Alberto Vázquez-Figueroa - Centauros

Здесь есть возможность читать онлайн «Alberto Vázquez-Figueroa - Centauros» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 2007, ISBN: 2007, Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Centauros: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Centauros»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Su vida de pendenciero y donjuán impulsa a Alonso de Ojeda a embarcarse con Cristóbal Colón en su segundo viaje al Nuevo Mundo. Tras una penosa travesía, Ojeda se enfrenta a la aventura de ser un conquistador en aquellos territorios inexplorados. Tendrá que vérselas con nativos hostiles, y serán justamente sus habilidades y su astucia las que logren derrotarlos. Sufrirá los reveses de la fortuna, servirá como explorador de la reina Isabel, se embarcará con algunos cartógrafos para determinar si las tierras descubiertas son en realidad un nuevo continente y, en su recorrido por las costas del norte de Suramérica, hará extraordinarios descubrimientos.

Centauros — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Centauros», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

— ¡Visto así…!

Una fría noche de marzo de 1499, un hombre que tenía la mala costumbre de hablar tan bajito que obligaba a alargar el cuello e inclinar la cabeza a sus interlocutores, se plantó ante la mesa en que Ojeda y maese Juan de la Cosa, quienes se encontraban cenando en la vieja posada por la que no había vuelto a dejarse ver aquel sufrido «trovador» al que aún debía de arderle el estómago, con el fin de suplicar en un perfecto castellano pero en el que se advertía un leve acento extranjero:

— ¿Serían tan amables de dedicarme unos instantes?

— Si deseáis alistaros, mis contramaestres os atenderán en el puerto… — le dijo Ojeda.

— Ciertamente es lo que deseo. Pero como no soy marino, cirujano, ni hombre de armas, y ya no estoy en edad de fregar cubiertas, mi solicitud ha sido rechazada.

— ¿Y qué sois exactamente? — quiso saber el de Cuenca.

— Astrónomo.

— ¿Astrónomo?

— Aprendiz de astrónomo, para ser más exactos.

— ¿Aprendiz a vuestra edad?

— Son tantas las estrellas y tan infinito el firmamento, que estoy seguro que por mil años que viviera siempre me consideraría un aprendiz.

— En eso tenéis toda la razón… — intervino maese Juan de la Cosa—. Llevo toda la vida en este oficio y cada vez que alzo los ojos al cielo llego a la conclusión de que mi ignorancia crece con el paso de los años.

— Sensación que comparto.

— Y angustiosa… — puntualizó el cosmógrafo, e inquirió—: ¿Sois por ventura florentino?

— ¿Tanto se me nota el acento?

— Lo suficiente pese a que habláis tan bajito que me cuesta captarlo incluso a mí, que me precio de ser capaz de identificar cualquier acento. — Le sirvió un vaso de vino que le alargó señalando—: Bebed algo, a ver si así se os aclara la garganta. Decidme, ¿tenéis experiencia en navegar guiándoos por las estrellas?

— ¡En absoluto! — susurró el recién llegado—. De hecho, debo reconocer que jamás he pisado la cubierta de un barco.

— Poco bagaje tenéis para aspirar a formar parte de una expedición de semejante envergadura — observó Ojeda al tiempo que se llevaba una pata de pollo a la boca—. ¿Qué pensáis aportar que nos compense los gastos de manutención y el espacio que ocuparíais a bordo?

— Dinero.

— Por suerte es la primera vez en mi vida que no lo necesito… — respondió el Centauro—. La Corona corre con los gastos de la expedición.

— Obediencia…

— Todo el que embarca conmigo obedece o salta por la borda.

— Buena voluntad.

— Nos sobra gente con buena voluntad y que además posee una gran experiencia como marino o con las armas.

— También sé pintar mapas y puedo ser de gran utilidad como ayudante de maese Juan.

Ojeda se volvió hacia su amigo al tiempo que inquiría con una leve sonrisa:

— ¿Por ventura necesitas un ayudante?

— Nunca he tenido un ayudante, pero imagino que en un viaje tan incierto y complejo como éste, en el que al parecer navegaremos más al sur de lo que hemos hecho hasta ahora, no estaría de más que alguien me echara una mano para estudiar el movimiento de estrellas desconocidas o pintar la línea de una costa.

— En ese caso la decisión es tuya.

— De acuerdo. — El cántabro meditó unos instantes y luego dijo al florentino—: Dejadme pensarlo una semana.

— Os quedaría eternamente agradecido si me aceptarais. — Inclinó levemente la cabeza y se despidió—. No os molesto más. Buenas noches.

Se dirigió hacia la puerta, pero apenas había dado un par de pasos cuando Ojeda lo llamó:

— ¡Señor! ¡Un momento, señor! No habéis dicho vuestro nombre.

— ¡Vespucci! — replicó el otro alzando la voz un poco más de lo que acostumbraba—. ¡Amerigo Vespucci!

Cuando se hubo marchado, el de Cuenca preguntó a su amigo:

— ¿Qué opinas?

— No lo sé.

— ¿Puede serte de ayuda?

— Tendría que comprobar si realmente sabe de estrellas o no es más que un simple aficionado con ganas de ver mundo.

— Se puede saber mucho de estrellas sentado en una azotea pero ser incapaz de distinguir Andrómeda de Casiopea desde el castillete de un navío que se balancea sin cesar.

— Sobre todo si uno es de los que echan hasta la última papilla como un Ojeda cualquiera.

— En el viaje de vuelta apenas me mareé.

— ¡Natural! ¡El mar estaba como un plato! — El de Santoña hizo un gesto hacia la puerta por la que había salido el tal Vespucci—. ¿Qué hacemos con ése?

— Si se paga sus gastos y obedece no creo que nos cause molestias… — Sonrió de oreja a oreja mientras sostenía la pata de pollo—. Y si se vuelve un engorro se lo regalamos a los caribes para que lo conviertan en una apetitosa «menestra a la florentina».

Nunca aprendía juzgar a los hombres y con demasiada frecuencia pagué muy caro el no haber prestado atención a lo que se ocultaba más allá de su apariencia o sus palabras.

Amerigo Vespucci sabía de estrellas y reproducía con bastante fidelidad los mapas que el cántabro pintaba, pero estuvo a punto de no embarcar por el hecho de que muy pronto Alonso de Ojeda consideró que incordiaba más que «una ladilla turca».

Untuoso, sumiso, servicial, ceremonioso y halagador hasta el empacho, hacía tantos esfuerzos por ganarse el puesto y la simpatía de cuantos le rodeaban que lo que en verdad provocaba era hastío.

Y además de continuar hablando en susurros, una vez embarcado se habituó a estornudar y sorberse los mocos, por lo que a los pocos días de navegación la mayor parte de los tripulantes le conocían por el apodo de «el Mocoso».

Si era el agua de mar, el viento salino, la brea de calafatear, la madera o la humedad lo que le producía tan molesta alergia, nunca nadie conseguiría averiguarlo, pero lo cierto era que no pasaban cinco minutos sin que lanzara un sonoro estornudo que salpicaba a cuantos se encontraban a su alrededor.

— ¿A qué se debe que los niños anden siempre con los mocos colgando y en cuanto se convierten en adultos dejen de hacerlo? — inquirió en cierta ocasión un perplejo Alonso de Ojeda tras uno de los sonoros estornudos del florentino—. A mi primo el Nano le bajaban «velas verdes» hasta los labios para desesperación de mi tía, pero un buen día le desaparecieron y jamás regresaron.

— No tengo ni la menor idea… — admitió el de Santoña—. Yo era bastante mocoso de pequeño, pero no recuerdo cuándo dejé de serlo.

— Qué curioso.

— Le preguntaré al médico por qué diablos Vespucci no para de moquear.

— ¿A Quijano? — se asombró el de Cuenca—. Ése aparte de hacerte una sangría o cortarte una pierna no sabe nada de nada; si se le presenta la oportunidad de examinarle probablemente opte por rebanarle la nariz.

Lo cierto es que, con mocos o sin mocos, el italiano fue aceptado a bordo de la nao capitaneada por maese Juan de la Cosa, puesto que Alonso de Ojeda había entendido desde el primer momento que en cuanto se refería a negocios del mar debía ser el cántabro el que marcase la pauta, aunque la responsabilidad del futuro de la expedición continuara bajo su mando.

— Al César lo que es del César… — fue su comentario en cuanto quedaron atrás las costas de Cádiz—. Cuando haga su aparición una ola grande y demos el primer bandazo, me encierro en mi camareta y no vuelvo a salir hasta que me avises que hemos llegado a tierra.

Era, según algunos historiadores, el 18 de mayo del último año de un siglo que daba paso a otro en el que el mundo conocido se ampliaría de forma inesperada gracias a hombres como los que en aquellos momentos abandonaban el estrecho de Gibraltar. Aunque hay quien opina que la escuadra zarpó dos días más tarde, ése es un detalle que carecía de importancia en una época en que los caprichos del mar y el viento podían hacer que una travesía oceánica se prolongara dos semanas o se adelantara dos semanas.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Centauros»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Centauros» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Alberto Vázquez-Figueroa - Tuareg
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Negreros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratas
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Maradentro
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Yáiza
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Océano
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - La Iguana
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratin der Freiheit
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Ikarus
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Viaje al fin del mundo - Galápagos
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez Figueroa - Delfines
Alberto Vázquez Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Bora Bora
Alberto Vázquez-Figueroa
Отзывы о книге «Centauros»

Обсуждение, отзывы о книге «Centauros» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x