Aunque al principio no me atrevía, al final hice de tripas corazón y me mudé al piso que ocupaba la señora Delvecchio Schwartz. De todos modos, con la pintura nueva (casi toda rosa), las alfombras que puse en la sala y los dormitorios y algunos muebles decentes, le perdí el miedo. En todas las casas deben de haber sucedido cosas terribles alguna vez, y yo estoy empezando a sentir una extraña sensación de bienestar viviendo en el lugar que ella solía habitar. Solía habitar. Un tiempo verbal del que no se puede huir.
Todo esto suena como si el trabajo estuviera terminado, pero no es así. Va a llevar varios meses. Hay polvo de yeso por todas partes. Los retretes, las bañeras, los lavabos, las estufas, las duchas y los equipos de agua caliente están amontonados en los pasillos, y el patio de atrás está abarrotado de azulejos y baldosas. Los Werner lograron pasarlo todo a escondidas por el ventanal de su piso, que da a la galería del frente.
Estoy muy contenta ahora que mi ángel ha vuelto a casa.
También debería mencionar que mi vida amorosa se acomodó a las mil maravillas, o al menos así lo creo yo. Los fines de semana son de Toby. Nos vamos juntos a Wentworlh Falls y, en el futuro, Flo vendrá con nosotros. Al principio, Toby no estaba demasiado entusiasmado con la idea, pero le dije que si no íbamos las dos no iba ninguna. Así que puso mala cara y dijo que nos llevaría a ambas. Con respecto a Duncan, no está, digamos, demasiado contento.
Los martes y jueves por la noche son de Duncan. Llegó a un acuerdo con la esposa, que sufre de un terrible caso de Maldición Harriet Purcell. No tiene caspa, ni aftas incurables, aunque ha desarrollado una neuropatía en la pierna (no es mortal, pero le hace la vida imposible). Creo que Duncan quedó un tanto consternado por mi falta total de compasión hacia ella. Sin embargo, supongo que debo hacer algunas concesiones, dado que vivieron juntos durante quince años; por eso dije a Duncan que le transmitiera el siguiente mensaje de mi parte: si se comporta de manera decente y comprensiva y no envenena a sus hijos con mentiras sobre su padre, anularé la maldición. No puede jugar al tenis, tiene que caminar con bastón y entre la corticotropina que le recetaron y la falta de ejercicio, su peso se pondrá por las nubes. Lleva zapatillas acordonadas con medias de goma para evitar el edema y pronto tendrá que usar ropa de talla extra grande. Jo, jo, jo, jo.
Con respecto a John Prendergast, todavía no estoy segura. La fortaleza sigue en pie. Por más que él lo niegue rotundamente, sospecho que, en cierto sentido, me considera como una paciente con algún tipo de psicopatía extraña. Ése es el problema de los psiquiatras, nunca dejan de trabajar del todo. Probablemente, también analice su propia actuación en la cama. Así que, de vez en cuando, dejo que me invite a cenar y lo llevo a pasear diez veces alrededor del arbusto de moras.
Miércoles, 17 de mayo de 1961
Estamos perplejos, pasmados, paralizados. Hace un mes que Flo volvió a casa y todavía no ha hecho ningún garabato. Hay paredes recién pintadas por toda la casa, en mi piso y en los pasillos comunes, y en los descansillos de la escalera. Le compré lápices de colores nuevos para agregar a su colección y le dije miles de veces que podía dibujar todo lo que quisiera. Ella sonríe, asiente, pasa por encima de los lápices y se va a ver cómo trabajan Fritz y Otto; les alcanza las juntas, los clavos, los destornilladores, los tornillos, la paleta. Siempre les da justo lo que necesitan para trabajar. Están fascinados con ella.
Ah, y todavía se cuelga de mi pierna, se sienta sobre mi regazo, tararea su tonada. Los pichis marrón tabaco son agua pasada; de todas formas, no la obligo a ponerse zapatos y los vestidos que le compré son relativamente sencillos. Para Flo el color era para los garabatos, pero ya no tanto. Últimamente, me acompaña cuando voy de compras, algo que jamás hacía con su madre. A veces me pregunto si, por simple ignorancia, no habré arruinado el funcionamiento de La Casa y de Flo. Mi único barómetro es ella. Si a ella le gusta o parece disfrutarlo, se hace. Sin duda, le encantan los fines de semana en Wentworth Falls. Todos los viernes por la noche prepara su pequeño morral y se asegura de que el saco de lienzo de Marceline esté suficientemente aireado. ¡Pobre Toby! A falta de una, tres hembras.
Aunque la idea no me entusiasmaba lo más mínimo, convertí la habitación de Harold en mi dormitorio y puse a Flo en la que era la habitación de su madre. Aquel rincón en el que solía dormir Flo se convirtió en el armario de la ropa blanca y la biblioteca de referencia Delvecchio Schwartz. Al principio pensaba que me estaba alejando mucho de Flo, pero por suerte Marceline se mudó a su cama y resolvió el asunto. Mi pequeño ángel duerme plácida y profundamente, nunca se contorsiona, ni parece tener pesadillas.
Los pasos y las risotadas se acabaron cuando di con el testamento, pero todavía tengo serias dudas de que la señora Delvecchio Schwartz haya pasado realmente a mejor vida La primera noche que fui a la habitación de Harold, con los pelos de punta y la piel de gallina, oí un leve suspiro al cerrar la puerta. No era ella. Era Harold. Como si se estuviera despidiendo para siempre.
Entonces, oí la voz de ella que decía:
– ¡Bien hecho, princesa! ¡Fantástico!
Sentí un aleteo y algo que se agitaba. Uno de los periquitos de Klaus. Lo miré, me miró. Extendí la mano y se posó en mi dedo balanceándose alegremente.
– ¡Oh, gracias a Dios! -exclamó Klaus cuando le llevé el pájaro-. Mi pequeña Mausie se escapó por la ventana apenas la abrí. Pensé que la había perdido para siempre.
– No te preocupes, campeón -dije-. No te desharás de la pequeña Mausie así de fácil. ¿Verdad, Mausie?
Pese a todo lo anterior, Flo no quiere hacer sus garabatos y eso nos tiene muy preocupados a todos. Jim, Bob, Klaus y Pappy pasan horas y horas con ella y sus lápices de colores tratando de estimularla y convencerla. Incluso Toby sucumbió a la manía de los garabatos; fue y compró varios cuadernillos de papel borrador y le enseñó cómo dibujar en ellos, pero ella me miró con tristeza y dejó caer el lápiz rosa que él le había dado.
Jueves, 25 de mayo de 1961
Me llevó bastante tiempo, pero finalmente solucioné la situación de las Madamas Tocata y Fuga, y todas quedamos conformes. Ellas se empeñaban en decir que sólo pagaban treinta libras por semana en concepto de alquiler, yo les respondía profiriendo una serie de pedorretas y así estuvimos durante un buen rato. Por fin, hoy llegamos al acuerdo de que pagarían 400 libras semanales, pero sólo treinta constarían en el registro oficial. Aunque he tomado cariño a las madamas, debo admitir que para administrar un burdel de alta categoría que complace todo tipo de deseos, más allá de los comunes y corrientes, hay que ser implacable. Ellas son implacables. Por un momento intentaron tocar algunos hilos del Consejo para meterme en problemas, pero yo simplemente envié una pequeña muñeca a cada una con alfileres clavados en sus orificios fundamentales, uno por delante y otro por detrás, y un tercero en la boca, por si acaso. ¡Jo, jo, jo! El mensaje fue interpretado a la perfección y las madamas se acabaron rindiendo.
Este parece ser un momento decisivo. Hoy tiré las cartas por primera vez, inmediatamente después de que Flo se fuera a la cama y La Casa quedara en completo silencio, excepto por el sonido del violín de Klaus.
La Casa está feliz. Las reinas de espadas están bien ubicadas, al igual que el rey de pentáculos y el de espadas. El paje de espadas (Flo) es la única que no está del todo bien. Es por los garabatos, estoy segura. No hay ninguna carta con un significado que pueda relacionarse con los garabatos; sin embargo, todo comenzó a aclararse cuando apareció el seis de copas invertido. Algo está por suceder. Sobre todo, porque la siguiente carta que salió fue el comodín (¿una llegada inesperada?). Después, tres nueves y cuatro doses (conversación, correspondencia, mensajes). ¡Oh, espero que todo esto signifique que la comunicación está a las puertas!
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