - Tuareg
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Centauros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Negreros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratas
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Maradentro
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Yáiza
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Océano
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - La Iguana
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratin der Freiheit
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Ikarus
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Viaje al fin del mundo - Galápagos
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez Figueroa - Delfines
Alberto Vázquez Figueroa
Отзывы о книге «El señor de las tinieblas»

Обсуждение, отзывы о книге «El señor de las tinieblas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x