Marcos Blanco - ¿Podemos adelantar la Segunda Venida?

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¿Podemos adelantar la Segunda Venida?: краткое содержание, описание и аннотация

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La Iglesia Adventista surgió como un movimiento escatológico, con un énfasis claro en la Segunda Venida. Sin embargo, a más de ciento cincuenta años de haber proclamado la inminente venida de Jesús, este evento todavía no se ha concretado. Esta «espera» ha suscitado varios interrogantes entre los adventistas: ¿Hay una «demora»? ¿Podemos adelantar la Segunda Venida? Para hacer frente a estas preguntas, se han dado básicamente dos respuestas. Algunos creen que Jesús todavía no ha venido porque está esperando a que su pueblo se consagre y testifique diligentemente; es decir, creen que su pueblo es el responsable de la demora. En contraposición, otros sugieren que Jesús regresará solamente cuando él lo disponga, y que no hay nada que se pueda hacer para apresurar o demorar el momento fijado para su venida. Este libro expone brevemente las posiciones en conflicto, para luego analizar lo que la Biblia y los escritos de Elena de White dicen acerca de esta tensión.

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Pero, más allá de identificar bíblicamente el evento que había sucedido el 22 de octubre de 1844, mantuvieron su esperanza en un prontísimo regreso de Cristo a la Tierra. Sabían que el tiempo era corto y que estaban viviendo las últimas escenas de la historia de este mundo.

Y, aunque muy pronto después de ese día amargo se dedicaron a escudriñar las Escrituras en busca de una respuesta bíblica a su gran desilusión, esa fue la primera vez (de muchas otras) que los adventistas tuvieron que luchar con el concepto de la demora de la Segunda Venida.

Luego de ese gran chasco, el movimiento se dividió en diversos grupos. Por un lado, estuvieron aquellos que no pudieron soportar el Gran Chasco, perdieron la certeza de la Segunda Venida, y regresaron a sus antiguas confesiones o, sencillamente, se apartaron de la fe. Pero, de entre aquellos que mantuvieron la esperanza en el pronto regreso de Jesús, se pueden identificar tres grupos: el primero, bajo el liderazgo de Joshua V. Himes, interpretó que no había sucedido nada relevante el 22 de octubre de 1844, y que solo quedaba esperar a que ocurriera la Segunda Venida en alguna fecha futura no específica. Mantuvieron su sentido de urgencia, pero no consideraron que hubiera ocurrido algo relevante el 22 de octubre ni tampoco siguieron colocando fechas. Este grupo tomó su propio rumbo, para luego organizarse en Albany.

El segundo grupo ha sido identificado como los “espiritualizadores”, ya que interpretaron que el tiempo y el evento habían sido correctos, pero que esa Segunda Venida sucedida el 22 de octubre había sido “espiritual”, no concreta ni material. Este grupo se caracterizó luego por manifestaciones de fanatismo espiritual.

El tercer grupo seguía sosteniendo que la fecha del 22 de octubre había sido correcta, pero que se habían equivocado en la interpretación del evento que había tenido lugar en ese día. En otras palabras, había ocurrido algo ese día, pero lo evidente era que no había sido la Segunda Venida. Este tercer grupo finalmente llegó a convertirse en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Este grupo abordó el problema de la demora con una búsqueda intensa de la verdad en las Escrituras, hasta descubrir que lo que había sucedido era el paso de Cristo del Lugar Santo al Lugar Santísimo en el Santuario celestial, inaugurando una etapa de juicio en su ministerio sacerdotal.

Pero, más allá de identificar bíblicamente el evento que había sucedido el 22 de octubre de 1844, mantuvieron su esperanza en un prontísimo regreso de Cristo a la Tierra. La misma naturaleza del Juicio Preadvenimiento les indicaba que el tiempo era corto, y que estaban viviendo en las últimas escenas de la historia de este mundo. Fue precisamente esa expectativa de un pronto cumplimiento de la promesa de Jesús lo que ha llevado a los adventistas a preguntarse por la razón de una espera que no estaba prevista, por la dilatación del tiempo, por lo que muchos han interpretado como una “demora”.

Respuestas a la paradoja de la “demora”

A lo largo de la historia de nuestra iglesia, entonces, se han intentado dar al menos tres respuestas teológicas al problema de la “demora” de la Segunda Venida.

En primer lugar, están quienes afirman que Cristo no ha venido porque todavía el evangelio no sido proclamado a “todo pueblo y toda nación, tribu y lengua” (Apoc. 14:6),3 ya que la proclamación global del evangelio fue mencionada por Jesús como una de las señales y condiciones para la Segunda Venida: “Y se predicará la Buena Noticia acerca del reino por todo el mundo, de manera que todas las naciones la oirán; y entonces vendrá el fin” (Mat. 24:14).

En segundo lugar, se encuentran quienes afirman que Cristo vendrá solo cuando su carácter haya sido reproducido fielmente en su pueblo. En otras palabras, la Segunda Venida está supeditada a la perfección moral del remanente. Es evidente que estas dos posiciones ponen el énfasis en el elemento humano (el pueblo de Dios) más que en el elemento divino en lo que se refiere a los efectos condicionantes y detonantes de la Segunda Venida. Es claro que, para estos dos grupos, la demora se debe a que la iglesia ha fallado, ya sea en su fervor misionero o en su consagración y santificación personales.

En tercer lugar, están aquellos que enfatizan que las “fechas y los tiempos” están únicamente en manos de Dios, y que la demora es solo una percepción humana. Este grupo enfatiza la soberanía divina, y no considera que el ser humano (el pueblo de Dios) desempeñe un papel crucial en la determinación de la fecha de la Segunda Venida.

Desde luego, están también aquellos que reconocen que en la Biblia aparecen tanto el concepto de inminencia como de demora de la Segunda Venida, y que deberíamos mantener esa tensión sin querer resolverla. Esta última posición podría parecer interesante; pero, como cristianos, si bien reconocemos que hay diversas tensiones en la Biblia, como el “ya” y el “todavía no” de la salvación, o entre la fe y las obras, hemos hecho un esfuerzo por resolver esa tensión o identificar claramente los elementos que la componen.

La pregunta, entonces, es cuál de estas posiciones se acerca más a la verdad bíblica. ¿Es que no estamos haciendo lo suficiente para proclamar el mensaje? ¿No nos hemos consagrado lo suficiente como para ser transformados a semejanza de Cristo y alcanzar esa perfección que supuestamente Dios espera de nosotros en el tiempo del fin? ¿O es que en realidad la fecha de la Segunda Venida depende enteramente de Dios, y la demora es solo una percepción subjetiva de las señales y de los tiempos?

¿Es que no estamos haciendo lo suficiente para proclamar el mensaje? ¿No nos hemos consagrado lo suficiente como para ser transformados a semejanza de Cristo y alcanzar esa perfección que supuestamente Dios espera de nosotros en el tiempo del fin?

El paso del tiempo: una cuestión de percepción

Se cuenta el caso de un edificio de oficinas en Nueva York donde sus usuarios se quejaban de la excesiva cantidad de tiempo de espera para el ascensor. La antigüedad del edificio, junto con otros factores, impedía que se le realizaran mejoras o modernizaciones. Los ocupantes amenazaban con romper los términos de sus contratos de alquiler como resultado de la cantidad de tiempo que tenían que esperar por los ascensores. Se llamó a una reunión de los administradores del edificio para buscar una solución. Uno de los miembros allí presentes era psicólogo, y quedó perplejo por el hecho de que los inquilinos se molestaran tanto por tener que esperar solo uno o dos minutos.

Así, llegó a la conclusión de que la razón del malestar era el aburrimiento más que el tiempo real de espera. De esta manera, dado que consideraba que el problema radicaba en que los usuarios no tenían nada para hacer durante la espera, “sugirió instalar espejos en las áreas de entrada del elevador, para que aquellos que esperaran pudieran mirarse entre ellos o a sí mismos sin que pareciera que lo hacen”. ¿Qué sucedió? “El gerente tomó su sugerencia. La instalación de los espejos se realizó de manera rápida y a un costo relativamente bajo. Las quejas por la espera se detuvieron”.4

En la actualidad, es bastante común ver espejos en los vestíbulos donde se encuentran los ascensores. La moraleja es que el tiempo de espera se experimenta de manera diferente si hay algo para hacer durante la espera. Esto quiere decir que la manera en que interpretamos un ínterin está íntimamente relacionada con la manera en que interpretamos ese tiempo de espera. Y ese tiempo se interpreta de acuerdo con lo que tenemos para hacer durante él. Si no estamos haciendo nada durante la espera, el tiempo transcurrido se nos ocurrirá eterno. Por otro lado, si estamos ocupados, el tiempo se pasará “volando”.

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