Alberto Vázquez-Figueroa - Océano

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Esta sugestiva novela se enmarca en la tierra árida y fascinante de Lanzarote. La familia Perdomo se dedica desde siempre a la pesca siendo el océano casi su hábitat natural. Pero su rutinaria vida se verá sacudida por su hija Yaiza. Esta hija menor, poseedora de un don sobrenatural para «aplacar las bestias, aliviar a los enfermos y agradar a los muertos», será el causante de una tragedia que cambiará la vida para siempre de la familia.

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Sebastián y Asdrúbal, incapaces de soportar la hediondez de su angustiosa camareta, prefirieron dormir aquella primera noche sobre cubierta, teniendo frente a ellos las luces del puerto, allá a lo lejos, al Norte, y casi por encima mismo de sus cabezas las blancas casitas que se desparramaban sobre la colina entre dos diminutos riachuelos que lanzaban sus aguas al mar abriéndose camino por entre una apabullante masa de vegetación.

— Cualquiera de esos arroyos lanza más agua al mar en un día de la que consume Playa Blanca en un aсo… — comentó Asdrúbal cuando la claridad del alba les permitió hacerse una idea del lugar en que se encontraban—. No cabe duda de que Dios sabía hacer bien las cosas, pero lo que resulta evidente es que nunca supo distribuirlas…

— Probablemente tenía otras cosas en qué pensar…

— ¿Como qué…?

— ¡Cualquiera sabe…!

Permanecieron en silencio, contemplando el amanecer y cómo multicolores barcas se hacían a la mar y algunos automóviles comenzaban a circular por la carretera que bordeaba la playa, y fue Asdrúbal el que al fin se volvió a su hermano:

— ¿Qué vamos a hacer ahora…?

— Trabajar, supongo… — rué la respuesta—. Aferramos a lo que salga y tratar de llegar a Venezuela… Se han portado bien, pero no me gustan los franceses… Nunca me gustaron ni creo que pudiera llegar a entenderlos… — Hizo una pausa—. Venezuela es otra cosa… Conozco a mucha gente que ha logrado abrirse camino allí… ¡Pero aquí…! Si ese tipo no aparece, esta noche hubiéramos tenido que dormir bajo un puente.

— Le gusta Yaiza.

— ¡Yaiza le gusta a todos…! Hasta el día en que se case y le traslademos la responsabilidad a su marido, Yaiza será, lo queramos o no, nuestro principal problema, hermano… Pero ese Zambrano en particular no me molesta… Parece que, en efecto, lo único que pretende es pintarla…

— Eso es sólo el principio… Luego querrá algo más. ¡Mierda…! — exclamó Asdrúbal en un arranque de rabia—. Desde que esa mocosa se convirtió en mujer todo han sido disgustos… Hasta los amigos dejaron de comportarse como antes… Sólo hablaban de Yaiza, y cuando venían a casa ya no era para estar con nosotros o echar una partida, sino para verla o decirle cualquier majadería…

— Lo mismo te ocurría a ti con la hermana del «Chepa»… Y lo único que tenía aquélla era un culo como un pandero… — Alzó los hombros en ademán de impotencia—. ¡Es la vida…! La diferencia estriba en que Yaiza es demasiado bonita y nos ha costado demasiado…

— No te quejes, que tú siempre quisiste venir a América… ¡Bien! Ya estamos en América… — Asdrúbal sonrió amargamente—. En Lanzarote éramos pobres, pero aquí, de momento, estamos viviendo de limosna…

Su hermano negó convencido:

— Pienso aceptar ayuda, no limosna… Para empezar pagaremos lo que comamos convirtiendo esta baсera en algo que se parezca a un barco… ¿Habías puesto alguna vez los pies sobre la cubierta de una mierda semejante…?

— No, ni creo que exista… En nuestras costas se hubiera ido al fondo al primer golpe de viento… — Observó a Sebastián con extraсa fijeza, tardó en hablar, y cuando lo hizo su voz sonaba sincera—. Tú eres el hermano mayor y el más listo — dijo—. Supongo que te corresponde ser el cabeza de familia y tomar las decisiones… Quiero que sepas que lo acepto y haré lo que digas hasta que hayamos sacado a mamá y Yaiza adelante… Lo importante es que la familia continúe unida, porque por separado no seríamos nada y convertiríamos en inútiles todos los esfuerzos que hemos hecho… ¿Por dónde empezamos…?

— Por sacar del agua a este cacharro, porque el mar no es su sitio de momento… Vamos a remozarlo de la quilla a la cofa y a convertirlo en un barco de verdad, aunque ni él mismo se lo crea… Vamos a demostrar que somos unos auténticos Perdomo «Maradentro», hijos de Abel y nietos de Ezequiel.

Su hermano rió divertido mientras echaba mano al grueso cabo que los unía a la boya:

— ¡Y bisnietos de Zacarías, que llegó a China dieciocho veces doblando el Cabo de Hornos…!

Cuando el sol asomó por encima de las colinas hiriendo en los ojos a Mario Zambrano y obligándole a despertar, lo primero que advirtió fue que un apetitoso olor a café y tostadas recién hechas inundaba su casa, y al asomarse a la balaustrada en busca de su vieja balandra se sorprendió al verla varada sobre la arena y alzada sobre fuertes calzos.

Penetró a toda prisa en la cocina para descubrir a Yaiza y Aurelia concluyendo de preparar el desayuno:

— ¿Qué hacen sus hijos…? — preguntó sin dar siquiera los buenos días.

— Reparar su barco… ¿No era eso lo que quería…?

— Sí, desde luego… — admitió desconcertado—. Pero no era necesaria tanta urgencia… Necesitan descansar.

— Han estado casi tres meses inactivos y no tenemos tiempo para descansar si queremos llegar a Venezuela… ¿Le apetecen un par de huevos fritos con el café…?

— No, gracias… Me basta con las tostadas… — Seсaló con un amplio gesto a su alrededor—. ¡Oiga…! — protestó—.Yo únicamente pretendo echarles una mano; no explotarles… No es necesario que se tomen las cosas tan a pecho… No recuerdo haber visto esta cocina tan limpia en mi vida…

Aurelia hizo un leve ademán para que tomara asiento frente a las tostadas y se acomodó en otra silla mientras Yaiza les servía:

— ¡Escuche…! — pidió—. Le agradecemos que nos haya acogido en su casa, pero debe entender que somos una familia que jamás ha aceptado vivir de caridad… — Sonrió apenas, como si tratara de quitarle aspereza a sus palabras—. Nosotros «necesitamos» saber que nos estamos ganando lo que comemos o de lo contrario no podríamos seguir aquí… ¿Entiende lo que quiero decir…?

Mario Zambrano — asintió con un gesto y seсaló a Yaiza, que se inclinaba en esos momentos a colocar un cuchillo ante él:

— A mí me basta con que pose para el cuadro… Eso es lo que en verdad me importa… Que la cocina esté más o menos limpia me tiene sin cuidado…

— Con todos los respetos, su cocina es una auténtica pocilga por la que se pasean las más descaradas cucarachas que haya visto en mi vida, y le juro que he visto muchas… Y el resto de la casa se encuentra por el estilo…1 Estoy de acuerdo en que sea un bohemio, pero usted estará de acuerdo en que me apetezca adecentarle un poco todo esto a cambio de la ayuda que nos presta… ¿O no…?

El pintor la observó con detenimiento y, al fin, sorbió su café, se pasó la lengua por la comisura de los labios y, encogiéndose de hombros, replicó:

— A mí, conque su hija se siente en esa terraza y se quede quieta puede usted hacer con la casa lo que quiera… Aunque si me espantan las cucarachas, los ratones y los murciélagos del desván, cuando se vayan me voy a sentir muy solo…

Aurelia extendió la mano sobre la mesa, golpeó la de él con un gesto afectuoso y le guiсó un ojo como si estuviera sellando un trato.

— No se preocupe… Mi hija está a su disposición, y le aseguro que, por mucho que me lo proponga, nunca sería capaz de echar de esta casa a todos sus inquilinos…

A media maсana, cuando Yaiza tomó asiento en el borde de la balaustrada envuelta en una discreta túnica amarilla teniendo a sus espaldas el mar y las torres de la fortaleza, Mario Zambrano se acomodó frente a ella, instaló su lienzo, empuсó el lápiz y alzó una mano que, por primera vez en su vida, tembló porque le constaba que no se sentía capacitado para transmitir a un simple pedazo de tela la complejidad de los sentimientos que le asaltaban a la vista de la profunda serenidad e inocencia que emanaban del rostro de su modelo.

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