• Пожаловаться

Ezequiel Teodoro: El manuscrito de Avicena

Здесь есть возможность читать онлайн «Ezequiel Teodoro: El manuscrito de Avicena» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. ISBN: 9788498025170, издательство: Entrelineas Editores, категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Ezequiel Teodoro El manuscrito de Avicena

El manuscrito de Avicena: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El manuscrito de Avicena»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Ezequiel Teodoro: другие книги автора


Кто написал El manuscrito de Avicena? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

El manuscrito de Avicena — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El manuscrito de Avicena», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

En el momento en el que el camarero se acercaba con su primer plato, se despojó de esa sensación de fracaso y guardó la foto. A dos mesas de distancia tres jóvenes esperaban su turno, era la única mesa ocupada además de la del doctor. Vestían traje oscuro y corbata. Hablaban poco y, pese a los escasos cuatro metros que les separaba, nada de lo que decían alcanzaba el suficiente volumen para molestarle. Qué descanso en este país de jóvenes maleducados. El doctor recordó aquella ocasión en la que Silvia le arrastró a un McDonalds , cuando David era un crío. El griterío de los niños y el vocerío de sus padres le asediaron de manera insoportable; Silvia transigía más con esas cosas, él no.

Comió despacio, masticando cada bocado de carne hasta hacerla puré, más tarde pagó la cuenta y entró en el aseo. Ante su imagen en el espejo, abrió un diminuto neceser de cuero marrón y extrajo una maquinilla de afeitar eléctrica, le desagradaba la sensación de vello en sus mejillas. Tardó siete minutos en recuperar su estado natural, después se contempló detenidamente para comprobar la perfección del afeitado.

Acabado el escrutinio, sacó su cepillo de dientes y la pasta dentífrica y los colocó sobre el lavabo. Pero al ir a cepillarse le detuvo la aparición de un joven en vaqueros. Se había precipitado en el aseo de manera violenta, como si hubiera perdido algo. El médico le dedicó una mirada breve a través del espejo. Esa forma de acceder a los sitios era propia de los chavales, que se mueven por el mundo como un terrateniente en su finca. Le observó un instante con gesto desagradable y regresó a su limpieza bucal. Acostumbraba a comenzar por los molares inferiores de un lado de la boca e ir cepillando hasta acabar en los molares del otro lado, después hacía lo mismo con la dentadura superior. Terminado el cepillado, se aplicó la seda dental y un colutorio que traía en un frasco de tamaño viaje, luego se lavó las manos dos veces con su propio jabón, evitaba siempre que podía el jabón de los servicios públicos, y se secó con el secador de manos. El joven parecía examinarle mientras orinaba en uno de los urinarios de la pared lateral del aseo; al dador le extraño ese interés si bien lo achacó a la curiosidad, a veces demasiado desinhibida en aquellas edades.

Recogió su neceser y atravesó la puerta de doble batiente del aseo. Fuera, en el restaurante, continuaban los tres jóvenes encorbatados; el médico les saludó con una ligera inclinación de cabeza y salió fuera. En el área de servicio apenas había clientes pese a no ser muy tarde; dos individuos llenaban los depósitos de sus coches y un tercero comprobaba el aire de las ruedas de su vehículo. El médico echó un vistazo al cielo, la luz del sol no lograba filtrarse a través del borrón de nubes que cubría el firmamento por lo que la tarde había ido apagándose hasta un gris sucio.

Se apartó un mechón de pelo de la frente y echó a andar. Estaba cansado, aún debía conducir tres horas hasta Bordeaux, donde pasaría la noche, pero era necesario cumplir el programa. Al otro lado del restaurante y la gasolinera, pocos metros antes de alcanzar el coche, tuvo la sensación de que algo no marchaba. Las ruedas traseras se habían deshinchado o quizá pinchado, se quejó sordamente, esto retrasaría su plan de viaje.

Llegó hasta el vehículo y buscó en la guantera la póliza de la compañía de seguros. Enseguida se palpó los bolsillos delanteros y traseros del pantalón en busca del móvil, y al no encontrarlo examinó los asientos, el compartimiento de las puertas, y de nuevo la guantera. El caso es que ni siquiera recordaba cuando había sido la última vez que lo usó; el dador no solía recibir llamadas, su círculo social era reducido y de su trabajo no esperaba ninguna comunicación durante la excedencia, con lo que en los últimos días no se había preocupado mucho del aparato. Tendría que telefonear desde la gasolinera.

Dejó el neceser en el maletero y se acercó al asiento del conductor para hacer un último intento. Se agachó a inspeccionar el piso del coche y sintió cómo varias manos lo empujaban hacia el interior del vehículo.

Le obligaron a recostarse sobre los asientos delanteros y le cubrieron la cabeza con una capucha. Su respiración se aceleró. Intentaba oponer resistencia pero las manos, creía que cuatro, presionaron su espalda para que permaneciera en aquella postura. Oyó algunas palabras, distinguía una voz áspera y grave y otra más aguda. Dos de las manos abandonaron su espalda y pudo levantar un palmo la cabeza, sin embargo no le sirvió de nada, la capucha le impedía ver; se mantuvo así hasta que el dolor del cuello le obligó a descansar de nuevo en el asiento. Seguramente sería un robo, no había otra explicación, cogerán el dinero y huirán. Las voces crecían y disminuían según la posición de sus oídos, su cuerpo había comenzado a transpirar excesivamente, el calor le ahogaba dentro de la capucha. ¿Han pasado minutos, horas? ¿Nadie ha visto nada? ¿El coche sigue en el aparcamiento? Trató de impulsar su cuerpo hacia arriba empujando con las manos sobre uno de los asientos, sin embargo, la presión de las dos manos que le retenían no le permitieron ni unos centímetros de gracia. La voz tampoco le salía, la tela de la capucha le asfixiaba al intentar gritar.

Pasó mucho rato, no sabría decir cuánto. Sintió luego un contacto duro y frío en la cabeza. Una pistola. ¿Serían capaces de disparar allí mismo y a plena luz del día? ¿Por qué? Se debatió en un último intento por sobrevivir y en ese momento notó como retiraban el metal, poco después desaparecieron las manos de su espalda. Durante unos interminables segundos permaneció quieto, atento a cuanto le rodeaba, las voces se habían apagado. Probó a incorporarse y fue entonces cuando alguien le sujetó por la espalda y le ayudó a levantarse. Segundos después una luz intensa le cegó momentáneamente, le habían quitado la capucha.

—¿Se encuentra bien?

La claridad del día se le clavaba en los ojos. Los oídos le palpitaban y el corazón bombeaba sangre a gran velocidad. Aspiró y expiró unas cuantas bocanadas de aire y sus pulsaciones aminoraron gradualmente; sus ojos se fueron acostumbrando a la luz y los puntitos chispeantes que le deslumbraron dejaron de atormentarle. Su mirada se detuvo en la persona que le sonreía, era el joven del baño del restaurante.

—¿Estás mejor?

—¿Qué ha... quién...?

—Vi a dos hombres forcejear en el cuatro por cuatro. Me acerqué un poco y fue entonces cuando te encontré ahí tirado, bueno, en realidad lo que vi fue un cuerpo sobre los asientos, así que decidí intervenir. Empecé a gritar y a llamar a la policía y los dos tipos salieron corriendo, se montaron en un coche y huyeron por la autovía.

El doctor comprendió.

—Gracias —se obligó a decir.

—Fue una suerte que yo estuviera por aquí. No había nadie más. El médico asintió y exhaló un suspiro. Se incorporó apoyándose con una mano en el todoterreno y se giró, las maletas habían sido abiertas y todas sus pertenencias sacadas y tiradas en el maletero o en el suelo del aparcamiento. ¿Qué demonios buscaban? Se acercó a la puerta del maletero y comprobó que no sólo abrieron las maletas, también las habían desgarrado. No comprendía nada.

—Seguramente quisieran robar.

—¿Pero por qué yo?

—No lo sé.

El dador Salvatierra comenzó a recoger la ropa mecánicamente. ¿No sería mejor dejarlo todo como estaba? El médico iba doblando las prendas a medida que las recuperaba, luego las colocaba en la maleta grande, la que parecía menos dañada. El joven soltó la mochila que llevaba a la espalda y se agachó a ayudarle.

—Esto demorará mi viaje. ¿Tiene un teléfono?

—¿Un teléfono? No llevo móvil.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El manuscrito de Avicena»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El manuscrito de Avicena» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Juan Saer: La Pesquisa
La Pesquisa
Juan Saer
John Le Carré: La Casa Rusia
La Casa Rusia
John Le Carré
Susana Fortes: La huella del hereje
La huella del hereje
Susana Fortes
Noah Gordon: El Médico
El Médico
Noah Gordon
Отзывы о книге «El manuscrito de Avicena»

Обсуждение, отзывы о книге «El manuscrito de Avicena» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.