Este dispositivo también estuvo en uso hasta bien entrados los ochenta.
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Anuncio de una prensa manual Dickman para transferir datos de una credencial a una tarjeta de préstamo de libro. Ca. 1930. Dominio Público. |
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Jeanette Trotter, Biblioteca de Carnegie, usa en 1947 el Nuevo dispositivo Gaylord para hacer el préstamo a domicilio de un libro. Imagen cortesía de la Colección Fotográfica de la Biblioteca Pública del Condado de Forsyth, EUA. |
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Tarjetas de préstamo Gaylord con placa metálica, 1972 y 1981. Dominio Público. |
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Máquina Recordak. Hacia 1940, los usuarios de la Biblioteca Pública de Cleveland ya no necesitan escribir su número de credencial en la tarjeta. En su lugar, un asistente en el mostrador de préstamo fotografiará instantánea y simultáneamente la tarjeta del usuario, la tarjeta del libro y una nueva fecha de vencimiento en el microfilm. Imagen por cortesía de los Archivos de la Biblioteca Pública de Cleveland, EUA. |
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Máquina para préstamo automatizado REGISCOPE-RAPIDEX 1963. Dominio público. |
En 1938, la empresa Diebold, fabricante de cajas fuertes, introdujo al mercado un sistema de archivos rotatorios llamado Cardineer, el cual básicamente era un mueble de oficina totalmente mecánico en el que se podían integrar tarjetas con registros, que al girar ponían rápidamente a la vista la tarjeta deseada. A cada mueble le cabían hasta seis mil tarjetas, por lo que muchas bibliotecas los empezaron a usar como catálogos giratorios para libros, revistas, usuarios, etcétera. Fueron utilizados por décadas en bibliotecas de todo el mundo. Como ejemplo, el Boletín de UNESCO de Bibliotecas consigna e ilustra el uso de uno de ellos en 1958 en la Biblioteca de la Facultad de Derecho de la Universidad de Washington, Estados Unidos (Boletín UNESCO 1958, 293).
Con el advenimiento en 1935 de la película de 35 mm., se desarrolló poco después con mucho auge la tecnología de las diapositivas. Muchas bibliotecas iniciaron a partir de entonces colecciones de transparencias acerca de los más diversos temas.
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El Cardineer utilizado por la biblioteca de la Facultad de Derecho de la Universidad de Washington, EU. boletín UNESCO, 1958. |
A partir de 1961, los “carruseles” o cilindros giratorios para proyección secuencial de diapositivas fueron muy utilizados para producir pequeños textos visuales en secuencia. Un solo carrusel podía contener hasta ciento cuarenta diapositivas. Poco después se podía agregar al proyector un reproductor de audiocasetes, el cual podía sincronizarse automáticamente con la secuencia de transparencias.
El casete con audio o música podía programarse para que en un cierto momento seleccionado, enviase pulsos preestablecidos al proyector mediante un cable al efecto, los cuales cambiaban a la diapositiva siguiente. Una vez activado el casete, este sincronizaba automáticamente la secuencia de diapositivas asociadas. Ello permitió la creación de pequeños textos audiovisuales, los cuales comenzaron a ser utilizados dentro de las bibliotecas para los más variados propósitos: tutoriales, lecciones, talleres, etcétera. Muchas bibliotecas produjeron sus propios materiales, y hubo inclusive empresas que se dedicaron a producir y vender tutoriales de variados temas a las bibliotecas. Estos dispositivos estuvieron en auge hasta fines de los noventa (Kodak 2004).
En noviembre de 1957, la empresa 3M presentó en la Exhibición Nacional de Negocios ( National Business Show ) de la Ciudad de Nueva York el prototipo de una máquina lectora de rollos de microfile que además podía imprimir copias de sus páginas en papel de forma rápida y económica. Fue producida desde entonces a gran escala con el nombre de Filmac 100 y se convirtió en un gran éxito industrial, pues solicitada en todo tipo de instituciones. Originalmente podía contener imágenes hasta tamaño carta, pero para 1959 había sido perfeccionada y el modelo Filmac 200 ya podía manejar tamaños de planos de ingeniería. Poco tiempo después, manejaría también microfichas. Al atractivo precio de 919 dólares, se convirtió en todo un éxito comercial. Fueron muy solicitados en bibliotecas (Conners y Amundson 1975, 46-48). En el Boletín de la ALA de diciembre de 1962, puede observarse un anuncio de uno de estos dispositivos ya operado con monedas para ser utilizado directamente por los usuarios de las bibliotecas, los cuales podían personalmente revisar las micropáginas e imprimir aquellas que les interesaran. Podía ser programado para cobrar 15, 20 o 25 centavos de dólar por impresión. Existía además la opción de adquirirse con un cambiador integrado de billetes por monedas (ALA Bulletin 1962, 980-981).
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Proyector de transparencias Kodak con carrusel, ca. 1965. |
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Lectora-impresora de rollo de microfilme “Filmac 100C” operada con monedas. Imagen con permiso de “fair use”, ALA Bulletin, vol. 56, num. 11, December 1962, p.980. |
Es conveniente recalcar en este punto que las tecnologías y los equipos mencionados hasta este punto no son todos las que existieron: son solo una muestra representativa, y ninguno de ellos fue computacional. No fueron dispositivos que requirieran una computadora asociada para funcionar. Fueron dispositivos mecánicos, eléctricos, electromagnéticos, fotográficos, fotoeléctricos, etcétera, pero no fueron parte de una computadora electrónica; en lo absoluto. La máquina de Hollerith usaba electricidad, pero sólo para establecer contactos eléctricos con la ayuda de las perforaciones y sus contadores se movían con relevadores electromagnéticos. 7 El lector de microfichas usa electricidad solo para encender el foco que ilumina al microfilme, la máquina Gaylord usaba electricidad solo para mover un pequeño motor que estampaba el número de la credencial en un papel, etcétera.
Las computadoras actuales tienen también raíces en equipos mecánicos y electromecánicos. De hecho, todas las máquinas sumadoras, calculadoras, tabuladoras, clasificadoras, de contabilidad, de registro unitario, etcétera, existentes durante los siglos XIX y XX son antecesores de las computadoras actuales. Hubo algunos ejemplos destacados, como la máquina analítica de Charles Babbage de 1837, la máquina Z1 de Konrad Zuse de 1938, la Mark I de la Marina de Estados Unidos de 1939, por citar algunas; todas ellas integran ya la mayoría de los elementos considerados como propios de las computadoras, pero todas se basaron en elementos mecánicos o eléctricos.
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