• Пожаловаться

Ezequiel Teodoro: El manuscrito de Avicena

Здесь есть возможность читать онлайн «Ezequiel Teodoro: El manuscrito de Avicena» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. ISBN: 9788498025170, издательство: Entrelineas Editores, категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Ezequiel Teodoro El manuscrito de Avicena

El manuscrito de Avicena: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El manuscrito de Avicena»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Ezequiel Teodoro: другие книги автора


Кто написал El manuscrito de Avicena? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

El manuscrito de Avicena — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El manuscrito de Avicena», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

El día que Silvia se marchó también era casi primavera, también circularon por las calles solitarias de la urbanización camino de la salida, y también había silencio en la despedida. Era la misma mañana aun cuando en el fondo era distinta. El doctor conducía su Seat aferrado al volante, Silvia, en el asiento del copiloto, se mantenía seria aunque sus ojos brillaban. Hacía tiempo que no brillaban así, el doctor lo sabía y ese mismo conocimiento lo sentía en el estómago como un cuchillo frío.

Detuvo el todoterreno en la verja metálica de la entrada. El vigilante de la puerta le saludó.

—Doctorcito, ¿a qué tan tarde? Usted no más sale siempre bien temprano en la mañana.

—Emprendo un viaje, Hernando. Ya se lo notifiqué a Esteban para que gestione el mantenimiento de la casa.

—No contó nada el jefecito —le contestó el vigilante al pulsar el botón de apertura de la verja—. Que sea en buena hora, doctorcito. Y tenga cuidado con la carretera.

El doctor asintió levemente y se despidió con un gesto de la mano. Silvia también le rogó aquel día precaución al conducir desde el aeropuerto; qué ironía, ella, que siempre andaba en líos, le aconsejaba prudencia. Se miró en el retrovisor, no se había afeitado; era impropio de él. En las últimas semanas su comportamiento tampoco había sido el acostumbrado, en su casa, su enorme casa vacía, se sentía desamparado desde la partida de su esposa. Al volver del aeropuerto aquel día preparó café, se acomodó en el sofá del salón y permaneció allí quieto, sin nada que hacer, con la televisión apagada y el café sobre la mesa, primero humeando, más tarde frío. Lo recordaba vagamente, desde que Silvia se fue todo se trocó en una vaga neblina.

A aquella hora escapar de Madrid por la carretera de Burgos suponía casi un paseo. En sentido contrario centenares de coches trataban de acceder a la ciudad en una fila lenta de hormigas, en su lado la carretera aparecía casi desnuda para el todoterreno. No soportaba los atascos, en realidad no le agradaba conducir, Silvia siempre se ponía al volante en los viajes. Incluso cuando David era pequeño. ¿David? ¿Cuándo fue la última vez que se acordó de él? No quería saberlo. Detestaba pensar en su hijo, era demasiado doloroso.




Un Renault Laguna se aproximó a velocidad excesiva hasta el todoterreno, después, con el coche del doctor a poca distancia, redujo la marcha. En su interior cuatro personas. Detrás, dos de los ocupantes hojeaban unos folios impresos a ordenador. En una foto un hombre de pelo entrecano, ojos verdes, de unos cuarenta y tantos o quizá cincuenta años, vestido con una chaqueta beige, unos pantalones de pinza del mismo color y una camisa de cuadros en tonos azules. Salía de un supermercado sosteniendo dos bolsas de plástico y parecía despistado, como buscando algo en el suelo. Un clip sujetaba a otro de los documentos dos fotos más, ambas tomadas en las últimas dos semanas, con ropa parecida y actitud similar.

—Casi se nos pierde, ¿por qué te has parado en la gasolinera?

—Apenas nos quedaba gasoil —se excusó el conductor.

—Qué más da. Sabemos a dónde va. —El copiloto no iba a permitir discrepancias en el operativo.




El doctor echó un vistazo al reloj del salpicadero. Según su plan de viaje a esa hora ya debía haber rebasado Aranda de Duero, sin embargo el último cartel de tráfico le descubrió que aún recorrería treinta y tres kilómetros. Se sentía desconcertado. ¿En qué erraban los cálculos? No hay duda de que se distrajo en la primera parada. Tensó los músculos del pie derecho y aceleró por encima de los cien diez kilómetros, quizá aumentando la velocidad media consiguiera regresar a la tabla horaria. Delante de él la carretera se adentraba en una débil bruma a ras de suelo. Encendió los faros antiniebla, abrió la guantera y sacó un paquete de chicles; le gustaba mascar, la sensación de movimiento —aunque sólo fuera el movimiento de su mandíbula— le mantenía despierto y atento.

La intensidad de la menta en su garganta le expandió los pulmones, en la radio se oía la Sinfonía número 4 de Tchaikovsky.

Añoraba a Silvia, el contacto de su piel y sobre todo su risa, una risa pegadiza, musical, de niños en el parque. Con las primeras luces, entre las sábanas aún revueltas, recordaban los pequeños esfuerzos de David para estabilizarse sobre sus diminutas piernas, las palabras medio inventadas con que se comunicaba a veces. «Yo flopo mamá». Y reían, primero ella, con una risa que crecía, se agigantaba y enseguida descendía sin acabarse nunca, y a continuación él, arrastrado por ella hasta una carcajada profunda, grave. Otras veces se daba de bruces con una imagen de una Silvia alterada, violenta, con un punto salvaje que la hacía más deseable a sus ojos. Al discutir mantenía en tensión todos los músculos, respiraba inquieta, su pulso se desbocaba y, de repente, callaba, meditaba, se tocaba la punta de la nariz con el dedo índice y saltaba a otra cosa, como si los sentimientos despertados quedasen encerrados en un cajón con un simple chasqueo de dedos. Pero aquello, desde su asiento en el todoterreno, parecía ahora otra vida vivida en un tiempo tan lejano, tal vez incluso por otros que ya no eran ellos. ¿Por qué se empeñó en esa investigación? ¿Le era tan difícil permanecer en Madrid?

Éstas y otras preguntas semejantes le asediaban desde que supo que Silvia se mudaría. Fue una noche de agosto, cuando se cumplían cuatro años de la desaparición de David. Silvia llegó a casa más tarde que de costumbre, se presentó radiante pese a la fecha, sirvió un par de copas de vino y le ofreció una, después se lo dijo sin más rodeos. Se marcharía en dos semanas. Le habían propuesto dirigir una investigación en Rusia, significaba una buena oportunidad para su carrera, le pagarían bien, olvidaría durante un tiempo la rutina de Madrid, podría conocer los países del Este. Todo eran ventajas. Para el doctor fue una sacudida.

—¿No te estás precipitando?

Silvia bajó los ojos. No quería mirarle directamente.

—¿Recuerdas a Snelling? —El doctor asintió—. Nos hemos reunido hoy para cerrar los detalles. Será muy interesante, no puedo contarte mucho. Ya sabes, cláusula de confidencialidad, secreto profesional, bla, bla, bla. Va a ser muy interesante, sí.

Dio un sorbo a su copa y sonrió tímidamente, como disculpándose. Su silencio explicaba más, el doctor lo comprendía, le imploraba que no le pusiera las cosas difíciles, que no le montara una escena, que la dejara marchar, que estaba cansada, que no quería seguir discutiendo. Lo leyó en sus dedos nerviosos, tamborileando sobre el cristal de la copa, en sus labios tensos, marcados en una sonrisa forzada, en el movimiento de uno de sus pies, que taconeaba sobre la alfombra mecánicamente. Al fin, el doctor inspiró y sonrió a su vez.

—Será interesante, sí.

Después de aquello se derrumbó en el sofá y continuó bebiendo. Y ella, como si no hubiera más que decirse, posó su copa sobre la mesa, lo contempló una última vez y se retiró a su dormitorio, hacía más de dos años que dormían separados. Dos semanas más tarde el doctor conducía su Seat León camino del aeropuerto.

Observó el ordenador de a bordo, en treinta kilómetros, quizá cuarenta, se encendería el testigo de la reserva. Aún no había recuperada el horario previsto aunque ya estaba cerca; redujo la presión sobre el acelerador y regresó a los noventa kilómetros por hora, acto seguido buscó en el GPS una gasolinera con servicio de restaurante y se dirigió hacía allí. Valía la pena comer algo antes de alcanzar los Pirineos.

Читать дальше

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El manuscrito de Avicena»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El manuscrito de Avicena» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Juan Saer: La Pesquisa
La Pesquisa
Juan Saer
John Le Carré: La Casa Rusia
La Casa Rusia
John Le Carré
Susana Fortes: La huella del hereje
La huella del hereje
Susana Fortes
Noah Gordon: El Médico
El Médico
Noah Gordon
Отзывы о книге «El manuscrito de Avicena»

Обсуждение, отзывы о книге «El manuscrito de Avicena» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.