El anuncio profético de la crianza con ternura es un camino de restauración, formación y transformación. Ese camino no se hace solo, se hace uniendo esfuerzos y acompañándonos unos a otros, sin dejar a nadie atrás. Este libro no es más que una invitación para que juntos seamos parte de este peregrinaje de amor y justicia y construyamos una América Latina más justa, tierna y solidaria con los niños y niñas. Es una invitación a construir la revolución de la ternura, esa revolución pendiente que se abriga en el corazón de Dios. Bien dice el salmista que: «El Señor es tierno y compasivo; es paciente y todo amor» (Salmos 103:8 Dios Habla Hoy *).
Dra. Anna Grellert
Rev. Harold Segura
*Dios Habla Hoy (DHH). © 1996 Sociedades Bíblicas Unidas. Cuando se vuelva a citar esta versión, se usará solo la sigla DHH junto a la referencia bibliográfica de la cita de la Biblia.
INTRODUCCIÓN
A LA MEDIACIÓN PEDAGÓGICA
—Adrián, ¿qué es para ti la ternura?
—El amor.
—¿Me das un ejemplo de ternura?
—Mucho cariño y amor.
—¿Qué dibujitos harías para ilustrar la ternura?
—Mmmm, una manita, un osito y todo…
(ADRIÁN, CINCO AÑOS)
La mediación pedagógica de este libro sobre teología y ternura es una invitación a recuperar la capacidad de sentir. Así como en el epígrafe Adrián usó un elemento concreto como la mano para ilustrar la ternura, le insto a ver esta mediación como una Ruta para sentir . Ya que la ternura se experimenta de maneras concretas en nuestro cuerpo, mediante nuestros sentidos, esta propuesta de mediación pedagógica promueve el camino corporal del tacto y de la piel, así como el de las entrañas, como medio para experimentar la ternura, para, luego, transmitirla, y siempre desde una relación de vínculos transformadores.
Es, además, un recordatorio de que el nivel de razonamiento de los niños y las niñas antes de los doce años es concreto, directo y lineal. Si hablamos de ternura, no nos queda más remedio que encarnarla en nuestro cuerpo, para que ellos y ellas la comprendan desde el suyo.
Los sentidos, que constituyen una fiesta de estímulos para los niños y las niñas, son el sendero por el que las personas adultas debemos retornar, si en verdad queremos construir, desde la ternura, cualquier proceso formativo. Ya de por sí Jesús nos indicó que, si queremos conocer el reino de Dios, debemos ser como los niños y las niñas. Así que, recordar lo que se siente con un abrazo, una alzada, un beso, una caricia en el cabello o las mejillas, o ser tomado de la mano es un requisito para que nos internemos en esta dimensión del amor.
El afecto físico es una condición necesaria para construir la sensación de seguridad, la cual resulta vital para el desarrollo integral de toda persona, de manera especial en la infancia temprana. Se ha demostrado científicamente que el afecto con ternura, solo a nivel físico, promueven el crecimiento, el desarrollo del sistema inmunológico, mejora el estado de ánimo y hasta estimula el buen desempeño escolar, entre otras evidencias físicas. Así que la ternura resulta necesaria no solo para el sano desarrollo del aspecto emocional, sino también para el del físico, cognitivo y espiritual. Así explica Maturana sobre lo imprescindible del cuerpo en la encarnación de la ternura, cuando afirma que por «el dominio de aquellas conductas o disposición corporal a través de la cual el otro surge como otro legítimo en coexistencia con uno mismo» (Maturana, 2004).
La ternura es, incluso, la forma en que experimentamos y expresamos la vida misma, habla mucho de nuestra satisfacción personal y de nuestra conciencia del sentido mismo de existencia. Cuanto más nos guste la vida y disfrutemos de ella, de lo que somos, hacemos y de las personas que nos rodean, probablemente tendremos más sensibilidad y más disposición de dar afecto con ternura.
Precisamente de esto trata esta mediación que hemos denominado Ruta para sentir ; de que por medio de algunas sugerencias metodológicas podamos disfrutar de la tarea formativa que cumplimos con nuestros pequeños y pequeñas, y de que en nuestras actividades pedagógicas logremos proyectar ese regocijo mediante la ternura para con quienes desempeñamos nuestra labor.
Pero, antes de pasar a la Ruta, se proponen primero dos pasos previos con ideas fundamentales sobre la ternura: señalar su importancia en los procesos educativos y las implicaciones que ella tiene no solo a nivel pedagógico sino también personal.
Iniciar la Ruta implica primero recorrer un camino de adentro hacia afuera, empezando por nuestra propia persona y, luego, por nuestra relación con las demás personas.
Para nuestro camino interior
Despertar la vocación al amor…
La pedagogía de la ternura es despertar esa vocación al amor que a través de la historia distintos investigadores han descrito sobre la conducta humana. Es dejarnos contagiar por esa forma que tienen los niños y las niñas de sentir el mundo, y devolverles esa vocación al amor con acciones y lenguajes cotidianos de cariño y cuidado.
Romper esquemas tradicionales…
Educar con la pedagogía de la ternura es, además, un acto de amor en sí mismo. Es romper con el esquema tradicional racional e irrumpir con los afectos y los sentidos. Es reconocer que las personas no solo son cerebros que hay que llenar con ideas, sino también corazones desbordantes de sentimientos, los cuales podemos abonar con ternura.
Reconocernos como seres afectivos…
Cada quien debe reconocerse no solo como figura con distinto estatus al de los demás en un mismo espacio, sino como un ser deseoso de ternura y capaz también de darla, sin miedo a mostrar los sentimientos propios. Así, como comunidad de fe, podremos propiciar con la ternura ese intercambio de propósitos de vida y de certezas de plena realización personal, incluso colectiva.
Al encuentro de la otra persona
Buscar la conexión…
Nuestra vinculación con los niños y las niñas, nacida de nuestro interés, como personas adultas, de conocer y crear un lenguaje y una conexión con ellos, les generará condiciones de seguridad y estabilidad afectiva. Ambas condiciones les permitirán reducir sus resistencias emocionales, o necesidades defensivas, que traen muchos de nuestros niños y niñas, y adolescentes, debido a sus historias de vida. Generar un entorno de ternura es proveer seguridad, la necesidad más básica de la niñez.
Ética del cuidado…
Leonardo Boff, conocido teólogo latinoamericano, nos habla de una ética del cuidado que debemos tener con toda forma de vida. Él nos explica que el cuidado es una manera de preservar la vida, pues con él enseñamos a conocer y a amar las cosas. El cuidado no solo tiene que ver con la protección sino también con el deseo de vincularse con todo. Con esta invitación a trabajar en nuestras iglesias con la niñez desde la pedagogía de la ternura, se procura señalar que la vinculación plena con los niños y las niñas es una condición necesaria previa a la ternura. Esta vinculación se establece con su lenguaje, sus fantasías, sus mundos internos lúdicos, llenos de color y desbordantes de sensaciones.
Ternura para el desarrollo…
Esta ternura que se procura en los procesos formativos de nuestras iglesias puede brindar condiciones óptimas para el desarrollo integral de cada niño y niña. El amor, la seguridad, el reconocimiento y la afectividad son elementos que nutren los procesos evolutivos de la niñez, tanto físicos como emocionales. Y también influyen a largo plazo en su personalidad, formando jóvenes amorosos y adultos con tendencia a la ternura.
Humanizar…
Optar por la ternura es humanizar procesos de crianza y formación que tradicionalmente han seguido las líneas de producción a gran escala. En dichos procesos se estandarizan de forma rasa las dinámicas, con lo que se invisibiliza la diversidad y particularidad de las personas, y su capacidad de cambiar, de ser espontáneas y de transformarse.
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