Pero, antes de pensar cuáles son los procesos óptimos para esta población, primero hay que responder a la invitación que cada reflexión y cuestionamiento de este libro nos plantea como personas adultas. Es la invitación a internarnos en nuestra propia persona para descubrir y luego sanar las heridas que las experiencias de vida hayan dejado en nuestro corazón y que nos impiden una relación sanadora con nuestros niños, niñas y adolescentes. Si no restauramos nuestra propia vida, corremos el riesgo de reproducir en nuestras relaciones trazas de ese dolor o enojo.
La dimensión formativa de la ternura
En esta dimensión nuestra misión es acompañar a cada persona en su proceso de mirar dentro de sí misma, y proveerle, además, todo lo que le permita desarrollar las actitudes y aptitudes que la ayudarán a superar por sí misma su historia de maltrato. Pero también consiste en equiparla con las herramientas que requiere para enfrentar en el presente o en el futuro cualquier situación negativa, sin que pierda de vista su valor ni desista de su fe. Al contrario, que vea en su fe en Jesucristo uno de los recursos que le permitan construir su felicidad. Cada actividad o lectura que se haga de la fe debe ser un medio para que las personas menores de edad encuentren ideas, experiencias, conocimiento y ejemplos de actitudes, capacidades, aptitudes y valores con los que se sientan identificadas en sus situaciones, y vean las distintas opciones para salir de su condición de maltrato.
Esta dimensión debe equipar también a la persona adulta con herramientas personales para que sepa identificar la violencia y el maltrato en su propia vida, a fin de que inicie el proceso de deconstrucción de todas las prácticas, actitudes y valores patriarcales, de poder y adultocentrismo. Con el fin de lograr un proceso liberador, esta dimensión formativa implica romper con los paradigmas tradicionales que hemos interiorizado y que estamos en inminente amenaza de transmitir en nuestras relaciones si no trabajamos en derribarlos.
La dimensión transformadora de la ternura
La ternura no es solo afecto y palabras de aliento, sino también un compromiso de cada creyente a que esta se instaure en todos los procesos y estructuras desde cada individuo hasta la comunidad de la iglesia y el mundo. Necesitamos revisar los discursos, las prácticas y las vivencias de la fe en los que la ternura se haya anulado, e incorporarla desde las voces de los niños, las niñas y adolescentes.
Desde esta propuesta se visualiza esta dimensión como una voz profética, como la de Juan en medio del desierto. Ahí, en medio de la injusticia, la voz de los que no han tenido voz resuena como un eco de esperanza de lo que viene, aquello que trae sanación y posibilidades de liberación y fe.
Para lograr estas tres dimensiones no podemos dejar de lado los tres principios que nos propone World Vision Oficina Regional para América Latina y El Caribe: relacional, mentoría, condiciones estructurales de garantía.
Principio relacional.Es la conciencia de que las dinámicas de los encuentros de las distintas personas y los vínculos que se construyen en esas interacciones son los que posibilitan que la ternura presente estas tres dimensiones. No consiste solo en lo que podamos enseñar a los niños y niñas, sino en el trato cotidiano que podamos encarnar para ellos y ellas en acciones concretas.
Es aprender de los niños y las niñas cómo relacionarnos en sus términos. Es encariñarnos y disfrutar esa ternura que muchas veces nos parece tan natural en ellos y ellas. Es experimentarla con los maestros y maestras de la ternura, para asumirla en nuestra vida a fin de encarnarla.
Principio de mentoría.Trata del acompañamiento que requieren los niños, las niñas y adolescentes, de manera personalizada, dedicada, que se basa, en primera instancia, en el respeto y la comprensión de sus procesos biológicos e intelectuales, y, luego, en el ejercicio de la ternura desinteresada. Es una guía paralela, no una encima o delante, sino más bien al lado, de modo que se le permita a los niños, niñas y adolescentes caminar a su ritmo, mirar el mundo desde sus propios, sin imposiciones, pero sí con susurros de amor al oído.
Principio de condiciones estructurales de garantía.Las estructuras sociales, económicas y políticas tienen que resultar afectadas por practicar nuestra fe. La ternura con que tratamos a los niños, las niñas y adolescentes debe ser el fundamento para un cambio real en prácticas y discursos, incluso políticas. La sociedad y todas sus instituciones y agrupaciones civiles y religiosas deben fomentar el trato con ternura a su niñez y adolescencia, en la búsqueda por asegurar una mejor humanidad.
Al final de todo esto, la propuesta de la mediación es ser puente entre cada uno de los aportes de los distintos textos y la práctica pastoral y formativa en todas las iglesias. En sí, es la aventura de sentir y fantasear cada idea, cada palabra de los autores y autoras, para poder encarnar la ternura en nuestra cotidianidad individual, como personas adultas, y colectivamente, como iglesia.
Referencias
Maturana, H. (2004). Transformación en la convivencia (p. 219). Santiago: Edotorial Comunicaciones Noreste
Núñez, C. (2014). Creatividad: El aura del futuro . Argentina: Departamento de Ediciones y Publicaciones de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de San Juan.
CAPÍTULO 1
UNA TERNURA INMENSA QUE HUMANICE LA FE Y REDIMA LA VIDA: ESBOZOS PASTORALES PARA UNA TEOLOGÍA BÍBLICA DE LA TERNURA
Harold Segura
Como escuchase un llanto, me paré en el repecho
y me acerqué a la puerta del rancho del camino.
Un niño de ojos dulces me miró desde el lecho
¡y una ternura inmensa me embriagó como un vino!
GABRIELA MISTRAL
La teología cristiana de la ternura es una reflexión creyente que, como tal, se hace desde la fe y cuyo tema se propone comprender a partir de la tradición judeocristiana, el compromiso con la vida y el seguimiento de Jesús. Es un esfuerzo por concebir la ternura desde la perspectiva del Dios de la vida en medio de sociedades caracterizadas por la deshumanización y carentes de afecto, justicia y misericordia.
SENTIR
Cómo la comunicación humana va más allá que las palabras, y cómo ese universo de expresiones puede proyectar ternura en todo lo que se hace, de tal manera que cada contacto entre las personas las humaniza vez tras vez.
En este ejercicio teológico, la ternura se entiende 1, en primer lugar, como un género de comunicación humana por la que no solo se establecen vínculos con palabras, sino también con expresiones de afecto, como caricias, miradas, sonrisas y otras formas de transmitir amor. En segundo lugar, se entiende como una práctica de convivencia incluyente y solidaria con la que se acoge a todas las personas por igual porque se les reconoce su dignidad y valor. Y, en tercer lugar, también se entiende como un vínculo de relaciones humanas que ayuda al crecimiento de la afectividad, la confianza y la seguridad, para que las personas «desarrollen la capacidad de afrontar las dificultades que surjan a través de la vida». La ternura es una forma de relacionarnos, de convivir y de construir una sociedad más justa y solidaria. Es «una revolución cultural que anima el florecer humano y social […] que se cultiva desde relaciones de amor, cuidado de la vida en todas sus expresiones y reivindicación política del derecho al cuidado libre de violencia y pleno de amor» (Grellert, 2016).
La primacía de la realidad
Esta última implicación social y política de la ternura es un eje primordial del quehacer teológico, porque a la teología le interesa anunciar al Dios de la vida, y luchar para que esa vida sea plena aquí y ahora … y no solo después de la muerte. José Míguez Bonino, ilustre teólogo argentino, consideraba que la primera pregunta que debería plantearse la teología es si «hay vida antes de la muerte» (Míguez, 1990, p. 65), y no la pregunta celestial acerca de cómo es la vida después de la muerte. ¡Ahí, donde reina la muerte, debe resplandecer la vida!
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