Collen McCullough - Angel

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Harriet Purcell tiene veintiún años y acaba de diplomarse como técnica en radiología. Con un sueldo más propio de un hombre en el Sidney de los años sesenta, desoye los consejos de su padre, quien le advierte que «sólo los locos, los bohemios y las prostitutas se atreven a vivir en Kings Cross». Así, decide independizarse y se muda a la casa de huéspedes de la señora Delvecchio, situada en ese barrio de mala nota. Allí descubre que su casera, a parte de los alquileres de sus extraños inquilinos, cuenta con otra fuente de ingresos mucho más provechosa: lee las cartas, el horóscopo y escruta las profundidades de su preiada bola de cristal…
Pero es la pequeña Flo, hija de la señora Delvecchio y médium en las sesiones que esta organiza, quien definitivamente roba el corazón de Harriet. A medida que la jóven se adentra en los secretos de los hombres, el amor y las cartas del tarot, va descubriendo también que seguir los dictados del corazón no siempre resulta fácil, y que proteger a quienes más amamos puede convertirse en la tarea más ardua.
Angel es el luminoso relato del despertar de una joven a la vida adulta. Una tierna y deliciosa historia de amor con los más divertidos y bohemios personajes…

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Así que ahí tienes la Teoría de Papele Sutama. Me siento bastante a gusto con ella.

Lunes, 10 de abril de 1961

Esta mañana volví de Wentworth Falls en tren. Toby se quedó para seguir con la construcción. Para él también es hoy el primer día de independencia. Los dos dejamos de trabajar el viernes sin pena ni gloria.

Cuando vi el refugio de Toby, quedé boquiabierta. Esperaba hallar lo que él me había dicho, una cabaña; y en cambio me encontré con una casa pequeña, hermosa y muy moderna, que estaba casi terminada. Me explicó que antes había una casa vieja y abandonada de la cual había obtenido unos magníficos bloques de arenisca que le habían alcanzado para construir los cimientos, las bases, los pisos, los pilares que van entre las ventanas y algunas paredes internas. Casi todo su dinero lo había gastado en los vidrios, el techo de chapa de cinc y los accesorios fijos.

– La hice siguiendo el modelo de una casa de Walter Burley Griffin que hay en Avalon, en la cima de una montaña y pertenece a Sali Hermán -dijo-. Me faltan las vistas al mar, pero tengo montañas y bosques por todas partes. Es agradable. Pensar que esta parte del país es tan escabrosa que, en el pasado, nadie venía a talar estos bosques y ahora, gracias a las prohibiciones gubernamentales, tampoco podrán hacerlo.

– Te va a dar todo el sol de la tarde -dije, frunciendo el ceño-. Con todo este vidrio te vas a asar.

– Voy a hacer una galería bien ancha en el ala oeste -respondió-. Por las tardes me voy a sentar allí a ver la puesta de sol sobre Grose Valley.

Lo había construido todo solo, con una pequeña ayuda de Martin y del resto de la población afeminada del Cross.

– Me doy maña para estas cosas -explicó-. En el lugar de donde vengo no puedes coger el teléfono y llamar a un fontanero, a un carpintero o a un cantero; tienes que aprender a arreglártelas con tus propias manos.

Aquel lugar estaba repleto de maleza, pero se veían los despojos de un viejo huerto de manzanas, que en ese momento estaba lleno de frutos. Me di una panzada tal, que quedé sumamente agradecida por la fosa séptica y el desagüe del retrete, que según me informó Toby había inaugurado con un conejo muerto. ¡Las de cosas que se aprenden!

Nos fuimos a la cama después de cenar y en cuanto él hubo lavado los platos. Algunas cosas nunca cambian. Sigue siendo el hombre más obsesivo que conozco. Para mí es como maná caído del cielo. Jamás tendré que preocuparme por las tareas de la casa; sólo tendré que cocinar un poco.

Muchas veces me había preguntado qué clase de amante sería, aunque debí haberlo imaginado. Es un artista, aprecia la belleza y, por alguna razón, piensa que yo soy bella. No, no lo soy. Pero, como dicen por ahí, todo es según el color del cristal con que se mira. ¿Qué dirán mamá y papá cuando los desnudos de Harriet Purcell empiecen a aparecer en las galerías de arte? Hacer el amor con él es delicioso, aunque creo que lo que realmente busca es pintarme. Por supuesto, a medida que se haga más famoso, perderá ese ojo clínico y comenzará a interesarse por el tipo de cosas que sólo los grandes entendidos de arte aprecian y que, después de todo, son las que se pagan mejor. A mí me sigue gustando la pila de escoria humeante en medio de la tormenta eléctrica y el retrato de Flo que me regaló. Nunca llegó a pintar a la señora Delvecchio Schwartz, aunque tampoco parece preocuparlo demasiado.

Es un hermoso hombre de pelo en pecho, como a ella le hubiera gustado. No negro como el del señor Delvecchio, sino rojo oscuro. Musculoso y fuerte como yo imaginaba, y no se siente en desventaja por su corta estatura. Dice que, de esa manera, mis pechos le resultan más accesibles. Hurgué entre los vellos enmarañados y enredados y peiné lo que ya sabemos con la lengua, jo, jo, jo, jo.

– Pero no te creas -dije mientras empacaba mi pequeña maleta de fin de semana y me preparaba para emprender la caminata de dos kilómetros hasta la estación del tren- que soy tuya, Toby.

Sus ojos parecían más oscuros, tal vez porque empezaba a amanecer.

– No es necesario que me lo digas, Harriet -respondió-. Te lo he dicho antes y te lo repito ahora: en muchos sentidos eres muy parecida a la señora Delvecchio Schwartz. Ningún hombre puede adueñarse de una fuerza de la Naturaleza.

¡Buen chico!

Cuando crucé el puente sobre las vías, la inmensa locomotora a vapor C-38 llegaba a la estación. Me detuve para asomarme por encima del parapeto y la cara se me llenó de humo negro de carbón y hollín. La espléndida bestia venía bajando desde Mount Victoria. Adoro los trenes de vapor. Me pasé todo el viaje de regreso a casa asomada a la ventana para poder sentir el sonido y el olor de la locomotora empujando las bielas, trabajando sin parar. El gobierno las está cambiando por unas máquinas diesel que son nefastas. No se ve el poder. Y a mí me encantan las demostraciones de poder, incluso las de los hombres musculosos.

Viernes, 21 de abril de 1961

Hoy Flo volvió a casa. Vino colgada de mi cadera como un mono, toda envuelta en sonrisas. Cuando vio a la gorda de Marceline, se deslizó hasta el suelo y se puso a jugar con ella, como si no hubiera estado nunca en la casa de acogida para niños y en el hospital psiquiátrico; como si nunca hubiera garabateado con sangre, ni se hubiera lanzado contra la ventana, ni obligado a personas que eran amables por naturaleza a atarla.

Yo sigo desconcertada. ¿Habla? Entiende todo lo que le digo, y sin embargo todavía no he recibido el menor haz o impulso de comunicación telepática. Tenía la esperanza de que, una vez que hubiéramos regresado a casa y ella hubiera comprendido que su madre ya no formaba parte de su vida, eso habría cambiado. ¡Vaya estupidez! Ella había aceptado la muerte de su madre la noche misma en que había tenido lugar.

Los Werner resultaron ser un tesoro. Se ganan la vida haciendo reparaciones bajo mano y cobrando en efectivo. La experiencia me demostró que son tan hábiles para los trabajos manuales como Toby, así que llegamos a un arreglo. Les alquilé el piso de la planta baja con vistas a la calle gratis y les di bastante dinero en efectivo a cambio del trabajo que han estado haciendo y que continuarán haciendo por siempre jamás. Ahora, los cinco pisos del 17 de la calle Victoria tienen dos habitantes encargados de mantenerlos en buenas condiciones. Lerner Chusovich vive en mi antiguo piso por el mismo precio, porque así puede ahumar las anguilas en el patio de atrás sin que los vecinos se quejen. Ya no es de color rosa: a Lerner le gusta el contraste del color amarillo de la anguila ahumada con la carpintería negra.

Toby y yo descubrimos cómo instalar retretes en el piso que Jim y Bob comparten con Klaus. Le pediremos a los Werner que se ocupen de parte del piso de Klaus y parte del de Jimy Bob. Las puertas se abren hacia la escalera. Otto encontró la forma de instalar dos lavabos separados, pero habrá un solo cuarto de baño completo. Tendrán montones de agua caliente gracias al nuevo y gran equipo, un compartimento para la ducha y una bañera. Encontré unos azulejos decorados con periquitos, así que Klaus está eufórico. Por otro lado, la habitación de Toby es amplia, de manera que los Werner sólo tuvieron que ampliar el área de la cocina y colocar otro separador para ocultar el resultado. Los de la planta baja todavía tienen que salir corriendo al lavadero; cuando se ven muy apurados, Fritz y Otto suelen mear en la tierra que rodea el franchipán en el diminuto jardín que tenemos delante de La Casa, pero como el árbol ha mejorado notablemente gracias a la dieta rica en urea, decidí no decirles nada. Ahora tenemos tazones con flores perfumadas de franchipán flotando en agua sobre la mesa.

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